Traducción por Marianus el eremita para
ADELANTE LA FE del artículo publicado por Natanael en la revista SÌ SÌ NO NO.
Familia e infancia
Giuseppe
Ricciotti nació en Roma, en la via Merulana, cerca de la Basílica de San
Juan de Letrán, el 27 de febrero de 1890, de Giovanni Ricciotti y
Margherita Gasparri. Fue bautizado en la parroquia de San Martino ai
Monti, el 9 de marzo de 1890 y confirmado el 27 de junio de 1897 en San
Juan de Letrán.
La familia de Ricciotti era espiritualmente muy cercana a la Comunidad de los Canónigos Regulares Lateranenses[1] de San Pietro in Vincoli, que estaba situada en el Colle Opio en el barrio Monti.
Giuseppe
tenía un hermano, Giacomo, que desgraciadamente era psicológicamente
inestable y murió suicidado (ahogado en el Tíber) el 29 de mayo de 1943.
Él en cambio creció sano y sereno, con un carácter abierto, bromista y
emprendedor.
La vocación religiosa
Giuseppe
comenzó el noviciado el 1 de noviembre de 1904, en los Canónigos
Regulares Lateranenses, en los que emitió los votos temporales el 4 de
marzo de 1906 y en el mes de octubre del mismo año fue transferido a
Roma a San Pedro in Vincoli, donde estaba el Colegio de los jóvenes
Profesos, que estudiaban filosofía y después teología, preparándose al
Sacerdocio. Siempre en Roma, frecuentó los cursos de filosofía y
teología en la Universidad Gregoriana, en la que se graduó en las dos
disciplinas. Contemporáneamente frecuentó las lecciones de estudios
orientales en la Universidad “La Sapienza” bajo la dirección del
celebérrimo profesor Ignazio Guidi y llegó a ser Oyente en el Pontificio
Instituto Bíblico. Además, consiguió la Licencia en Ciencias bíblicas
en la Pontificia Comisión Bíblica[2].
El servicio militar y el Doctorado en la Gregoriana
El
14 de octubre de 1911 partió al servicio militar en el Hospital Militar
del Celio en Roma y permaneció allí hasta enero de 1913, momento en que
volvió al Convento de Gubbio, en el cual hizo su profesión solemne el
27 de agosto de 1913. Allí escribió su primera obra: un librito
apologético sobre la vida del Canónigo Regular Lateranense el Beato
Arcangelo Canetoli, que había vivido en Gubbio y había muerto en 1513 en
Castiglione Aretino. El mismo año consiguió el doble doctorado en
filosofía y teología en la Universidad Gregoriana. El 30 de noviembre de
1913 fue ordenado Sacerdote en Roma en el Apollinare por el cardenal
Panfili y cantó la Misa solemne el día siguiente en San Pietro in
Vincoli.
Capellán militar de los Arditi
El
22 de septiembre de 1914, murió su padre. El joven don Giuseppe se
dolió y, al mismo tiempo, se preocupó por la suerte económica de su
madre, que podía contar solamente con la inconsistente ayuda de su
frágil hijo Giacomo. Por ello don Giuseppe pidió y obtuvo el permiso
para poder ayudarla económicamente. Para hacerlo solicitó ser asignado
como Capellán militar de los Arditi[3] de modo que la discreta paga obtenida le habría permitido enviar algo a su madre.
El
8 de agosto de 1915 tuvo su primera “prueba de fuego” durante la Gran
Guerra: estaba comiendo junto a otros soldados, cuando hacia las 13
horas comenzaron a llover las granadas austriacas a una cierta distancia
de los militares italianos. Parecía la habitual pequeña escaramuza
destinada a terminar pronto, pero no fue así. Los golpes aumentaban cada
vez más y golpearon el puesto italiano, que se salvó gracias a una gran
roca situada junto a ella y que la salvaguardó. Sin embargo, hubo
heridos y don Giuseppe junto a otros 5 voluntarios salió con las
camillas, como improvisado enfermero, para socorrer a los
desafortunados. Un caso era particularmente grave. Ricciotti dejó
escrito: “en un cierto momento vi sangre por el suelo detrás de una
roca. Rodé la roca y ¡Dios, qué vista! En el suelo había un soldadito de
la sanidad; de las cejas hasta la nuca tenía el cerebro destapado. Con
prisa y furia lo tomamos para colocarlo en la camilla y al hacerlo toda
la masa del cerebro, compacta, le cayó al suelo y por encima vi toda la
base del cráneo hasta el paladar. Lo tomé de un brazo y el brazo me
quedó casi en la mano, de lo destrozado que estaba. Me hizo más
impresión este pobrecito en aquella jornada que todas las granadas que
nos explotaron encima”[4].
En Libia
Después
del final de la guerra (4 de noviembre de 1918), don Ricciotti fue
enviado a Libia y permaneció allí hasta mayo de 1919, pero no fue tiempo
perdido ya que consiguió – pudiendo estudiar en su tiempo libre – sacar
algún provecho para su formación de estudioso de las lenguas
orientales. Finalmente, el 6 de agosto de 1919, volvió a su amadísima
San Pietro in Vincoli. Allí le fue confiada la enseñanza en la escuela
secundaria. Además, rico por la experiencia libia, don Giuseppe se
presentó el 9 de diciembre de 1919 ante la Comisión Bíbilica en el
Vaticano para hacer los exámenes de Licenciatura en Sagrada Escritura,
superándolos cum laude.
En Bolonia
El
13 de noviembre de 1920, tuvo que partir a Bolonia para enseñar lengua
hebrea y griego bíblico en el Seminario inter-diocesano. Permaneció allí
hasta junio de 1923, enseñando también allí Sagrada Escritura.
El
periodo boloñés fue muy prolífico. En efecto, realizó sus obras
(traducción y comentario) sobre “El Libro de Jeremías” (Turín, Bocca,
1923), sobre “El Libro de Job” (Turín, Marietti, 1924) y sobre “El
Cantar de los cantares”, que no será publicado hasta 1928 (por la SEI de
Turín) y que causó muchos malestares a Ricciotti, pues algunos prelados
envidiosos de la fama que iba conquistando lo calumniaron, acusando a
su trabajo de favorecer una interpretación erótica del “Cantar de los
cantares”, ya que en la Introducción había aportado algunas poesías
antiguas que fueron mal interpretadas. En Bolonia, por tanto, se
encontró bien, pero le faltaban todos los libros que habría podido
consultar en las numerosas bibliotecas de Roma. Por ello, el Abad
general lo volvió a llamar a Roma el 5 de septiembre de 1923.
A Andora para el Seminario
El
29 de octubre de 1925 fue enviado a Andora (cerca de Savona) para abrir
allí un Seminario menor. Esta fue una prueba para don Giuseppe. En
efecto, la casa que debía transformar en Seminario era pequeña y pobre.
Los colaboradores de don Giuseppe eran dos, pero jóvenes y poco
preparados y hubo de remplazarlos por otros dos elementos más válidos.
El vicario de la parroquia del pueblo, para nada preparado, se
entrometió en los asuntos del Seminario e intentó hacer él de Rector.
Además, fue confiado a don Giuseppe un encargo de libre docencia de
“Literatura hebrea del Antiguo Testamento” en la Universidad de Génova.
El viaje de Andora a Génova era largo y no ayudaba a Ricciotti a
ocuparse como debía del Seminario. En aquel tiempo, llamado allí por su
amigo y válido exegeta el padre Alberto Vaccari, comenzó también a
colaborar en la “Enciclopedia Italiana” de la Editorial Treccani,
dirigida por Giovanni Gentile, escribiendo para ella numerosas voces muy
bien redactadas; una de las primeras es “Apocalíptica literatura” (que
se remonta a 1929), que todavía hoy no ha perdido su frescura y es una
verdadera obra maestra.
De nuevo en Roma
En
ese momento, el nombre de Ricciotti comenzaba a ser conocido en los
ambientes académicos y el Abad general comprendió que Andora no era el
lugar apto para él, por lo que fue trasferido a Roma a San Pietro in
Vincoli en 1929. Don Giuseppe retomó sus estudios ayudándose del vasto
material disponible en las numerosas bibliotecas romanas y pidió poder
continuar su carrera de docente universitario en la Pontificia
Universidad Lateranense, pero le fue impuesto el veto por las
acusaciones que en el Vaticano pesaban todavía sobre él a causa de su
libro sobre el “Cantar de los cantares”. Sin embargo, con el permiso del
papa Pío XI, fue admitido para trabajar como “Ayudante subordinado” en
la Biblioteca Vaticana (aun sin hacer parte oficialmente del personal de
la Biblioteca), donde pudo consultar los numerosos y preciosos
documentos semíticos y especialmente siríacos allí presentes.
Desde
1929 a 1949 permaneció siempre en Roma, donde cambió tres veces de
resicencia: 1º) San Pietro in Vincoli (1929-1932); 2º) Sant’Agnese en la
via Nomentana (1932-1935); 3º) otra vez San Pietro in Vincoli
(1935-1949). Este último periodo es el de su madurez, después del ’49
fue trasladado al Colegio San Vittore adyacente a San Pietro in Vincoli.
Después
de 1929, continuó e intensificó su colaboración en la “Enciclopedia
Italiana”, de la cual llegó a ser Redactor de las “Materias
Eclesiásticas”. Contemporáneamente comenzó a escribir la “Historia de
Israel” (Turín, SEI, 1932, en dos volúmenes; reimpresa por la SEI de
Turín en 1997). Don Pietro Guglielmi escribe: “Por la posibilidad que
tuvo de una aplicación intensa y no distraída, el libro le salió
especialmente bien, documentado, legible” (L’Abate Ricciotti. Una via con la Bibbia e per la Bibbia,
cit., p. 89). El trabajo fue acogido con notable interés tanto en
Italia como en el extranjero y Ricciotti se apresuró a ultimar el
segundo y último volumen. Esta obra, junto a la “Vida de Cristo” (Milán,
Rizzoli, 1941)[5] y a “Pablo Apóstol. Biografía”, editada en 1946 por la Políglota
Vaticana de Roma (una ilustración de la vida y de la doctrina de San
Pablo), representa la trilogía más alta de las obras de Ricciotti.
La Historia de Israel
La
“Historia de Israel” fue compuesta por él sobre todo en la Canónica de
Sant’Agnese en la via Nomentana, en la que Ricciotti vivió de 1932 a
1935. En este periodo comenzó también a pensar en la redacción de una
“Enciclopedia Católica” italiana, que no comenzó a imprimirse hasta
1948, pero –según lo que escribe don Guglielmi– si “la iniciativa de
la Enciclopedia Católica, en el fondo se debe a él, después pasó a otras
manos, de manera belicosa. Él la había comenzado con toda la habilidad y
la pasión que solía poner en las cosas que amaba y se expresaba con
sufrimiento cuando la iniciativa le fue sustraída. Se vociferaba que en
el asunto hubiera altos prelados” (L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia,
cit., p. 100). El Padre Celestino Testore, en la voz “Enciclopedia
Cattolica” de la homónima Enciclopedia (Ciudad del Vaticano, 1950, vol.
V, col. 334) escribe que “en Italia faltaba una Enciclopedia Católica,
que pudiese estar al mismo nivel de las que hubo en distintas naciones. A
esta laguna quisieron proveer el padre Abad Giuseppe Ricciotti, de los
Canónigos Regulares Lateranenses y Monseñor Pietro Barbieri de la
Sagrada Congregación de los Sacramentos, que empezaron a actuar su
propósito en 1939…”.
En 1933, obtuvo la Docencia Libre en la
Universidad “La Sapienza” de Roma con el encargo de “Historia religiosa
del Oriente cristiano”. Desgraciadamente, su figura, muy a menudo, fue
más aceptada en los ambientes laicos (no laicistas) que en los curiales,
a causa de las incomprensiones que se remontaban a 1928 con respecto a
su obra sobre el “Cantar de los cantares”. Entre tanto, Ricciotti, se
convertía cada vez más en un personaje conocido por el público y era
llamado a menudo para dar conferencias en varias ciudades de Italia e
incluso a hacer experiencias como arqueólogo en Tierra Santa.
Un incidente doloroso
En
1933, la Pontificia Comisión Bíblica condenó, sin dar ningún nombre,
dos interpretaciones de los textos de la Sagrada Escritura (Salmo XV, 10
ss.[6]; Mt., XVI, 26[7]) aportadas por Ricciotti en su libro “Biblia y no Biblia” (Brescia,
Morcelliana, 1932). En realidad, no se trató propiamente de una condena
suya, pero todos la refirieron a Ricciottti, que enmendó las páginas de
su “Biblia y no Biblia” puestas en causa, aportando en un folio adjunto a
la nueva edición del libro los juicios de la Comisión Bíblica. En 1958,
hubo también una prohibición oficiosa y no oficial de publicar la
segunda edición de su trabajo sobre “El Cantar de los Cantares” de 1928.
Don Pietro Guglielmi escribe: “No hay duda de que una cierta aura de
desconfianza y de censura sobre Ricciotti, por cierta parte del ambiente
vaticano, permaneció durante toda su vida” (L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia,
cit., p. 103). En 1935, su nombramiento como Consultor de la Pontificia
Comisión Bíblica fue rechazado (siempre a causa de la edición del
“Cantar de los Cantares” de 1928). En resumen, se puede decir que la
figura de Ricciotti, por parte oficial, recibió muchos honores y muchos
reconocimientos, pero también mucha oposición y desconfianza.
Su obra maestra: La Vida de Cristo
La
“Vida de Cristo” fue publicada por la Editorial Rizzoli de Milán en
1941, que imprimió sólo cinco mil copias y deshizo la matriz para una
eventual segunda edición, pensando que no habría vendido muchas, pero
apenas dos semanas después de la primera edición, ya se había agotado y
se tuvo que recomponer la matriz para reimprimir el libro, que conoció
siete ediciones hasta cuando Ricciotti, en 1954, tuvo un desencuentro
con Rizzoli y pasó a la Editorial Mondadori, que, en 1974, imprimió la
decimoctava edición: en los años noventa salió la última edición con
Prefacio de Vittorio Messori.
El trabajo que más lo absorbió fue
la “Vida de Cristo”, que es también su “obra maestra”; comenzó a
trabajar en ella en 1939. Lo dio a conocer en todo el mundo y le dio la
máxima notoriedad. El tono del libro es científico, pero al mismo tiempo
lleno de pathos y de contemplación sapiencial y escrito en un italiano
muy elegante y fluido. Como escribía Ricciotti en su Prefacio: “He osado
incluso imitar la impasibilidad de los Evangelistas, que no tienen ni
una exclamación de alegría cuando Jesús nace ni un acento de lamento
cuando muere”.
La sola idea de componer una Vida de Jesús le
espantaba, pero cuando vio que las nubes de una Segunda Guerra Mundial
se hacían cada vez más densas sobre Europa, tomó la iniciativa. Durante
el servicio militar como Capellán de los Arditi en la Gran Guerra, había
hecho voto de escribir una Vida de Cristo, si volvía a casa sano y
salvo. Europa estaba nuevamente a punto de ser inundada por la sangre de
sus hijos y comprendió que “la humanidad se encontraba como echada en
un catre semejante al de los soldados en la Gran Guerra con un Evangelio
manchado de sangre”. Por tanto, se puso alegremente a la obra. Su
hermoso libro sobre Jesús lo escribió parcialmente en Roma, pero en gran
parte en Gubbio, en la Canónica de San Secondo, de la que era Abad
titular. “Se retiraba allí en una habitacioncita interna, lejos de la
calle y de los ruidos, pequeña y casi llena por una larga mesa donde
podía abrir y tener en desorden libros y folios de papel; escribía
durante horas, con una manta sobre los hombros, confortado de tanto en
tanto por una tacita de café caliente” (P. Guglielmi, L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia, cit., p. 124).
En
noviembre de 1940, se desplazó a Milán para entregar personalmente al
Comendador Rizzoli su “Vida de Cristo”. Fue imprimida en abril de 1941.
En
1935, don Giuseppe fue nombrado Procurador General de los Canónigos
Regulares Lateranenses y tuvo que trasladarse a la Curia Generalicia en
San Pietro in Vincoli. Este encargo era prestigioso, pero le obligaba a
cuidar las relaciones con la Curia vaticana, que en gran parte le era
hostil. Don Guglielmi escribe: “Debía frecuentar ese mundo particular de
las Congregaciones vaticanas, del cual espiraba para él el gélido
viento de la desconfianza y de la frialdad. En realidad, no iba a gusto
ni a menudo a esos ambientes, hasta perder la razón. Y algunas veces los
hermanos, sobre todo los de fuera de Italia, murmuraron por las
inesperadas e injustificadas lentitudes o falta de respuestas a sus
instancias” (L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia, cit., p. 111).
En
todo caso, siguió siendo disciplinado y observante de la vida religiosa
en común. Don Giuseppe era un cultor de la vida en común y era también
un habitual hombre de oración.
Flavio Josefo
En
1938, estuvo al cargo de una obra poderosa por mole y erudición:
“Flavio Josefo traducido y comentado”. “La Guerra de los Judíos” fue
publicada por la editorial SEI de Turín en 1937, pero precisamente ese
año, cuando tenía apenas cuarenta y ocho años y había tenido siempre una
óptima salud, fue aquejado de un ataque de gota aguda en la pierna
izquierda, hizo también curas termales en Cave, pero “se habían
anunciado los síntomas precedentes del oscuro mal en las piernas que lo
atormentará a partir de entonces, obligándolo a infinitas curas médicas y
finalmente le hará terminar en silla de ruedas” (P. Guglielmi, L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia, cit., p. 116).
La Vida de San Pablo
Durante
la Segunda Guerra vivió en Roma “imitando al cardenal Cayetano, que,
durante el Saco de Roma de 1527, seguía imperturbable en su Convento,
escribiendo tratados teológicos” (P. Guglielmi, L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia, cit., p. 121). Ricciotti trabajó entonces en torno a la vida y al pensamiento de San Pablo.
Al
comienzo de 1939 preparó y revisó para la publicación con la Editorial
Salani de Florencia “La Sagrada Biblia”, que había sido publicada ya en
1929 por la Librería Edictrice Fiorentina, obra que fue republicada más
veces (la última reimpresión fue hecha por la Editorial Effedieffe de
Proceno di Viterbo en 2016).
Dos tristes lutos
El
29 de mayo de 1943 desapareció su hermano Giacomo, no volvió a casa,
estaba mal psicológicamente y, después de muchas trepidaciones y
búsquedas, el cadáver fue repescado en el Tíber hacia mediados de junio.
En el mismo periodo, la hija del difunto Giacomo, Fausta, se enfermó de
tisis. Don Giuseppe la hizo ingresar en el Sanatorio de Gubbio, que
estaba cerca de la Canónica de San Secondo, de la que era Abad titular y
adonde se desplazaba a menudo, pero la jovencita no se curó y se apagó
en Gubbio el 7 de enero de 1946. Estos dos lutos le apenaron mucho y le
hicieron derramar muchas lágrimas. Don Giuseppe dedicó su obra “Pablo
Apóstol” a sus dos queridos familiares difuntos.
En 1949 estuvo al
cargo de la traducción y las notas de “Las Cartas de San Pablo Apóstol”
(Roma, Coletti), en 1951 “Los Hechos de los Apóstoles traducidos y
comentados” (Roma, Coletti) y en 1956 un libro muy interesante y todavía
actual “Juliano el Apóstata” (Milán, Mondadori), su último libro.
En
abril de 1949 se embarcó en Nápoles hacia América Latina (Brasil,
Argentina, Chile, Colombia y Perú). En Chile fue huésped del Cardenal
José María Caro (el autor del libro “El misterio de la Masonería”,
Buenos Aires, Editorial Difusión, 1954), Arzobispo de Santiago de Chile,
que había leído casi todos los libros de Ricciotti y quiso tenerlo como
huésped en el Obispado.
En 1950 comenzó a enseñar en la Universidad de Bari. En 1954 se desplazó a España para una serie de conferencias.
En
1949, después de haber sido liberado de los deberes de dirección de la
Orden en 1946, se había trasladado al Colegio San Vittore en via delle
Sette Sale número 24, que fue su última residencia terrena y donde se
apagó en 1964 a los 74 años. El Colegio San Vittore fue instituido en
1946 como Colegio Internacional para la formación espiritual e
intelectual de los jóvenes estudiantes provenientes de las distintas
Provincias de la Orden. La obra fue realizada después de haber despejado
una hermosa propiedad cerca de San Pietro in Vincoli. Desde el 30 de
noviembre de 1949 al día de su muerte (22 de enero de 1964), el Abad
Ricciotti vivió allí.
La parte final de su vida
Con
1949 comenzó también la fase final de su vida, que declinó mucho a
partir de 1956. En el ’49 don Giuseppe tenía sólo 59 años, pero su
físico robusto había sido ya parcialmente minado en 1938, 11 años antes,
por una fuerte gota que, en 1956, lo llevó a la parálisis y a vivir en
silla de ruedas. “A menudo estos dolorosos procesos de decadencia vienen
acompañados de sorprendentes caminos espirituales. Esto se ve
especialmente en la vida de los buenos sacerdotes, cuando son personas
habitadas por Dios y que habitan en Dios. En el Reino de Dios no nos
jubilamos; realizada su propia parte, el buen sacerdote se abandona a
los diseños misteriosos de Dios y, si no se puede hablar de Dios a la
gente, se hablará de la gente a Dios” (P. Guglielmi, L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia, cit., p. 137).
“Su
vida religiosa fue para él, como lo es para todos, un recorrido. Desde
el periodo juvenil, caracterizado por un cierto espíritu arrogante y por
el deseo de emerger, a la inmovilidad de la vejez, con el cortejo de
silencios, dolores y de soledad, caracterizada por largas oraciones y
por tanto desprendimiento, tuvo que hacer camino. Ya no escribía, no
sólo y no tanto por el deterioro físico y psíquico, sino también porque
no estaba convencido de la utilidad de hacerlo; repetía, de vez en
cuando, el aforismo (que alguno atribuye al padre Réginald
Garrigou-Lagrange): ‘Cuando era joven yo enseñaba de todo. De adulto
sólo lo que sabía. Ahora que soy viejo enseño poco y menos de lo que
sé’. Ahora ya se preparaba a morir”.
El declive y el final
Hacia
1956, sufrió un desplome de salud en el que se manifestaron de manera
muy fuerte graves males físicos: citas médicas, ingresos, intervenciones
quirúrgicas. En 1959 un mal más grave alarmó a quienes vivían a su
lado. Fue por ello que tuvo que comenzar a celebrar la Misa sentado, se
levantaba sólo en el momento de la consagración, pero muy pronto tuvo
que celebrar en la habitación, sentado siempre y sólo la Misa votiva de
la Virgen. Después no pudo ya dejar la silla de ruedas, pero no perdió
su habitual buen humor. “Aun viviendo en la silla de ruedas, no perdió
el tiempo de sus jornadas, ni lo hacía perder a quien estaba a su lado
con excesivas solicitudes de asistencia. Se hacía poner delante de una
mesa con atril y se hacía preparar algunos volúmenes de la Enciclopedia
Italiana o de la Católica, o también algunos clásicos (la Divina
Comedia, los Novios, la Imitación de Cristo – que conocía casi de
memoria – y Pinocho…). Y pasaba las páginas despacio… cuando los ojos se
cansaban tomaba el Rosario y oraba. Esperaba pacientemente que fueran a
recogerlo para ser conducido al refectorio de la Comunidad, donde el
encuentro fraterno le rompía la pensativa soledad. En 1962 fue ingresado
de nuevo, primero en la Clínica “Valeria” (en Monte Sacro) y después en
el Policlínico Umberto I (Clínica neurológica del Prof. Rizzo);
finalmente en el Hospital San Camillo. El 30 de noviembre de 1963 se
celebraba el 50º aniversario de su Ordenación sacerdotal. Muy agotado,
se prestó a la fiesta que se le quiso hacer. Sin embargo, la disfrutó y
se conmovió visiblemente. El último ingreso fue el 11 de enero de 1964.
Murió el 22 de enero. Al hermano que le asistía, le dijo, como últimas
palabras (estaban recitando tranquilas jaculatorias): ‘Continúa tú, no
puedo más’ y entregó el alma a Dios” (P. Guglielmi, L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia, cit., p. 147).
Juliano el Apóstata y la Fe de Ricciotti
El
último libro de Ricciotti se titula “Juliano el Apóstata” y se imprimió
en 1956, precisamente cuando comenzaron los males serios para su salud y
el inicio de su declive. ¿Por qué Ricciotti se interesó por la figura
de Juliano, que se embarcó en la aventura –carente de grandes
esperanzas– de hacer volver a Roma al Paganismo? Según don Guglielmi
fue el problema de la Fe el que movió a Ricciotti a sondear el motivo
por el que el Emperador Juliano –inteligente, sensible y no desprovisto
de una cierta rectitud moral– odió al Cristianismo y se volvió hacia
el Paganismo antiguo. En resumen, la llave para abrir la puerta de la
personalidad de Ricciotti debe ser buscada en la Fe y no en la cultura.
Ricciotti no fue sólo o principalmente un gran escritor, un gran
biblista, sino sobre todo un gran buscador de Dios, un verdadero
religioso y sacerdote, que profundizó con el estudio su vocación
religiosa, dirigida totalmente a la gloria de Dios también mediante la
investigación erudita y los estudios escriturísticos.
En el libro
sobre Juliano, Ricciotti sondeó el alma del Emperador para intentar
comprender qué pudo mover a un hombre culto y refinado como él a una
empresa tan absurda. Encontró un motivo, que explicaba el modo de actuar
de Juliano en el hecho de que su tío, el Emperador Constancio, de Fe
cristiana pero muy mezquino espiritualmente hizo exterminar a toda su
familia. Este motivo encendió en el alma de Juliano (que no supo
distinguir la religión de Cristo de sus falsos fieles) un odio hacia el
Cristianismo y un deseo de venganza que le llevó a abrazar la causa, ya
perdida, del Paganismo. La lectura del libro resulta agradable e
interesante, tanto desde el punto de vista histórico, como desde el
psicológico-espiritual.
Ricciotti vio él también (pero de modo
distinto que el Emperador Juliano) no sólo las bellezas, sino también
las miserias de los hombres de Iglesia, que a menudo lo persiguieron por
envidia y celos y eso le hizo comprender (no justificar) la actitud y
la reacción de Juliano, que él evitó aceptando los límites del elemento
humano de la Iglesia, la cual, sin embargo, es divina en sí misma.
Desgraciadamente, Juliano no consiguió hacerlo. Este es el grave límite y
la tragedia de la vivencia interior de Juliano, definido el “Apóstata”
en el título mismo del libro de Ricciotti, precisamente para hacer
comprender explícitamente que, aun habiendo sondeado las profundidades
de su alma, no compartió su decisión, que, sin embargo, había
comprendido bien. Don Guglielmi escribe: “Ricciotti vio esplendores y
miserias en el edificio de la Iglesia, pero se albergó en él sin
vacilaciones ni lamentos; no sólo, obedeció también. No expresó jamás
una duda o escepticismo en sus libros; ciertamente luchó y se esforzó
por custodiar su Depositum Fidei; en el curso de la vida fue herido, pero supo mantener la serenidad de la Fe” (L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia, cit., p. 165).
Conclusión
Como
nos enseña don Guglielmi, que conoció personalmente a Ricciotti, son
tres los eventos que lo maduraron interiormente: 1º) el sufrimiento en
la trinchera como Capellán de los Arditi; 2º) la observancia fiel de la
Regla de los Canónigos Regulares Lateranenses; 3º) la oración personal
acompañada del estudio riguroso. La vida de Ricciotti fue un largo acto
de inteligencia que contempla y de voluntad que ama. El conocimiento de
Dios nos lleva a amarlo, pero el amor de Dios está también en la base de
su conocimiento. En efecto, se busca y se conoce sólo lo que ya se
desea y se ama.
Que el ejemplo de su vida y de su doctrina pueda
ayudarnos a conocer, amar y servir a Dios y, por medio de esto, salvar
nuestra alma.
Natanael
NOTAS
[1]
Son una rama de la Orden de los Canónigos Regulares de San Agustín, que
comúnmente son considerados la Orden más antigua de la Iglesia.
[2] Cfr. P. Guglielmi, L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia (1890-1964),
Roma, Coletti, 2004. Para este artículo me baso en este libro de don
Pietro Guglielmi, ex-Abad General de los Canónigos Regulares
Lateranenses y alumno de Ricciotti.
[3] Arditi fue el nombre adoptado por los soldados de asalto de élite del Regio Esercito italiano en la Primera Guerra Mundial (ndt).
[4] Citado en P. Guglielmi, L’Abate Ricciotti. Una vita con la Bibbia e per la Bibbia (1890-1964), Roma, Coletti, 2004, p. 34.
[5] De la cual se han hecho 16 traducciones.
[6]
“Porque tú, oh Señor, no abandonarás mi alma en los infiernos, ni
dejarás que tu pío vea la corrupción”. Ricciotti no había referido este
versículo directamente a la Resurrección de Jesús.
[7]
“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si después pierde su
vida?”. Ricciotti había escrito que el sentido literal del versículo no
se refería a la vida eterna y a la salvación del alma.