domingo, 31 de julio de 2022

CARTA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA AL EMPERADOR CLAUDIO DE ETIOPÍA, EN DEFENSA DEL PRIMADO PAPAL

Cuando la Compañía de Jesús era “subsídium militántis Ecclésiæ” (auxilio de la Iglesia militante) y no lo que se volvió después, esta desplegó formidable celo en la defensa de la Fe Católica no solo ante los herejes protestantes, sino también ante los cismáticos.
   
Sucedió que el emperador Claudio (en geʽez ገላውዴዎስ/Gälawdewos; reinó entre 1540 y 1559 con el nombre አጽናፍ ፡ ሰገድ/Asnaf Sagad, “Ante el que se inclina el horizonte”, o “Al que se someten las naciones”) de Etiopía había desterrado al sur del país al sacerdote portugués João Bermudes, que después de regresar de una misión diplomática ante la Corona de Portugal en nombre de su padre David II (en geʽez ዳዊት/Dāwīt, nacido Lebna Dengel/ልብነ ፡ ድንግል, “Incienso de la Virgen”; reinó entre 1507 y 1540 con el nombre አንበሳ ፡ ሰገድ/Anbassā Sagad, “Ante quien se inclinan los leones”), se presentó como Patriarca de Alejandría (y en Europa como Patriarca del Preste Juan –Preste Juan era un rey cristiano en quien los europeos veían un aliado contra los musulmanes. Originalmente se le atribuía esta identidad al rey de Tartaria, y posterior a la expedición portuguesa Pedro da Covilhã y Alfonso de Paiva, se le identificó con el rey de Etiopía–), y que el rey Juan III “El Piadoso” de Portugal le dijera a su homólogo el 13 de Marzo de 1546:
«Lo que ha hecho allá João Bermudes, quien el Rey tu padre me envió como su embajador, lo desapruebo grandemente, porque son cosas muy contrarias al servicio de Nuestro Señor, y por razón de ellas es claro que no se le puede dar ninguna ayuda o asistencia, ni sé más de él que ser él un simple sacerdote. De los poderes que dice el Santo Padre le otorgó, no sé nada; de las cartas de Su Santidad tú sabrás mejor lo que ha pasado sobre la materia; aunque por esto él merezca muy severo castigo, paréceme que no deberías infligírselo, excepto en tal manera que, siendo salvada su vida, pueda ser castigado según sus errores».
El rey luso prometió enviar a Etiopía sacerdotes más dignos, lo que hizo con las misiones jesuitas de Febrero de 1555 (con los padres Diego Dias y Gonzalo Rodrigues, y el hermano lego Fulgencio Freire) y Marzo de 1557 (encabezada por João Nunes Barreto, Andrés González de Oviedo –este último autor de un tratado De la Primacía de la Iglesia Romana en lengua etíope– y Melchor Miguel Carneiro Leitão –conocido en chino como 賈耐勞/Jiǎ Nài Lào, portugalizado Canelao y administrador apostólico de Macao– que fueron debidamente nombrados Patriarcas latinos de Etiopía), según recoge el padre Luis de Guzmán SJ en el primer tomo de la Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús, Alcalá, Imprenta de la viuda de Juan Gracián, 1601. Fue en el marco de la primera misión que San Ignacio de Loyola escribió la carta el 23 de Febrero, traducida al italiano por el padre Nicolás de Lagua en 1790 y vertida al español en las Obras Completas de San Ignacio de Loyola. De una y otra tomamos las notas, a fin de ilustrar mejor el texto.
 
CARTA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA A CLAUDIO, EMPERADOR DE ETIOPÍA Y REY DE LOS ABISINIOS
  
Mi señor en el Señor nuestro Jesucristo. La suma gracia y amor eterno de Cristo N. S. salude y visite a V. A. con sus santísimos dones y gracias espirituales.
  
El serenísimo rey de Portugal, con el gran celo que le ha dado Dios nuestro Criador y Señor de la gloria de su santo nombre, y de la salvación de las ánimas, redimidas con la preciosa Sangre y vida de su unigénito Hijo, me ha escrito diversas veces, mostrando sería mucho servicio que de los religiosos de nuestra mínima Compañía, llamada de Jesús [1], señalase doce, entre los cuales S. A. escogiese uno para patriarca, y dos para coadjutores y sucesores de él, para suplicar al sumo vicario de Cristo N. S. los diese la autoridad conveniente, y poderlos enviar con los demás sacerdotes a los reinos de V. A.
 
Yo, por la grande observancia, devoción y obligación muy es- pecial que tiene toda nuestra Compañía, entre los príncipes cris- tianos, al serenísimo rey de Portugal, hice lo que me mandaba, deputando sin el patriarca doce sacerdotes, como de nuevo se me escribió, todos de nuestros hermanos, por devoción del número que representan de Cristo N. S. y los doce apóstoles, para que fuesen a poner sus personas en todos trabajos y peligros, que menester fuere para el bien de las ánimas de los reinos súbditos a V. A.; y yo lo hice tanto con más voluntad, por la particular afección, que Dios N. S. me da a mí y a toda nuestra Compañía de servir a V. A. como si a quien en medio de tantos infieles, enemigos de nuestra santa fe, trabaja, siguiendo las pisadas de sus predecesores, por conservar y llevar adelante la religión y gloria de Cristo nuestro Dios y Señor. Y tanto más era razón desear que tuviese V. A. la ayuda de padres espirituales, que tuviesen autoridad y potestad verdadera de esta santa Sede Apostólica y doctrina sincera de la fe cristiana, que son aquellas llaves del reino de los cielos, que Cristo N. S. prometió y después dio a San Pablo y a los que habían de suceder en su silla. Prometiólas a él solamente cuando le dijo (como refiere el evangelista Mateo): “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra, quedará atado en los cielos, y cuanto desatares sobre la tierra, quedará desatado en los cielos” [Matth. 16, 18-19]. Y diolas cumplimiento su promesa, al mismo San Pedro, después que resuscitó antes de subir al cielo, diciéndole tres veces, como cuenta el evangelista San Juan: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” [Joann. 21, 15]. Y después de la respuesta: “Apacienta mis ovejas” [Joann. 21, 17]; y dándole cargo, no de una parte, sino de todas sus ovejas, le dio toda la plenitud de la potestad suficiente para mantener en el pasto de la vida y religión cristiana todos los fieles, y conduciéndolos al pasto de la eterna felicidad en el reino del cielo.
   
A los demás apóstoles suyos les dio autoridad Cristo N. S. como delegada; a San Pedro y sus sucesores, como ordinaria y plena, para que de ella se comunicase a todos los otros pastores la que hubiesen menester; que de este sumo pastor la deben tomar y reconocer; en figura del cual dice Dios N. S. en Isaías hablando de Eliacim, sumo pontífice: Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; cuando abra, no existirá quien cierre, y cuando cierre, no existirá quien abra” [Isa. 22, 22]. El figurado es San Pedro y sus sucesores, que tienen la potestad entera que por las llaves se significa, que suelen darse en señal de dominio real y cumplido. Así que debe V. A. dar gracias a Dios N. S. que en sus tiempos haya hecho tan grande misericordia a sus reinos, de enviarles verdaderos pastores de sus ánimas, que tengan unión con el sumo pastor y vicario que dejó en la tierra Jesucristo N. S., y de Él tomen la autoridad muy amplia que llevan.
 
Y no sin causa el padre y abuelo de V. A. [2] no querían se tomase patriarca de Alejandría; porque como el miembro diviso del cuerpo no rescibe influjo de vida, movimiento y sentido de su cabeza, así el patriarca que está en Alejandría o en el Cairo, siendo cismático y diviso desta santa Sede Apostólica, y del Sumo Pontífice, que es cabeza de todo el cuerpo de la Iglesia, él no rescibe para sí vida de gracia ni auctoridad, ni la puede dar a otro algún patriarca legítimamente. La Iglesia católica no es sino una en todo el mundo, y no puede ser que una sea debajo del pontífice romano, y otra debajo del alejandrino. Como Cristo, su esposo, es uno, así la Iglesia, su esposa, no es más de una, de la cual dice en los Cánticos Salomón en nombre de Cristo N. S.: Una es mi paloma [Cánt. 6, 8]; y el profeta Oseas: y se congregarán los hijos de Judá y los hijos de Israel a una y nombrarán sobre sí un solo jefe [Oseas 1, 11] Conforme a lo cual después dél dijo San Juan: Vendrá a ser un solo rebaño, un solo pastor [Joann. 10, 16]
    
Una era el arca de Noé (como leemos en el Génesis), fuera de la cual no había manera de salvarse; uno el tabernáculo que hizo Moisés; uno el templo que en Jerusalén hizo Salomón, adonde convenía sacrificar y adorar; una era la sinagoga, a cuyo juicio se había de estar; todo en figura de la Iglesia, que es una, y fuera de ella no hay bien ninguno; porque quien no estuviere unido con el cuerpo della no rescibirá de Cristo N. S., que es su cabeza, el influjo de la gracia que vivifique su ánima y la disponga para la bienaventuranza. Por declarar esta unidad de la Iglesia contra algunos herejes, en el Símbolo canta la Iglesia: Creo en una, santa y católica y apostólica iglesia. Y es error condenado en los concilios que haya iglesias particulares, como la alejandrina o constantinopolitana, o semejantes, que no estén sujetas a una universal cabeza, que es el Pontífice romano, donde con continua sucesión desde San Pedro, que eligió por mandato de Cristo N. S., según narra San Marcelo mártir, esta silla, y la confirmó con su muerte, han perseverado los pontífices romanos, reconocidos por vicarios de Cristo por tantos doctores santos, latinos y griegos, y de todas naciones, reverenciados de los santos anacoretas y pontífices, y otros confesores, confirmados con tantos milagros, y con la sangre de tantos mártires que en esta fe y unión de esta santa Iglesia romana murieron [3].
    
Y así en el concilio calcedonense fue aclamado con voz co- mún de los obispos congregados el papa León: Santísimo, apostólico, universal [4], y en el concilio constanciense [5] fue condenado el error de los que negaban el primado del Pontífice Romano sobre todas las particulares iglesias; y en el florentino, en tiempo de Eugenio IV, donde se hallaron aun los griegos, armenios y jacobitas, fue determinado (conforme a los concilios pasados) en estas palabras: Definimos que la Santa Sede Apostólica y el Pontífice Romano tienen el primado en todo el orbe y que es sucesor de San Pedro y verdadero Vicario de Cristo y cabeza de toda la Iglesia, y padre y doctor de todos los cristianos, y que Nuestro Señor Jesucristo le ha concedido en la persona de San Pedro el poder de apacentar, regir y gobernar a la Iglesia universal [6].
   
Y así el serenísimo rey David, padre de V. A., de clara memoria, movido del Espíritu Santo, envió su embajador a reconocer esta santa Sede, y a dar obediencia al sumo Pontífice romano; y entre las muchas y muy loables hazañas, así de él como de V. A., éstas serán dignas de perpetua memoria y de ser celebradas en todos sus reinos para siempre, haciendo gracias a Dios N. S., y autor de todo bien, de tan alto beneficio como les ha hecho por la diligencia y cuidado, y mucha virtud de VV. AA., rindiendo el padre el primero de todos su obediencia al vicario de Cristo N. S., y el hijo haciendo venir a sus reinos el primero patriarca verdadero y hijo legítimo de esta santa Sede Apostólica.
    
Porque si es beneficio singular ser unidos al cuerpo místico de la Iglesia católica, vivificado y regido por el Espíritu Santo, que, como dice el evangelista [Joann. 16, 13], la enseña toda verdad; si es gran don ser ilustrado de la luz de la doctrina y establecidos en la firmeza de la Iglesia, de quien dice San Pablo a Timoteo: Que es la casa de Dios, columna y sostén de la verdad [1. Tim. 3, 15]; y a la cual promete Cristo N. S. su asistencia, diciendo: Estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos, según el evangelista San Mateo [cap. 28, 20]; es razón que siempre se den muchas gracias en todos esos reinos a Dios nuestro Criador y Señor, cuya provi- dencia por medio de V. A. y del clarísimo padre suyo les ha hecho tanto bien; y tanto más, que espero en la infinita y suma bondad suya que con esta unión y conformidad con la santa Iglesia católica romana ha de venir a los reinos de V. A. juntamente la prosperidad espiritual, y aumento de la temporal, y grande exaltación de su real Estado, y abatimiento de sus enemigos, cuanto será conveniente para mayor servicio y gloria de Cristo Nuestro Señor.
    
Los sacerdotes todos, que a V. A. se envían, especialmente el patriarca y sus dos coadjutores y sucesores, han sido muy conocidos y probados en nuestra Compañía y ejercitados en obras de mucha caridad; y por el grande ejemplo de su virtud, y por la mucha y muy sana doctrina suya, se han escogido para esta obra de tanta importancia. Y ellos van muy animados y consolados, con esperar de emplear sus trabajos y vidas en mucho servicio divino y de V. A., en ayuda de las ánimas de sus subditos, de- seando en alguna parte imitar la caridad de Cristo N. S., que puso la sangre y vida suya por redimirlas de la eterna miseria, el cual dice por el evangelista San Juan: Yo soy el buen pastor. El buen pastor expone su vida por las ovejas [Joann. 10, 11]. Y así el patriarca y los demás van aparejados para dar, no solamente doctrina y consejo y ayuda espiritual a las ánimas, pero, si es menester, poner la vida por ellas. Vuestra Alteza, cuanto más familiarmente y más intrínsecamente los conversare, espero rescibirá más contentamiento y consolación espiritual en el Señor nuestro. Y en lo demás que toca a la doctrina y a dar crédito a lo que enseñaren, como sabe V. A. que ellos, y especialmente el patriarca, llevan la autoridad mesma del Sumo Pontífice, y el creer a ellos es creer a la Iglesia católica, cuyo sentido han de interpretar.
 
Y como sea necesario todos fieles creer y obedecer a la Iglesia en lo que ordenare, y recurrir a ella en sus dificultades, no dudo de la grande cristiandad y bondad de V. A., que mandará que en sus reinos crean y obedezcan y recurran al patriarca y los que él en su lugar pusiere, pues tienen el lugar y autoridad del Sumo Pontífice, que es la de Cristo N. S., comunicada a su Vicario en la tierra. Vese en el Deuteronomio [cap. 17, 8-13], los que tenían dificultades o dudas se remitían a la sinagoga en figura de la Iglesia, y así dice Cristo Nuestro Señor: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y fariseos. Así, pues, todas cuantas cosas os dijeren, hacedlas [Matt. 23, 2-3]. De la mesma Iglesia enciende en los Proverbios el sabio Salomón cuando dice : No desprecies la enseñanza de tu madre [Prov. 1, 8], que es la Iglesia. Y en otra parte: No eches atrás el hito antiguo que tus padres pusieron [Prov. 22, 28], que son los perlados de ella.
 
Tanto es el crédito que quiere Cristo N. S. que se dé a su Iglesia, que dice por el evangelista San Lucas: El que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me desecha [cap. 10, 16]; y por San Mateo: Si tampoco a la Iglesia diere oídos, míralo como al gentil y al publicano [cap. 18, 17]. Y contra lo que se oyere de los que interpretan la inteligencia de la Iglesia católica, no se debe dar crédito a ninguno, acordándose de lo que dice San Pablo a los Gálatas: Si algún ángel del cielo os anunciara un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema [cap. 1, 8]. Y esto es lo que con ejemplo y palabras nos enseñan los santos doctores y lo determinado en los concilios y comprobado con el común consenso de todos los fieles siervos de Cristo Nuestro Señor.
   
Es verdad que así el patriarca como los demás tendrán siempre muy grande respecto y reverencia a V. A., y procurarán de servirle y darle todo el contentamiento que les será posible a gloria de Dios Nuestro Señor.
   
A los que acá quedamos de nuestra mínima Compañía, nos tenga V. A. por muy aficionados a todo su servicio en el mismo Señor nuestro, y en nuestras oraciones y sacrificios suplicaremos siempre (como lo hemos comenzado) a su Divina Majestad conserve a V. A. y a su real y grande estado en su santo servicio, y de tal manera le dé prosperidad en la tierra, que consiga la verdadera felicidad en el cielo.
   
Él nos dé a todos su gracia cumplida, para que su santísima voluntad siempre sintamos, y aquélla enteramente la cumplamos.
   
De Roma, 23 de febrero de 1555.
  
NOTAS
[1] Para la época, el nombre “Compañía de Jesús” era motivo de controversia en la Facultad de Teología de la Universidad de París, que consideraba nuevo e insólito dicho nombre. De ahí que San Ignacio usa en esta carta “mínima Compañía, llamada de Jesús”. Aunque el padre Martín Olave, de la misma universidad hizo una apología del nombre de la Compañía calmando la situación, a los jesuitas no se les dio entrada en París hasta cuarenta años después.
 
[2] Como varios de sus antecesores, David, padre del emperador Claudio, a quien San Ignacio escribía, cuando todavía era de menor edad y estaba bajo la tutela de su abuela Elena, dejó de reconocer al patriarca copto de Alejandría. Más aún, movido por la fama de la prosperidad que se notaba en la India con la llegada de los portugueses, comisionó a varios proceres para que iniciaran negociaciones con Alfonso de Alburquerque, gobernador de la India portuguesa. Este fue el comienzo del acercamiento de Etiopía al Occidente católico. 
   
[3] San Marcelo I reinó entre el 18 de Mayo del 308 hasta el 16 de Enero 310, cuando murió mártir a manos del tirano Majencio, que lo puso a cuidar el establo imperial luego que los lapsi (renegados) se opusieran a un decreto que les exigía hacer penitencia antes de ser reintegrados a la comunión de la Iglesia. Aquí San Ignacio se refiere al pasaje
Ejus (Petri) sedes primitus apud vos fuit, quæ póstea, jubénte Dómino, Romána transláta est, cui, adminículante grátia divína, hodiérna præsidémus die
de la Carta a los Obispos de la Provincia de Antioquía, que le había sido atribuida a este Papa junto a la Carta a Majencio, con duda de Baronio. San Roberto Belarmino también la cita en De Románo Pontífice, libro IV, cap. IV.
 
[4] «Sanctíssimus, apostólicus, universális». Esta aclamación es recogida en las Actas del Concilio de Calcedonia, en las que se dice de los legados «locum tenéntes beáti et apostólici viri tótius Ecclésiæ papæ». El apelativo de Apostólico se usó antes de San León Magno, y continuó usándose algún tiempo después: el emperador Máximo escribió al Papa Siricio: «Apostólico viro Sirício» (Patrología Latína 15, col. 591A). y en la Colléctio Avellana: Corpus Scriptórum Ecclesiasticórum Latinórum 35 (Viena, 1895) p. 223. se lee «Apostólico Patri patrum Gelásio»; en p. 614, 18, «Apostólico Patri Hormísdæ». Cf. también p. 644,5.
  
[5] Concilio de Constanza, sesiones VIII (condena de los errores de Juan Wiclef) y XV (condena de los errores de Juan Hus).
  
[6] «Diffinímus Sanctam Apostólicam Sedem et Pontíficem Románum, in univérsum orbem tenére primátum, ac successórem esse Petri, et verum Christi vicárium totiúsque Ecclésiæ caput, et ómnium christianórum patrem et doctórem existéntem, et ipsi in beáto Petro, pascéndi, regéndi, gubernándi universálem Ecclésiam, a Dómino Jesu Christo potestátem plenam esse tráditam» [Asimismo definimos que la santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice tienen el primado sobre todo el orbe y que el mismo Romano Pontífice es el sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles, verdadero vicario de Cristo y cabeza de toda la Iglesia y padre y maestro de todos los cristianos, y que al mismo, en la persona del bienaventurado Pedro, le fue entregada por nuestro Señor Jesucristo plena potestad de apacentar, regir y gobernar a la Iglesia universal, como se contiene hasta en las actas de los Concilios ecuménicos y en los sagrados cánones] (Concilio de Florencia, sesión 24, 24 de Marzo de 1439. En Mansi, vol. 51, 1051).
Durante este Concilio se promulgó una Profesión de fe para los Abisinios, que Eugenio IV hizo enviar al emperador Constantino (en geʽez ቈስታንቲኖስ/Kwestantinos, nacido Zar’a Ya’qob/ዘርዐ፡ያዕቆብ, “Semilla de Jacob”; reinó entre 1434 y 1468) el 4 de Febrero de 1441 por medio de Nicodemo, abad etíope de Jerusalén y Juan, abad del monasterio de San Antonio en Egipto. A la sazón, la iglesia de Etiopía (que seguía el miafisismo copto) estaba dividida por una centenaria lucha en la observancia dominical, que según el monje Eustacio (en geʽez ኤዎስጣቴዎስ/ʾĒwōsṭātēwōs, nacido Māʿiqāba ʾIgzi/ማዕቃበ፡እግዚ, “Confianza de Dios”) comenzaba desde el sábado en vez de abarcar solo el domingo, como se usa en Alejandría, además de los seguidores del herético monje Esteban de Gwendagwende (que antecedió por setenta años a Lutero, el monje maldito).

SANTA ELENA DE SUECIA, MÁRTIR


Elena de Skövde quedó muy pronto viuda muy joven. Más que hundirse en la depresión, se puso en seguida en plena actividad repartiendo limosnas (era de familia rica, pero pagana) y planificando la construcción de una iglesia, que no existía en la ciudad.
   
Al morir su yerno a manos de sus sirvientes porque este abusaba de su esposa, ellos acusaron a Elena de incitar el crimen. Para olvidar ese ultraje a su persona, se fue en peregrinación a Tierra Santa, donde se quedó cuatro años. A su regreso, se inaugura la iglesia. Y en este feliz día en que podía ver, por fin, el templo en Gotene, alguien malintencionado de su familia la asaltó y le dio muerte el 31 de julio de 1160.
   
Cuenta la leyenda que un ciego, acompañado por un niño, recobró la vista al contemplar un rosal iluminado vivamente, ubicado en el lugar en el que había caído asesinada Elena, a una distancia de unos cuantos kilómetros de Skovde. En ese lugar también brotó una fuente de agua. Gracias a este milagro, todo el mundo le llama al sitio Elins Kalla (Fuente de Elena). Su culto fue aprobado por el Papa Alejandro III en 1164.
    
En 1596, el cuarto arzobispo luterano de Upsala Abraham Angermano mandó que se enterrara la fuente. Todo fue inútil porque el agua siguió saliendo de la misma forma. Al lado mismo de la fuente había una capilla dedicada a la santa. La iglesia que ella mandó construir, la devoró el fuego en el incendio de 1759.
   
Se reconstruyó y el pueblo entero pedía que los restos de Elena descansaran para siempre en la iglesia de Skövde. Actualmente, en la vigilia de san Juan, va mucha gente a a visitarla, sobre todo los enfermos. 

EL AGUA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

El agua de San Ignacio de Loyola es un sacramental empleado principalmente para prevenir enfermedades en quienes la beben devotamente, como se ha presenciado en muchos casos.
  
Históricamente, han habido dos fórmulas, que fueron publicadas en un artículo por el padre Édouard Terwecoren SJ, y traducido al italiano por Raffaele Mencacci en 1864. La fórmula actual contenida en el Ritual Romano tradicional para bendecir el agua de San Ignacio se basa en la que fue transmitida por el padre Jan Philipp Roothaan ter Horst SJ, 21.º Prepósito General de la Compañía, y aprobada por Pío IX el 31 de Agosto de 1866.
 
℣. Adjutórium nostrum in nómine Dómini (Nuestro auxilio es el nombre del Señor).
℟. Qui fecit cœlum et terram (Que hizo el cielo y la tierra).
℣. Sit nomen Dómini benedíctum (Sea bendito el nombre del Señor).
℟. Ex hoc nunc et úsque in sǽculum (Desde ahora y por los siglos).
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam (Señor, escucha mi oración).
℟. Et clamor meus ad te véniat (Y mi clamor llegue hasta Ti).
℣. Dóminus vobíscum (El Señor esté con vosotros).
℟. Et cum spíritu tuo (Y con tu espíritu).
       
ORATIO
Dómine Sancte, Pater omnípotens, ætérne Deus, qui benedictiónis tuæ grátiam ægris infundéndo corpóribus, factúram tuam multíplici pietáte custódis, ad invocatiónem nominis tui benígnus assiste; ut intercedénte beáto Ignátio confessóre tuo, fámulos tuos ab ægritúdine liberátos et sanitáte donátos, déxtera tua érigas, virtúte confírmes, potestáte tueáris, átque Ecclésiæ tuæ sanctæ cum omni prosperitáte restítuas. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum [Señor Santo, Padre omnipotente y eterno Dios, el cual, infundiendo las bendiciones de vuestra gracia sobre los cuerpos enfermos, custodiáis con múltiple piedad las obras de vuestras manos, dignaos escuchar benignamente la invocación de vuestro nombre, y por la intercesión del bienaventurado San Ignacio, vuestro Confesor, librad a vuestros siervos enfermos de sus enfermedades, y levantadlos curados con el poder de vuestra diestra, fortalecedlos, protegedlos y restituidlos llenos de toda prosperidad a vuestra santa Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que con Vos vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos]. Amen.

Se sumerge en el agua la medalla, o reliquia, de San Ignacio, y se tiene sumergida hasta el fin de la siguiente oración:
Béne ✠ dic, Dómine, hanc áquam, ut sit remédium salutáre géneri humáno; et per intercessiónem beáti Ignátii, cujus numísma (vel relíquiæ) in eam immérgitur, præsta, ut quicúmque ex illa súmpserint, córporis sanitátem et ánimæ tutélam percípiant. Per Christum Dóminum nostrum [Bendecid, oh Señor, esta agua, a fin que sea un remedio salvífico para el género humano; y conceded, por la intercesión de San Ignacio, cuya medalla (o reliquia) fue sumergida en ella, que cuantos la beban reciban la salud del cuerpo y la protección del alma. Por Jesucristo nuestro Señor]. Amén.
  
Se saca del agua la medalla o reliquia.
  
ORATIO
Deus, qui ad majórem tui nóminis glóriam propagándam, novo per beátum Ignátium subsídio militántem Ecclésiam roborásti: concéde; ut ejus auxílio et imitatióne certántes in terris, coronári cum ipso mereámur in cœlis. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum [Oh Dios, que para la mayor gloria de vuestro Nombre, habéis dado por el bienaventurado Ignacio un nuevo socorro a vuestra Iglesia militante, haced que después de haber combatido en la tierra, siguiendo su ejemplo y bajo su protección, merezcamos ser coronados con él en el Cielo. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que con Vos vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos]. Amen.

sábado, 30 de julio de 2022

LA HORRIBLE IMAGEN PARA UNA ADVOCACIÓN EXTRAÑA

Advertimos al lector que con este artículo NO PRETENDEMOS DE NINGUNA MANERA ATACAR LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN, que tan recomendada ha sido por los Santos y que como dijo San Luis María de Montfort llama señal de los predestinados. Se busca pues denunciar la falsa devoción que se promueve a falsas advocaciones por parte del modernismo.
 

El escultor canadiense Timothy P. Scmalz hizo una escultura que afirma representar a la “Virgen Desatanudos”, que fue presentada y “bendecida” por el mismo Bergoglio durante su visita al lago Santa Ana, cerca a Edmonton (Alberta, Canadá) el pasado 26 de Julio. La imagen, hecha en resina, es un modelo a escala de otra más grande, de bronce, la cual será posteriormente instalada en el santuario de Nuestra Señora de Lourdes en Skaro, al noreste de Edmonton.
  
Prima fácie, sería un relato anodino entre otros de un viaje que a nadie le importó (ni siquiera a sus presuntos destinatarios), pero hay varios elementos inquietantes: por ejemplo, la advocación como tal, su iconografía, y los elementos particulares de esta imagen (aún más) en específico. Y esto es lo que, en términos generales, buscamos analizar en las siguientes líneas:
  
A fin de abordar el primer punto la advocación “Desatanudos” (o “Desatadora de nudos”, que es la traducción más literal del alemán “Knotelösering”) nace a partir de un cuadro votivo hecho por Johann Georg Melchior Schmidtner († 1705) a instancias del canónigo Hieronymus Ambrosius Langenmantel († 1718), en memoria de que el matrimonio de sus abuelos paternos Wolfgang Langenmantel († 1637) y Sophia Rentz († 1749) se salvó de la ruptura gracias a las oraciones que el padre jesuita Jacob Rem (a quien se atribuye también la imagen de la Madre Tres veces admirable de Schönstatt) dirigió a la Santísima Virgen, y los consejos que este les dio. El cuadro se encuentra en el altar familiar de él en la iglesia de San Pedro de Perlach, cerca a la ciudad de Augsburgo. Sin embargo, la propagación de la advocación fue un fenómeno más reciente: la primera capilla erigida a esta fue construida entre 1986 y 1992 por el pintor austriaco Franz Weiß en Tregist, Estiria, como una súplica por el desastre nuclear en Chernóbil. Después, se hizo propagar en la Argentina y Brasil, a niveles que en su momento fueron calificados como “locura” y que si se mira atentamente, tiene elementos esotéricos (por ejemplo, “hacerle la novena” atando y soltando nueve nudos) y supersticiosos, compitiendo en pie de igualdad con cultos populares (en Argentina, por ejemplo, los de la “Difunta Correa”, “Gauchito Gil” o “San La Muerte”) en una nueva suerte de “Kulturkampf”.
  
¿Cómo llegó a la Argentina? Según Francisco Bergoglio contó en una entrevista al periodista italiano Giovanni di Lorenzo para el semanario alemán Die Zeit en 2017, él llegó a conocer la imagen pues una monja alemana le envió una postal navideña con la imagen en comento (desmintiendo así el relato de una supuesta peregrinación a Perlach mientras hacía la maestría en teología). Intrigado («La imagen inmediatamente me intrigó. No porque sea tan genial, es barroco bastante mediocre», Bergoglio dixit), encargó a la escritora alemana Barbara Klimmeck que investigase toda la información pertinente, y una vez obtenida esta, comisionó a la pintora Ana de Betta Berti hacer una copia del cuadro para la iglesia de San José del Talar, donde la instaló el 8 de Diciembre de 1996. Luego, envió copias de esta imagen con los seminaristas a las “villas” (barrios bajos) de Buenos Aires, propagándose desde entonces hasta otras latitudes, hasta llegar al mismo Vaticano, donde preside la sala de la Casa Santa Marta donde recibe las visitas.
   
Francisco Bergoglio y la presidenta de la Nación argentina Cristina Fernández de Kirchner, en una visita que hizo al Vaticano.
   
Se ha intentado explicar esta advocación por la cita de San Ireneo de Lyon en el libro III, cap. 22 de su obra Advérsus hæréses: «Sic áutem et Eva inobediéntiæ nodus solutiónem accépit per obediéntiam Maríæ. Quod enim alligávit virgo Eva per incredulitátem, hoc virgo María solvit per fidem» (El nudo de la desobediencia de Eva, está desatado por medio de la obediencia de María), aunque según Mario Horacio Ibertis Rivera, que ha investigado sobre ella, dice que es una explicación fuera de contexto, máxime cuando la imagen original fue dedicada a Nuestra Señora del Buen Consejo.
  
Explicado el origen, se pasa al siguiente punto, la iconografía: la pintura muestra a la Santísima Virgen de pie sobre la luna (prima fácie, la imagen es del tipo de la Inmaculada Concepción), rodeada de ángeles. mientras desata los nudos de una larga cuerda y, al mismo tiempo, pisa a una serpiente atada. Debajo en la tierra, aparece un hombre acompañado por un ángel mientras va de camino a una ciudad, aludiendo (por medio de la historia de Tobías y San Rafael Arcángel) al viaje de Wolfgang Langelmantel hacia Ingolstadt, donde residía el padre Rem.
  
Ya en lo que nos ocupa específicamente: la escultura hecha por Timothy Schmalz (que, entre otras piezas, están las ideologizadas “Jesús sin techo” en varias ciudades –una copia, por ejemplo, fue instalada el año pasado en Bogotá, Colombia–, y la inmigracionista “Ángeles sin saberlo” sita en la plaza de San Pedro) dista radicalmente al original (que aunque en un barroco ya en decadencia para la época, todavía transmite la maternal serenidad y pureza de la Santísima Virgen). El rostro andrógino de esta escultura muestra el ceño fruncido, sombrío, casi amenazador, con muchos guiños que la hacen parecer una ‘pachamama’. La figura no aplasta la cabeza de la serpiente, sino que le pisa la cola, dejándole libertad de acción; y la presencia de un ángel masculino y otro femenino flanqueando a la “virgen” insinúa la unidad de los contrarios que tanto habla el ocultismo y que Bergoglio predica.
     
  
Por otra parte, la talla es ideologizada también: Schmalz confesó al semanario B.C. Catholic, de la archidiócesis de Vancouver, que la advocación mariana favorita de Bergoglio no fue lo primero que vino a su mente para una escultura sobre el proceso de “reconciliación” que se está llevando a cabo en Canadá (proceso basado en las exageraciones y mentiras –como lo de las falsas fosas comunes– en torno al tema de las “escuelas residenciales” en donde el gobierno internó a miles de niños y jóvenes indígenas donde experimentaron abusos, y que el año pasado desató una oleada de actos vandáilcos en varias iglesias). La réplica ubicada en la iglesia del lago Santa Ana tiene además cientos de nudos en una cuerda de color naranja (color que simboliza a los indígenas y las escuelas residenciales).
  
  
En conclusión, si ya la advocación es cuando menos sospechosa (visto que su origen y propagación es netamente modernista), la imagen que Bergoglio “bendijo” en el Lago Santa Ana solo confirma que es parte de la agenda ocultista y satánica de la cual representa. De más está decir que los verdaderos católicos debemos evitar la advocación.

EPÍLOGO DE UN VIAJE INTRASCENDENTE

Noticia tomada de GLORIA NEWS.
   
Francisco Bergoglio, con estola de piel de foca, dirigiéndose a la “multitud” (si mucho, 150 personas) en la playa de Iqaluit (antigua Frobisher Bay, Nuvanut, Canadá), el 29 de Julio.
  
Specola (en InfoVaticana.com) trajo el 28 de Julio un interesante resumen de noticias:
  • La asistencia a los eventos de Francisco Bergoglio en Canadá fue “pobre”.
  • El indigenismo de Bergoglio implica que el Evangelio (y su predicación) es una intromisión inaceptable en otras culturas.
  • Los “investigadores” canadienses recibieron 71 millones de dólares, “trabajaron” durante siete años sobre los indígenas canadienses, pero nunca consultaron los archivos de los Oblatos de María Inmaculada, la orden religiosa que, a finales del siglo XIX, empezó a gestionar las escuelas residenciales.
  • El historiador Henri Goulet, en su libro “Histoire des pensionnats indiens catholiques au Québec. Le rôle déterminant des pères oblats (Presses de l’Université de Montréal, 2016), mostró que los oblatos fueron los únicos defensores de la lengua tradicional y el estilo de vida de los indios de Canadá, a diferencia del gobierno y los anglicanos.
  • El historiador Jacques Rouillard, de la Universidad de Montréal, escribió que inventar un “genocidio” de indios canadienses con “fosas comunes” en las escuelas residenciales es solo un intento para extorsionar una compensación.
  • Bergoglio contribuye a la propagación de la mentira que la Iglesia ha «participado en un plan de exterminio cultural de los pueblos originarios».
  • Irme Stetter-Karp, copresidenta del Camino Sinodal Alemán, defiende que el aborto se convierta en un «servicio médico regular» en Alemania.
  • La Federación de la Juventud “Católica” Alemana se queja que los abortos no sean «totalmente accesibles» en Alemania (aun cuando en el punto más álgido de la plandemia se realizaron 100.000 abortos, mientras que otros servicios médicos fueron suspendidos).
  • En 2008, el 37,8%  de los contribuyentes italianos hizo su contribución a la Iglesia; en 2020 el porcentaje bajó al 28,64%. En sólo un año se han perdido 260.000 contribuyentes.
  • En los próximos diez años, el 65% de las comunidades de clausura cerrarán en Italia.

BULA “Sublímis Deus”

Fray Julián Garcés OP, primer obispo de Tlaxcala (actual Archidiócesis de Puebla de los Ángeles) había escrito al Papa Pablo III Farnesio contándole los avances que entre los indígenas tenía la enseñanza de la Fe Católica y cómo la piedad de ellos se parangonaba con la de los tiempos apostólicos, pero que esta labor afrontaba dificultad porque algunos españoles no sólo los tenían en esclavitud (contrariando las leyes que Isabel la Católica había promulgado), sino que creían que, por el hecho de ser de culturas diferentes, no eran dignos de la recibir la predicación. Por tal motivo, apelando a su autoridad apostólica, le pidió que se pronunciase sobre la situación.
  
Como respuesta, el Papa publicó la Bula Sublímis Deus el 2 de Junio de 1537, declarando que los indígenas y los habitantes de los distintos pueblos conocidos y por conocer no solo tienen la capacidad para recibir y comprender la predicación del Evangelio, sino que sus derechos a la libertad y la propiedad deben ser respetados, condenando como nula e inválida cualquier medida que tienda a esclavizarlos.
  
Sublímis Deus (que presentamos tanto en latín como en español) tuvo influencia en las Leyes Nuevas del Rey-Emperador Carlos I, y en los debates de la Junta de Valladolid (1550-1551), origen de nuevas leyes de protección a los indígenas y una de las bases para el jus géntium moderno, distinto a la dicotomía civilización/barbarie imperante en la época y que guió las conquistas de los franceses e ingleses. Además, fue parte del precedente para pronunciamientos papales contra la esclavitud, como Cum Sicúti (Gregorio XIV, 18 de Abril de 1591), Commíssum Nobis (Urbano VIII, 22 de Abril de 1639), Imménsa Pastórum príncipis (Benedicto XIV, 20 de Diciembre de 1741), In Suprémo apostolátu (Gregorio XVI, 3 de Diciembre de 1839), y Lacrimábili statu Indórum (San Pío X, 7 de Junio de 1912).
  
Esta bula cobra más vigencia ahora, cuando los modernistas creen que sin la jesuitica “inculturación” no se puede evangelizar (aunque no tienen idea de qué es eso), como si la gente de otras naciones y etnias, tras de ser utilizadas como esclavos por los apparátchik de las ideologías progres, estuviesen en cápitis diminútio espiritual.
  
LATÍN
  
BULLAM “Sublímis Deus”
   

Páulus Papa tértius, Univérsis Christifidélibus præséntes lítteras inspectúris, salútem et Apostólicam benedictiónem.
    
Sublímis Deus sic diléxit humánum genus, ut hóminem talem condíderit qui non solum boni sicut cœ́teræ creatúræ partíceps esset, sed ipsum Summum Bonum inaccesíbile et invisíbile attíngere et fácie ad fáciem vidére posset: et cum homo ad vitam et beatitúdinem ætérnam obeúndam, etiam sacrárum literárum testimónio, creátus sit, et hanc vitam et beatitúdinem ætérnam, nemo cónsequi váleat, nisi per fidem Dómini nostri Jesu Christi fáteri necesse est, hóminem talis conditiónis et natúræ esse, ut Fidem Christi recíere possit, et quemcúmque, qui natúram hóminis fórtitus est ad ipsam Fidem recipiéndam hábilem esse. Nec enim quísquam ádeo desípere créditur, ut se secrédat Fidem obtínere posse, et médium summe necessárium, nequáquam attíngere. Hinc véritas ipsa, quæ nec falli, nec fallére potest, cum prædicatóres fídei ad offícium prædicatiónis destináret, dixísse dignóscitur: Eúntes, docéte omnes gentes. Omnes dixit, ábsque omni delétu, cum omnes fídei disciplínæ capáces exístant.

Quod videns et invídens ipsíus humáni géneris ǽmulus qui bonis opéribus, ut péreant semper adversátur, modum excogitávit ac temis inaudítum, quo impedíret, ne verbum Dei géntibus salvæ fíerent, prædicarétur, ac quósdam suos satélites commóvit, qui suam cupiditátem ad ímplere cupiéntes occidentáles, et meridionáles Indos, et álias gentes, quæ tempóribus istis ad nostram notítiam pervenérunt, sub prætéxtu, quod Fídei Cathólicæ expértes exístant, uti muta animália ad nostra obséquia redigéndos esse passim asserére præsúmat.

Nos ígitur qui ejúsdem Dómini Nostri vices, licet immériti, gérimus in terris, et oves gregis sui nobis commíssas, quæ extra ejus ovíle sunt, ad ipsum ovíle toto nixu exquírimus. Attendéntes Indos ipsos, utpóte veros hómines, non solum Christiánæ Fídei capáces exístere, sed ut nobis innótuit, ad fidem ipsam promptíssime cúrrere. Ac voléntes super his cóngruis remédiis provídere, prædíctos Indos et omnes álias gentes ad notítiam Christianórum impósterum deventúras, licet extra Fidem Christi exístant sua libertáte ac rerurn suárum domínio privátos, seu privándos non esse. Imo libertáte et domínio hujúsmodi, uti et pótiri, et gaudére, líbere et lícite posse, nec in servitútem rédigi debére. Ac si secus fieri contígerit írritum et ináne.
    
Ípsosque Indos et álias gentes verbi Dei prædicatióne et exémplo bonæ vitæ ad dictam Fidem Christus invitándos fore, et præséntium literárum transúmptis manu alícujus Notárii públici subscríptis, ac sigíllo alícujus persónæ in dignitáte Ecclesiástica constitútæ múnitis, eámdem fidem adhibéndam esse, quæ originálibus adhiberétur auctoritáte Apostólica per præséntes decérnimus et declarámus.

Non obstántibus præmíssis, cœtérisque contráriis quibuscúmque.

Datum Romæ, Anno Dómini milléssimo quingentéssimo trigéssimo séptimo, Quárto nonas Júnii, Pontificátus nostri, Anno tértio.
  
TRADUCCIÓN
  
BULA “Sublímis Deus”

Pablo, Papa III, a todos los fieles de Cristo que leyeren las presentes Letras, Salud y Bendición Apostólica.
  
El Dios sublime amó tanto la raza humana, que creó al hombre de tal manera que pudiera participar, no solamente del bien de que gozan otras criaturas, sino que lo dotó de la capacidad de alcanzar al Dios Supremo, invisible e inaccesible, y mirarlo cara a cara; y por cuanto el hombre, de acuerdo con el testimonio de las Sagradas Escrituras, fue creado para gozar de la felicidad de la vida eterna, que nadie puede conseguir sino por medio de la fe en Nuestro Señor Jesucristo, es necesario que posea la naturaleza y las capacidades para recibir esa fe; por lo cual, quienquiera que esté así dotado, debe ser capaz de recibir la misma fe: No es creíble que exista alguien que poseyendo el suficiente entendimiento para desear la fe, esté despojado de la más necesaria facultad de obtenerla, de aquí que Jesucristo, que es la Verdad misma, que no puede engañarse ni engañar, cuando envió a los predicadores de la fe a cumplir con el oficio de la predicación, dijo: Id y enseñad a todas las gentes. A todas dijo, sin excepción, puesto que todas son capaces de ser instruidas en la fe.
  
Lo cual viéndolo y envidiándolo el enemigo del género humano, que siempre se opone a las buenas obras para que perezcan, inventó un método hasta ahora inaudito para impedir que la Palabra de Dios fuera predicada a las gentes a fin de que se salven, y excitó a algunos de sus satélites, que deseando saciar su codicia, se atreven a afirmar que los Indios occidentales y meridionales, y otras gentes que en estos tiempos han llegado a nuestro conocimiento (con el pretexto de que ignoran la fe católica) deben ser dirigidos a nuestra obediencia como si fueran animales y los reducen a servidumbre, urgiéndolos con tantas aflicciones como las que usan con las bestias.
    
Nos pues, que aunque indignos hacemos en la tierra las veces de Nuestro Señor, y que con todo el esfuerzo procuramos llevar a su redil las ovejas de su grey que nos han sido encomendadas y que están fuera de su rebaño, prestando atención a los mismos indios que como verdaderos hombres que son, no sólo son capaces de recibir la fe cristiana, sino que según se nos ha informado corren con prontitud hacia la misma; y queriendo proveer sobre esto con remedios oportunos, haciendo uso de la Autoridad apostólica, determinamos y declaramos por las presentes letras que dichos Indios, y todas las gentes que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor.
   
Asimismo declaramos que dichos indios y demás gentes deben ser invitados a abrazar la fe de Cristo a través de la predicación de la Palabra de Dios y con el ejemplo de una vida buena; y por la autoridad apostólica ordenamos y decretamos que a cualquier transcripción de las presentes Letras suscrita por cualquier notario público, y sellada por cualquier persona constituida en dignidad eclesiástica, se les preste la misma fe que al original.
   
No obstando nada en contrario.
   
Dado en Roma en el año 1537, a cuatro de las Nonas de Junio (2 de Junio), en el tercer año de nuestro pontificado.

BEATO JUAN SORETH, REFORMADOR DEL CARMELO


Juan Soreth nació cerca a Caen en Normandía en 1394, y entró en el convento carmelita local. Ordenado sacerdote hacia 1417, recibió el doctorado en teología en París en 1438, y luego fue maestro allí. Fue provincial de la Provincia Francesa del Carmelo entre 1440 y 1451, y XXV Prior General latino de la Orden desde 1451 hasta su muerte.

Fue incansable en sus esfuerzos para renovación, durante un período crítico tanto para la Iglesia como para la Orden: La peste había diezmado ciudades y conventos; por causa de la mitigación hecha por el prior general Juan Faci y aprobada por el Papa Eugenio IV con la bula “Románi Pontíficis” del 15 de Febrero de 1432, la disciplina religiosa se había disipado en aras de la subsistencia, aceptándose a cualquier individuo, o relacionándose en demasía con los seglares. Muchos religiosos no iban al coro, faltaban a la pobreza, y habían abandonado el apostolado. El papa Calixto III fue su gran valedor para la ingente reforma que llevó a cabo (incluso quería crearlo cardenal), para lo cual viajó por Francia, Alemania, Italia e Inglaterra, haciendo visitas canónicas y promoviendo una observancia más fiel de la vida religiosa tanto en las provincias antiguas como en la congregación reformada mantuana, que buscaba independizarse para observar la regla primera de San Alberto Jerosolimitano.
   
Ante el rechazo de algunas casas (en Colonia lo arrojaron del convento, y tuvo que excomulgar a los rebeldes), tuvo que fundar nuevos conventos que siguieran la reforma. Escribió la “Exposítio parænética in Régulam Carmelitárum”, un comentario sobre la regla en que habla de la importancia de la observancia interior, sin la cual las normas y austeridades externas nada son. Toca igualmente los temas de la oración, el silencio y la humildad para la vida personal y comunitaria de un religioso, anticipándose en un siglo a la reforma de Santa Teresa de Ávila (es de saber que Sixto IV, con la bula “Dum atténte meditatióne” del 28 de Noviembre de 1476, había concedido mayores libertades, anulando parcialmente la reforma de Soreth). «La ruina de la toda la Orden viene por el abandono de la vida regular», decía nuestro beato.
 
Publicó unas nuevas constituciones monásticas en 1462. Entre sus otras actividades estaba el apoyo y establecimiento de la segunda orden carmelita, especialmente luego de la bula “Cum nulla” del Papa Nicolás V, con fecha 7 de Octubre de 1452. Agrupó a las mujeres que vivían en casas de carmelitas y vestían mantos blancos (de ahí que se las llamaba “Mantellate” o “Pinzochere” en Italia, como también “Beguinas” en Flandes, o “Beatas” en España), y apoyó fundaciones en el norte de Europa como la que hizo la beata Francisca de Amboise, duquesa de Bretaña, quien fue la primera monja carmelita entre los latinos, al imponerle el hábito en el convento de las Tres Marías en Vannes el 25 de Marzo de 1468. También fundó la Tercera Orden para los laicos, a partir de algunas asociaciones piadosas en torno a las iglesias del Carmen, y para ellos escribió unas Constituciones en 1455.
  
Devoto como fue del Santísimo Sacramento (con el que es representado), en 1468, durante el saqueo de Lieja por Carlos “El Temerario” duque de Borgoña, ingresó a una iglesia en llamas para rescatar las hostias arrojadas por la soldadesca, y las condujo en un ciborio a la iglesia de los carmelitas. En 1459 logró que el Papa Pío II aprobase Misa y Oficio propio para San Ángel Jerosolimitano, protomártir del Carmelo.

Murió el 25 de Julio de 1471 en el convento de Angers, después de la visita al convento de Nantes, en circunstancias poco claras: las crónicas oficiales cuentan que murió de cólera tras comer fresas verdes, mientras que otras refieren que fue envenenado por un fraile contrario a la reforma. El beato Bautista Spagnoli de Mantúa, famoso humanista, escribió una elegía en su honor. Si bien tuvo gran culto, apenas hasta 1866, en el marco del proceso de beatificación de Francisca de Amboise, Pío IX reconoció su culto mediante beatificación equivalente.
   
ORACIÓN (Del Misal propio carmelita)
Oh Dios, dador de todo bien, que confirmaste al bienaventurado Juan con el celo ardiente de tu honor y singular fortaleza para afrontar los peligros, concédenos por sus méritos e intercesión, que toleremos toda adversidad, y consigamos persistir en tu amor. Por J. C. N. S. Amén.

viernes, 29 de julio de 2022

LA HISTORIA DE LAS ESCUELAS RESIDENCIALES CANADIENSES

Traducción de la columna publicada por el doctor Douglas Farrow para FIRST THINGS el 13 de Julio de 2021, y republicada con ediciones menores por CATHOLIC WORLD REPORTER en el contexto del viaje de Francisco Bergoglio a Canadá. La columna es necesaria para entender el contexto del artículo precedente.
  
Niñas indígenas asisten a una ceremonia de primera Comunión en la escuela San José, de las Escuelas Residenciales Indias de Spanish (Ontario), en 1955.
  
Durante las noches pasadas, varias decenas de iglesias en Canadá, muchas de las cuales servían a pueblos indígenas, fueron incendiadas. Una decena más, mayormente en contextos no indígenas, fueron vandalizadas. «Quemadlas todas», trinó la directora de la Asociación de Libertades Civiles de Columbia Británica, para porristas simpatizantes incluso en la comunidad legal.
  
El caos surgió después del descubrimiento de los restos de cientos de jóvenes indígenas, enterrados cerca de las escuelas residenciales en las cuales fueron reclutados bajo una política respaldada por la Ley India de 1876, cuyas enmiendas en 1894 y 1920 hicieron obligatoria la asistencia a escuelas residenciales o industriales para los que carecían de acceso a las escuelas diurnas. La última de las anteriores, muchas de las cuales fueron operadas por la Iglesia Católica, cerró sus puertas en 1996. Por más de un siglo, alrededor de 140.000 niños pasaron por estas escuelas. Más de cuatro mil —quizá más de diez mil— murieron mientras asistían a ellas o fallecieron poco después.
  
¿Cómo pudo ser esto? ¿Quién es responsable? ¿Las organizaciones religiosas que operaron las escuelas residenciales son los verdaderos culpables, como muchos suponen? Un examen atento muestra que tal suposición es débil. La tragedia, como vemos, y los crímenes que envolvía (crímenes que algunos caracterizan falsamente como genocidio) comenzaron con la violación gubernamental de la patria potestad, error que nuevamente hoy está ganando vigencia.
  
Una política progresista 
En el momento de su establecimiento, la política de escuelas residenciales fue vista como progresista. Egerton Ryerson (1803–1882), un ministro metodista, fue nombrado superintendente principal de educación para el Alto Canadá [provincia erigida en 1791 para acoger a los lealistas que no querían vivir bajo la nueva nación estadoundense, y que comprende el sur de la provincia de Ontario, N. del T.] en 1844. Él introdujo los consejos escolares, estandarizó los libros de texto, y la educación gratuita para todos. El Departamento de Asuntos Indígenas rápidamente buscó su consejo y comenzó a emplear sus métodos a fin de integrar a los niños nativos en el nuevo mundo en que estaban por vivir. Él sostenía que los pueblos indígenas debían recibir una educación en internados denominacionales ingleses, un sistema que implicó desarraigar a los niños de sus hogares y costumbres tribales.
  
La primera escuela residencial, el Instituto Mohawk en Brantford (Ontario), había abierto en 1831. Aún estaba imbuido con el espíritu del primer obispo de la Nueva Francia, el bienaventurado Francisco de Laval († 1708), quien trabajó mucho antes de la era Ryerson para proveer un sistema completo de educación para los pueblos a su cuidado, como también para protegerlos del comercio de licores y otras amenazas a su bienestar (en aquellos días, las escuelas eran llevadas a los nativos en vez de los nativos a las escuelas). Para el momento de la Confederación en 1867, había ocho de estos establecimientos, pero las cosas estaban comenzando a cambiar.
  
El apoyo estatal para las escuelas misioneras, católicas y protestantes, se hizo disponible en 1874. Con el advenimiento de la educación obligatoria, las escuelas se multiplicaron. Para 1931 habían ochenta en operación. La financiación estaba basada en el reclutamiento y (dado el mal estado de la economía) muy parsimoniosa. Las condiciones de vida se hicieron atestadas y poco saludables. Los niños ya llegaban sufriendo de tuberculosis u otras enfermedades. Cuando los niños morían en las escuelas, raramente eran enviados a casa para un entierro apropiado. El gobierno no lo haría, y las iglesias no podían pagar por ello; mucho menos las familias. Así que en su lugar se cavaron tumbas poco profundas y cruces de madera en campos fuera de las escuelas. Y aunque la educación era generalmente buena y recibida agradecidamente por algunos, el registro (o la preservación exitosa de los mismos) era considerablemente malo. Las pequeñas cruces lígneas y las cercas del cementerio, por supuesto, hace mucho se fueron. Por ende tanta incertidumbre en las cifras y nombres, e incluso en los lugares donde fueron enterrados.
   
Sin embargo, recientemente, dispositivos de escaneo de suelo han comenzado a proporcionar lugares y números. El 28 de Mayo supimos que habían 215 tumbas sin marcar en el sitio de la escuela residencial en Kamloops (Columbia Británica); el 25 de Junio, que en Saskatchewan habían 751 donde había estado la Escuela Residencial Marieval; el 30 de Junio, que 182 habían sido “descubiertas” en la Misión San Eugenio cerca de Cranbrook, donde crecí.
  
Una campaña irresponsable 
Un domingo reciente, cuando llegamos a Misa en nuestra pintoresca parroquia de Québec, había al final de la calle de pie un manifestante solitario, sosteniendo un cartel que decía 751. Un pequeño par de zapatos, el símbolo del genocidio, yacía a sus pies. Le pregunté a este joven qué sabía de todo esto y qué esperaba como respuesta de los ordinarios católicos. Él no había sido descarriado por la sugerencia injuriosa, plantada previamente por la prensa irresponsable, que esas eran tumbas masivas, como si hubiera habido asesinatos masivos. Pero aún él no parecía tener mucha comprensión de los detalles indispensables.
  
¿Cómo murieron estos niños? ¿Quién fue responsable de sus muertes y por qué sus tumbas (no hay tumbas masivas) están sin marcar? ¿Qué intentos se han hecho para comenzar? ¿Qué están haciendo las iglesias y los gobiernos? Para tales preguntas él no tenía respuestas preparadas. Él esperaba que el Papa Francisco y los obispos canadienses se disculparan en vez de solamente expresar arrepentimiento; y que la presuntamente rica Iglesia Católica sacrificase algunas de sus propiedades a fin de ayudar a los pueblos indígenas a conseguir las cosas de las que aún carecen, como el agua potable.
  
Comenzamos a discutir estas cosas, que son bastante complejas que nunca llegamos a esas manzanas podridas en los barriles: clérigos, religiosos y laicos que habían traumatizado emocional, física, o sexualmente a los niños a su cargo, como si el trauma de ser separados de sus hogares y pueblos no fuera suficiente. Naturalmente, en el imaginario público, estas cosas tienden a correr lanzas parejas: secuestro de niños, negligencia, abuso infantil, muertes infantiles. Cosas que necesitan ser separadas si a cada una se les da la atención que merecen.
   
Desafortunadamente, la campaña presente parece más interesada en manipular el sentimiento público que en lograr la claridad pública. La información sobre los entierros locales ha sido goteada poco a poco en la psique colectiva, como si estos hallazgos representaran un conocimiento nuevo y escandaloso en vez de la confirmación de cosas ya establecidas. Se ha hecho poco esfuerzo en explicar que finalmente se está llevando a cabo lo que el profesor Scott Hamilton pidió hace seis años, durante las audiencias de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (TRC). De hecho, los ignorantes están siendo llevados a pensar que solo ahora estamos descubriendo que muchos niños murieron durante el curso de su educación en las escuelas residenciales.
  
Las líneas están siendo distorsionadas, y las categorías confundidas. El término “genocidio cultural”, adoptado por la comisión para describir el contexto y los efectos de esa educación, ha comenzado a aparecer sin su adjetivo. Incluso la cuidadosa declaración del 24 de Junio por el Jefe Nacional de la Asamblea de las Primeras Naciones Perry Bellegarde, que sabiamente evitó el sustantivo mismo, fue publicado bajo el encabezado «Horribles descubrimientos de tumbas sin marcar demanda acción urgente». Ese encabezado dejó más que una insinuación de desenfreno y, de hecho, destrucción deliberada de jóvenes vidas. En contraste, la Jefa Sophie Pierre (quien me precedió en nuestra secundaria local después de asistir a la escuela San Eugenio y que conoce las fortalezas y debilidades de cada una) dijo la mera verdad: «No hay descubrimiento, sabíamos que estaba allí, es un cementerio. El hecho que hay tumbas dentro de un cementerio no debería ser una sorpresa para nadie».
  
Tal vez la intención del ejercicio es resaltar el Proyecto de Ley C-15 (la Ley sobre la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los pueblos indígenas que recibió el asenso real el 21 de Junio), canalizando el punto que el país debe ahora actuar en forma más concertada para realizar cambios. Si es eso, el fin no justifica los medios. Los incendios que esta campaña ha provocado y el odio a los cristianos (especialmente a los católicos) que ha avivado no pueden ser considerados como un daño colateral muy desafortunado. El sentimiento es una cosa peligrosa. La verdad y la reconciliación sufren cuando este es usado como arma.
   
Toma, por ejemplo, el pedido por una disculpa papal. El Acuerdo de Establecimiento de Escuelas Residenciales Indígenas fue firmado en 2006. El proceso de disculpas formales que pedía ya había comenzado en 1991. Este culminó, observa Raymond de Souza, por el primer ministro Harper en 2008 y por el Papa Benedicto XVI en 2009, cuando recibió una delegación de nativos y «expresó su dolor y angustia por la conducta “deplorable” de aquellos católicos que causaron inmenso dolor y sufrimento a estos en las escuelas residenciales». Según el p. de Souza, «esta fue una contraparte adecuada a la disculpa del gobierno federal que fue entendida por todos: medios indígenas, medios católicos, medios seglares)».
   
Sin embargo, la TRC completó en 2015 su Informe Final de seis volúmenes sobre las escuelas residenciales, basadas primariamente en una paciente escucha de muchas historias sobrecogedoras (ese era su mandato. No fue emprendido con un análisis completo de los registros históricos o siquiera con una muestra imparcial de respuestas indígenas a la experiencia de la escuela residencial; ni le fue dado acceso incondicional a los archivos federales). Entre sus 94 recomendaciones había una demanda que el nuevo papa, Francisco, sea llamado a Canadá más o menos inmediatamente para presentar una disculpa in situ «por el rol de la Iglesia Católica Romana en el abuso espiritual, cultural, emocional, físico y sexual de los niños de las Primeras Naciones, Inuit y Métis en las escuelas residenciales dirigidas por católicos». Mientras esto puede contradecir la lectura situacional del p. de Souza, esto está siendo reiterado hoy como si nada de esto hubiese pasado en 2009. Incluso C-15 negocia con el mito tanto como la historia. 
  
Una tormenta perfecta 
De vuelta a nuestra historia. En la era de las escuelas residenciales, la medicina era relativamente primitiva mientras las pandemias eran comunes. La varicela era mortal. La gripa española mató amuchas personas en la primera etapa de la vida con una tasa de fatalidad de 10%. La tuberculosis era más lenta, pero para los nativos era mucho más letal. De acuerdo a The Globe and Mail, documentos en los Archivos Nacionales revelan que los niños morían de esta «en proporciones alarmantes». El Departamento de Asuntos Indígenas envió a su principal funcionario médico, Peter Bryce, para investigar. Sus visitas a quince escuelas en Canadá occidental hallaron que «al menos el 24% de los estudiantes habían muerto en un período de 14 años». Él informó al departamento en 1907 que las escuelas no estaban separando a los sanos de los enfermos.
  
Dos años después, Bryce presentó un segundo reporte, recomendando que el gobierno asuma la repsonsabilidad de administrar las escuelas. Por su problemas, su cargo fue abolido; solo en 1969 se seguiría su consejo. Después de su retiro en 1922 escribió The Story of a National Crime (La historia de un crimen nacional). Los pedidos de otros médicos fueron igualmente ignorados. «Evidentemente alguien ha trasladado nuestra escuela residencial a un sanatorio de tuberculosos», se quejó el Dr. MacInnis en una carta desde Nueva Escocia a Asuntos Indígenas. Esto pensaba que era «muy injusto para los niños que están limpios y bien».
  
Hoy, en nuestra propia pandemia, parece que estamos retrocediendo, tratando a los sanos como si estuvieran enfermos en vez de a los enfermos como si estuvieran sanos, conduciendo a nuevos crímenes nacionales. Pero mi punto es que el antiguo crimen nacional fue de hecho nacional, esto es, político y económico, no primariamente religioso. La expectativa de vida en esos días era generalmente mucho más baja y la mortalidad infantil mucho más alta. Sin embargo, Bryce aclara a Asuntos Indígenas que la tasa de mortalidad era mucho mayor para los nativos que para la población general, y que se debía tomar acción inmediata para enfrentar el problema. Como indica The Globe, en 1914 «el más influyente funcionario importante de Asuntos Indígenas de la época», Duncan Campbell Scott, permitió que «está casi dentro del marco decir que el 50% de los niños que pasaron por estas escuelas no vivieron para beneficiarse de la educación que habían recibido allí». Con todo, no se tomó ninguna acción efectiva hasta después de la II Guerra Mundial, para cuya época las medidas médicas habían mejorado mucho.
   
La declaración de Scott no puede ser generalizada para toda la historia de las escuelas, o confinada a las escuelas por ese asunto. Esto capturó las lastimeras perspectivas de la población indígena como tal. Sin embargo, las escuelas se hallaban en el corazón de lo que Hamilton describe adecuadamente como una tormenta perfecta: «una infraestructura de salud pública muy pobremente desarrollada»; una población epidemiológicamente vulnerable; niños traídos de comunidades dispares, trayendo consigo enfermedades, estando atiborrados en edificios con pobre calefacción y ventilación mientras se les ofrecía una dieta inadecuada. Por supuesto, bajo tales condiciones las enfermedades «van a explotar como incendio forestal», dice Hamilton.
  
La pregunta que debe presentarse es por qué esta tormenta, que varió, se le permitió durar la mejor parte del siglo, a expensas de tan jóvenes vidas. Y por qué ni el Estado ni la Iglesia tuvieron el coraje de enfrentarla, o de sustraerse de ella. 
  
Responsabilidad y arrepentimiento 
Seamos claros: Todos los que tienen el poder de prevenir el abuso físico o mental de los que están a su cargo, son responsables de este junto con (diferentemente) de los que lo perpetran. De las políticas que seducen o compelen a las comunidades a enviar a sus hijos a escuelas donde la enfermedad cunde o su cultura es erróneamente suprimida, todos los que las producen o las perpetúan son responsables. Ninguna parte es responsable de todo, ni la culpa puede distribuirse equitativamente. Distribuirla justamente es algo que solo Dios es últimamente capaz, pero el hombre tiene una obligación de intentarlo. Es parte de aprender a vivir justamente.
   
Aquellos que pretenden que tengamos un nuevo instrumento para hacerlo son demasiado optimistas, sin embargo, o cuando menos demasiado precipitados. Lo que estamos aprendiendo actualmente por los escaneos de terreno es nuevo solamente en ciertos particulares modestos. Los entierros han sido mapeados o serán mapeados. Pero todavía no conocemos, y puede que nunca conozcamos, qué restos contienen o quiénes fueron bien tratados o mal tratados en vida. Lo que sabemos ahora es que estamos ahora en mejor posición, no para culpar a los vivos, sino para honrar a los muertos. Y así nosotros debemos, teniendo eso en cuenta, que aunque la mayoría fueron víctimas de enfermedades, no todas fueron víctimas en el sentido moral. Algunos estaban en el lugar correcto en el momento equivocado, y algunos, fueran estudiantes o personal, estaban allí voluntariamente (que la escuela fuese obligatoria no prueba otra cosa; ni pueden decirse las historias de sufrimiento con confianza de aplastar las historias de beneficio, puesto que las últimas no han sido buscadas y las primeras están a veces comprometidas por la explotación del sistema de reparaciones).
   
Honrar a los muertos era y es el punto central de los cementerios, una práctica funeraria introducida en Norteamérica por los cristianos y acogida por los pueblos indígenas. Los cementerios en cuestión eran un lugar de descanso final no solo para los niños de la escuela sino también para otra gente pobre de la comunidad local. Aun cuando estemos impedidos en la saludable labor de honrar a los muertos por el humo de las iglesias ardiendo, lo que nos dice que la cuestión de la responsabilidad por lo que protractó la “tormenta perfecta” no ha sido respondida como debiera serlo.
   
Ninguna respuesta a la pregunta de la responsabilidad puede obtenerse de confesiones oficiales de culpabilidad grave, sea de parte del gobierno o por parte de las organizaciones religiosas que dirigieron las escuelas. Sin embargo, no obdtante el despreciable figureo del primer ministro, el anterior debe soportar la mayor parte de su censura adicional. Porque fue el estado que determinó la política de asimilación forzada por educación remota y tenía las riendas que controlaron su implementación. Un plan fatalmente defectuoso, conducido con una letal combinación de ambición y parsimonia, empeorada por el abandono de la responsabilidad por parte de ambos lados. Incluso el lado nativo no puede evitar el escrutinio. Pero el mismo plan tuvo efectos devastadores para los cuales el arrepentimiento nacional era y es un requisito.
   
¿Arrepentimiento por qué? Por solo eso, nuestras fallas colectivas y particulares. No por la civilización occidental como tal, aunque se ha convertido en el blanco del cinismo y el autodesprecio. Ciertamente no por la Cristiandad y la Iglesia Católica como tal, que desde los días de los Santos Patronos de Canadá (Juan de Brébeuf y sus colegas, que derramaron su sangre martirial en favor de los nativos abandonados ante el genocidio tribal) ha hecho mucho para templar nuestros excesos y sanar nuestras enfermedades de cuerpo y alma, como ahora debe hacerlo nuevamente, a pesar de su propia vergüenza y desgracia. No por el genocidio, porque no hubo genocidio, aunque no hubo escasez de negligencia, crueldad, desastre, y muerte prematura.
  
La acusación de genocidio
En conclusión, algo más debe decirse sobre la acusación de genocidio, que despertó un odio irracional. El artículo II de la Convención sobre el Genocidio define el genocidio en referencia a cinco clases de actos «perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal». Estos son:
  1. Matanza de miembros del grupo;
  2. Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
  3. Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
  4. Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
  5. Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
En el contexto presente, el quinto es el más socorrido por aquellos que emplean este término. Con todo, debe recordarse que todos los cinco están calificados por la cláusula de intención, para la cual se requiere evidencia.
  
El mencionado artículo de Globe destaca el juicio de John Milloy, «el único extraño que ha accedido a la bóveda bloqueada de los archivos de Asuntos Indígenas» y autor de un libro que recuerda al de Bryce. En ese libro, A National Crime: The Canadian Government and the Residential School System (Un crimen nacional: El gobierno canadiense y el sistema de escuelas residenciales), Milloy justamente evita el lenguaje del genocidio, porque nadie en realidad estaba tratando de hacer que los niños se enfermaran o de borrar los pueblos indígenas. El asalto excesivo sobre sus familias y cultura por el estado, y la complicidad de las iglesias (¿habremos aprendido?) con el estado, condujo a la tragedia. Pero las muertes en las escuelas «se debieron primariamente a la política de pagarles a las iglesias sobre una base per cápita» que incentivó el sobrecupo y la peligrosa admisión o retención de estudiantes enfermos. Esto fue inexcusable, pero no un genocidio.
   
Además, el mero hecho de la educación remota obligatoria no llena lo especificado en la subsección quinta, aunque tienda en esa dirección. Me opongo fuertemente a esa educación. En realidad, estoy en contra de la mayoría de las leyes (irónicamente, hoy esas leyes están proliferando de nuevo, promovidas por organizaciones internacionales como las Naciones Unidas) que permiten a los agentes del estado violar la santidad de la familia, haciendo cosas a las mentes o cuerpos de los niños que sus padres creen nocivas. Pero yo no pienso que Canadá sea culpable de genocidio, o que las iglesias sean cómplices en el genocidio. Las fallas de ambos, pasadas y presentes, son suficientemente serias sin recurrir a ese término.
   
Aquellos que hablan irreflexivamente de genocidio no disuaden sino que alientan el tipo de actos que con el tiempo conducen al genocidio; actos que no hacen nada por el arrepentimiento nacional y no honran, sino que afean, a los muertos. Honrar a los muertos debe comenzar con la oración, por los que aún sean capaces de encontrar un lugar de oración. De ahí deben moverse al autoexamen, la contrición, y la penitencia o reparación, para que pueda haber reconciliación entre los hombres, y, por la divina misericordia, entre Dios y el hombre.
  
Douglas Farrow es profesor de Teología y Ética en la Universidad McGill (Montréal), y a veces ostenta la cátedra Kennedy Smith de Estudios Católicos.

VISTAS INSÓLITAS DEL VIAJE DE BERGOGLIO A CANADÁ

Bruce Joseph Andrew Myers Coleman OGS (“obispo” anglicano de Québec, con chamarra roja y esclavina negra) en el servicio novusordiano presidido por Francisco Bergoglio en el santuario de Santa Ana de Beaupré, 27 de Julio.
  
Bandera transexual de los “Dos espíritus” (indígena que ceremonialmente actúa como alguien de sexo opuesto), durante evento en el parque Muskwa en Maskwacis (Alberta, Canadá), 26 de Julio.
  
Durante el evento en el parque Muskwa en Maskwacis (Alberta, Canadá), 26 de Julio. Adviértase que hay muchas sillas vacías.
  
(Izq.) Francisco Bergoglio en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de las Primeras Naciones en Edmonton, 25 de Julio. (Der.) Detalle del báculo con “atrapasueños”
  
Itinerario de vuelo de Francisco Bergoglio desde Roma a Canadá (y de regreso).

DE LA TRADICIÓN, POSTURAS CONTRAPUESTAS

  • «La Iglesia no tiene que separarse del pasado sino que le basta reparar los organismos rotos por la Revolución y adaptarlos, con el mismo espíritu cristiano que los ha inspirado, al nuevo medio creado por la evolución material de la sociedad contemporánea, porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino  tradicionalistas» (Papa San Pío X, Carta Apostólica “Notre Charge Apostolique”, 25 de Agosto de 1910).
  • «Nos toca hacernos cargo de esta tradición que recibimos, porque la tradición es la fe viva de nuestros muertos. Por favor, no la convirtamos en tradicionalismo, que es la fe muerta de los vivientes, como dijo un pensador*» (Antipapa Francisco Bergoglio, Homilía en el estadio “Commonwhealt” – Edmonton, Canadá, 26 de Julio de 2022).
* Se refiere al historiador estadounidense Jaroslav Jan Pelikan, que del luteranismo se convirtió a la ortodoxia rusa en 1988 (aunque siguió siendo ecumenista). Él decía:
  • «Tradition is the living faith of the dead, traditionalism is the dead faith of the living. And, I suppose I should add, it is traditionalism that gives tradition such a bad name [La tradición es la fe viva de los muertos, el tradicionalismo es la fe muerta de los vivos. Y, supongo que debería añadir, el tradicionalismo es el que le ha dado a la tradición tan mal nombre]» (“The Vindication of Tradition: 1983 Jefferson Lecture in the Humanities”/La vindicación de la Tradición: Conferencia Jefferson en Humanidades 1983. Yale University Press, 1984, pág. 65).
  • «Tradition is the living faith of the dead; traditionalism is the dead faith of the living. Tradition lives in conversation with the past, while remembering where we are and when we are and that it is we who have to decide. Traditionalism supposes that nothing should ever be done for the first time, so all that is needed to solve any problem is to arrive at the supposedly unanimous testimony of this homogenized tradition [La tradición es la fe viva de los muertos, el tradicionalismo es la fe muerta de los vivos. La tradición vive en conversación con el pasado, mientras nos recuerda dónde estamos, y cuándo estamos, y qué es lo que tenemos que decidir. El tradicionalismo supone que nada se debe hacer por primera vez, porque todo lo que se necesita para resolver cualquier problema es llegar al testimonio supuestamente unánime de esta tradición homogenizada]» (“Christianity as an enfolding circle”/ La cristiandad como un círculo envolvente. Revista U.S. News & World Report, 26 de Junio de 1989, pág. 57).