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jueves, 30 de junio de 2022

CUANDO BERGOGLIO USÓ “LOS ENCAJES DE LA ABUELA”

Cuando Francisco Bergoglio dijo al clero siciliano en la Sala Clementina del Palacio Apostólico el 9 de Junio:
«No quisiera acabar sin hablar de una cosa que me preocupa, me preocupa bastante. Me pregunto: la reforma lanzada por el Concilio, ¿cómo va entre vosotros? […] Pero la liturgia, ¿cómo va? Yo no lo sé, porque no voy a Misa en Sicilia y no sé cómo predican los sacerdotes sicilianos, si predican como fue sugerido en la Evangélii gáudium o si predican en modo tal que la gente sale a fumar un cigarrillo y después regresa… Aquellas prédicas en que se habla de todo y de nada. Tened en cuenta que después de ocho minutos la atención se pierde, y la gente quiere sustancia. Un pensamiento, un sentimiento y una imagen, y eso se lo lleva para toda la semana. ¿Pero cómo celebran? Yo no voy a Misa allí, pero he visto las fotografías. Hablo claro. Pero queridos, todavía los encajes, los bonetes…, ¿pero dónde estamos? ¡Sesenta años después del Concilio! ¡Un poco de aggiornamento también en el arte litúrgico, en la “moda” litúrgica! Sí, a veces va llevar algún encaje de la abuela, pero a veces. Es para hacerle un homenaje a la abuela, ¿no? Entendido todo, ¿no?, habéis entendido. Es bello hacer homenaje a la abuela, pero es mejor celebrar a la madre, la santa madre Iglesia, y como la madre Iglesia quiere ser celebrada. Y que la insularidad no impida la verdadera reforma litúrgica que el Concilio ha lanzado. Y no permanecer quietistas».
¿No se acordó él de este episodio?
   

18 de Febrero de 2012, basílica papal de San Lorenzo Extramuros (poco más de un año antes de su “elección”). Un entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio durante unas confirmaciones que administró allí. Y conviene preguntarse ¿cuánto duró su homilía?
  
Original (el tercero en la foto es el presbítero Giacomo Tantardini, director espiritual de la extinta revista 30Giorni –falleció dos meses después de tomada esta foto–).

UN DESEO CON CONSECUENCIAS INDESEADAS

Traducción del artículo publicado por Dom Hugh Somerville Knapman OSB en CATHOLIC HERALD. Tomado de APOSTOLADO CABALLERO DE LA INMACULADA.
   
LAS CONSECUENCIAS INDESEADAS DE DESIDÉRIO DESIDERÁVI
   
  
«La no aceptación de la reforma litúrgica, así como una comprensión superficial de la misma, nos distrae de la tarea de encontrar las respuestas a la pregunta que repito: ¿cómo podemos crecer en la capacidad de vivir plenamente la acción litúrgica? ¿Cómo podemos seguir asombrándonos de lo que ocurre ante nuestros ojos en la celebración? Necesitamos una formación litúrgica seria y vital» — Desidério Desiderávi, 29 de Junio de 2022

Habiendo estado muy desinteresado en la liturgia hasta hace relativamente poco, en los últimos doce meses el Papa Francisco ha mostrado un marcado incremento en las intervenciones litúrgicas. Probablemente, el interés personal del Santo Padre por la liturgia per se sigue muy bajo; su reciente involucramiento con ella tiene más que ver con el Concilio Vaticano II y reforzar su aceptación en curso sesenta años después de las sesiones conciliares. Su Santidad ha identificado las formas litúrgicas post-conciliares como una de las piedras de toque de la adhesión conciliar auténtica.

La más reciente encíclica [sic] papal, Desidério Desiderávi, “Sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios”, asiente a los que se quejaron después de Traditiónis Custódes el pasado Julio que Roma había apretado las riendas a los ritos antiguos (los cuales invariablemente son celebrados con meticulosa fidelidad a las rúbricas) mientras parecía hacerse la vista gorda a los abusos litúrgicos de gravísimo grado en las celebraciones de los nuevos ritos. El Santo Padre aclara que espera que «sean observadas todas las rúbricas», e identifica dos tendencias negativas en el paisaje litúrgico de hoy: «la no aceptación de la reforma litúrgica», y «una comprensión superficial de la misma».

Su Santidad llama, en respuesta, a una «formación litúrgica seria y vital» para tratar estas tendencias. Algunos de los puntos indicados por el Papa Francisco son razonables, especialmente la necesidad de una formación litúrgica para una generación de católicos formados mayormente por prácticas litúrgicas marcadas por la inconsistencia en la aplicación, una falta de sustancia doctrinal, y una desconexión de la historia litúrgica. Desafortunadamente, su remedio propuesto parece condenado a fallar en el objetivo que él ha puesto.

El Santo Padre busca una aceptación total de los documentos litúrgicos del Concilio Vaticano II. Pero el programa que presenta, una catequesis litúrgica renovada y profundizada, es precisamente lo que ha llevado a muchos católicos (jóvenes especialmente) a cuestionar la ecuación de los ritos litúrgicos modernos como los han experimentado, con los verdaderos documentos litúrgicos del Vaticano II. En resumen, muchos descubren una divergencia entre la constitución Sacrosánctum Concílium del Vaticano II y los ritos desarrollados posteriormente por un comité que actuaba en su nombre.
«La problemática es, ante todo, eclesiológica. No veo cómo se puede decir que se reconoce la validez del Concilio –aunque me sorprende un poco que un católico pueda presumir de no hacerlo– y no aceptar la reforma litúrgica nacida de la Sacrosánctum Concílium, que expresa la realidad de la Liturgia en íntima conexión con la visión de la Iglesia descrita admirablemente por la Lumen Géntium».
En realidad, una constante repetición del mantra que los ritos modernos son la liturgia que el Vaticano II llamó ya no es suficiente para ganar aceptación. La diferencia entre ellos es demasiado grande y demasiado obvia para los que han emprendido ya la formación litúrgica que Su Santidad justamente invoca ahora. Por ejemplo, cualquiera que haya estudiado el Orden de la Misa de 1965, la primera reforma conciliar significativa, encontrará la clara conformidad con el decreto conciliar que no puede ser encontrada en la nueva Misa de 1970.

La aceptación total de las formas litúrgicas modernas no puede ser definitivamente asegurada por la «formación litúrgica seria y vital» que el Papa Francisco apela en Desidério Desiderávi, y este es un defecto fatal. Tú puedes tener una formación litúrgica apropiada, o puedes aceptar los ritos litúrgicos modernos como si fueran los ordenados por el Vaticano II; pero no puedes tener las dos. Tal vez no intencionalmente (aunque uno nunca sabe con el presente sucesor de Pedro, en cuya fiesta apareció el último documento papal), el Santo Padre ha abierto una pregunta fundamental.

¿Las formas litúrgicas modernas son realmente las que el Concilio ordenó, o una creación enteramente nueva? La formación litúrgica más completa y profunda que el Papa ahora pide, puede no asegurar necesariamente la respuesta que parece desear tan fervientemente. Su Santidad puede ser capaz de reforzar (hasta cierto punto) una aceptación externa de los ritos modernos, pero al hacerlo así puede arriesgarse a alienar más a aquellos católicos fieles que encuentran mucha belleza y gracia en los ritos históricos de la Iglesia.

Dom Hugh Somerville Knapman OSB es un monje de la abadía de Douai.

BERGOGLIO: «A UNA NUEVA IGLESIA, UN NUEVO RITO»

Elementos tomados de POLONIA CHRISTIANA, vía TENETE TRADITIONES. Traducción y comentario propios.
  
El 29 de junio, fiesta de los santos Pedro y Pablo, Jorge Bergoglio escribió a los fieles de todo el mundo [conciliar] la carta Desidério Desiderávi sobre la liturgia. Como declara al principio, debe ser una colección de reflexiones sobre la Santa Misa, y al mismo tiempo complementar el motu próprio Traditiónis custódes del 16 de julio de 2021. Como señala Francisco Bergoglio, si bien después de la publicación de Traditionis … envió una carta a los obispos de todo el mundo explicando sus motivaciones para crear el Motu Proprio, ahora le gustaría animar a toda la Iglesia a redescubrir la belleza y la riqueza de la liturgia, y observar estrictamente las normas de la reforma litúrgica posconciliar. La carta de Bergoglio ha sido publicada hasta ahora en el sitio web del Vaticano en cinco idiomas: alemán, inglés, español, francés e italiano. No se sabe en qué idioma fue escrito originalmente: aunque la lengua materna de Bergoglio es el español, la lengua del prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el cardenal electo Arthur Roche, es el inglés.
    
El documento se divide en dos partes principales. En los párrafos 2 a 60, Bergoglio escribe sobre la comprensión adecuada, según él piensa, de la Misa y el papel de la liturgia en la historia de la salvación y en la vida de todos los cristianos; en los párrafos 61-65 llama la atención más bien sobre la necesidad que percibe de construir la unidad litúrgica, entendida como el rechazo del antiguo Rito Romano y la decretación de la exclusividad del Nuevo Rito; en estos párrafos también llama la atención sobre el legado del Concilio Vaticano II. Llegará el momento de tratar en detalle la primera parte, que es más bien de carácter teológico; lo que debe sorprender al lector en la primera lectura es la presentación del Santo Sacrificio principalmente a través del prisma de una fiesta comunitaria. La segunda parte, sin embargo, es más “política” y hay algunas reflexiones al respecto en este momento.
    
Bergoglio llama a todos los católicos a unirse al Nuevo Rito; el antiguo rito, escribe, debe ser abandonado por completo. Bergoglio escribe textualmente:
«Estamos continuamente llamados a redescubrir la riqueza de los principios generales expuestos en los primeros números de la Sacrosánctum Concílium, comprendiendo el íntimo vínculo entre la primera Constitución conciliar y todas las demás. Por eso, no podemos volver a esa forma ritual que los Padres Conciliares, cum Petro y sub Petro, sintieron la necesidad de reformar, aprobando, bajo la guía del Espíritu y según su conciencia de pastores, los principios de los que nació la reforma. Los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, al aprobar los libros litúrgicos reformados ex decréto Sacrosáncti Œcuménici Concílii Vaticáni II, garantizaron la fidelidad de la reforma al Concilio. Por eso, escribí Traditiónis custódes, para que la Iglesia pueda elevar, en la variedad de lenguas, una única e idéntica oración capaz de expresar su unidad [Cfr. Pablo VI, Constitución apostólica Missále Románum (3 de Abril de 1969) en AAS 61 (1969), 222]. Esta unidad que, como ya he escrito, pretendo ver restablecida en toda la Iglesia de Rito Romano». (FRANCISCO I BERGOGLIO, Carta Desidério Desiderávi #61, 29 de Junio de 2022. Cursivas propias del original, negrillas y subrayado fuera del texto).
[…] Las palabras de Francisco Bergoglio de que «no podemos volver» a la forma del Rito Romano antes del Concilio muestran muy bien que quienes interpretaron Traditiónis custódes como la sentencia de muerte retrasada para la liturgia anterior al Vaticano II tenían razón. En el Motu Proprio de julio de 2021, Francisco Bergoglio anunció que los nuevos libros litúrgicos son la única expresión del Rito Romano, y que aquellos que están “aferrados” a los libros antiguos deben ser “conducidos” a la nueva realidad por los obispos. En Desidério desiderávi esta dirección se confirma una vez más.

Incluso si la situación después de la publicación de Traditiónis custódes se ha calmado parcialmente, podemos esperar que, siempre que se mantenga la “línea de Francisco”, la batalla de la Santa Sede contra la liturgia tridentina se llevará a cabo regularmente y con gran intensidad, y quizás incluso intensificarse. Jorge Bergoglio mostró que las críticas a las que se enfrentaba Traditiónis custódes no influyeron en modo alguno en su actitud general. La antigua liturgia va a desaparecer de la [neo] iglesia; aunque no sea hoy, definitivamente será mañana. La Curia romana reconstruida por Bergoglio, sin duda, perseguirá este objetivo claramente definido.
   
COMENTARIO: Con Traditiónis Custódes (16 de Julio de 2021), las Respónsa ad dúbia (4 de Diciembre de 2021) y ahora Desidério Desiderávi 29 de Junio de 2022), es inevitable recordar las palabras de Bergoglio cuando apareció por primera vez en el balcón de la Basílica de San Pedro aquel 13 de Marzo de 2013 cuando rechazó la estola bordada en oro: «Se acabó el carnaval». Y con toda razón: Bergoglio les quitó la libertad de acción a los que, sosteniendo la estupidez de «dos formas de un mismo Rito» planteada por su antecesor Ratzinger en Summórum Pontíficum (7 de Julio de 2007), buscaban engañar a los incautos y retenerlos en la secta del Novus Ordo con bordados, oro, incienso y latín, recordándoles que en esa nueva religión solo puede haber UN ÚNICO CULTO: el NOVUS ORDO MISSÆ MONTINI-BUGNINIANO, y que el rito roncalliano de 1962 (que pretendían vender como la “Misa Latina Tradicional”) ya no tiene cabida en él.
   
Nosotros los verdaderos Católicos, que sostenemos la conclusión teológica y canónica del sedevacantismo, debemos alegrarnos por esta nueva dispensación bergogliana en el sentido que ratifica que la del Vaticano II NUNCA HA SIDO NI ES LA IGLESIA CATÓLICA, y que los grupos ex-Ecclésia Dei (Fraternidad Sacerdotal San Pedro, Instituto del Buen Pastor, Instituto Cristo Rey y Sumo Sacerdote, Instituto San Vicente Ferrer, los traidores de Campos, Papa Stronsay y Le Barroux, entre otros) y demás clérigos vagos (quienes las más veces esquivan la solicitud de credenciales) que simulan el rito de 1962 solo eran una trampa que fracasó miserablemente.
   
A la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (que hoy conmemora 34 años de sus consagraciones episcopales), unas palabras finales: de seguir con vuestras negociaciones con la Roma modernista, sabed que tendréis que adherir al Novus Ordo si queréis seguir en comunión con ella.
  
JORGE RONDÓN SANTOS
30 de Junio de 2022
Conmemoración de San Pablo Apóstol; fiesta de San Marcial de Limoges, Obispo y Confesor; y de San Basílides, Mártir de la Fe. Aniversario de las batallas de Noaín (Navarra) y de San Marcial (Irún, Guipúzcoa).

DE ALGUNAS PROPUESTAS PARA REFORMA CATÓLICA DE LA LITURGIA

En un artículo en Sursum Post, se hizo público un listado de proposiciones en relación a la liturgia en general (Misa, Breviario, Música sacra, Devoción, etc.). No habíamos emitido concepto por la premura que significaban nuestras ocupaciones y quebrantos, porque al ser una materia muy extensa requiere un análisis profundo, aunque al haber sido mencionada esta bitácora en que Dios nuestro Señor nos ha permitido dirigir, nos hallamos en la legitimidad de intervenir sobre la cuestión.
  
SEMANA SANTA
Estamos de acuerdo con que se proscriba y condene la denominada Reforma de la Semana Santa 1951-1955, dado su origen bugniniano y que este fue el modelo y la puerta por que se creó el Novus Ordo. 
 
Sobre el uso de Ornamentos rosa en jueves (o martes) de Lætáre, nos abstenemos de opinar hasta ver las fuentes (Comentario ídem para el Gaudéte). Sin embargo, de darse, consideramos que sea el jueves de esa semana.
  
Coincidimos con que se extienda y se dé obligatoriedad en toda la Iglesia a las Misas actualmente Pro alíquibus locis, sobre todo las que están vinculadas a los misterios de la Pasión de Cristo, así: 
  • Viernes antes de Septuagésima: Las estaciones del Vía Crucis (como se celebra entre los franciscanos).
  • Martes de Septuagésima: Oración de Nuestro Señor Jesucristo en Monte Olivete.
  • Martes de Sexagésima: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
  • Martes de Quincuagésima: Santa Faz (con carácter de desagravio por las irreverencias del Carnaval).
  • Viernes después de Ceniza: Corona de Espinas de Nuestro Señor Jesucristo.
  • Viernes de la I Semana de Cuaresma: Clavos y Lanza de Nuestro Señor Jesucristo.
  • Viernes de la II Semana de Cuaresma: Sábana Santa de Nuestro Señor Jesucristo.
  • Viernes de la III Semana de Cuaresma: Santas llagas de Nuestro Señor Jesucristo.
  • Viernes de la IV Semana de Cuaresma: Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo (sin que se signifique abrogar la fiesta del 1 de Julio).
En ese mismo orden de ideas, el Viernes de la semana de Pasión se debe retomar la fiesta de los Dolores de la Santísima Virgen.
  
Sabido es que cada año es un gasto pesado el Cirio pascual, por el barroquismo de la decoración de muchos de ellos (en ese sentido, mejor hacerlos lisos, como se usa entre los dominicos). Ante la propuesta de encenderlo todos los días del Tiempo de Pascua (hasta el Jueves de Ascensión), es plausible. Lo que quede, fragmentarlo y distribuirlo como sacramental, al estilo de los Agnus Dei de cera que solía distribuir el Papa.
   
CALENDARIO
Volver al Calendario romano tal y como estaba en 1948. La fiesta de San Pío X debe trasladarse al Calendario general.
  
Como no todos los países tienen el Día del Trabajo en la misma fecha (Estados Unidos, por ejemplo, lo celebra el primer lunes de Septiembre), la misa de San José Artesano (establecida en 1956) debe ser tenida como votiva.

Un solo volumen con todas las fiestas propias de las diócesis y comunidades religiosas.
  
Acerca de instituir las Fiestas de la Perpetua Virginidad de la Santísima Virgen María y María Corredentora, esto requiere mayor análisis no solo por la definición dogmática (en la última), sino también elaborar un formulario propio.
  
LITURGIA EN GENERAL
Reintroducir secuencias y prefacios propios (donde los haya).

Oración universal: Manténgase en el Viernes Santo. Ahora bien, respecto a la oración IV, hubo una propuesta hecha por el padre Franz Xaver Schmid en su obra Liturgik der christkatholischen Religion, vol. II, Passau, imprenta y librería de Ambrosius Ambrosi 1841, pág. 516, nota al pie, la cual decía así:
Oremus pro magistrátibus nostris et ómnibus imperatóribus, régibus et princípibus tótius mundi, ut Deus illúminet eórum intelléctum et dirígat corda [Oremos por nuestros magistrados y por todos los emperadores, reyes y príncipes de todo el mundo, para que Dios ilumine sus intelectos y dirija sus corazones].
Omnípotens sempitérne Deus, in cujus manu sunt ómnium potestátes et ómnium jura, réspice ad omnes, qui rebus públicis præsunt, ut te favénte salúti spirituáli et temporáli populórum cónsulant [Omnipotente y sempiterno Dios, en cuya mano está toda potestad y derecho, mira a todos los que dirigen los asuntos públicos, para que con tu ayuda dirijan la salud espiritual y temporal de sus pueblos].
Pero, por otra parte, se sustituye la mención del rey por la del país, que fue la solución planteada por la Sagrada Congregación de Ritos en las ocasiones que las ceremonias de la Semana Santa coincidían con la vacancia del trono del Sacro Imperio, como refirió el escritor Francesco Girolamo Cancellieri en su libro Descrizione delle funzione della Settimana Santa nella Cappella Pontificia, Roma 1818, pág. 125, nota al pie:
En 1519, bajo León X, por la muerte del Emperador Maximiliano; en 1612 por la muerte del Emperador Rodolfo II; y en 1655, por la muerte de Fernando III, estando vacante el Imperio, la Sagrada Congregación de Ritos, tomo II, pág. 89. n. 1737, decretó [el 6 de Abril de 1658] que en la Oración del Viernes Santo se debiese decir: Orémus et pro Románo Império, ut Deus, ac Dóminus noster súbditas illi fáciat omnes bárbaras natiónes ad nostram perpétuam pacem. Omnípotens sempitérne Deus, réspice ad Románum benígnus Impérium, ut gentes, quæ in sua feritáte cónfidunt, poténtiæ tuæ déxtera comprimántur; y en el Pregón del Sábado Santo: réspice étiam ad Románum benígnis Impérium, cujus tu Deus, Fidélium vota prænóscens, etc. Lo mismo fue establecido en 1790 y 1792. Diario de Cracas, N. 1590, 27 de Marzo de 1790 y N. 1802, 7 de Abril de 1792.
Universalizar los ornamentos celestes para las fiestas de la Virgen: De acuerdo.
  
Otros colores litúrgicos: el color blanco apagado para la Cuaresma (como en el uso de Sarum). Desde luego, prohibidos el color amarillo y el naranja.
   
En Misa de Réquiem, no hay comunión sacramental (de fieles y ministros), solo sacrificial (del sacerdote celebrante).

Avisos parroquiales: Solo en el sermón (y eso, de evitar cuando se tiene boletín o cartelera en la capilla o centro de Misa).

Leer en vernáculo las lecciones y el Evangelio de la Misa: Solo cuando se da sermón, o para las zonas de misión (en caso contrario, después que se ha leído en latín). En todo caso, promoverlo en el boletín semanal.

Preces pío-leoninas: extenderlas a todas las Misas rezadas (en los casos particulares en que no se puede decir al final de la Misa, hacerlas al fin del sermón).

Retorno a la obligatoriedad del uso del bonete.
  
Retorno de la capa magna y la sotana de cola PARA LOS PRELADOS. Valde Sollíciti y el decreto posterior tuvieron un propósito laudable, pero en vista que se prestó a los abusos (y la poca vida que tuvo), mal se haría en pretender revivirlo. Además, el hecho de que estas vestiduras existan así no es para vanagloria de la persona sino para honor del ministerio y con un significado simbólico.

Duración de las Misas: Rezada (30-45 minutos). Mayor (1 hora, hora y 15 como mucho en ocasiones especiales). El sermón (cuando lo haya) debe ser puntual. Si el propio celebrante lo ofrece, debe despojarse de la casulla y el manípulo y ponerse el bonete, para remarcar que este NO ES PARTE ESENCIAL DE LA MISA sino una interrupción:
DE CONCIÓNE. Si ipse Célebrans sit concionatúrus in cáthedra, semper casúlam et manípulum depónit vel in sacristía, vel pótius in plano ad cornu Epístolæ, et minus cóngrue in Altári ad cornu Epístolæ. (...) Si Celébrans concionétur ad Altáre, vel retínet casúlam et manípulum, vel illa depónit super Altáre in cornu Epístolæ, et pótius in plano ad cornu Epístolæ” [DE LA CONCIÓN. Si el mismo celebrante da el sermón en la cátedra, siempre se depondrá la casulla y el manípulo en la sacristía, o mejor en el suelo del lado de la Epístola, y muy significativamente en el Altar del lado de la Epístola. (...) Si el celebrante predica en el Altar, o retiene la casulla y el manípulo, o los depone sobre el Altar en el lado de la Epístola, y mejor en el suelo del lado de la Epístola]. (PADRE JUAN BAUTISTA DE HERDT, Sacræ Litúrgiæ Praxis juxta Ritum Románum, I Edición Española. Imprenta de los herederos de Pablo Riera, Barcelona 1865).

Establecer en todas las parroquias la Archicofradía de San Esteban para los ministros del altar.
  
MÚSICA SACRA
Mantener Tra le solicitudine.
  
Prohibir de tajo la música protestante y modernista (desde 1958 en adelante). 
  
Sobre cantos piadosos en lengua vernácula, solo para funciones extralitúrgicas.

LITURGIA PAPAL
Dada nuestra postura milenarista parusíaca (que solo Nuestro Señor Jesucristo restaurará la Iglesia en su Segundo Advenimiento, y reinará directamente), no es necesario abordar el tema. Pero si en Su misericordia permite que haya un verdadero Papa Católico antes (ojo, NO ACEPTAMOS LAS FANTASÍAS CONCLAVISTAS), se puede (habida cuenta que en la liturgia papal hay elementos de los Ritos orientales), introducir el uso del abanico litúrgico del rito oriental, incensarios y candelabros cuando se canta el Evangelio en griego. Análogamente, que este mismo abanico litúrgico y los incensarios se usen también durante la consagración.
 
Hallamos despropósito en que se haga una doble consagración por parte del Papa, máxime cuando el Rito Romano es el rito primero de la Iglesia, y se recibe un único y mismo Pan Místico. Por otra parte, la pluralidad de ritos orientales (bizantino –griego, ruteno o eslavo–, siríaco –maronita, siríaco o caldeo–, alejandrino –copto o etíope– y armenio) haría dispendioso el arreglo que lo consagren los obispos de estos ritos.
  
LOS FIELES
Extender el uso del Breviario y Misal de Fieles (solución similar para el Eucologio en los ritos orientales. Para este caso, consultar con los conocedores del tema).
  
Rescatar las cofradías de Adoración nocturna, Terceras Órdenes, Apostolado de la Oración, Sociedad del Purgatorio, y otras. En el caso de la Legión de María y la Asociación Pionera de la Abstinencia Total, recuperar sus estatutos originales.
  
Los CASOS PARTICULARES, como indica su nombre, deben ser analizados para cada país por conocedores.
   
En conclusión, aunque agradecemos la deferencia que nos mostraron como referencia para este proyecto, nos mostramos (y reiteramos) en obediencia a las normas que desde antiguo han sido establecidas por la Iglesia.

miércoles, 29 de junio de 2022

EL DESPRECIO DE PABLO VI PARA LOS QUE NO ACEPTABAN SU “REFORMA LITÚRGICA”

Caricatura tomada de GLORIA CARTOON.

«Tengo la sensación que por alguna misteriosa, no, no es misteriosa, por alguna grieta, el humo de satanás ha entrado en el templo de Dios. Hay duda, hay incertidumbre, hay problemática, hay inquietud, hay insatisfacción, hay confrontación. […] Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia. En cambio vino un día nublado, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre […] Buscamos cavar abismos en vez de llenarlos».
Estas palabras (que algunos como Miguel Ángel Malavia Martínez en el marista Vida Nueva Digital traen a recuerdo tendenciosamente con ocasión de la reciente carta bergogliana “Desidério desiderávi”) fueron parte de la homilía de Pablo VI Montini un día como hoy, hace 50 años, homilía que (dicho sea de paso) L’Osservatore Romano reportó en tercera persona, como si fuera un discurso menor, siendo que el 29 de Junio de 1972, aparte de ser la fiesta patronal de Roma y del Papado, y los 9 años de su coronación papal.
   
Nosotros queremos recordar esa fecha trayendo al español estos otros discursos de Pablo VI Montini compilados en Documents on the Liturgy 1963–1979: Conciliar, Papal, and Curial Texts (Documentos sobre la Liturgia 1963–1979: Textos conciliares, papales y curiales), Frederick R. McManus, comp. Collegeville, MI, The Liturgical Press, 1982; y tomados de NEW LITURGICAL MOVEMENT, en los que él ataca a los que no aceptaron su reforma-demolición litúrgica, culpándolos de la división QUE ÉL MISMO CAUSÓ (cualquier parecido con Bergoglio es pura realidad):
  • Discurso a los Obispos italianos, 14 de Abril de 1964 (DOL 21): «La reforma litúrgica abre para nosotros un camino para reeducar a nuestro pueblo en su religión, para purificar y revitalizar sus formas de culto y devoción, para restaurar la dignidad, belleza, sencillez y buen gusto a nuestras ceremonias religiosas. Sin tal renovación interior y exterior puede haber poca esperanza para cualquier supervivencia prolongada de la vida religiosa en las condiciones cambiantes de hoy. … [P]romoved el canto sacro, los cantos religiosos y congregacionales del pueblo. Recordad: si los fieles cantan, ellos no dejarán la Iglesia; si no dejan la Iglesia, conservarán la fe y vivirán como cristianos».
  • Audiencia general, 13 de Enero de 1965 (DOL 24): «Por vuestro [de los laicos] propio esfuerzo en poner la Constitución sobre la Liturgia en efecto exacto y vital demostráis que tenéis ese entendimiento de los tiempos que Cristo recomendó a sus primeros discípulos (cf. Mat. 16, 4) y el cual la Iglesia de hoy está en proceso de despertar y reconocer en los adultos católicos.  […] Vosotros mostráis que entendéis el nuevo modo de religión que la actual reforma litúrgica planea restaurar  […]. La solicitud de la Iglesia hoy se amplía; hoy está cambiando ciertos aspectos de la disciplina ritual que ahora son inadecuados y está buscando audaz pero reflexivamente sondear su significado eclesial, las demandas de la comunidad, y el valor sobrenatural del culto eclesial. Para entender este programa religioso y disfrutar sus resultados esperados debemos cambiar nuestra forma establecida de pensar respecto a las ceremonias sagradas y prácticas religiosas que no requieren más que una asistencia pasiva y distraída. Debemos ser plenamente conscientes del hecho que con el Concilio nació una nueva pedagogía espiritual. Eso es lo nuevo sobre el Concilio, y no debemos vacilar en convertirnos primero en alumnos y luego en los maestros de esta escuela de oración ahora en su comienzo. Puede suceder que las reformas afectarán prácticas queridas para nosotros y todavía dignas de respecto; que las reformas demandarán esfuerzos que, desde el comienzo, son preocupantes. Pero debemos ser dedicados y tener confianza: el plano religioso y espiritual que la Constitución abre ante nosotros es estupendo en su profundidad y autenticidad doctrinal, en la racionalidad de su lógica cristian, en la pureza y riqueza de sus elementos estéticos, en su respuesta al carácter y necesidades del hombre moderno».
  • Discurso a los párrocos y predicadores cuaresmales, 1 de Marzo de 1965 (DOL 25): «Aquí hay algunos de los problemas: cambiar tantas actitudes que en varios aspectos son dignos de honor y aprecio en sí mismos; molestar a personas buenas y devotas presentándole nuevos modos de oración que no van a entender correctamente; ganar para un compromiso personal en la oración comunitaria a muchas personas acostumbradas a orar (o no orar) en la iglesia como les place; intensificar el entrenamiento en la oración y culto en cada congregación, esto es, introducir a los fieles a nuevos puntos de vista, gestos, prácticas, formularios y actitudes, equivalentes a una parte activa en la religión que muchos no están acostumbrados. En una palabra, el problema es comprometer al pueblo de Dios en la vida litúrgica sacerdotal. Nuevamente, decimos que es una cuestión difícil y delicada, pero añadiendo que es necesaria, obligatoria, providencial y renovadora. Esperamos que también sea renovadora».
  • Audiencia general, 17 de Marzo de 1965 (DOL 27): «¿Qué piensa la gente sobre la reforma de la liturgia? […] Primero, hay los que dan evidencia de un grado de confusión y por ende de incomodidad. Hasta ahora la gente estaba cómoda; podían orar en la forma que quisieran; todos eran familiares con el modo en que se realizaba la Misa. Ahora en todos lados hay cosas nuevas, cambios y sorpresas: incluso se ha llegado tan lejos como para eliminar el sonido de la campaña del Sanctus. Luego están todas las oraciones que nadie puede encontrar más; estar de pie para recibir la Comunión; el fin de cortarse abruptamente la Misa después de la bendición. Todos hacen las respuestas; hay mucho movimiento; las oraciones y lecciones se dicen en voz alta. En resumen, ya no hay más paz, las cosas se entienden menos que antes, y cosas por el estilo. No debemos criticar estas opiniones porque entonces tendríamos que mostrar cómo ellos revelan un pobre entendimiento del significado del ceremonial religioso y nos permite entrever no una verdadera devoción y un verdadero aprecio del significado y valía de la Misa, sino en cambio cierta pereza espiritual que no está preparada para hacer un esfuerzo personal de entender y participación dirigida a un mejor entendimiento y plenitud de este, el más sagrado de los actos religiosos, en el cual somos invitados, o más bien obligados, a participar».
  • Homilía en la parroquia de la Inmaculada Concepción en el Tiburtino, 27 de Marzo de 1966 (DOL 33): «El Concilio ha tomado la postura fundamental que los fieles deben entender lo que el sacerdote está diciendo y participar en la liturgia; no se r solo espectadores pasivos en la Misa sino almas vivas […]. Mirad alaltar, puesto ahora para el diálogo con la asamblea; considerad el notable sacrificio del latín, el repositorio invaluable del tesoro de la Iglesia. El repositorio ha sido habierto, pues el lenguaje hablado por la gente ahora hace parte de su oración. Los labios que frecuentemente habían estado cerrados, como si estuvieran sellados, ahora al fin han empezado a moverse, mientras la asamblea puede cantar su parte en el coloquio […] Ya no tenemos el triste fenómeno de la gente estando conversando y hablando sobre toda cuestión humana pero silenciosa y apática en la casa de Dios. ¡Cuán sublime es oír durante la Misa la recitación comunitaria del Padre nuestro! De esta forma, la Misa dominical no es solo una obligación sino un placer, no solo cumplida como un deber, sino afirmada como un derecho».
  • Audiencia general en Castelgandolfo, 13 de Agosto de 1969 (DOL 45): «A través de un intenso y prolongado movimiento religioso, la liturgia, coronada y, por decirlo así, canonizada por el Vaticano II, ha ganado una nueva importancia, dignidad, accesibilidad y participación en la consciencia y la vida espiritual del pueblo de Dios y, predecimos, esto continuará aún más en el futuro».
  • Audiencia general en Castelgandolfo, 20 de Agosto de 1969 (DOL 46): «Una segunda categoría, cuyas filas se han llenado con personas ansiosas después de la reforma conciliar de la liturgia, incluye a los suspicaces, los críticos y los descontentos. Molestados en sus prácticas devocionales, estos espíritus no solo se resignan a regañadientes a los nuevos caminos, sino que no hacen ningún esfuerzo en entender las razones para estos. Ellos encuentran desagradables las nuevas expresiones del culto divino. Ellos se refugian en su lamento, que aparta su antiguo sabor de los textos del pasado y bloquea cualquier gusto por lo que la Iglesia, en esta segunda primavera de la liturgia, ofrece a los espíritus que están abiertos al significado y lenguaje de los nuevos ritos sancionados por la sabiduría y la autoridad de la reforma post-conciliar. Un esfuerzo no muy difícil en aceptar y entender traería la experiencia de la dignidad, la sencillez y moderna antigüedad en las nuevas liturgia y llevaría al santuario de cada persona la consolación y la fuerza vivificante de las celebraciones comunitarias. La vida interior encontraría una mayor plenitud».
  • Audiencia general, 26 de Noviembre de 1969 (DOL 211): «Un nuevo rito de la Misa: un cambio en una venerable tradición que ha venido de siglos. Esto es algo que afecta nuestro patrimonio religioso hereditario, el cual parecía gozar el privilegio de ser intocable y arraigado. Parecía traer la oración de nuestros antepasados y de nuestros santos a nuestros labios y darnos la tranquilidad de sentirnos fieles a nuestro pasado espiritual, que mantuvimos vivo transmitiéndolo a las generaciones venideras.
          
    Es en momentos como este que debemos tener un mejor entendimiento del valor de la tradición histórica y la comunión de los santos. Este cambio afectará las ceremonias de la Misa. Debemos estar conscientes, tal vez con algún sentimiento de fastidio, que las ceremonias en el altar ya no pueden ser realizadas con las mismas palabras y gestos a los cuales estábamos acostumbrados, tal vez tan acostumbrado que ya no advertíamos nada de ellos. Este cambio también toca a los fieles. Está planeado para interesar a cada uno de los presentes, para sacarlos de sus acostumbradas devociones personales o su letargo usual.
          
    Debemos prepararnos para este inconveniente polifacético. Es el tipo de molestia causado por toda novedad que rompe nuestros hábitos. Podemos notar que las personas devotas son las que están mayormente perturbadas, porque teniendo un modo respetable de asistir a la Misa, se sentirán obligadas a abandonar su piedad acostumbrada para seguir otra práctica. Los sacerdotes mismos también encontrarán problemática esta situación. Entonces, ¿qué debe hacese en esta ocasión especial e histórica? Primero que todo, debemos prepararnos. Esta novedad no es poca cosa. No debemos dejarnos sorprender por la naturaleza, o incluso la molestia, de sus formas exteriores. […]
          
    Es la voluntad de Cristo, es el soplo del Espíritu Santo que llama a la Iglesia a hacer este cambio. Un momento profético está ocurriendo en el cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Este momento está agitando la Iglesia, levantándola, obligándola a renovar el arte misterioso de su oración.
          
    Es aquí que la gran novedad va a notarse, la novedad del lenguaje. El latín ya no será más el lenguaje principal de la Misa, sino la lengua hablada. Para quien sabe la belleza, la potencia, la sacralidad expresiva del latín, ciertamente la sustitución de la lengua vulgar es un gran sacrificio: perdemos la lóquela de los siglos cristianos, devenimos casi intrusos y profanos en el recinto literario de la expresión sacra, y así perderemos gran parte de aquel estupendo e incomparable hecho artístico y espiritual que es el canto gregoriano. Tenemos, sí, razón de amargarnos, y casi de extraviarnos: ¿qué sustituiremos a esta lengua angélica? Es un sacrificio de inestimable precio. ¿Y por cuál razón? ¿Qué cosa vale más que estos altísimos valores de nuestra Iglesia?
         
    La respuesta parece banal y prosaica; pero es válida; porque es humana, porque es apostólica. Vale más la inteligencia de la oración, que no las vestiduras séricas y vetustas de las cual está regiamente vestida; vale más la participación del pueblo, de este pueblo moderno saturado de palabras claras, inteligibles, traducibles en su conversación profana. Si el divo latin mantuviese por nosotros segregada la infancia, la juventud, el mundo del trabajo y de los negocios, si fuese un diafragma opaco, en vez de un cristal trasparente, nosotros, pescadores de almas, ¿haremos buen cálculo en conservarle el exclusivo dominio de la conversación orante y religiosa?».
  • Audiencia general, 3 de Noviembre de 1971 (DOL 53): «La Iglesia orante (Ecclésia orans) ha recibido en el Concilio su más espléndida idealización. No debemos olvidar mirar esa conmovedora realidad de la reforma litúrgica. Gran peso, incluso considerando las condiciones espirituales del mundo de hoy, es debido a esa reforma por su intento pastoral originario para reavivar la oración entre el pueblo de Dios. Esto es para que haya una oración pura y compartida, esto es, interio y personal, pero al mismo tiempo pública y comunitaria. Significa que no es simplemente una cuestión de ritual, perteneciente a la sacristía o una erudición arcana y meramente litúrgica. La oración debe ser una afirmación religiosa, llena de fe y vida: una escuela apostólica para todos los buscadores de la verdad vivificante; un desafío espiritual lanzado ante un mundo ateo, pagano y secularizado».

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NO A LA FALSA UNIDAD: EL CARDENAL STRITCH CONTRA EL MOVIMIENTO ECUMÉNICO

Traducción del artículo publicado en NOVUS ORDO WATCH.
   
  
Su Eminencia el cardenal Samuel Alphonsus Stritch O’Malley (1887-1958) fue el arzobispo de Chicago, Illinois, desde 1940 hasta 1958.
   
En 1910 fue ordenado sacerdote en Roma a la temprana edad de 22 años después que el Papa San Pío X le concediera una dispensa especial. El Papa Benedicto XV lo nombró obispo de Toledo, Ohio, yh le hizo Prelado Doméstico de Su Santidad en 1921. El obispo Stritch se convirtió en arzobispo de Milwaukee, Wisconsin, en 1930, y fue nombrado arzobispo de Chicago nueve años después. El Papa Pío XII lo elevó al rango de cardenal en 1946.
   
Fue en su rol como pastor principal de la grey católica de Chicago que el cardenal Stritch publicó una carta pastoral de inmenso valor doctrinal e histórico el 29 de Junio de 1954, después que el ecuménico-protestante Consejo Mundial de Iglesias anunciara que una conferencia promoviendo la “Unidad Cristiana” se llevaría a cabo en Evanston (cerca de Chicago) del 15 al 31 de Agosto de 1954.
   
El principal propósito de la epistola era explicar por qué los católicos no pueden tener parte en los esfuerzos por una falsa unidad religiosa como es la imaginada por el movimiento ecuménico, sin importar cuán de buena voluntad puedan ser sus proponentes. Sin escatimar ni en claridad ni en caridad, el documento primero toma de la Sagrada Escritura para proporcionar un breve marco general de la institución de la Iglesia Católica como una sociedad perpetua jerárquica y visible cuyo prpósito será el de enseñar, gobernar y santificar las almas mientras las ofrece a Dios la adoración verdadera y preserva intacta Su Divina Revelación. Se puso un énfasis especial en la institución del Papado, el primado de San Pedro y sus legítimos sucesores sobre todo el rebaño de Cristo.
     
Habiendo puesto el fundamento de la Iglesia Católica como la única Iglesia fundada y querida por Cristo, Su Eminencia pasa a explicar por qué los católicos “no toman ninguna parte en convenciones o encuentros o asambleas que tienen por su propósito establecer alguna suerte de unidad hecha por el hombre entre las sectas cristianas”. Al mismo tiempo, deja claro que la cooperación en asuntos civiles y otros no-religiosos es posible entre católicos y no católicos.
   
Como esta carta pastoral es de gran valor por su contenido doctrinal pero es muy difícil de encontrar en internet, la reproducimos a continuación. Ella ilustra cómo el ecumenismo, que por supuesto es abrazado completamente por la religión del Vaticano II, es inherentemente incompatible con el Catolicismo no simplemente como materia de disciplina sino de doctrina. El ecumenismo requiere a la Iglesia Católica abandonar su reclamo de ser la una y única Iglesia de Jesucristo, fuera de la cual no hay salvación. Como la Iglesia Católica no puede renunciar a sus afirmaciones, pues de hacerlo sería infiel a su Divino Fundador, ella no puede tomar parte en el proyecto ecuménico de buscar la verdad en común con las sectas heréticas, o de llegar a algún otro tipo de unidad religiosa que la qe Cristo le ha dado a Su Iglesia.
   
Pocos años después de la carta pastoral del cardenal Stritch, el Papa Pío XII había publicado una instrucción importante respecto al ecumenismo. Lo hizo a través de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, de la cual él mismo era jefe:
A continuación, el texto completo de la carta del cardenal Stritch. Como es de tamaño considerable, hemos subrayado las porciones más importantes que tratan específicamente los problemas circundantes al ecumenismo.
A los clérigos y laicos de la Archidiócesis de Chicago:
  
Saludos en Cristo Jesús nuestro Señor.
  
Carísimos amados en Cristo:
  
La Fiesta de los Santos Pedro y Pablo, que la Iglesia celebra hoy, nos ofrece una ocasión apropiada para hablaros sobre un elemento esencial de nuestra Fe, nuestra unión con la Sede de Pedro y con el sucesor de Pedro en el Pontificado supremo, nuestro Santo Padre el Papa.
   
Esta fiesta recuerda a nuestras mentes las vidas santas, las labores apostólicas y los martirios de estos dos grandes apóstoles de Cristo. Leemos en los Hechos de los Apóstoles que entre los que oyeron a San Pedro después del descendimiento del Espíritu Santo en Pentecostés habían “venidos de Roma” (Hechos II, 7). Puede haber sido que algunos de estos visitantes de Roma estaban entre los bautizados por San Pedro ese día y fueron los primeros romanos convertidos. Si lo fueron, no serían los últimos. Sabemos que San Pedro fue a Roma, entonces la capital del mundo. Él fue el primer Obispo de Roma. Desde allí escribió sus dos epístolas, documentos venerables y preciosos, que bien pueden ser llamados las primeras Encíclicas de un Romano Pontífice. Después de muchos años de labor santa, fue martirizado siendo crucificado cabeza abajo, en el Circo de Nerón en la Colina Vaticana. Después de su gloriosa muerte por Cristo nuestro Santísimo Salvador, sus hijos devotos en la Fe tomaron reverentemente su cuerpo y lo sepultaron en la misma Colina Vaticana.
   
Nos dicen los Hechos de los Apóstoles que San Pablo fue a Roma, y allí por dos años enteros estuvo “en la casa que había alquilado, en donde recibía a cuantos iban a verle, predicando el reino de Dios, y enseñando con toda libertad, sin que nadie se lo prohibiese, lo tocante a Nuestro Señor Jesucristo” (Hechos XXVIII 30-31). Él fue martirizado en un lugar en los suburbios de Roma llamado “Ad Aquas Sálvias,” y su cuerpo fue sepultado cerca al lugar de su martirio, donde hoy está sobre su tumba la gran basílica que lleva su nombre. La Roma pagana tuvo sus glorias, pero estos dos apóstoles le dieron una gloria imperecedera, una gloria que sus Césares nunca pudieron darle.
   
La tumba de San Pedro, el primer Obispo de Roma, se convirtió en los días de la Iglesia de los mártires un centro de peregrinaciones para los cristianos desde todo el mundo. Cuando vino la paz, se erigió sobre su tumba la gran Basílica de San Pedro, la cual fue conocida como la Basílica Constantiniana. Cuando el tiempo había volcado su caos sobre esta venerable iglesia, la escena de tantos importantes eventos históricos, la presente gran Basílica de San Pedro fue erigida sobre la tumba de Pedro. Esa tumba, de la cual recientes excavaciones nos han dado información importante, siempre ha sido y es un gran santuario central de la Iglesia. Debemos arrodillarnos hoy en espíritu y como si nos arrodilláramos allí queremos que nos escuchéis mientras decimos las cosas que vienen a nuestra mente sobre ese santo lugar.
   
De todos los santos de la Iglesia Católica, ¿por qué ponemos tal énfasis en San Pedro? Habían los otros apóstoles. ¿Por qué San Pedro tiene tan prominente lugar en nuestra Fe y en nuestra devoción? La razón es que mientras nuestro Santísimo Salvador comisionó a todos los apóstoles a ir y traer a los hombres a Su grey, y en ella enseñar, gobernar y santificarlos, fue a San Pedro solo que Él le dio el primado, esto es, la potestad suprema y el debe de enseñar, gobernar, guardar y apacentar todo el rebaño de Cristo. Fue a San Pedro que nuestro Santísimo Salvador le prometió este primado cuando dijo: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas o poder del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos” (San Mateo, cap. XVI, v. 18s). San Pedro iba a ser la roca sobre la cual Cristo construiría Su Iglesia. Así como un edificio depende para su estabilidad y fuerza en sus cimientos, así en la mente y voluntad de Cristo, la Iglesia de Dios dependería para su unidad, estabilidad y fuerza en los poderes dados por Él a San Pedro.
   
Los poderes del primado en la Iglesia prometidos a San Pedro ese memorable día en Cesarea de Filipo fueron actualmente conferidos a él en la costa del Lago de Galilea después de la Resurrección. “Acabada la comida, dijo Jesús a Simón Pedro: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que éstos?’. Le dijo: ‘Sí, Señor, tú sabes que te amo’. Le dijo: ‘Apacienta mis corderos’. Por segunda vez le dijo: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas?’. Le respondió: ‘Sí, Señor, tú sabes que te amo’. Le dijo: ‘Apacienta mis corderos’. Le dijo por tercera vez: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas?’. Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase si le amaba; y así respondió: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú conoces bien que yo te amo’. Le dijo Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’” (San Juan, cap. XXI, v. 15 s.). Con las palabras: “Apacienta mis corderos … Apacienta mis ovejas”, el Hijo de Dios puso toda Su grey a cargo de San Pedro. Puesto a la cabeza del rebaño, era responsabilidad de San Pedro proporcionarle alimento, alejar los peligros, guardarlo contra los insidiosos enemigos, defender a las ovejas contra la violencia; en una palabra, enseñarle las Divinas Revelaciones y administrarle los medios de santificación (los Sacramentos de Cristo) para dirigirlos y gobernarlos. San Pedro fue hecho por Cristo, nuestro Santísimo Salvador, el Pastor Principal de la Iglesia, el Vicario de Cristo en la tierra.
   
Este primado de San Pedro en la Iglesia era necesario según la mente y voluntad de nuestro Divino Señor para establecer y asegurar la unidad perfecta de todos Sus seguidores en una Fe, un culto, una obediencia y un cuerpo. En su primado está incluido el supremo oficio docente en la Iglesia, y la enseñanza de Pedro es salvaguardado por la infalibilidad. Esto significa que cuando Pedro, deseando ejercer su suprema autoridad apostólica como pastor y docente de todos los cristianos, pronuncia en materia de fe y costumbres, cuando Pedro define una verdad como contenida en el depósito de la divina revelación o condena los errores contrarios a ese depósito, él no puede errar o cometer un error, por la garantía de infalibilidad que Cristo le dio, porque si la Iglesia iba a ser una en la creencia, como nuestro Santísimo Señor quiso que fuera, la suprema autoridad tenía que ser cappaz de decidir sin peligro de error qué era una cuestión de fe y qué no. Pedro es la roca, dando a la Iglesia esa cohesión de unidad por la cual es una en la fe y sin la cual no sería ni permanecería lo que su maestro deseó que fuera. A Pedro le fueron confiadas las llaves del reino de los cielos, el poder de atar y desatar, esto es, el poder de hacer leyes, de juzgar y castigar, y por ende también de enseñar sobre fe y moral. Pero tal poder necesariamente implica que Cristo no podía estar equivocado en sus decisiones autorizadas respecto a las verdades confiadas a la Iglesia de Cristo. Ningún grupo, ninguna asamblea en la Iglesia, según el espíritu, la voluntad y el mandato de Cristo, tiene la autoridad para enseñar el Evangelio de Cristo excepto cuando lo enseña en unión con Pedro y es confirmado por Pedro, y eso es lo que nuestro Santísimo Salvador prometió en la Última Cena cuando, aludiendo a la negación que Pedro pronto iba a hacer, Él le dijo: “Simón, Simón mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos, como el trigo: Mas Yo he rogado por ti a fin de que tu fe no perezca; y tú, cuando te conviertas, confirma en ella a tus hermanos” (San Lucas, cap. XXII, v. 31 s.). La fe de Pedro no podía caer. No podía ser contaminada con el error, y podía dar certeza, firmeza, integridad y unidad en la verdad a todas las ovejas de Cristo.
    
Ahora, era necesario que debiera haber continuidad en la vida de la Iglesia, en la organización que Cristo le dio. La Iglesia debía vivir a través de los tiempos venideros como instrumento de Dios para la salvación de los hombres, el mismo instrumento que fue fundado por nuestro Salvador y vivificado por el Espíritu Santo. Nuestro Santísimo Salvador dijo: “Estad ciertos que Yo mismo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos” (San Mateo, cap. XXVIII, v. 20). Los mismos poderes y funciones que nuestro Señor le dio a los apóstoles y a Pedro en su cabeza tenían que ser transmitidos a sus sucesores. La vida y la forma con la cual Cristo dotó a Su Iglesia no iban a desaparecer con la muerte de los doce. Antes de ascender al cielo, Jesús dijo a los apóstoles: “A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo mismo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos” (San Mateo, cap. XXVIII, v. 18 ss). ¿Cómo, preguntamos con el Papa León XIII: “¿Y cómo había de suceder esto únicamente con los Apóstoles, cuya condición de hombres les sujetaba a la ley suprema de la muerte? La Providencia divina había, pues, determinado que el magisterio instituido por Jesucristo no quedaría restringido a los límites de la vida de los Apóstoles, sino que duraría siempre. Y, en realidad, vemos que se ha transmitido y ha pasado como de mano en mano en la sucesión de los tiempos. Los Apóstoles, en efecto, consagraron a los Obispos y designaron nominalmente a los que debían ser sus sucesores inmediatos en el ministerio de la palabra (Act. 6, 4). Pero no fue esto solo: ordenaron a sus sucesores que escogieran hombres propios para esta función y que los revistieran de la misma autoridad y les confiriesen a su vez el cargo de enseñar. Así fue el mandato de San Pablo a Timoteo: ‘Tú, pues, hijo mío, fortifícate en la gracia que está en Jesucristo, y lo que has escuchado de mí delante de gran número de testigos, confíalo a los hombres fieles que sean capaces de instruir en ello a los otros’ (Epístola II, cap. 2, v. 1-2). Es, pues. verdad que, así como Jesucristo fue enviado por Dios y los Apóstoles por Jesucristo, del mismo modo los Obispos y todos los que sucedieron a los Apóstoles” (Papa León XIII – Encíclica “Satis Cógnitum”).
   
Es claro que los Obispos de la Iglesia Católica, unidos en un cuerpo, con el sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, son los sucesores de los Apóstoles, con Pedro a la cabeza. El Obispo de una diócess es el pastor de la grey confiada a él por el Santo Padre el Papa. Es el Papa quien es el pastor principal de todas las diócesis de toda la grey de Cristo. Sus ovejas no son solamente los laicos, sino tambien los sacerdotes y los Obispos de cada diócesis. Él es el pastor de los pastores.
   
Cristo nuestro Señor es la Cabeza invisible de Su Cuerpo Místico, que es la Santa Iglesia Católica Romana. El Santo Padre, el Vicario de Cristo en la tierra, es la cabeza visible de la Iglesia. Por su poder para enseñar infaliblemente en materias de fe y moral transmitido desde Pedro a través de la larga línea histórica de sus sucesores legítimos en la Sede de Roma, la doctrina de Cristo ha sido preservada incorrupta. La Fe de cada miembro de la Iglesia es la misma fe que fue enseñada por el Maestro a los Apóstoles. Su promesa de estar con ellos en sus sucesores hasta el fin de los tiempos siempre se ha cumplido. Es por su asistencia que la Fe de la Iglesia ha permanecido y siempre permanecerá igual, inviolada en su pureza hasta el día cuando Él venga a juzgar al mundo. Esa asistencia se ha realizado y verificado principalmente en el ejercicio del poder dado a San Pedro, el Príncie de los Apóstoles, y sus sucesores para enseñar infaliblemente y para gobernar toda la Iglesia con suprema autoridad. Es Cristo con Su Espíritu Santo que ha enseñado y gobernado a través de Pedro y los sucesores de Pedro, los Obispos de Roma.
  
Como católicos y miembros obedientes de la verdadera Iglesia de Cristo, habéis aceptado la autoridad de la Iglesia Católica para enseñaros y guiar vuestra vida en todo lo que pertenece a la Fe y la moralidad enseñada por Dios a los hombres por medio de Jesucristo, Su Hijo. Reconocéis y sometéis libremente vuestro intelecto y vuestra vida a esa autoridad como es ejercida por los Obispos que conforman la Jerarquía de la Iglesia divinamente establecida en unión con el Papa, el sucesor de San Pedro. Ahora, es principalmente por vuestra libre aceptación de, y sumisión a esa autoridad, que sois distinguidos de aquellos vuestros compatriotas acatólicos, que profesan ser cristianos e incluso, como en el caso de muchísimos, creen que Jesucristo es verderamente Dios y hombre, y el verdadero Salvador del mundo.
   
Al aceptar la autoridad de la Iglesia para enseñar en materia de fe y moral, gozáis de la mayor libertad. Estas verdades que son enseñadas por la Iglesia son verdades inmutables y objetivas y, así como en el reino de la razón pura aceptáis la verdad inmutable y evidente, por la misma libertad de vuestra mente para pensar rectamete, así también aceptáis en la fe estas verdades que la Iglesia enseña, y ella da a vuestra mente una libertad más grande que la que podíais haber tenido solamente en la luz de la razón. Que nadie diga que vuestra mente y vuestra razón no son libres de buscar la verdad en cada área del pensamiento humano en que la verdad no esté establecida. No puede haber contradicción entre las verdades de fe y las verdades de la razón o la ciencia. La verdad es una.
  
Habéis acetado y aceptáis la autoridad de la Iglesia Católica, porque sabéis que nuestro Santísimo Salvador dio a la Iglesia esa autoridad sobre vosotros. Sabéis que en Ella sola se encuentran verificadas las palabras de San Pablo: “Así, Él mismo a unos ha constituido apóstoles, a otros profetas, y a otros evangelistas, y a otros pastores y doctores, a fin de que trabajen en la perfección de los santos en las funciones de su ministerio, en la edificación del cuerpo místico de Cristo, hasta que arribemos todos a la unidad de una misma fe y de un mismo conocimiento del Hijo de Dios, al estado de un varón perfecto, a la medida de la edad perfecta según la cual Cristo se ha de formar místicamente en nosotros” (Efesios, cap. IV, v. 11-13). Estáis seguros que en Ella sola ha sido realizada la respuesta de la petición de Nuestro Señor para Sus Apóstoles: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro consuelo y abogado, para que esté con vosotros eternamente, a saber, el Espíritu de verdad, a quien el mundo, o el hombre mundano, no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conoceréis, porque morará con vosotros, y estará dentro de vosotros” (San Juan, cap. XIV, v. 16 s). Creéis que que fue a Ella en la persona de Sus Apóstoles que Jesús habló cuando dijo: “El que os escucha a vosotros, me escucha a mí; y el que os desprecia a vosotros, a mí me desprecia. Y quien a mí me desprecia, desprecia a aquel que me ha enviado” (San Lucas, cap. X, v. 16). Vosotros estáis en paz porque sabéis que la Iglesia de Cristo, vivificada por el Espíritu Santo, está enseñándoos el mismo Evangelio que nuestro Santísimo Salvador habló en la tierra y que Él confió a Sus Apóstoles para enseñar a todos los hombres. Sois uno en vuestra Fe, uno en el Santo Sacrificio de la Misa, uno en los siete Sacramentos que Cristo nos ha dado y uno en vuestra obediencia en la Iglesia a la Jerarquía, con el Papa, el sucesor de San Pedro, el Obispo de Roma, como su cabeza.
  
No necesitáis sin embargo mirar a vuestro alrededor en nuestro amado país para encontrar hombres congregados en muchas sectas religiosas diferentes. Estas numerosas divisiones, frecuentemente contradiciéndose una a la otra en sus diferencias, son el resultado natural e inevitable del rechazo de la autoridad docente que Cristo estableció en Su Iglesia. El juicio privado en la religión y en la interpretación de la Sagrada Escritura está obligado a resultar en división y desunión. La Unidad de la fe no puede tenerse sin la sumisión de la mente individual a la voz de Dios que habla por medio de la Iglesia y particularmente por la cabeza visible de la Iglesia, el Vicario de Cristo, nuestro Santo Padre el Papa.
  
Vuestra Fe es un don grande de Dios. Hace mucho nuestro Santísimo Salvador dijo a San Pedro, cuando San Pedro hizo ese gran acto de fe: “Tú eres el Cristo, o Mesías, el Hijo del Dios vivo” — “No te ha revelado eso la carne y la sangre u hombre alguno, sino mi Padre que está en los cielos” (San Mateo, cap. XVI, v. 17). La gracia de estar unido con la Iglesia en humilde sumisión a su autoridad es un don de Dios. Esto con la gracia de vuestro bautismo y de los otros Sacramentos que recibís os hace verdaderamente miembros del Cuerpo Místico de Cristo, esto es, Su  única Iglesia verdadera, la Iglesia Católica Romana. ¡Cuán agradecidos debéis estar por estos dones! Debéis apreciar vuestra Fe Católica siempre más altamente y dar gracias a Dios por ella. Debéis siempre esforzaros por conocerla mejor y profesarla abiertamente ante todos los hombres. Debéis también estar bien preparados para dar razón de vuestra Fe a los que buscan sinceramente la verdad, quienes, impelidos por la gracia de Dios desean conocer más sobre la Iglesia de la que estáis orgullosos, con la gracia de Dios, de ser miembros.
   
Hay hombres fuera de la Iglesia profesando el nombre cristiano que deploran las divisiones que existen entre ellos. Hablan sobre crear y establecer una unidad cristiana, o como a veces dicen, una unidad de acción cristiana. Ellos piensan en las palabras de nuestro Santísimo Salvador a Sus apóstoles, dichas la noche antes de morir: “Pero no ruego solamente por éstos, sino también por aquellos que han de creer en mí por medio de su predicación; ruego que todos sean una misma cosa; y que como tú, ¡oh Padre!, estás en mí, y yo en ti, así sean ellos una misma cosa en nosotros, para que crea el mundo que tú me has enviado. Yo les he dado ya parte de la gloria que tú me diste, para que en cierta manera sean una misma cosa, como lo somos nosotros. Yo estoy en ellos, y tú estás siempre en mí, a fin de que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que tú me has enviado, y los amas a ellos, como a mí me amaste” (San Juan, cap. 17, v. 20-23). Ellos se reúnen en organizaciones internacionales, realizan congresos, convenciones y asambleas. Gran publicidad asiste a sus encuentros y asambleas. Conocéis lo que están haciendo, porque leéis de estas convenciones y asambleas y organizaciones en vuestros diarios.
   
Casi naturalmente surge la pregunta en vuestras mentes sobre cuál debe ser la opinión de un católico, y cuál su actitud respecto a estas organizaciones y sus actividades. La respuesta de la Iglesia a esta pregunta es: la Iglesia Católica no toma parte en estas organizaciones o en sus asambleas o conferencias. Ella no entra en ninguna organización en la cual los delegados de muchas sectas se sientan en concilio o conferencia como iguales para discutir la naturaleza de la Iglesia de Cristo o la naturaleza de Su unidad, o para proponer discutir cómo traer la unidad de la Cristiandad, o para formular un programa unificado de acción cristiana. Ella no permite a Sus hijos participar en ninguna actividad de conferencia o discusión basada en la falsa asunción que los Católicos Romanos, también, aún están buscando la verdad de Cristo. Porque hacer esto sería admitir que Ella no es más que una de las muchas formas en las cuales la verdadera Iglesia de Cristo puede o no existir, que ella no preserva en Sí misma la unidad de fe, gobierno y culto querida por Nuestro Señor para Su Iglesia, que Ella no conoce el verdadero significado y naturaleza de esa unidad y de estas otras propiedades dadas por Dios por la cual Ella es distinguida no solo como la una sino como la Iglesia santa, católica y apostólica fundada por nuestro Santísimo Señor y Salvador Jesucristo. Ella nunca puede hacer tal admisión, porque Ella es ahora como siempre ha sido, la sola y única Esposa de Cristo, el solo y único Cuerpo Místico de Cristo, la sola y única Iglesia de Cristo.
     
No puede ser admitido que la unidad querida por Nuestro Señor para Su Iglesia nunca ha existido o no existe hoy. Porque tal admisión implicaría falsamente que la voluntad y la predicación de Cristo fueron ineficaces y que Su oración al Padre aún sigue sin ser oída luego de casi dos mil años. Significaría que el Espíritu Santo, derramado sobre los Apóstoles y permanente para siempre en la Iglesia fundada por ellos, ha fracasado en Su misión. Por supuesto, tal fracaso es impensable. No, la unidad que Jesús dio a Su Iglesia es algo evidente e inequívoco. Consiste, como hemos indicado, muy simplemente en tres cosas. La primera es que todos los miembros de la Iglesia creen las mismas verdades, transmitidas por la Sagrada Escritura y la tradición divina, como enseñadas a ellos por la autoridad docente infalible establecida en la Iglesia por el mismo Cristo. La segunda es que todos obedecen a la autoridad divinamente constituida de la Iglesia en todo lo que concierne a su vida moral y la salvación de sus almas. La tercera es que todos comparten el mismo culto de Dios y usan los mismos medios de santificación, como dirigidos y provistos por la autoridad docente y gobernante de la Iglesia: en concreto, que todos participan en el Santo Sacrificio de la Misa y la oración de la Iglesia, y que todos admiten y usan de acuerdo a su estado de vida los siete santos Sacramentos instituidos y dados a nosotros por el mismo Jesucristo.
    
Ahora esta unidad, clara y obvia como es, existe en la Iglesia de Cristo actualmente. Está fundada en la Iglesia Católica Romana y en Ella sola. Ella y solo Ella es la verdadera Iglesia de Jesucristo. Solo hay un camino para la unidad tan ansiosamente buscada por algunos hombres. Esa es la entrada en la grey de la Iglesia de Cristo, la participación en Su vida, la sumisión sin reserva a Su autoridad docente y gobernante. Si somos cuestionados si la Iglesia Católica Romana desea la unidad de todos los hombres creyentes, nuestra respuesta es que Ella por todos los medios desea la unidad, mas no una unidad forjada según las concepciones humanas falibles. La unidad que Ella desea para todos los cristianos y ofrece a todos los que la buscan es esa que fue establecida en Ella por Jesucristo y preservada en Ella siempre por Su poder omnipotente.
    
Si la Iglesia Católica no toma parte en estos concilios, conferencias y asambleas internacionales y nacionales, no es porque Ella no esté interesada en cooperar con Nuestro Señor en traer a Sus otras oveja a Su grey. Ella espera, ora y hace todo lo que puede hacer para restaurar la unidad completa una vez existente entre los creyentes en Cristo. Ella no escatima esfuerzos para reparar las divisiones que surgieron cuando hombres en el Este durante el siglo IX y en el Oeste durante el siglo XVI se separaron de la única grey de Cristo, escindiéndose del único Cuerpo de Cristo. Ella siempre mantiene las puertas abiertas y está pronta para recibir con los brazos abiertos a todos los que vienen a la unidad establecida por Cristo en Su Iglesia. Ella les ofrece la verdad y ora fervientemente que todos puedan recibir la luz del Espíritu Santo en sus almas para verla, y Su amor y valor en sus voluntades para abrazarla. Fervientemente e incesantemente, la Iglesia Católica ora para que todos los hombres puedan entrar en esa unidad cristiana que fue establecida en Ella por Jesucristo, Su Fundador.
    
Esta actitud de la Iglesia respecto a nuestros hermanos separados no es de arrogancia y soberbia. ¡Lejos de eso! Es en cambio la de un padre amoroso hacia sus hijos descarriados. Ella conoce Su deber para con Cristo. Ella une amor con firmeza. Como Cristo nuestro Señor, Ella está llena de compasión y simpatía hacia los que van a tientas en las tinieblas del error, pero Ella no puede traicionar Su confianza, Ella no puede ser falsa al encargo que Él le ha dado de preservar el depósito de la Fe a Ella confiado, mantenerlo intacto e incontaminado por la falsedad, y predicarlo a los hombres en toda su pureza e integridad.
   
Algunos hombres tratarán de deciros que la Iglesia Católica se corrompió, que Ella corrompió la doctrina de Cristo, y eso en tal medida que algunos hallaron necesario en conciencia separarse de Ella, para ellos poder preservar la verdad del Evangelio. VUestra respuesta será que la Iglesia del siglo XVI no creyó ni enseñó nada que no fuera creído por la Iglesia de los siglos I y II: una Jerarquía divinamente establecida, el primado y la infalibilidad del Obispo de Roma, el Santo Sacrificio de la Misa, los siete Sacramentos, la Divina Maternidad de María, dignísima de honor y devoción, y todas las verdades dadas por Dios y contenidas en la Sagrada Escritura y la Divina Tradición confiadas por Nuestro Señor a Sus Apóstoles, y por medio de ellos a sus sucesores. La Iglesia Católica nunca ha estropeado la verdad revelada por Dios por medio de Su Hijo Jesucristo. Ella nunca ha removido un solo dogma ni añadido una sola doctrina a esa revelación. Si en el correr del tiempo, bajo el impulso y la guía del Espíritu Santo, Ella ha venido a una realización clara y explícita de las creencias que antes Ella sostenía y enseñaba en una forma implícita, ningún hombre sensato puede decir que Ella ha inventado así dogmas hechos por hombres. No es necesario negar que existieron males en el siglo XVI. Debe admitirse que la reforma de la disciplina y la moral traídas por el gran Concilio de Trento era de hecho saludable. Pero la verdad de Cristo siempre ha permanecido en Su Iglesia en toda su prístina pureza incontaminada. La institución que Jesús formó ha sido por el poder de Dios preservada desde elcomienzo, esencialmente la misma a través de los tiempos. Cristo prometió que las puertas del infierno nunca prevalecerían contra Ella. Esa promesa fue guardada en los siglos IX y XVI, como es guardada en el siglo XX, y será guardada hasta el fin de los tiempos.
     
De acuerdo a esto, se entiende que los fieles de la Iglesia Católica no pueden en ninguna capacidad asistir a las asambleas o concilios de los acatólicos que buscan promover la unidad de las iglesias. Os pedimos, sin embargo, orar por nuestros hermanos separados y suplicar a Dios les dé el don de la Fe Católica. Ellos necesitan gracias grandes para superar los prejucios, para derribar elmuro del malentendido que por mucho tiempo ha existido entre nosotros. Orad para que ellos, con la gracia de Dios, puedan encontrar en la Iglesia de Cristo la Madre Iglesia que espera por ellos con los brazos abiertos y ansía recibirlos. Orad para que puedan venir a mirar a María la Madre de Jesús como su propia y verdadera Madre en Cristo. Orad que, como los Magos antiguos, les pueda ser dada la estrella de la Fe para encontrar “al Niño con María, su Madre”.
    
Nuestra Fe demanda que practiquemos la verdadera caridad cristiana. Seríamos menos que cristianos si excluimos de esa caridad a cualquier hombre, sin importar su condición o sus profesiones. Sosteniendo firmemente la Fe que está en nosotros, debemos vivir en caridad con todos nuestros conciudadanos. Con algunas excepciones, ellos creen en Dios y muchos de ellos creen que nuestro Santísimo Salvador era Dios y hombre y el Salvador de todos los hombres.
     
En este gran país, que amamos con un verdadero amor patriótico, hay cosas que podemos hacer en cooperación con nuestros conciudadanos. El gran fantasma de un ateísmo armado está en el horizonte de nuestro mundo libre. Conocemos su odio a la religión, y sabemos cómo ha derramado ese odio principalmente hacia la Iglesia en los países cuyo control ha obtenido por la violencia. Hay muchas cosas como ciudadanos que nosotros con nuestros conciudadanos podemos y debemos hacer. Estamos listos para unirnos a ellos como ciudadanos en realizar estas cosas. Su discusión de muchos de los problemas sociales que nos confrontan en nuestro día nos resultará útil para nosotros. No somos un grupo aislado en nuestra democracia. Ningún grupo en nuestro país está más dedicado en nuestra democracia que nuestro pueblo católico. Concluimos que en este día todos los hombres de buena voluntad, y particularmente todos los hombres que se arrodillan y oran al Dios viviente, deberían unirse contra los peligros comunes: el peligro del ateísmo, que con retórica engañosa, al menos en efecto, busca desterrar a Dios de todo nuestro pensamiento social. Si en la unidad de la Iglesia establecida por Cristo no tomamos parte alguna en convenciones o encuentros o asambleas que tienen por propósito establecer alguna suerte de unidad hecha por el hombre entre las sectas cristianas, siempre estamos listos y ansiosos en los niveles sociales y cívicos para trabajar junto con nuestros conciudadanos, particularmente con los que adoran al Dios viviente, por el bien de nuestro país y de la sociedad.
   
Que la caridad cristiana reine en vosotros y sea vuestro espíritu motivante al tratar y asociaros con vuestros conciudadanos. En nuestro país hay una variedad de creencias religiosas. En esta condición y en estas circunstancias debemos vivir juntos en caridad y, mientras no sacrifiquemos una jota de nuestra Fe que la Santa Madre Iglesia nos ha enseñado, colaboremos fervientemente y honestamente con nuestros conciudadanos contra la impiedad en la vida pública y social, contra las agresiones e intrusiones de estos males que están atacando los mismos cimientos de nuestra democracia. A todos los hombres de buena voluntad enviamos la invitación para unirse con nosotros y trabajar con nosotros, aun con las limitaciones pertinentes, para que la medida del bien que es posible para nosotros asegurar.
   
Como por la Fe que profesáis en común con vuestros hermanos católicos de todos lados testificáis la unidad, catolicidad y apostolicidad de la Iglesia de Cristo, cuidad también de mostrar siempre en vuestras vidas Su exaltada santidad. Que todos se dén cuenta que es especialmente por el ejemplo de su vida vivida de acuerdo con las doctrinas de nuestra que que aquellos que no son del rebaño sean inspirados con el deseo de conocer mejor la Fe Católica e incluso aceptar Su doctrina.
   
Mantened ante vuestros ojos la santidad inefable de Jesús, el Hombre-Dios, cuyo Sagrado Corazón es el abismo de todas las virtudes. Mirad a Su Madre Inmaculada, la impecable Virgen María, nuestra Madre y protectora en la lucha contra las fuerzas del mal. Volved con ferviente devoción a vuestros santos patrons en los cuales cada uno encontrará el modelo de esa virtud cristiana de las cuales se encuentra más necesitado. Esforzaos en crecer más fuertes en la fe, más confiados en la esperanza, y sobre todo más generosos y ardientes en la caridad, en el amor de Dios y vuestro prójimo. En este día de confusión, en este día cuando muchos corazones están suspirando por la paz, vosotros, un pueblo católico, en vuestras vidas diarias, debéis ser un faro para todos los hombres. Recordad que nuestro Santísimo Salvador oró por las “otras ovejas”, que no estaban en Su redil, para que pueda haber un solo rebaño y un solo pastor. Uníos con Él en esta oración. Mostrad en vuestra vida diaria la santidad de la Iglesia. Que vuestros conciudadanos que no son de la casa de la Fe vean en vosotros un ejemplo brillante de caridad cristiana que abraza a todos los hobres en el amor de Dios.
   
Deseamos, queridos hijos e hijas en Cristo, que oréis fervientemente a los Santos Pedro y Pablo. Orad por vosotros y orad por vuestros hermanos separados para que les pueda ser dada la gracia de encontrar la paz y unirse a ella. En este Año Mariano, cuando oráis fervientemente a nuestra Santísima Señora la Madre de Dios, acordáos de vuestros hermanos y pedid a nuestra Santísima Señora que los traiga a la unidad de la Iglesia.
   
Y ahora hemos hablado de arrodillaros en espíritu en la Tumba de San Pedro en la Colina Vaticana en Roma. Lo que hemos dicho no es una cosa nueva para vosotros, pero escucharla nuevamente os dará fuerza y alivio espiritual. Antes de abandonar en espíritu la Tumba de San Pedro, digamos una oración por Nuestro Santo Padre, el Papa Pío XII, el Obispo de Roma, el Vicario de Cristo en la tierra, y pidamos a Dios que nos lo guarde por un largo tiempo, y le demos en vuestra devoción a San Pedro puestos a los pies de su sucesor en la Iglesia hoy nuestro profundo homenaje y amor filial.
   
Fielmente vuestros en Cristo,
  
Samuel Card. Stritch
Arzobispo de Chicago
  
Fiesta de los Santos Pedro y Pablo, de 1954
  
[Fuente: Servicio de Noticias de la Conferencia Nacional de Bienestar Católico, Actualización de noticias del 5 de Julio de 1954, págs. 2a-2i; subrayado añadido].

El significado para la vida de la Iglesia de la carta pastoral del cardenal Stritch es subrayada por el hecho que mucho de su contenido fue incluido en el Canon Law Digest, vol. IV (Milwaukee, WI: The Bruce Publishing Company, 1958), págs. 378-384.
    
Desafortunadamente, este documento verdaderamente caritativo no fue recibido bien por el Consejo Mundial de Iglesias y algunas otras organizaciones ecuménicas. La revista TIME citó algunas reacciones en su edición del 19 de Julio de 1954 bajo el título “Católicos prohibidos”.
    
El 1 de Marzo de 1958, el Papa Pío XII recompensó al cardenal Stritch por su fiel servicio a la Iglesia nombrándolo pro-prefecto de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe. Sin embargo, Dios tenía otros planes.
   
El 27 de Mayo de 1958, nuestro Santísimo Señor llamó misericordiosamente a Su Eminencia al juicio, cinco meses antes de la toma modernista de las estructuras vaticanas que tendría como su resultado el desmantelamiento gradual de la religión Católica Romana, aparentemente (mas no realmente) siendo perpetrada por la misma jerarquía católica, incluyendo el “Papa”. Los frutos podridos de este infernal “artificio del error” (2.ª Tesalonicenses II, 10) están a nuestra vista hoy.
   
Hoy el Vaticano Novus Ordo nunca aceptaría la doctrina planteada en la carta pastoral de 1954 publicada por el cardenal Stritch. Y sin embargo, Su Eminencia meramente enunció en manera resumida las demandas de la Fe Católica Romana respecto a la unidad religiosa, y sus apuntalamientos doctrinales.
   
Haz tu elección, pues: el Catolicismo Romano o la religión del Vaticano II. Ambas no pueden ser la verdad.

EPISCOPALIANOS LAMENTAN LA MUERTE DE ROE

Traducción de la noticia publicada por Jules Gomes en CHURCH MILITANT.
  
LITURGIA EPISCOPALIANA LAMENTA LA MUERTE DE ROE
Los compañeros ecuménicos de los obispos católicos declaran anatema la sentencia pro-vida.
 

WASHINGTON (ChurchMilitant.com) - La Iglesia Episcopal ha publicado una liturgia de lamento llorando el mandato pro-vida de la Corte Suprema, mientras la principal denominación protestante en equipo ecuménico con los obispos católicos anatematizó la derogación de Roe vs. Wade.
   
«Diseñamos intencionalmente esta liturgia para que todos tengan espacio para estar juntos en la presencia del santísimo en un momento de dolor, miedo, confusión y lamento», declaró el prefacio al servicio, urgiendo a la “iglesia amplia” y los “amigos ecuménicos” a considerar la liturgia como un “regalo”.
  
PROFANANDO A SAN FRANCISCO
El “Servicio de Lamento y Sanación” usa una letanía basada en la famosa oración [atribuida a] San Francisco de Asís para «orar por el fin de la deshumanización de aquellos que reclaman autonomía de cuerpo y mente» y «aquellos que ya han sido avergonzados y menospreciados y han causado daño por sus decisiones de buscar atención de salud reproductiva».
   
Los episcopalianos pro-aborto invierten al pro-vida San Francisco de Asís
   
«Oramos por el día en que los proveedores de atención médica, las mujeres y sus familias, puedan ejercer sus derechos a la elección reproductiva en seguridad y paz», dice la letanía. Se ora especialmente «por todos los que se verán afectados de manera desproporcionada por la falta de derechos reproductivos, especialmente las personas que son negras, indígenas, asiáticas, morenas y de color, trans y no binarias».
   
Mientras oran por «la pérdida de vidas que vendrán por el parto forzado y el aborto ilegal», el servicio no se acuerda ni una sola vez en oración de los 62 millones de bebés salvajemente desmembrados desde la introducción de Roe vs. Wade en 1973.
   
La liturgia pro-aborto usa el Salmo 138 como una de sus lecciones escriturales. Irónicamente, el salmo contiene algunos de los versos más pro-vida, alabando a Dios por haber «creado mis entrañas» y «me formaste en el vientre de mi madre».
  
Irónicamente, el salmo 138 es usado para justificar el asesinato de bebés
   
La Iglesia Episcopal (TEC, por sus siglas en inglés) ha sido un «socio de diálogo oficialmente patrocinado» de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos desde 1965, a pesar de una resolución de la TEC de 1967 TEC inequívocamente opuesta a cualquier regulación «restrinja o niegue el derecho de las personas a tomar decisiones informadas [sobre la interrupción del embarazo] y actuar en consecuencia».
   
El obispo presidente de la TEC Michael Curry dijo que estaba «profundamente apesadumbrado» por la decisión pro-vida de la Corte Suprema puesto que la TEC considera el aborto como «una parte integral de la lucha de la mujer para afirmar su dignidad y valor como un ser humano» (2018-D032).
   
Curry afirmó que su iglesia sostiene que «los procedimientos de salud reproductiva deberían ser tratados como los demás procedimientos médicos, y no señalados u omitidos por causa de género».
     
El arzobispo de Canterbury Justin Welby, líder espiritual de la Comunión Anglicana mundial. de la cual la TEC es una provincia, no comentó sobre la decisión de la Corte Suprema. Welby, un aliado cercano del Papa Francisco, siempre se ha equivocado sobre la moralidad del aborto.
  
VIDA ANTICONCEPTIVA
Hablando a Church Militant, el Dr. Gavin Ashenden, ex capellán de la reina y recientemente convertido al catolicismo, explicó cómo «la denominación anglicana hizo del sexo un fin en sí mismo desde el momento en que validó la anticoncepción en la Conferencia de Lambeth de 1930».
   
Ashenden, presentador del podcast Merely Catholic, planteó:
«Desde esta ruptura con la revelación y la teología católica, fluyó una corrupción del sexo que ha desarrollado en la perversidad de la celebración de la homosexualidad y el asesinato de bebés en el vientre. El servicio de lamento debía haber sido un acto de penitencia por el asesinato de infantes. En cambio, lamenta cualquier frustración del erotismo».
El renombrado eticista católico Dr. Michael Pakaluk describió la Resolución 15 de Lambeth, sobre la anticoncepción artificial, como «la primera vez en que cualquier autoridad responsable (no simplemente en la Cristiandad sino en cualquier cultura) ha apoyado públicamente, en cualquier forma, el uso de la anticoncepción artificial».
  
Manifestación de “presbíteras” episcopalianas apoyando el asesinato de bebés.
   
«El Papa Pío XI estuvo tan molesto por esta defección de, podemos decir, de la opinión común de la humanidad en la ley natural, que en respuesta escribió Casti Connúbii», observa Pakaluk, añadiendo que «incluso en su tiempo, la resolución fue infame porque contradecía abiertamente la Conferencia de Lambeth de 1920».
   
La Resolución 68 de la Conferencia de Lambeth en 1920 había lanzado una «advertencia enfática contra el uso de medios innaturales para evitar la concepción, junto con los graves peligros (físicos, morales y religiosos) en que se incurren con ellos».
   
EL CALLEJÓN SIN SALIDA DEL DIÁLOGO
Mientras tanto, los otros compañeros de diálogo de la USCCB, como la Iglesia Metodista Unida y la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos de América también condenaron que la Corte Suprema revocase Roe vs. Wade.
   
Una declaración de la IMU anunció: «Nos duele y lamentamos la decisión de hoy. Hoy la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos negó el valor y la dignidad de las mujeres de acceder al derecho fundamental a la atención y servicios de apoyo que merecen».
   
La postura oficial de la IMU sobre el aborto es: «Reconocemos los conflictos trágicos de la vida con la vida que pueden justificar el aborto y, en tales casos, apoyamos la opción legal del aborto bajo procedimientos médicos apropiados por proveedores médicos certificados».
   
Hablando en la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América en el mismo momento en que salió la noticia de la derogación de Roe vs. Wade, el moderador David Ammons declaró: «[Como denominación,] hemos sido oficialmente pro-elección más tiempo de lo que yo he sido presbiteriano».
   
Más temprano, durante una mesa redonda ecuménica en la Casa Blanca sobre derechos reproductivos, el representante de la Iglesia Presbiteriana, Rev. Jimmie Hawkins, dijo: «Estábamos todos de acuerdo que queríamos proteger los derechos reproductivos. Quisimos asegurarnos que Roe vs. Wade no fuera derogada, y hubo un acuerdo común en la mesa sobre eso».
  
LA ESCLAVITUD PRO-ELECCIÓN
Como en el tema del aborto, la TEC no se opuso como un cuerpo a la esclavitud. A diferencia de otras denominaciones protestantes, que se dividieron por la esclavitud, la TEC es la única gran denominación con una fuerte presencia tanto en el Norte como en el Sur que no se dividió sobre la esclavitud.
   
En 1861, mientras la nación se movía hacia la Guerra Civil, el obispo presidente John Henry Hopkins, que era obispo de Vermont (uno de los primeros estados en adoptar provisiones para acabar la esclavitud), publicó una extensa defensa de la esclavitud, arguyendo que la esclavitud estaba resente en la Escritura y era legal.
   
La TEC tampoco desafió la legalizada segregación y discriminación contra los afroestadounidenses.
   
Irónicamente, el día en que la Corte Suprema publicó su sentencia revocando Roe vs. Wade, la Iglesia Presbiteriana aprobó mociones «ofreciendo una disculpa a los afroestadounidenses por el pecado de la esclavitud y su legado».
   
En 1964, cuando la denominación finalmente llamó por iglesias abiertas que no restringieran a los negros, los presbiterianos pro-segregacionistas abandonaron la denominación para formar la Iglesia Presbiteriana de América.
   
Similarmente, en la cuestión de la sodomía, el Dr. Darel E. Paul, en su éxito editorial From Tolerance to Equality: How Elites Brought America to Same-Sex Marriage (De la tolerancia a la igualdad: Cómo las élites llevaron a América al matrimonio del mismo sexo), demuestra cómo para finales del 2016, siete de las más grandes denominaciones protestantes de Estados Unidos normalizaron la homosexualidad.