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domingo, 22 de octubre de 2023

MES DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS – DÍA VIGÉSIMOSEGUNDO

Compuesto por el Rev. P. Aniceto de la Sagrada Familia OCD en el año 1925.
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, con el corazón partido por el dolor que me causan los pecados cometidos contra Ti, vengo a pedirte perdón de ellos. Ten piedad de mí, oh Dios; según la grandeza de tu misericordia y según la muchedumbre de tus piedades, borra mi iniquidad. Mira mi humillación y mi trabajo, y perdona todos mis pecados. Espero de tus bondades que no entrarás en juicio con tu siervo. porque no hay entre los vivientes ninguno limpio, en tu presencia, y que me perdonarás todas mis culpas, y me darás la gracia para perseverar en tu santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Jesús! Maestro sapientísimo en la ciencia del amor, que aleccionaste en la escuela de tu corazón adorable a tu pequeñita esposa Santa Teresita del Niño Jesús, haciéndole correr por la senda del amor confiado hasta llegar a la cumbre de la perfección, yo te ruego te dignes enseñar a mi alma el secreto del Caminito de infancia espiritual como a ella se lo enseñaste; para esto vengo en este día a tu soberana presencia a meditar los ejemplos admirables que nos dejó tu regalada Santita. Escucha benigno las súplicas que ella por nosotros confiadamente te dirige. ¡Oh Jesús, si pudiera yo publicar tu inefable condescendencia con todas las almas pequeñitas! Creo que si, por un imposible, encontraras una más débil que la mía, te complacerías de colmarla de mayores gracias aún, con tal confiara por entero en tu infinita misericordia, Mas ¿por qué, Bien mío, deseo tanto comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú solo quien me los enseñaste? ¿Y no puedes revelarlos a los demás? Ciertamente que sí, y puesto que lo sé, te conjuro que lo hagas: te suplico que fijes tus divinos ojos en todas las almas pequeñitas, y te escojas en este mundo una legión de Víctimas pequeñas dignas de tu amor… Dígnate escoger a la pobrecita de mi alma para el número de esa legión y haz, por tu piedad que, atraída por la fragancia de las virtudes de tu esposa, corra por la senda del bien hasta llegar a la perfección del amor. Amén.
   
DÍA VIGÉSIMOSEGUNDO – 22 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: NUESTROS COOPERADORES
Omnes sunt administratóres spíritus in ministérium missi propter eos, qui hereditátem cápient salútis (Hebr. I, 14). Todos son administradores de Dios enviados para ayudar a las almas en la difícil empresa de la perfección.

La vida espiritual, en cuanto dice relación, elevación sobrenatural, es aquella que Jesucristo, Señor nuestro, vino a salvarnos en la tierra. «Yo he venido para darles la vida y una vida exuberante» (Joan X, 10). Vida que no pueden en manera alguna disfrutar las almas sino en unión directa con el que es cabeza del cuerpo místico, cuyos miembros son todos los predestinados. «Nosotros, aunque seamos muchos, formamos en Cristo —dice San Pablo a los Romanos— un solo cuerpo, siendo todos recíprocamente miembros los unos de los otros» (Cap. XII 5). «Dios ha puesto tal orden en todo el cuerpo, que se honra más lo que de suyo es menos digno de honor, a fin de que no haya cisma o división en el cuerpo antes tengan los miembros la misma solicitud unos con otros» (I Cor. XII, 25). Siguiendo la verdad del Evangelio con caridad, en todo «Vayamos creciendo en Cristo que es nuestra cabeza, y de quien todo el cuerpo místico de los fieles, trabado y conexo entre si con la re y la caridad, recibe por todos los vasos y conductos de comunicación, según la medida correspondiente a cada miembro, el aumento propio del cuerpo para su perfección, mediante la caridad» (Efesios IV, 15).

Esta comunicación nos viene del Espíritu Santo, que es el corazón de este cuerpo místico, porque Él es el que les da esta vida de gracia, y la causa ellos, y en ellos vive y reina, y los une entre sí con más intimidad que los miembros de un cuerpo, los cuales viven con una vida y son animados con una misma alma. Unión divinizadora por la cual nos hacemos «participantes de la naturaleza divina» (II. Petrus I, 4); pues, como nota el apóstol de las gentes: «El que se une al Señor se hace un espíritu y en él y por él las almas pueden gloriarse con el más puro e inefable de los gozos al ser llamadas con vocación especial a formar sociedad con Jesucristo, hijo de Dios y Señor nuestro».

Para llegar a feliz término en esta unión, especialísima es la protección que prestan los Ángeles y los santos. La doctrina del Ángel de las escuelas es admirable sobre el particular: «Los Santos —dice Santo Tomás—, como miembros de un mismo cuerpo, comprenden las necesidades y los peligros a que se ven expuestos los que como ellos pertenecen al mismo cuerpo místico, y, al conocerlas, se mueven a interceder delante de Dios por los que viven en la tierra» (Suma Teológica, suplemento, cuestión LXXII). Y «esta intercesión es tanto más poderosa –añade el mismo Santo Doctor– cuanto la perfección de su beatitud lo requiere» (Suma Teológica, ibídem). Pues la bienaventuranza corno afirma San Juan Crisóstomo, estará en proporción con el poder de sus méritos, en tal eficacia, que podrán impetrar del Rey de los cielos lo que quisieran» (Sermón de los Santos Juventino y Maximiano).

La Santita de Lisieux tenía verdadera locura por los Ángeles y los Santos, a quienes confiaba la inocencia de su corazón y el buen éxito de sus empresas de perfección. Así, en el capítulo XI de su admirable historia nos dice: «Mi locura es esperar que los Ángeles y los Santos me presten auxilio para volar hasta Ti con tus propias alas, Oh águila adorada».

Pero si era ilimitada la confianza que tenía en la protección decidida de los Santos para alcanzar las gracias necesarias para conseguir el amor de Dios, la que tenía en la protección de la Virgen santísima era inefable. De ella nos dice que, si hubiera sido sacerdote, habría hablado con encomio, pues tiene más de Madre que de Reina. Así hubiera pagado de alguna manera las celestiales sonrisas con las que le acarició, y las maternales gracias con las que protegió su vida y la llevó por el camino del amor.

La verdad de esta saludable doctrina condujo su alma a concertar aquellos pactos de oraciones, cuyo fin era recabar de Dios por la intercesión de los Santos, gracias de conversión, penitencia y amor para los desgraciados pecadores. Y en el delirio del amor por la salvación de las almas, que llegó a consumir sus débiles fuerzas físicas, pudo exclamar en la certeza de su intercesión en el cielo: «Presiento que mi misión va a empezar, mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo… Una esperanza me satisface y hace latir mi corazón: El amor que recibiré y el que podré comunicar: QUIERO PASAR Ml CIELO HACIENDO BIEN A LA TIERRA» (Historia de un alma, cap. XII).
 
Medítese un momento y pídase la gracia que se desea recibir.
   
EJEMPLO: AHORA CREO EN EL DOGMA DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS
Leysin (Suiza), 26-3-1916.
Siendo protestante, he sido llevada a estudiar el catolicismo en lectura de la vida de Sor Teresita del Niño Jesús. Bajo el impulso de esta alma tan grande, presté mi adhesión a las principales verdades de la Iglesia Romana. Y ahora   sobre todo en el dogma de la Comunión de los Santos. La conmovedora bondad de Sor Teresita ha operado en mi tan íntimos cambios.
Hace tres años la Fiorella, respondiendo mi grito de angustia, curó a mi hijita, desahuciada por el médico. Desde aquel momento la tomé por protectora y le confié otra inquietud. Mi esposo se entregaba la pasión funesta del juego. Sin que se diera cuenta de ello, le hice llevar consigo una reliquia de Sor Teresita, pues, aunque católico no hubiera admitido la eficacia de aquel recurso, ¡Oh benéfica abogada de causas desesperadas!, este nuevo milagro devolvió pronto la alegría a nuestro hogar. Me sería imposible de contar en todos sus detalles la poderosa ayuda que mi Santa querida prestó a mi esposo para hacerle triunfar de tan terrible inclinación. Gracias a Dios está completamente curado. En fin, yo misma he sido objeto de la dulce compasión del ángel del Carmelo. Hace algunos meses estuve muy enferma; mi enfermedad comenzó con fuertes hemoptisis. Lo primero que hice fue exigir colocasen en mi pecho la imagen de Sor Teresita; la invoqué con ardor y quedé, en menos de tres meses, completamente curada, según declararon todos los especialistas de ésta. En agradecimiento, y cumpliendo mi promesa, he hecho conocer todos estos favores al círculo protestante que me rodea, familia y amigos a fin de que todos crean en el poder que Dios le ha dado para ayudar a sus hermanos de la tierra.

JACULATORIA: ¡Oh Santita querida! Ya que gozas de la Santidad en el cielo, acuérdate de los que peregrinamos en el mundo y derrama sobre nosotros la lluvia de rosas de tu protección.

ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh venerada Santita! Los santos fueron para ti verdaderos defensores, te ayudaron con su amistad y por ellos te acercaste al Santo de los santos mereciendo sus tiernas y purísimas caricias. Haz que ellos sean para mi, fervorosos intercesores para que me sea fácil la empresa de mi perfección; y para más obligarte, te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes:
  
DEPRECACIONES
  • ¡FIorecilla de Jesús, que con tus perfumes virginales atrajiste hacia ti las miradas del Esposo divino, haz que nuestras plegarias merezcan la bendición del cielo! Padrenuestro y Avemaría.
  • ¡Virgen graciosa!, que supiste iniciarte en el corazón del Rey celestial, oyendo de sus labios divinos «Todo lo mío es tuyo», haz que se derrame sobre mi corazón la gracia de tu protección poderosa. Padrenuestro y Avemaría.
  • ¡Oh celestial criatura!, que nos prometiste que tus oraciones serían en cl cielo bien recibidas, ruega por nosotros y arroja la abundancia de gracias sobre nuestras almas, como la lluvia de rosas que prometiste hacer caer sobre la tierra. Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Jesús! Atraído suavemente por el imán poderoso de tu amor a la escuela donde tus manos graciosas señalan a las almas el camino de la virtud infantil, tomo la resolución de poner en práctica tus enseñanzas a imitación de tu pequeñita esposa Santa Teresita. ¡Oh Jesús divino! Tú, misericordiosamente, te dignaste mirarla, y con solo la mirada de tus ojos claros, serenos, vestida la dejaste de tu hermosura. Dígnate, pues, te lo pido con fe, recompensar este devoto ejercicio, con la dulce y misericordiosa mirada de tus ojos divinos. «Mas qué digo, ¡Jesús mío! Tú sabes muy bien que no es la recompensa la que me induce a servirte, sino únicamente tu amor y la salvación de mi alma». Te lo pido por la intercesión de tu florecilla regalada. ¡Oh querida Teresita! Es preciso que ruegues por mí, para que el rocío de la gracia se derrame sobre el cáliz de la flor de mi corazón, para fortalecerlo y dotarlo de todo cuanto le falta. ¡Adiós, florecilla de Jesús! Pide que cuantas oraciones se hagan por mí, sirvan para aumentar el fuego que debe consumirme. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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