Traducción del artículo de Andrew Sabisky para CATHOLIC HERALD.
El autor del artículo es parte de la Iglesia de Inglaterra, pero es
interesante su análisis de por qué los anglocatólicos en su país
prefieren seguir en el anglicanismo que no acogerse a la figura
contemplada en el Motu Próprio Anglicanórum Cœ́tibus
de Benedicto XVI.
POR QUÉ LOS ANGLOCATÓLICOS NO SE UNEN AL ORDINARIATO
Además de la teología, hay razones prácticas y personales que hacen que los anglicanos altos no se conviertan al catolicismo.
La semana pasada en este sitio, Francis Phillips notó
las muchas “características tradicionalmente católicas” de algunas
parroquias anglicanas de la High Church, y se asombraba de por qué
muchos anglocatólicos (como yo) no nos unimos al Ordinariato [de Nuestra
Señora de Walsingham]. Tenemos nuestras razones teológicas, por
supuesto. Pero también razones más prácticas y consideraciones
inmediatas que los lectores católicos quizá no toman en cuenta.
Primero,
el sistema de supervisión episcopal alternativo lleva a nuestras
parroquias a ponerse bajo la supervisión de un “obispo vagante”
[visitador episcopal provincial] varón que no ordena mujeres al
sacerdocio. Las facciones anglocatólica y evangélica conservadora de la
iglesia, con estructuras de “iglesia dentro de la iglesia” están
creciendo y floreciendo. Estas estructuras parecen tornarse cada vez más poderosas conforme pasa el tiempo.
Segundo, a pesar de los mejores esfuerzos del Papa Benedicto XVI, es un secreto a voces
que la jerarquía católica en Inglaterra y Gales nunca ha tenido en bien
al Ordinariato. Se convirtió en una suerte de gueto desfavorecido.
Incluso si un sacerdote o parroquia tiene una relación dudosa con la
jerarquía de la Iglesia de Inglaterra, es poco probable que mejore su
situación cruzando el Tíber.
Tercero, al clero de la Iglesia
de Inglaterra se les permite cierta libertad para manejar sus
parroquias como mejor consideren. Muchas de las parroquias
anglopapalistas usan íntegramente el Rito Romano. Algunas
otras usan el Misal Inglés, una liturgia singularmente maravillosa que
combina una bella traducción del Rito Tridentino en un dialecto
hierático del siglo XVI con los destellos del Libro de Oración Común.
Esto es casi ciertamente contrario al Derecho Canónico, pero los obispos
generalmente se hacen de la vista gorda. Tal libertad no es la práctica
general de la Iglesia Católica en Inglaterra y Gales, que, desde una
perspectiva externa, parece en cambio más controladora sobre sus
sacerdotes y parroquias.
Cuarto, el Anglocatolicismo tiene su
propio martirologio, fuente de gran orgullo. Ve a los grandes santuarios
anglocatólicos e inevitablemente escucharás con cuidado la historia del
sacerdote del siglo XIX que fue a prisión por los delitos de poner
velas sobre el altar y vestir ornamentos eucarísticos. Hombres como el Padre Alexander Heriot Mackonochie
(el “mártir de St. Alban’s”), el Padre Arthur Tooth y el Padre Thomas
Pelham Dale lucharon heroicamente por su visión de la catolicidad de la
Iglesia de Inglaterra. Sus sucesores encuentran poco probable abandonar
fácilmente el camino antiguo.
Por encima de lo anterior, por supuesto, todo sacerdote anglicano que vaya a Roma tiene que suscribir Apostólicæ Curæ, admitiendo la invalidez de su ministerio anterior. ¿Sorprende que la mayoría no lo hace?
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