Dice (y en parte, más bien Repite) John L. Allen Jr., director del diario CRUX, que Pablo VI y Óscar Arnulfo Romero, aunque los dos eran de izquierda, admiraban al Opus Dei, una organización que para muchos es la más conservadora de la iglesia conciliar.
De Romero, dice que en su diario se registra esta anotación del 6 de Septiembre de 1979:
«El Opus Dei lleva a cabo un trabajo silencioso de profunda espiritualidad entre la gente trabajadora, los estudiantes y los obreros. Creo que es un tesoro inconmensurable para nuestra Iglesia; la santidad del trabajo en los laicos, cada uno en su profesión».
Cuenta el libro “Un mar sin orillas”, de un monseñor Antonio Rodríguez
Pedrazuela (fallecido el 23 de Septiembre de 2008, a los 82 años, once
meses y cuatro días de edad), sacerdote-presbítero de La Obra (fue
ordenado en febrero de 1953, siendo enviado a Guatemala el 23 de junio a
fundar el Opus allí), que durante el tiempo en que era Vicario General
de San Miguel, Romero recibía cordialmente en su parroquia a los
sacerdotes del Opus que iban a verle, participando en sus correrías. Por
ejemplo, ayudó especialmente a la puesta en marcha de la primera
residencia universitaria del Opus Dei en El Salvador, Doble Vía, que se
inauguró en marzo de 1960. El propio Romero llevó personalmente a dos
jóvenes conocidos suyos a esa residencia: Carlos Espina y Elmer Ávila.
Su confesor durante 15 años, fue un sacerdote del Opus: primero el padre Juan
Aznar, y luego el padre Fernando Sáenz Lacalle (a la sazón
Vicario Delegado del Opus Dei para El Salvador), que remplazaría a Mons.
Arturo Rivera y Damas, sucesor inmediato de Romero después de su muerte
como Arzobispo de San Salvador.
En 1974, Romero es nombrado Obispo de la diócesis de Santiago de María, y tuvo que viajar a Italia para recibir la instalación. En esa ocasión, fue a Villa Tevere, cuartel general de La Obra, donde conversó agradablemente con Escrivá; y como conocía bien su trabajo y la situación de tensión que se vivía en El Salvador, se preocupó y puso los medios para que le ayudaran a descansar durante aquellos días en la Urbe.
En 1974, Romero es nombrado Obispo de la diócesis de Santiago de María, y tuvo que viajar a Italia para recibir la instalación. En esa ocasión, fue a Villa Tevere, cuartel general de La Obra, donde conversó agradablemente con Escrivá; y como conocía bien su trabajo y la situación de tensión que se vivía en El Salvador, se preocupó y puso los medios para que le ayudaran a descansar durante aquellos días en la Urbe.
El 12 de Julio de 1975, dieciséis días después de la muerte de Escrivá, Romero (que fue cooperador de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz -sacerdotes diocesanos afines a La Obra-) le escribió a Montini la siguiente carta, pidiéndole que iniciara el proceso de beatificación de éste:
«Beatísimo Padre:
Muy reciente aún el día del fallecimiento de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer (sic), creo contribuir a la mayor gloria de Dios y al bien de las almas solicitando a Vuestra Santidad (sic) la pronta apertura de la causa de beatificación y canonización de tan egregio sacerdote.
Tuve la dicha de conocer a Monseñor Escrivá de Balaguer (sic) personalmente y de recibir de él aliento y fortaleza para ser fiel a la doctrina inalterable de Cristo y para servir con afán apostólico a la Santa Iglesia Romana y a esta parcela de Santiago de María que Vuestra Santidad me ha confiado.
Conozco desde hace años la labor del Opus Dei aquí en El Salvador y puedo dar fe del sentido sobrenatural que lo anima y la fidelidad a la doctrina del Magisterio eclesiástico que lo caracteriza.
Personalmente, debo gratitud profunda a los sacerdotes de la Obra a quienes he confiado con mucha satisfacción la dirección espiritual de mi vida y de otros sacerdotes.
Personas de todas clases sociales encuentran en el Opus Dei orientación segura para vivir como hijos de Dios en medio de sus obligaciones familiares y sociales. Y esto se debe sin duda a la vida y doctrina de su fundador».
El antiguo secretario de Romero y promotor de su causa de canonización, el hoy ex-sacerdote Jesús Delgado Acevedo (expulsado tras ser condenado por abuso sexual de menores), dijo una vez, en un evento romano, que contrariamente a la impresión popular, los libros que Romero poseía sobre el Opus Dei estaban desgastados de tanto leerlos, mientras que los que tenía sobre la teología de la liberación estaban prácticamente nuevos.
La mañana del 24 de Marzo de 1980 (el día en que Romero fue asesinado), éste asistía a un retiro del Opus, y una de sus actividades favoritas era pasar parte del finde con jóvenes de La Obra. Así lo recuerda Sáenz Lacalle:
«El día 24 de marzo de 1980 tuvimos una de esas convivencias. Al principio habíamos previsto otra fecha, pero Mons. Romero me pidió que la cambiáramos porque no le venía bien y tenía mucho interés en asistir a aquel encuentro. Cambiamos de fecha y la fijamos para el día 24.
Hacía las 10.30 de la mañana aquel día fui a recogerle a las oficinas del Arzobispado, que estaban situadas entonces en la actual sede del Seminario Menor. Le saludé y me dijo que acababa de recibir un documento sobre la formación de los seminaristas en el llamado Curso Propedeútico. Deseaba que aprovecháramos aquel encuentro sacerdotal para estudiar y comentar el documento.
Fuimos en carro hasta la playa de San Diego, donde nos habían prestado una casa para la convivencia. Sin embargo, a pesar de las previsiones que se habían hecho, hubo una confusión, y cuando llegamos la casa estaba cerrada. Decidimos sentarnos sobre la hierba del pequeño jardín y comentamos aquel documento a la sombra de unas palmeras. A continuación extendimos un mantel sobre el suelo y disfrutamos de una agradable comida y de un rato de sobremesa. Al poco llegó el guardián de la casa, que se excusó por lo sucedido y nos trajo unas sillas.
Durante aquella tertulia hablamos de cuestiones muy diversas. Entonces era frecuente que las guerrillas urbanas ocuparan los templos, y Mons. Romero nos dijo que estaba preocupado por la custodia de los vasos sagrados y los ornamentos litúrgicos de la catedral, que eran antiguos y de gran valor histórico, Le sugirió a un sacerdote que los custodiara en un lugar seguro mientras durara la situación de desorden.
Y seguimos conversando sobre asuntos variados. Recuerdo que le propuso al párroco de San José de Guayabal que cultivara maíz y frijoles en el entorno de su parroquia, para que pudiera servir de aprovisionamiento al seminario. Luego hablamos del Padre Pro, de los cristeros mexicanos, etc.
A las tres nos sugirió que acabáramos la reunión, porque debía regresar a la ciudad, donde tenía un compromiso. Y hacia las tres y media o cuatro, lo dejé en el Hospital de la Divina Providencia. Poco después, durante el Ofertorio de la Misa, le abatió una bala explosiva».
De Pablo VI, Allen Jr. dice que las cosas son un poco más complicadas,
porque si bien Escrivá siempre dijo que monseñor Giovanni Battista
Montini, el futuro Papa Pablo VI, había sido el “primer amigo del Opus
Dei en Roma” (cuando Montini fue el sustituto del Papa Pío XII en los
años 30 y 40), una vez devenido en Papa, nunca le concedía audiencia a
Escrivá en el último periodo de su papado, y no revisaban las peticiones
del Opus Dei para cambiar su estatus de Instituto Secular a Prelatura
personal. Actitud que tuvo Montini por influencia de monseñor Giovanni
Benelli, su asesor principal, posteriormente hecho cardenal. A
instancias de Pablo VI, Benelli deseaba que el Opus participara en la
creación de un partido político católico en España al estilo de la
Democracia Cristiana en Italia; Escrivá se opuso rotundamente,
supuestamente porque creía que un único partido católico no era una
buena idea para la Iglesia y, además, no quería influir en las
preferencias políticas de sus miembros. Benelli lo consideró como una
deslealtad.
Con todo, Benelli (que después participaría en el proceso de beatificación) en una ocasión dijo que lo que San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, había sido para el Concilio de Trento, en el siglo XVI, Escrivá lo era para el Concilio Vaticano II, indicando que fue el santo que tradujo el concilio a la vida de la Iglesia.
Incluso, Allen llega a decir que Pablo VI utilizaba los escritos de Escrivá para sus oraciones privadas [sobre todo “Camino”], y que nombró al padre Álvaro del Portillo como miembro de varias comisiones clave del Concilio Vaticano II.
Con todo, Benelli (que después participaría en el proceso de beatificación) en una ocasión dijo que lo que San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, había sido para el Concilio de Trento, en el siglo XVI, Escrivá lo era para el Concilio Vaticano II, indicando que fue el santo que tradujo el concilio a la vida de la Iglesia.
Incluso, Allen llega a decir que Pablo VI utilizaba los escritos de Escrivá para sus oraciones privadas [sobre todo “Camino”], y que nombró al padre Álvaro del Portillo como miembro de varias comisiones clave del Concilio Vaticano II.
Hasta aquí las florecillas del
neocón Allen Jr. sobre estos dos nuevos “santos” de la iglesia
conciliar. Sobre lo cual hemos de decir que es un producto del sistema
cuyas entendederas están lavadas, toda vez que por
mal que le pese a los hagiógrafos de José María Escriba y Albás (alias
“Nuestro Padre San Monseñor José María Escrivá de Balaguer y Albás, I Marqués español
de Peralta y Prelado doméstico de Su Santidad”), la verdad es que las relaciones Pablo VI-Escriba eran
sumamente conflictivas, y hay testigos que lo comprueban:
Doña María del Carmen Tapia, secretaria personal de Escriba durante muchos años, en su libro Tras el umbral: una vida en el Opus Dei, relata lo siguiente:
«Más de una vez le oí decir sobre Su Santidad Pablo VI cosas semejantes a las que antes le había oído decir de Pío XII: “A ver si de una vez nos deja en paz, y Dios Nuestro Señor, en su infinita misericordia, se lo lleva al cielo”. Si a Juan XXIII lo consideraba “un patán”, y de ello pueden dar testimonio muchos miembros del Opus Dei, a Pablo VI lo consideraba “un jesuitón”».
Así, la “devoción y amor al Papa” de la que tanto cacarean los
opusdeístas que tenía “el Padre” era solamente cuando le favorecían, de
otro modo, la mandaba a paseo, como cuenta Luis Carandell, autor de Vida y milagros de Mons. Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei:
«La versión oficial del Opus Dei ha sido y es que “Monseñor amaba mucho al Papa”. Consta, sin embargo, por muchas personas que le trataron, que en las épocas en que el Opus Dei tenía dificultades para obtener el reconocimiento de la Iglesia, Escrivá hablaba en tono despectivo del Pontífice reinante en aquel momento. Criticaba duramente a Pío XII, se reía de Juan XXIII y de Pablo VI llegó a decir, según varios ex-miembros de la Obra me han contado, que “Dudo de su salvación”».
Recoge Alberto Moncada en su libro Historia oral del Opus Dei que Escriba tuvo álgido conflicto con Montini desde antes de ser Pablo VI, a quien acusaba de masón (lo cual era verdad):
«Uno de los que no gozaba de su predilección era Monseñor Montini, a quien había conocido de joven sustituto en la Secretaría de Estado de Pío XII. Montini no apreciaba la fogosidad y el talante de Escrivá y tenía serias dudas respecto al apostolado de la Obra. Por aquellos años, 1956 y 57, ya se había producido la entrada de las gentes del Opus en la política española y algunos obispos italianos tenían un gran temor de que se produjera una comparación, siquiera fuera simbólica, entre los movimientos católicos democráticos, como la Democracia Cristiana y los grupos confesionales que apoyaran las dictaduras. Para ellos, el Opus estaba sosteniendo el franquismo, odiado en Europa, y eso perjudicaba su reconocimiento canónico. A tal extremo llegó la confrontación que cuando Montini fue nombrado arzobispo de Milán negó a Escrivá los permisos oportunos para abrir una residencia. Como contrapartida, Escrivá le dedicaba sus más duros dicterios, que subieron de tono cuando Montini protestó al gobierno español por la condena a muerte de Grimau. Escrivá, desde su patriotismo visceral, le reprochaba una injerencia intolerable en los asuntos españoles.
Lo cierto es que la confrontación se mantuvo durante el resto de la vida de Escrivá, más aún cuanto que fue precisamente Montini el llamado a sustituir en el pontificado a Juan XXIII.
“Recuerdo —cuenta Antonio Pérez— lo que pasó el día de la elección del que luego sería Pablo VI. Yo estaba en Roma porque me había invitado [Ildebrando] Antoniutti a acompañarle. Incluso me había invitado a entrar con él en el cónclave, lo que no gustó demasiado al padre Escrivá. Se hablaba de Antoniutti como uno de los papables y eso nos confortaba porque él era cardenal protector de la Obra y uno de los eclesiásticos más cercanos a nosotros. Yo, que por fin no entré en el cónclave, volví a casa después de ver la fumata en San Pedro y al entrar, el Padre, en presencia de chicos jóvenes de la Obra, me echó una gran bronca, como si yo hubiera sido el culpable de que fuera elegido Montini. En el fondo se desahogó conmigo de su frustración y puso verde a Montini, acusándole de masón y otras lindezas. Estaba muy excitado y previno que todos los que habían cooperado en esa elección se iban a condenar al infierno”».
En cuanto a monseñor Benelli, su ascenso coincide con la máxima
implantación del Opus en la Curia Romana. De hecho, según el Anuario
Pontificio de 1969, los siguientes miembros del Opus tenían cargos en
ella:
- Álvaro del Portillo y Díez de Sollano (eventualmente Prelado del Opus): Consultor y juez de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio), consultor de la Congregación del Clero y de la Comisión de revisión del Código de derecho canónico;
- Salvador Canals Navarrete (sacerdote): Comisario de la Congregación de Disciplina de los Sacramentos (sección de causas de dispensa matrimonial), auditor de la Rota y consultor de las Congregaciones de Religiosos y del Clero, y de la Comisión de comunicaciones sociales;
- Julián Herranz Casado (sacerdote, futuro cardenal): Consultor de la Comisión de revisión del Código;
- Julio Atienza González (sacerdote, secretario del cardenal Antoniutti): trabajó en la sección de institutos seculares de la Congregación de Religiosos;
- Ángel Benito Jaén (laico numerario): Consultor de la Comisión de comunicaciones sociales.
Monseñor Escrivá, en
cambio, deja de ser consultor de la Congregación de Seminarios y Universidades
y, por vez primera en muchos años, no ostenta ningún cargo vinculado
a los organismos curiales. (Joan Struch. Santos y Pillos: El Opus Dei y sus contradicciones).
Y su rechazo a que La Obra se vincule a un partido político va por una
razón más práctica: ¡quería seguir siendo el primero, el único que
mandaba en el Opus! (cosa imposible si se unía a otro movimiento).
A Romero (que conoció al Opus cuando estudiaba en la Gregoriana y
desarrollaba su tesis “La perfección de la vida cristiana en los
diversos estados, según el Padre Luis de la Puente”), bien bien se le
puede llamar “pañuelo Kleenex®”, porque así como Rodríguez Pedrazuela y
Sáenz Lacalle lo elogian, así también (por lo menos se comprueba en este
último) apuñalan por la espalda su memoria:
«... Soy consciente de que a muchos cristianos les parecerá incomprensible que la Curia Vaticana actúe con esos conceptos diabólicos, pero a estos cristianos les voy a poner un ejemplo: En El Salvador, cuando asesinaron a nuestro santo (sic) Óscar Romero, en lugar de enviar un obispo normal en cuestión de sociales para sustituir al obispo asesinado, la Curia Vaticana, de acuerdo con su nuncio de aquel país [Manuel Monteiro de Castro], mandó un príncipe de la Iglesia, nada más y nada menos que del Opus Dei [Fernando Sáenz Lacalle]. Cuando llevaba un par de años al frente de la diócesis, se reunieron todos los obispos con él y el nuncio, para abrir un proceso de canonización al Martir (sic) Óscar Romero, mártir (sic) precisamente por apoyar a los pobres. Por unanimidad todos los obispos votaron a favor de esta canonización, pero salió un voto en contra. Entonces el gran príncipe sucesor en su diócesis manifestó que el voto en contra era suyo, y su motivo, manifestó, era que todos los mártires y gente del pueblo que habían muerto era por su culpa, porque su misión tenía que haber sido ponerse de acuerdo con el poder constitutivo. El resto de los obispos se quedaron perplejos y escandalizados...» (FRANCISCO BELTRÁN ODRI, columna de opinión “El secretismo de la Curia Vaticana” - Diario del Alto Aragón, 28 de Agosto de 2007)
Para salir luego en una entrevista diciendo, en medio de circunloquios y lugares comunes: “No era cierto lo que pensábamos sobre Romero”, y que él “será un santo muy querido” para el Opus Dei.
No es rara avis este comportamiento de “digo una cosa hoy, mañana lo
contrario” en el seno de los hijos de Escriba: De acuerdo a testimonios de ex-opus, entre 1965 y 2005, los
libros de Joseph Ratzinger estaban en el Índice de los Libros Prohibidos
dentro del Opus Dei, situación que revirtió luego de ser elegido como
el cuarto sucesor de Roncalli en la iglesia conciliar. Pero volvamos a
Romero: En honor a la verdad, Romero
admiraba el Opus ¡de la propaganda ordenada por Villa Tevere!, pero en
sus homilías posteriores a su conversión-viraje a la izquierda, él tacha de “fanáticos individualistas” a varios salvadoreños miembros del Opus:
- «El lunes 2, el Opus Dei, que celebra como patronal la fiesta de los Ángeles, cumplía 50 años de haber sido fundado. La Iglesia se alegra con todo esfuerzo de santificación en el mundo y desea en esta hora de crisis de la Iglesia, que no solamente se viva una santidad personal, individualista; sino también una comunidad, una santidad comunitaria que sea testimonio a la luz del mundo, como decía el Cardenal Pironio, respondiéndome a una pregunta sobre la autenticidad de la vida religiosa y cristiana, estos tres criterios: mucho amor a Cristo, mucha fidelidad al carisma de la fundación y también una gran adaptabilidad a la pastoral de la Iglesia local. Esto tercero yo quiero recalcarlo en muchas comunidades que han demostrado su capacidad de adaptación: (...)». (Mons. Oscar Arnulfo Romero. Homilía, 8 de Octubre de 1978).
- «Esta diócesis se alegra con la conmemoración que celebraron los miembros del Opus Dei, en el cuarto aniversario de la muerte de su fundador, Monseñor Escrivá de Balaguer. El espíritu del Opus Dei, que muchos miembros no lo practican, yo creo que lo encontramos en el capítulo cuarto de la Constitución sobre la Iglesia, todo ese capítulo del laico. Es un ejército ya de miembros del Opus Dei, pero dirigentes de ellos me han confesado que muchos no lo entienden bien y se fanatizan, pero si vivieran de verdad ese capítulo cuarto, que es precisamente la espiritualidad del Opus Dei, “el laico en el mundo”, contaríamos con muchos cristianos que desde su profesión y su santidad están haciendo mucho bien. Pedimos a Dios, con motivo del cuarto aniversario de la muerte de su fundador, que todos los seguidores comprendan y vivan un auténtico espíritu de Iglesia, tal como está en ese documento del Concilio». (Mons. Óscar Arnulfo Romero. Homilía, 1 de Julio de 1979).
- «El 2 de octubre, el Opus Dei celebraba el 51 aniversario de su fundación. Es una familia que va creciendo entre nosotros con un sentido de santificar la profesión y la vida en el mundo. Ojalá que ese rico testimonio redunde también en cambios de una sociedad que tiene que cambiar desde las entrañas del evangelio». (Mons. Óscar Arnulfo Romero. Homilía, 7 de Octubre de 1979).
- «Será de mucho agrado a los numerosos miembros que en nuestra Arquidiócesis forman el Opus Dei, la carta que he recibido de su Presidente General, Mons. Álvaro del Portillo en que dice: “Los socios y asociados del Opus Dei ahí, como en todos los sitios -gracias a Dios-, trabajan con empeño y movidos sólo por el deseo de servir a la Iglesia. Conozco bien el afecto que le tienen y la fidelidad con que viven el espíritu de la obra que los llevan a secundar las indicaciones del obispo en todas las diócesis donde trabajamos. Y a tirar el carro, como decía nuestro fundador, en la misma dirección que el prelado diocesano”. Me alegro mucho de que esa fuerza del Opus Dei no es al margen, ni paralela, sino que está en plena línea de nuestra pastoral Arquidiocesana. Esperamos que los hechos confirmen esta orientación que les da el Presidente General del Opus Dei». (Mons. Óscar Arnulfo Romero. Homilía, 23 de Diciembre de 1979. Esta homilía fue en respuesta a la carta que le enviara Del Portillo el 9 de Noviembre).
Y en su discurso La dimensión política de la fe desde la opción por los pobres: Una experiencia eclesial en El Salvador, Centroamérica
tras recibir el doctorado Honóris Causa de la Universidad de Lovaina (2
de Febrero de 1980), que viene a ser su testamento teológico:
«Esta defensa de los pobres en un mundo seriamente conflictivo ha ocasionado algo nuevo en la historia reciente de nuestra Iglesia: la persecución. Vds. conocerán los datos más importantes. En menos de tres años más de cincuenta sacerdotes han sido atacados, amenazados y calumniados. Seis de ellos son mártires, muriendo asesinados; varios han sido torturados y otros expulsados. También las religiosas han sido objeto de persecución.
(…)
Es, pues, un hecho claro que nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto de lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa».
Así las cosas, no hay más que decir, aparte de que Montini y Romero no
son santos para la Iglesia Católica: El Opus Dei es idéntico a su
fundador y a la secta a la cual pertenece: ¡HIPÓCRITA!
JORGE RONDÓN SANTOS
19 de Octubre de 2018
Fiesta de San Pedro de Alcántara, confesor.
excelente estudio del asunto
ResponderEliminartks!
La verdad siempre ha de relucir, incluso en favor de quienes no están en nuestro afecto.
ResponderEliminar