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jueves, 31 de octubre de 2024

MES DE LOS SANTOS ÁNGELES – DÍA TRIGÉSIMOPRIMERO

Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia por la Imprenta Católica en 1893, con licencia eclesiástica.
  
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
 
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA TRIGÉSIMOPRIMERO – DEVOCIÓN A LOS SANTOS ÁNGELES
   
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que habiendo llegado ya al término de este felicísimo mes consagrado al culto de los Santos Ángeles, nada será más grato ni más tierno a nuestros corazones que formar los más firmes propósitos de honrar y de imitar durante nuestra vida a estos espíritus celestiales. El cuadro, aunque mal trazado, de las grandezas angélicas, que se ha desplegado a nuestra vista en el curso de estas meditaciones, habrá llenado sin duda de admiración y religioso respeto nuestras almas; pero es necesario que esta admiración y este respeto no sean estériles; es preciso que saquemos algún fruto de todos estos estudios, y éste no puede ser otro que una devoción tierna y sincera a los santos Ángeles y un vehemente deseo de imitar en todas nuestras acciones su ejemplar vida y virtudes. Por la devoción tributamos a los Ángeles los homenajes de nuestro amor y reconocimiento a su benevolencia, por tantos beneficios como nos dispensan. Por la imitación de su vida en el ejercicio de las virtudes angélicas de la pureza, humildad, obediencia y caridad, nos hacemos a ellos semejantes en la santidad, cumpliéndose de este modo el plan divino, que exige que los hombres y los Ángeles no compongan más que una sola Iglesia, un solo pueblo cuya ley inmutable sea la caridad, lazo de unión entre todos los seres inteligentes, cuyo Príncipe sea Nuestro Señor Jesucristo. La tierra ha roto la unidad de esta Iglesia, de este pueblo; y Dios ha querido que el Cielo baje a la tierra a restablecer esta unidad, esta armonía, este concierto universal. La tierra ya no es enemiga del Cielo, ni el Cielo es tampoco contrario a la tierra: el tránsito de la una al otro está todo lleno de espíritus bienaventurados, cuya caridad oficiosa mantiene una perfecta comunicación entre este lugar de peregrinación y nuestra patria celestial.
 
PUNTO 2º. Considera que el mejor modo de honrar a los Ángeles, especialmente a nuestros Ángeles custodios, es imitarles, y como sólo se imita lo que se encuentra justo y perfecto; imitando a nuestros Ángeles, proclamamos con nuestra conducta su excelencia, su bondad y sus perfecciones. Así como ellos nos guardan de todo mal y nos dirigen por el camino del Cielo; así también nosotros debemos guardar y guiar por el camino de la salvación eterna a todos aquellos de nuestros hermanos, sobre quienes tenemos alguna influencia o están bajo nuestra tutela y cuidado. Así como los Ángeles siempre tienen sus miradas fijas en Dios, como nos lo ha dicho por estas palabras: «Contemplan sin cesar la cara del Padre celestial»; así también nosotros debemos tener sin cesar nuestros pensamientos y nuestros corazones vueltos hacia Dios. Los Ángeles están pendientes de los labios del Señor para escuchar sus mandatos y ejecutarlos en el acto; también nosotros debemos estar constantemente atentos a la voluntad de Dios para cumplirla. Por último, correspondamos, como estamos estrechamente obligados, a todas sus finezas: nuestros Ángeles nos aman, amémosles; nos hacen el bien, testifiquémosles nuestro reconocimiento; nos sugieren consejos útiles para nuestra salvación, escuchémosles. Fieles a su amistad, dóciles a su voz, atentos a hacer todo lo que ellos hacen, llevaremos en este valle de lágrimas una vida completamente angélica, prenda segura de la bienaventuranza eterna, en la cual ellos nos introducirán después de la muerte. Así sea.
    
JACULATORIA
Ángeles del Cielo, alcanzadnos con vuestras poderosas súplicas, la gracia de la perseverancia final.
    
PRÁCTICA
Extended por todas partes la devoción y culto de los santos Ángeles, hoy por desgracia muy olvidados aún entre las personas piadosas. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con el siguiente:
  
ACTO DE CONSAGRACIÓN AL SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA
Fidelísimo Ángel de mi guarda, a quien la amorosa Providencia de Dios ha constituido mi protector y mi guía, desde el primer instante en que vi la luz por vez primer a hasta el momento en que el soplo helado de la muerte cierre mis ojos para siempre a los falsos esplendores de este mundo; delante de Jesucristo, mi amable Redentor, de María Santísima y de los santos, y en presencia de toda la corte celestial; yo os elijo en este día para que seáis mi especial abogado cerca de la Justicia divina y mi celoso defensor en los rudos combates de esta vida. Desde hoy pongo en vuestras manos mi cuerpo con todos sus sentidos, y mi alma con todas sus potencias y facultades, para que os dignéis gobernarlos y dirigirlos al único y supremo Bien infinito, fuente de todo consuelo y de toda felicidad, perdonad que no haya sabido corresponder hasta el presente a vuestros tiernos cuidados, pero yo os prometo para de aquí en adelante, ayudado con los auxilios de la gracia, seguir fielmente todos vuestros consejos, y obedecer las órdenes que Dios me comunique por vuestro ministerio: acoged, por tanto, bondadoso, estas mis resoluciones y continuad dispensándome vuestros favores, sobre todo, apartándome del pecado y haciendo que no viva ni respire sino para Dios en esta vida y después tenga la dicha inefable de alabar y bendecir por toda la eternidad su santo nombre en unión de toda la Milicia Angélica. Amén.
 
EJEMPLO
«Para celebrar la Santísima Virgen las excelencias y santidad de la naturaleza Angélica, refiere Sor María de Jesús de Ágreda en su Mística Ciudad de Dios, que «se preparaba algunos días con los ejercicios de otras fiestas; y con nuevos cánticos de gloria y loores, recopilando en ellos la obra de la creación de estos espíritus divinos, y más la de su justificación y glorificación, con todos los misterios y secretos, que de todos y de cada uno de ellos conocía, llegando el día que tenía destinado, los convidaba a todos y descendían muchos millares de las órdenes y coros celestiales, y se le manifestaban con admirable gloria y hermosura en su oratorio. Luego se formaban dos coros, en el uno estaba nuestra Reina, y en el otro todos los espíritus soberanos; y alternando como a versos, comenzaba la gran Señora y respondían los Ángeles con celestial armonía por todo lo que duraba aquel día. Y si fuera posible manifestar al mundo los cánticos misteriosos que en estos días formaban María Santísima y los Ángeles, sin duda fuera una de las grandes maravillas del Señor y asombro de todos los mortales. No hallo yo términos, ni tengo tiempo para declarar lo poco que de este sacramento he conocido: porque en primer lugar alababan al Ser de Dios en sí mismo, en todas sus perfecciones y atributos que conocían. Luego la gran Reina le bendecía y engrandecía por lo que su Majestad, Sabiduría y Omnipotencia se había manifestado en haber criado tantas y tan hermosas sustancias espirituales y angélicas, y por haberlas favorecido con tantos dones de naturaleza y gracia; y por sus ministerios, ejercicios y obsequio en cumplir la voluntad de Dios, y en asistir y gobernar á los hombres y á toda inferior y visible naturaleza. A estas alabanzas respondían los Ángeles con el retorno y desempeño de aquella deuda, y todos cantaban al Omnipotente admirables loores y alabanzas, porque había criado y elegido para madre suya a una Virgen tan pura tan Santa y digna de sus mayores dones y favores; y porque la había levantado sobre todas las criaturas en santidad y gloria; y la había dado el dominio e imperio, para que todas la sirviesen, adorasen y predicasen por digna Madre de Dios y restauradora del linaje humano. De esta manera venía a ser este día de admirable júbilo y dulzura para la gran Señora y gozo accidental de los Ángeles» (Obra citada, tercera parte, lib. VIII, cap. XVI, números 688 y 689).
     
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.

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