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martes, 3 de mayo de 2022

EL «HUBIERA» DE UN RALLIÉ

   
En una entrevista concedida al sitio web Claves, del Distrito de Francia de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro [hasta en eso se copian de la FSSPX, que tiene como informativo de su Distrito de Francia a La Porte Latine, donde se publicó la respuesta correspondiente] el 5 de Abril, el sacerdote-presbítero Louis-Marie (en el siglo Olivier) Le Barbier de Blignières y Chiron de La Casinière (ordenado sacerdote por el arzobispo Marcel Lefebvre en 1977; recibió el hábito dominico de manos de Michel Guérard des Lauriers dos años después), fundador y prior de la Fraternidad San Vicente Ferrer, afirmó que en 1988, el entonces cardenal Ratzinger le dijo que Juan Pablo II Wojtyła había decidido consagrar un obispo para suceder a Marcel Lefebvre, y que para ello usaría el Pontifical Romano tradicional:
CLAVES: «Si Monseñor Lefebvre no hubiera hecho las consagraciones del 30 de junio, la FSSP no existiría y la FSVF no habría sido reconocida canónicamente ¿Como responde a eso?».
  
Fray LOUIS-MARIE DE BLIGNIÈRES FSVF: «Distingo el caso de la FSSP y los demás.
    
Sí, la FSSP no existiría, porque si Monseñor Lefebvre no se hubiera retractado de su adhesión al Protocolo del 5 de Mayo de 1988, la FSSPX habría recibido estatus canónico y se habría consagrado un obispo el 15 de Agosto de forma regular para ella. El restablecimiento de las pedagogías tradicionales en la estructura visible de la Iglesia no se habría demorado, al contrario. Un día, el Cardenal Ratzinger nos confió al Padre Bisig y a mí que el Santo Padre Juan Pablo II había decidido proceder él mismo a esta ordenación episcopal, que habría tenido lugar de conformidad con el Protocolo de Acuerdo del 5 de Mayo, es decir, con el Pontifical antiguo. Entonces, los sacerdotes fundadores de lo que se convirtió en la FSSP no habrían tenido que dejar la FSSPX. Y éste habría continuado su desarrollo aún más rápidamente debido a su reconocimiento por parte de la jerarquía. Los hechos no justificaban el miedo a ser destruidos y contaminados que se manifestó en Monseñor Lefebvre y los partidarios de las consagraciones sin mandato en la primavera [sic] de 1988. La FSSPX probablemente habría perdido algunos súbditos, pero donde un grupo insignificante de doce miembros sin apoyo se ha mantenido y ha crecido constantemente, está claro que la gran institución econiana que tenía unos pocos cientos de miembros y 18 años de experiencia se habría mantenido y crecido en proporciones magníficas. Además, la FSSPX habría evitado toda responsabilidad en la pululación de linajes episcopales más excéntricos como los de Richard Williamson y Jean-Michel Faure.
   
Cuando conocí al cardenal Ratzinger el 22 de Marzo de 1988, le pedí que iniciara un proceso de reconocimiento de la FSVF. Respondió que se haría al mismo tiempo que la FSSPX. Esto sucedió a pesar de su retiro, obviamente hubiera sucedido si ella hubiera perseverado en su deseo de regularizarse. La Santa Sede no nos tendió una trampa para dañar a la FSSPX al presentarnos como competidores (somos un pequeño grupo de religiosos, ellos son una gran sociedad de sacerdotes ministros). “La mano que la Santa Sede ha tendido a monseñor Lefebvre permanece abierta para quien quiera tomarla”, nos decía el cardenal a principios de Julio de 1988. Para él no se trataba de una maniobra, sino de una cuestión de verdad eclesial. Quien lo conoce no puede dudarlo. Por lo tanto, la FSVF habría sido a fortiori reconocida si Monseñor Lefebvre hubiese aceptado los acuerdos.
    
Digamos que debemos nuestra existencia canónica en gran parte a la firmeza y longanimidad de Monseñor Lefebvre en su lucha, desde la fundación de la FSSPX hasta la firma del Protocolo del 5 de Mayo de 1988 (y nuestro agradecimiento permanece). Ciertamente no se lo debemos a las consagraciones que pensó que debía realizar contra la voluntad del Sumo Pontífice».
   
Queda sentado el hecho que, como todos los ralliés (por más que a De Blignières y demás gentes no les guste que los llamen así), buscan llevar el agua  a su molino y negar la realidad que el acuerdo era una trampa (como lo comprobó el desarrollo de los hechos posteriores; además, cualquiera puede “tenderle la mano” a alguien para luego asestar la puñalada que le pondrá fin a sus días). Pero vayamos al punto central: según él, Wojtyła habría consagrado al obispo sucesor de Lefebvre el 15 de Agosto de 1988 si el Protocolo del 5 de Mayo no hubiese sido denunciado por él. Extremo que fue confirmado por el sacerdote-presbítero Josef Meinrad Bisig, fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro, que el 23 de Julio de 2014 oyó decir personalmente al mismo Ratzinger:
«Der hl. Papst Johannes Paul II hatte die feste Absicht bis spätestens am 15. August 88 einen Priester aus der FSSPX selbst zum Bischof zu konsekrieren» [El santo Papa Juan Pablo II tuvo la firme intención de consagrar él mismo a un sacerdote de la FSSPX como obispo a más tardar el 15 de Agosto de 1988].
La experiencia general enseña que hablar de lo que pudo haber sido y no fue es al menos pérdida de tiempo y un sinsentido. Pero admitamos un momento que tenga sentido y ponderemos el escenario, más allá de los elementos previos a una consagración episcopal (elección del candidato, escrutinio, cánones aplicables, retiro espiritual previo). Se habría presentado un problema no en la validez (se usaría el Pontifical tradicional y –recordemos– Wojtyła era obispo válidamente consagrado), sino en la licitud, porque ese mismo Wojtyła era un apóstata y por ende, no era Papa, al tenor de la Bula Cum ex Apostolátus Offício. Y por otra parte, también el problema canónico: ese obispo hipotético tendría que actuar dentro de las normas del código wojtyliano de 1983 si quiere mantenerse en la comunión visible con Wojtyła y la iglesia que representa, pero acontece que la FSSPX reconoce el código pío-benedictino de 1917.
  
Firma del protocolo del 5 de Mayo de 1988
 
Providencialmente, los hechos sucedieron como sucedieron: Al día siguiente de firmar el protocolo (por una gracia particular de la Santísima Virgen, y «después de una muy mala noche»), Mons. Lefebvre lo denunció luego que le fuera entregada una carta de Ratzinger en que básicamente le decía que no se cumpliría nada de lo acordado; las reticencias de la Conferencia de Obispos Católicos de Suiza –donde se encuentra el Seminario de Écône– frente a cualquier escenario, fuera que se produjera o no el acuerdo (para muestra, el obispón de Sion y portavoz de la Conferencia, Henri Schwery, dijo en esa época: «estamos a la espera de un acontecimiento que de todas maneras será una desgracia»); el intercambio epistolar Ratzinger-Lefebvre; las consagraciones del 30 de Junio (a falta de uno, consagró cuatro obispos); el Vaticano respondió con las “excomuniones” que sirvieron para que desde entonces todos los tartufos de la FSSP, la FSVF, los traidores de Campos y el IBP abandonaran, las eternas negociaciones fallidas, y todo lo que hemos visto y leído.
   
Lo bueno de estos hechos (como también los libros Mis dudas sobre la libertad religiosa de Mons. Lefebvre, Pedro, ¿me amas?: Juan Pablo II, del padre Daniel Le Roux, y el propio Motu próprio Ecclésia Dei adflícta), es que muestran que De Blignières (que antes de claudicar había publicado una conferencia llamada “Juan Pablo II y la Doctrina Católica” el 13 de Mayo de 1981 –conferencia que pronto se traerá al español, para confusión de aquél–) es un mentiroso: la imagen de bonachón de Wojtyła era ¡solo para la foto!

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