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sábado, 11 de marzo de 2023

JULIÁN HERRANZ CORRIENDO EN AUXILIO DE BERGOGLIO

  
El opusino “cardenal” jubilado Julián Herranz Casado, de 92 años, dijo en una entrevista a Javier Martínez-Brocal Ogayar para el diario ABC el 5 de Marzo que Francisco Bergoglio sufre un «martirio» por intentar «unir las dos corrientes de la Iglesia» (¡sic!):
JAVIER MARTÍNEZ-BROCAL OGAYAR: Apuesto que nunca imaginó que iba a vivir diez años con dos Papas en el Vaticano.
“Card.” JULIÁN HERRANZ CASADO: Creo que Francisco y Benedicto XVI nos han dado una lección magistral sobre el papel del Papa emérito. Han sido años de lealtad recíproca admirable. Han enseñado a los futuros Pontífices cómo actuar si se repite una situación similar, aunque no es probable.
   
J. Mtnez.-B. O.: Con la muerte de Benedicto se ha evidenciado más la oposición a Francisco incluso en el Vaticano.
“Card.” J. H. C.: Imagino que usted se refiere a algunas declaraciones de las últimas semanas. No las juzgo, pero pienso que son excepciones. Soy consciente de que a mi edad es legítimo dudar de la validez de mis opiniones, pero no vivo aislado y conozco el ambiente de la Curia. Por eso me atrevería a negar la evidencia de esa “oposición”.
   
J. Mtnez.-B. O.: Pero algunos dicen que el Papa emérito no estaba de acuerdo con decisiones del Papa Francisco.
“Card.” J. H. C.: Benedicto hablaba libremente conmigo, no necesitaba medir sus palabras. Jamás le oí comentarios o juicios negativos sobre Francisco. Fue fiel a la promesa de lealtad y obediencia que hizo con su renuncia.
   
J. Mtnez.-B. O.: ¿Qué pensaba Benedicto del Papa?
“Card.” J. H. C.: No habría tolerado que se le usara para atacar a Francisco. He leído que echó del monasterio “Mater Ecclésiæ” a uno que fue allí para hablar mal del Papa. A mí, una vez me confió que estaba feliz de ver cuánto cariño y simpatía despertaba Francisco entre la gente. Me dijo: «Eso me alegra y me da paz».
   
J. Mtnez.-B. O.: Son Pontífices muy diferentes…
“Card.” J. H. C.: Los dos han hecho brillar dos facetas del Evangelio. Con Benedicto XVI brilla la fe y la búsqueda de la verdad contra la dictadura del relativismo; con Francisco, la práctica del amor al prójimo, especialmente con los más pobres y necesitados.
   
J. Mtnez.-B. O.: Francisco confesó hace unos días en el avión que consultó a Benedicto cuestiones delicadas.
“Card.” J. H. C.: No rompo ningún secreto si le cuento que una vez Francisco me dijo que acababa de pedir consejo a Benedicto sobre una cuestión importante [Esa «cuestión importante», según se infiere por lo revelado por Georg Gänswein, era el motu “Traditiónis custódes”, N. Del E.]. Me aseguró que a veces lo llamaba para conocer su opinión sobre algún problema de gobierno, y que cuando le preguntaba «¿Usted qué haría?», Benedicto, como gesto de lealtad y para que se sintiera libre, le respondía: «Usted es el Papa, es usted el que puede decidir».
   
J. Mtnez.-B. O.: ¿Hay guerra entre partidarios de Benedicto y de Francisco en el Vaticano?
“Card.” J. H. C.: Llevo en el Vaticano desde 1960, he trabajado para seis Papas y todos han sido criticados, a veces invocando supuestas razones teológicas o disciplinares, otras por formalismos curiales no respetados, las más por pasiones políticas o intereses económicos no confesados. De los seis Pontífices, quizás el diablo se ha cebado especialmente con dos, Pablo VI y Francisco, siempre para dividir la Iglesia y obstaculizar la difusión del Evangelio.
   
J. Mtnez.-B. O.: ¿Qué le ocurrió a Pablo VI?
“Card.” J. H. C.: Pablo VI fue artífice del Concilio Vaticano II. Trabajó duro, con inteligencia y delicadeza, para conseguir la armonía y superar la contraposición de extremismos fundamentalistas entre las tendencias “progresista” y “tradicionalista”, ya entonces presentes en la Iglesia. Y con esa santa paciencia, que es la virtud de los fuertes, consiguió lo que parecía imposible: que los documentos del concilio se aprobaran prácticamente por unanimidad.
   
J. Mtnez.-B. O.: Le salió bien.
“Card.” J. H. C.: Pablo VI sufrió un martirio cuando llegó el largo periodo de interpretar y aplicar las decisiones del Concilio Vaticano II. Las franjas más extremistas de ambas tendencias empezaron a “apedrearle” con abusos doctrinales y disciplinares de todo tipo. Fue un mártir.
   
J. Mtnez.-B. O.: ¿A Francisco también lo martirizan?
“Card.” J. H. C.: Le están haciendo algo muy parecido. Con el Evangelio en mano trata de unir e integrar la variedad de sensibilidades existentes en el Pueblo de Dios, lo que es normal en una Iglesia católica, universal. Siguiendo la línea de sus predecesores, se esfuerza en aplicar la eclesiología de comunión del Vaticano II: igualdad fundamental y corresponsabilidad de todos los bautizados, fieles y pastores, en la común misión evangelizadora. El camino sinodal de la Iglesia no es más que eso, aunque algunos no lo entiendan, les parezca “novedad peligrosa” o se inventen su propio “caminito”. No me gusta dramatizar, pero supongo que eso le hará sufrir, sobre todo si el ataque procede de algún hermano en el episcopado o conferencia episcopal –pienso en dos, de diversa tendencia– [La Conferencia Episcopal Alemana, y el exprefecto de la Doctrina de la Fe el “cardenal” Gerhard Ludwig Müller Straub, N. del E.].
   
J. Mtnez.-B. O.: Se han cumplido diez años de la renuncia de Benedicto. ¿Cómo vivió usted esa decisión?
“Card.” J. H. C.: Primero con enorme sorpresa, como los demás cardenales presentes; y con dolor, porque era una gran pérdida: la Iglesia perdía un gran Papa y yo un gran amigo. Y después con un profundo sentimiento de admiración: como canonista, por la perfección jurídica del acto de renuncia; como sacerdote, por el ejemplo de humildad heroica y de amor a la Iglesia que Benedicto XVI nos estaba dando.
   
J. Mtnez.-B. O.: ¿Cree que hizo lo correcto?
“Card.” J. H. C.: Benedicto XVI estaba obligado a hacer lo que ante Dios y en conciencia consideraba que era su obligación. Cuando lo hizo, algunos lo contrapusieron a Juan Pablo II, que no renunció a pesar de su grave estado de salud. En realidad, ambos hicieron en conciencia, con certeza moral, lo que consideraban que Dios les estaba pidiendo. A mi modo de ver, dos formas de proceder igualmente santas.
Julián Herranz Casado nació el 31 de Marzo de 1930 en Baena (Córdoba, España), hijo de Virgilio Herranz y Francisca Casado. “Juli” (como lo llamaba su madre), sobrino-bisnieto del canónigo Bartolomé Madueño del Castillo, ingresó al Opus Dei como numerario en 1949 mientras estudiaba Medicina en la Universidad de Barcelona (siguiendo a su padre, licenciándose con especialidad en Psiquiatría), y enviado por “El Padre” José María Escriba y Albás al Seminario internacional del Opus Dei en Roma, fue ordenado “sacerdote del Opus Dei” el 7 de Agosto de 1955 con el Rito Romano tradicional por Juan Ricote Alonso, entonces obispo titular de Miletúpolis (actual Melde, Turquía) y auxiliar de Madrid (en 1968, fue instalado como diocesano la sede de Teruel, donde murió cuatro años después), doctorándose en Derecho canónico en el Angélico de Roma, y en 1960 trabajó en el Vaticano como cuota de “La Obra”, después de haber sido profesor de cánones en la Universidad de Navarra. Durante el Vaticano II, trabajó como asistente de estudio en las comisiones para la Disciplina del clero y para el Pueblo cristiano, y posterior a él, como consultor de la Comisión de revisión del Código Canónico, que produjo el código de 1983. Juan Pablo II Wojtyła le “instaló” primer obispón titular de Vertara (provincia de Srâa Ouartane, Túnez) el 6 de Enero de 1991, llegando a ser presidente del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos en 1994 (del cual había sido secretario desde 1983) presidente de la Comisión Disciplinar de la Curia Romana desde 1999 y creado “cardenal” diácono de San Eugenio en Villa Julia el 21 de Octubre de 2003 (en 2014, fue elevado a cardenal presbítero). Herranz era, junto a Ratzinger, Ángelo Raffaele Sodano Brignolo y Stanisław Dziwiz, entre el círculo inmediato de Wojtyła, y ejerció influencia también en el proceso de “canonización” del “Padre” Escriba. Benedicto XVI Ratzinger (por el cual cabildeó en el cónclave de 2005) lo nombró presidente de la comisión para investigar “Vatileaks I” el 24 de Abril de 2012 (Herranz tenía ya cinco años de haber renunciado a la presidencia del Pontificio Consejo) junto con Jozef Tomko Orendáč († 2022) y Salvatore De Giorgi De Carlo.
  
En esa entrevista, como también en esta otra con el presbítero opusino Alfonso Robió Serván, director de Omnes en ocasión de su más reciente libro (que también os traemos a continuación), Herranz pretende convencer que Bergoglio y Ratzinger coinciden (contrario a lo que consideran algunos neocones):
ALFREDO ROBIÓ SERVÁN: Usted ha terminado de escribir un libro sobre los Papas Francisco y Benedicto. ¿Cómo lo ha planteado?
“Card.” JULIÁN HERRANZ CASADO: En torno al año 2005, cuando murió Juan Pablo II, había reunido en mis notas personales bastantes recuerdos de lo que había vivido con los cuatro Papas anteriores, desde que comencé a trabajar en la Santa Sede en el año 1960. Algunos de esos recuerdos quedaron recogidos en el libro “En las afueras de Jericó”, que publiqué en 2007, y que ha tenido varias ediciones.
   
Con el argumento de que el testimonio personal vale más que las consideraciones teóricas o hipótesis intelectuales, dos profesionales de los medios y otros amigos me presionaron –a pesar de mi edad– a escribir este otro libro de recuerdos. Acabo de solicitar al Papa Francisco su permiso para publicar una parte de nuestra correspondencia privada e incluso apuntes de audiencias, que he incluido en el libro, como hice con Benedicto XVI.
   
A. R. S.: ¿Cómo fue su trato personal con Joseph Ratzinger?
“Card.” J. H. C.: Trabajé ya con el cardenal Ratzinger cuando él era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y en otros organismos de la Curia de los que los dos éramos miembros: los dicasterios para los Obispos y para la Evangelización. Pero, sobre todo, en los ocho años de su pontificado, cuando yo era presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y de la Comisión disciplinar de la Curia romana.
     
Cuando cumplí los 80 años y según la norma de la ley cesé en esos cargos, solicitó mi colaboración en diversos problemas y comisiones especiales: la fuga de documentos reservados en la Santa Sede (que se conoce como “Vatileaks 1”), el estudio del fenómeno mariano de Međugorje, la situación de la Iglesia en la República Popular China, y otros más. Fue siempre una relación de sincera cordialidad y mutuo entendimiento; y de parte mía de profundo respeto y veneración como Papa. Sufrí cuando presentó su renuncia al pontificado, pero admiré ese gesto heroico de humildad y de amor a la Iglesia. Lo he visitado después al menos por Navidades durante los diez años de vida retirada en el monasterio “Mater Ecclesiæ”.
   
A. R. S.: ¿Cómo calificaría, en pocas palabras, su personalidad y su pontificado?
“Card.” J. H. C.: Me bastan cuatro: Padre de la Iglesia. ¿Qué hicieron en su época, como doctores y pastores, los Padres de la Iglesia? Dos cosas fundamentales.
   
En primer lugar, enseñar a buscar, conocer y amar a Cristo. Es lo que ha hecho Benedicto, de modo evidente con su trilogía “Jesús de Nazaret”, mostrando la identificación entre el Cristo de la fe y el Cristo de la historia. Y, en segundo lugar, enseñar a pensar y vivir cristianamente en medio de sociedades paganas o materialistas, resaltando la armonía entre razón y fe, con su riquísima producción científica y sus magistrales discursos en los principales areópagos del mundo (ONU, parlamento de los Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, universidades de París, Alemania, España, Italia…). Me parece que la sencillez de su trato en los encuentros personales recogidos en el libro corrobora también en cierto modo lo que acabo de decir. 
  
A. R. S.: Y con Papa Francisco, ¿cómo ha mantenido el trato personal, incluso recientemente, habiendo Usted superado los ochenta años y cesado en sus cargos en la Curia?
“Card.” J. H. C.: También Francisco, como Benedicto, me ha “usado” a pesar de la edad. Me ha invitado a dirigir o formar parte de algunas comisiones especiales, e incluso de un tribunal de apelación sobre delitos graves de los clérigos. Y me ha solicitado mi parecer personal sobre varias cuestiones. Se divirtió mucho en un consistorio o reunión de cardenales en el que, citando esa norma jurídica de los 80 años, la califiqué bromeando de “eutanasia canónica”.
   
A. R. S.: ¿Hay continuidad entre los pontificados del Papa Benedicto y del Papa Francisco?
“Card.” J. H. C.: En mi opinión –que no prejuzga la de los lectores del libro– hay una continuidad de fondo, aunque algunos la nieguen.
    
Creo necesario distinguir dos expresiones: “contraponer” e “integrar”. Tanto el alemán Benedicto como el argentino Francisco están influidos por uno de los intelectuales de mayor peso del siglo XX, Romano Guardini, que distingue entre “contraposición” y “polarización”.
   
Pero pienso que es la acción directa del Espíritu Santo la que está asegurando que haya continuidad en los dos pontificados. Diría que son diversos y a la vez complementarios. Hay diferencia entre los Papas, en su personalidad, en sus raíces culturales, en sus experiencias pastorales; pero esas diferencias –de lenguaje, del modo de relacionarse con los medios, de estilo de vida, etc.– a mi modo de ver no generan oposición, sino armonía. Son manifestación de la misma catolicidad de la Iglesia y de la universalidad del único Evangelio de Cristo. El Evangelio es como un “diamante divino”, y en cada pontificado el Espíritu Santo ilumina una u otra faceta, sin excluir las demás. En el pontificado de Benedicto brilla la fe y la verdad contra la dictadura del relativismo; en el pontificado de Francisco, la práctica del “mandátum novum”, del amor al prójimo, especialmente de los más pobres y necesitados.  
    
A. R. S.: Pero no pocas voces, incluidas las de algunos cardenales, aluden a diferencias sustanciales, de doctrina evangélica, entre los dos pontificados
“Card.” J. H. C.: No juzgo ninguna de esas intervenciones y menos la rectitud de intención de estos hermanos míos. Mi opinión es diversa, y –¡no se ría!– no porque así, a mis 92 años, pretenda hacer “carrera”… adulando al Papa. Los tres cardenales que Benedicto XVI escogió para la comisión llamada “Vatileaks” tampoco lo “pretendimos”.
   
No. Esas diferencias de doctrina evangélica (es decir, del “depósitum fídei”) no las veo. Es evidente la diferencia en cuanto al contenido o prioridad pastoral de uno y de otro pontificado. Benedicto puso el acento en la Fe, Francisco en la Caridad; Benedicto en la Verdad, Francisco en el Amor; Benedicto en la dimensión “vertical” del Evangelio, el culto y amor a Dios, Francisco en la dimensión “horizontal”, el servicio y amor al prójimo. Pero es obvio –por encima de cualquier manipulación ideológica o político-financiera– que entre esa diversidad de proyectos o directrices pastorales no hay contradicción u oposición, sino armonía y complementariedad.  
    
A. R. S.: Aparte de esta valoración de su pontificado, ¿qué relación personal ha tenido con Francisco, ahora que no ocupa cargos en la Curia?
“Card.” J. H. C.: Aunque el trato era anterior, puedo decir que conocí verdaderamente al cardenal arzobispo de Buenos Aires en las congregaciones generales y otros encuentros que precedieron a los cónclaves de 2005 (elección de Benedicto XVI) y de 2013, en que Jorge Mario Bergoglio pasó a ser Papa Francisco, y a cuyo difícil pre-cónclave dedico un capítulo del libro. Pero también en estos diez años de su pontificado y ejemplar convivencia con Benedicto hemos tenido frecuentes contactos, institucionales o no.
   
A. R. S.: Por “institucionales” entiendo los consistorios y demás reuniones de cardenales con el Papa. ¿Y los “no institucionales”?
“Card.” J. H. C.: Tanto con Benedicto como con Francisco he procurado seguir dos principios de conducta. Como cardenal tengo el derecho y deber de decir al Papa todo lo que, en conciencia, meditado en la oración, juzgue necesario o de alguna utilidad como ayuda en su difícil ministerio.
    
Pero es justo que lo haga lealmente (de palabra o por escrito, “a la cara”, como se suele decir) y humildemente (con “opción de papelera”), no pretendiendo tener razón o dar lecciones. De esa forma de proceder hay ejemplos en el libro. Con Francisco, sobre todo ha habido abundante correspondencia privada. Una parte se publicará en el libro, para lo que he solicitado el permiso al Papa.
    
Francisco me ha demostrado una confianza inmerecida, no solo con pruebas de amistad fraterna sino llamándome a examinar, personalmente o en comisiones, problemas de gobierno (graves delitos sexuales o de corrupción administrativa, reforma de la Curia romana, graves situaciones de crisis en determinadas congregaciones religiosas…).
     
A. R. S.: En el libro, Usted trata de la amistad entre los dos Papas. Algunos han dicho que el Papa emérito no estaba de acuerdo con decisiones de Francisco. ¿Qué pensaba Benedicto de Francisco?
“Card.” J. H. C.: Después de su renuncia lo he visitado, y lógicamente tratábamos de la vida de la Iglesia. Benedicto hablaba libremente conmigo, no necesitaba medias palabras, y nunca le oí comentarios o juicios negativos sobre el Papa Francisco. ¿Qué pensaba? No pretendo conocer sus pensamientos. Hablando en una de estas visitas sobre el abrazo entre los dos Papas en la apertura del año santo de la Misericordia, me confió que estaba feliz de ver cuánto cariño y simpatía despertaba Francisco entre la gente. Me dijo: “A mí eso me alegra y me da paz”.
    
A. R. S.: Sus recuerdos de trato y trabajo con dos Papas tan diferentes, ¿también manifiestan “desde dentro”, digamos, alguna forma de participación directa en el estudio de problemas significativos?
“Card.” J. H. C.: Sí. Necesariamente. Por eso, como ya le he dicho, he debido dedicar algunos capítulos al movimiento de Lefebvre, a la comisión llamada “Vatileaks”, al fenómeno mariológico de Međugorje, a la reforma de la Curia… y lo mismo al contexto del manifiesto del ex-nuncio Viganò y otros ataques a Francisco. No sé si a él le gustará todo lo que digo… En algún punto pienso que no. Pero él sabe que procuro ser sincero, y me atreví a pedirle un prólogo para el libro.
Y en efecto, coinciden: Si bien hay diferencia entre ambos (Ratzinger era de la “Nueva Teología”, mientras Bergoglio es de la “Teología del Pueblo”; Bergoglio es descaradamente progre, Ratzinger era –después de 1968– conservador de fachada), los dos son producto de la misma doctrina: el Modernismo, «conjunto de todas las herejías» (San Pío X, Pascéndi), y persiguen el mismo fin en forma explícita después del Concilio Robado.

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