Una frase que usan los antisedevacantistas es la siguiente:
«Incluso si el Papa fuera Satanás encarnado, no debemos levantar nuestras cabezas contra él, sino que con calma deberíamos reposarlas en su regazo. Quien se rebela contra nuestro Padre se condena a muerte, puesto que lo que le hacemos a él, se lo hacemos a Cristo:Honramos a Cristo si honramos al Papa; deshonramos a Cristo si deshonramos al Papa.Se muy bien que muchos se defienden a sí mismos alegando: “¡Son tan corruptos y hacen las obras del mal!”. Mas Dios ha ordenado que si los sacerdotes, los pastores, e incluso el Vicario de Cristo en la tierra fueran demonios encarnados, les seamos obedientes y sujetos, no por amor a ellos, sino por amor a Dios y por obediencia a Él».
La frase en cuestión procede de la carta 28 que Santa Catalina de Siena dictara en Noviembre de 1373 a su discípulo y amanuense Raniero “Neri” di Landoccio dei Pagliaresi para los hermanos Bernabé y Galeazzo Visconti, Señores de Milán, que habían sido excomulgados en Enero del mismo año por el Papa Gregorio XI porque aquellos conquistaron Reggio Emilia dos años atrás (es de advertir que Reggio Emilia era gobernada por la Casa de Este, vasallos del Papa –en ese entonces, atacar a los territorios papales era causal de excomunión según la Bula “In Cœna Dómini”, proclamada hasta 1770 cada Jueves Santo–). Los Visconti habían solicitado a la virgen de Siena que mediara entre ellos y el Papa, para que les levantara la excomunión, que les representaba además pérdidas económicas por los saqueos a sus bienes y el boicot comercial a la ciudad.
A ellos, Santa Catalina les recuerda que la Iglesia es la única depositaria de las llaves de la Sangre de Cristo (los Sacramentos), y que fuera de ella no hay remisión de pecados:
«Aun cuando el Papa fuese un demonio encarnado, no debería levantar la cabeza contra él, sino inclinarme ante su autoridad y pedirle esa sangre de la que no puedo participar de otro modo. Y por eso os suplico que no os rebeléis contra vuestro jefe. Rechazad las investigaciones del diablo que os sugiere ser vuestro deber combatir a los malos pastores de la Iglesia. No le creáis y no tratéis de juzgar lo que no os concierne. Nuestro Salvador lo prohibe; ha declarado que eran sus ungidos y no quiere que ninguna criatura ejerza una jurisdicción que se ha reservado a sí mismo.Si los sacerdotes nos despojasen de nuestros bienes, deberíamos preferir perder antes nuestros bienes temporales y la vida del cuerpo que los bienes espirituales y la vida de la gracia» (en JOHANNES JÖRGENSEN, Santa Catalina de Siena, Madrid, Ed. Voluntad 1924, pág. 273 – traducción de Juan de Hinojosa).
La advertencia de «no juzgar lo que no concierne» se debe entender en que los fueros eclesiásticos deben ser respetados por el gobernante seglar, como también en cuanto a las faltas privadas (que son las que aducen los herejes de todas épocas para justificar su rebelión contra la Iglesia). No así a los crímenes contra la Fe (Herejía, Cisma y Apostasía), que tienen la particularidad de ser de carácter público, y que quien incurría en ella, además de excluirse de la Iglesia, podía entonces ser relajado al brazo seglar.
Y en ese sentido, Gregorio XI (que regresó a Roma a pedido de Santa Catalina de Siena, y por causa de la “Guerra de los Ocho Santos” entre los Estados Papales y la alianza de Florencia, Milán, Pisa, Luca, Siena y otras ciudades italianas) condenó tres afirmaciones de los franciscanos españoles Pedro de Bonageta y de Juan de Latone, catorce artículos del código alemán Sachsenspiegel (“Espejo sajón”) y 19 afirmaciones del teólogo inglés Juan Wiclef (que será condenado póstumamente como hereje en el Concilio de Constanza). Cosa muy distinta a lo que han hecho desde Roncalli Marzolla en adelante, que solamente “llaman al orden” a los teólogos heterodoxos sin proferir mayor condena judicial, PORQUE ELLOS SON HEREJES QUE USURPAN LA AUTORIDAD PAPAL Y QUE CON TODA VERDAD SERÁN CONDENADOS POR SANTA CATALINA DE SIENA.
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