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martes, 1 de octubre de 2024

MES DE LOS SANTOS ÁNGELES – DÍA PRIMERO

Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia en 1893, con licencia eclesiástica.
  
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
 
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA PRIMERO – LA EXISTENCIA DE LOS ÁNGELES

MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que la Sabiduría infinita, cuyas obras todas son buenas, bellas y perfectas, si no hubiera creado los Ángeles habría suprimido una nota interesante de la armonía del mundo, y el orden maravilloso que en él reina había quedado en cierto modo trunco e imperfecto, porque en la inmensa escala de la creación, se revelan sucesivamente los diversos grados del ser desde el ínfimo corpóreo hasta el supremo inmaterial, que es Dios, de manera que la razón nos persuade que si en el universo hay cuerpos inanimados, y cuerpos con sucesivos grados de vida hasta llegar al hombre, el cual es compuesto de cuerpo y espíritu; esta misma razón también nos inclina a creer que deben existir espíritus independientes de toda materia, existentes en sí mismos, superiores al espíritu del hombre; y pues que cada ser en el mundo es una imitación y reflejo de la Divinidad, si no existieran los Ángeles, faltarían entonces las criaturas que mejor pudieran imitar a Dios, puesto que El no es ni cuerpo ni hombre, ni espíritu como el alma del hombre, destinado por su naturaleza a estar siempre unido a un cuerpo. Por consiguiente, deben de existir a semejanza ele Dios espíritus soberanos, invisibles incorpóreos, inteligentes, aunque creados, inferiores a Dios y superiores al hombre: y estos no pueden ser sino los ángeles
     
PUNTO 2º. Considera, alma mía, que es de fe que existen los Ángeles, y que estás tan obligada a creer en su existencia como en la del mismo Dios. En el Símbolo de la fe o Credo se te enseña esta verdad cuando se te propone creer: «en Dios Padre Todopoderoso, Criador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles», pues por cosas invisibles entienden todos los cristianos los Ángeles. El Concilio Lateranense hace expresa profesión de fe acerca de este dogma, cuando dice: «Creemos firmemente que Dios desde el principio del tiempo sacó a la vez de la nada a ambas criaturas a saber, a la angélica y a la mundana». La tradición universal, que se remonta hasta los tiempos más próximos a la creación, está conforme en la sustancia con la fe católica y proclama de un modo elocuente esta verdad. En efecto, siempre han creído los pueblos en la existencia de seres superiores al hombre, de que Dios se ha valido para el gobierno del mundo como de seres medianeros entre la Divinidad y el hombre: así lo enseñaron los filósofos paganos de la antigüedad: «Hesíodo refiere sus grandes hazañas; Tales, Pitágoras y los antiguos los colocan en el vestíbulo del mundo divino. Platón llena con ellos los espacios. Sócrates conversa con uno de ellos. Aristóteles los considera como centros de atracción y como motores de las esferas celestes». Reconozcamos, pues, el poder de Dios que ha querido revelar su fecundidad en la creación de los Ángeles y su infinita bondad y sabiduría en el orden del mundo.
 
JACULATORIA
Ángeles dichosísimos, que, entre otros innumerables que jamás Dios sacará de la nada, habéis tenido la felicidad de poseer la existencia; rogad por nosotros para que siempre os reconozcamos y veneremos.
   
PRÁCTICA
Al rezar el Credo, haced siempre expresa profesión de fe acerca de la existencia de los Ángeles, cuando decís criador del cielo. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente:
   
ORACIÓN
Ángeles Felicísimos, que al contemplar un día vuestro noble ser, sentisteis un inmenso gozo inefable y rendísteis a vuestro Criador tributos incesantes de agradecimiento por favor tan inmerecido, haced que nosotros reconociendo también el favor de la vida y del ser cristiano que se ha dignado otorgarnos, sin el menor concurso de nuestra voluntad, demos a su Divina Majestad repetidas acciones de gracias por tan señalado beneficio, a fin de que merezcamos los auxilios necesarios para cumplir el fin par a que hemos sido criados. Amén.
    
EJEMPLOS
El Antiguo Testamento refiere a cada paso apariciones de los Ángeles desempeñando las órdenes de Dios, ya castigando o ya defendiendo a los hombres; así nos dice que un querubín está con una espada de fuego impidiendo la entrada en el paraíso perdido. Dos Ángeles ministros de la venganza divina entran por la tarde en la infame Sodoma, salvan a Lot y a su familia; y a una seña hacen caer torrentes de llamas sobre la ciudad criminal. Un Ángel, mensajero salvador, detiene el brazo de Abraham levantado para inmolar a su hijo. Escuadrones de Ángeles suben y bajan por la escala misteriosa vista por Jacob, con las manos llenas de oraciones y de gracias. Un Ángel guía al pueblo de Israel en su huida de Egipto, mostrándole el camino. Cuando la gloria de Yahvé desciende en medio de truenos, relámpagos e incendios al monte Sinaí, el Señor habla y los Ángeles escriben en las tablas la ley santa que ha de regir a Israel. Un Ángel revela a Gedeón su misión de Libertador. Un Ángel anuncia el nacimiento y destino de Sansón. Un Ángel sustenta en el sueño al profeta Elías. Un Ángel es el que hiere de noche el Ejército de Senaquerib, cubre el campo de cadáveres y pone a los Asirios en vergonzosa fuga. Un Serafín purifica los labios de Isaías. El Arcángel San Rafael es el que visita la casa de Tobías, conduce a su hijo a la región de los Medos, bendice sus bodas, y le lleva sano y salvo a los brazos de sus ancianos padres. Casi no hay página en la Santa Escritura, en que no se haga mención de los Ángeles.
     
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.

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