Jesús tentado en el desierto (Mosaico en la Basílica de San Marcos, Venecia)
Pregunta. ¿Qué pedís diciendo: No nos dejes caer en tentación?
Respuesta. Que no nos permita dar consentimiento a las
tentaciones del demonio.
EXPLICACIÓN: No basta que Dios por su gran misericordia nos
perdone nuestros pecados, como se lo suplicamos en
la petición anterior, sino que es necesario, además,
que su divina mano nos sostenga para no volver a
cometerlos; por eso le pedimos en ésta, que no nos
deje caer en la tentación. ¿Y qué cosa mas necesaria?
La vida del hombre es una tentación sobre la
tierra, es una guerra, dice el Santo Job. Tenemos
que pelear continuamente con el mundo, el demonio,
y la carne, cuyas armas son las tentaciones. El mundo
nos tienta con sus riquezas, honras y placeres, con
sus malos ejemplos y peores discursos, con sus modas
indecentes y lenguaje escandaloso. El demonio
nos tienta representándonos con viveza las glorias del
mundo, y diciéndonos como a Jesucristo en el desierto:
Todo esto to daré, si de rodillas me adorares; provocando nuestra concupiscencia con inclinaciones
obscenas, y sugiriéndonos pensamientos malignos
de todas clases. Finalmente, la carne nos tienta
rebelándose continuamente contra el espíritu; resistiéndole
porfiadamente, y trabajando incesantemente
en hacer que consienta con sus desordenados deseos.
¿Cómo, pues, podremos sostenernos contra
enemigos tan peligrosos, tan sagaces y tan porfiados,
ni salir con la victoria en una pelea tan desigual, tan
empeñada y tan duradera, que no cesa sino cuando
cesa la vida? Nuestra ruina será inevitable, si la mano
poderosa de Dios no nos sostiene; lo que debemos
pedirle con gran fervor e íntimo deseo de ser
socorridos. Pero se debe advertir que no se nos ha
dicho que pidamos a Dios que nos libre de ser asaltados
de la tentación, sino que no nos deje caer en
ella; pues el pecado no consiste en padecer la tentación,
sino en el consentimiento que desgraciadamente
le presta nuestra voluntad. La tentación es una
prueba a que somos puestos, permitiéndolo Dios para
que le probemos nuestra fidelidad y nuestro amor:
si resistimos a ella y la vencemos, somos buenos soldados,
buenos siervos, buenos hijos, y crecemos en
gracia, en virtud y en merecimiento; pero si cedemos a ella por nuestra debilidad, o le abrimos la
puerta por nuestra malicia, caemos en el pecado y
nos hacemos enemigos de Dios. Esto es de lo que
pedimos a Dios que nos libre, diciéndole: no nos dejes caer en la tentación. También le pedimos que nos libre de ser asaltados de algunas tentaciones que
son para nosotros de mucho mayor peligro que otras
en que corramos menos riesgo.
Canónigo Magistral SANTIAGO JOSÉ GARCÍA MAZO. Catecismo explicado de la Doctrina Cristiana, Parte Segunda. Ciudad de México, imprenta de La Voz de la Religión, año 1852.
El artículo está muy claro, no obstante el Padrenuestro tanto en su original griego como en su traducción latina dice que Dios prueba (eifero) la traducción latina dice "inducas" y esto contradice la idea principal del artículo "Pero se debe advertir que no se nos ha dicho que pidamos a Dios que nos libre de ser asaltados de la tentación".
ResponderEliminarDe hecho, "no nos dejes caer" es una traducción errónea y así a sido por mucho tiempo, las traducciones originales del latín en inglés, italiano y alemán por ejemplo, respetan tanto el griego como el latín.
Por el Papa Francisco ya no :(
EliminarEsto no invalida el punto y es que si pedimos aquello que no está en la oración no estamos rezando conforme a quien nos la dio, y no obtendremos los beneficios correspondientes. Si donde dice pan decimos agua no sirve. No es una cuestión de obediencia ciega a Bergoglio, sino una obediencia clara a Cristo quien nos enseñó a orar y por ser la Verdad no puede equivocarse a diferencia de los hombres que siguen al error.
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