El árbol de la vida (Berthold Furtmeyr, Miniatura del Misal de Bernardo de Rohr, arzobispo de Salzburgo, 1481-1482).
Puesto en Edén fue un árbol
Llamado de la ciencia del bien y el mal,
Del cual Dios a Adán so pena de muerte vedó
Alargar su mano y de su fruto comer.
Mas satanás, por siempre maldito,
Desterrado del Cielo que fue,
Con fin de atraer a su causa más séquito,
De ese árbol a Eva platicar en serpiente.
Ella, seducida por su aspecto delectable,
Comió y a su esposo Adán ofreció,
Por lo cual Dios en su indignación arrojó
Del paraíso, con sentencia perpetua.
Cinco milenios después, de ése arbol
Cuyo fruto la muerte reportó,
Se hizo salvífico en la cima
Del calaverado monte, en tierra árida.
En este nuevo, llamado Cruz,
Entre cielo y tierra trae paz
Con su muerte nuestro amado Jesús
Nos dio vida y eterna salvación.
A su pie nos llama pía
Para acoger el sacrificio
La gloriosa Santa María
Que en su corazón padeció.
Que confesemos y honremos contritos
El árbol santo de la Cruz conviene
Do fue expiado el primer pecado,
Y la redención llegó a su culmen.
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