La Pontificia Comisión para la Protección de los Menores publicó el 29 de Octubre su primer informe anual sobre las políticas y procedimientos de la Iglesia para la supuesta protección de los menores.
El grupo de trabajo que redactó el documento fue presidido por una abogada neerlandesa, Maud de Boer-Buquicchio (79 años), cuyo nombramiento como miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores se remonta a Septiembre de 2022.
La mujer tiene una larga carrera en instituciones controvertidas como el Consejo de Europa, donde fue subsecretaria general de 2002 a 2012 (la primera mujer en ocupar este cargo) y la ONU, donde fue relatora especial sobre tráfico de niños, prostitución infantil y pornografía infantil de 2014 a 2020.
Boer-Buquicchio ha pedido que la subrogación (que la Iglesia rechaza), se lleve a cabo de una manera que no constituya la venta de niños: «La gestación subrogada comercial podría llevarse a cabo de manera que no constituya venta de niños si estuviera claro que a la madre subrogada sólo se le paga por los servicios de gestación y no por los servicios de traslado del niño».
En su opinión, «Cualquier restricción basada en la orientación sexual o identidad de género de los futuros padres constituye una violación de sus derechos» como compradores.
También apoya los llamados «nuevos derechos», desde el aborto legal hasta las cuestiones LGBT, pasando por el alquiler de vientres. No está sola: los economistas Mariana Francesca Mazzucato Bardella (Academia Pontificia para la Vida) y Jeffrey David Sachs/Zax Abrams (Pontificia Academia de Ciencias Sociales) son abortistas convictos y confesos.
No es de extrañar que Francisco Bergoglio se esté quedando sin dinero (al punto de –con citas sirupíticas de su pseudoencíclica “Diléxit nos” y el mensaje de circunstancia a una empleada que pasa a jubilación después de 48 años– anunciar más recortes a los medios y editoriales vaticanos en la Asamblea Anual del Dicasterio para las Comunicaciones), alejando a los católicos que apoyaron al Vaticano mientras se inclina ante aquellos que quieren ver el fin de la Iglesia, como son sus amigotes (muchos de ellos muy acaudalados), que son más de pasar factura que de generosidades, de dar órdenes de lo tenemos que hacer los demás, pero siempre cobrándolas.
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