San Geraldo (850-909), noble de Aurillac (Alta Auvernia, Francia), después de varias peripecias, se confirmó en su resolución de ser “célibe por el Reino de los Cielos” y vivir en todo según el Evangelio. Se mortificaba en secreto, rezaba mucho, daba buen ejemplo y estaba constantemente en presencia de Dios. Consideraba a sus siervos como sus hermanos y procuraba ayudarlos en todo. Era muy clemente, y nada le gustaba tanto como perdonar a los que cometían algún delito. Geraldo perdió la vista siete años antes de morir. Fue sepultado en la bella abadía de Aurillac que él había fundado, y su tumba atrajo allí a numerosos peregrinos. San Odón de Cluny, quien antes fue abad de Aurillac, escribió una Vida (traducida al francés por el canónigo Compaign, cura de Savéne) presentando a San Geraldo como modelo de caballero cristiano, que pone su fuerza y riquezas al servicio de la justicia y la paz.
ORACIÓN
Oh Dios todopoderoso y misericordioso, que por un favor singular preservaste a tu bienaventurado Confesor San Geraldo de la transgresión de tus mandamientos en medio incluso de la corrupción de su tiempo, concédenos por tu gracia, que imitándolo, estemos tan inviolablemente unidos a tu ley, que evitemos todo pecado y que cumplamos toda justicia. Por J. C. N. S. Amén.
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