Amabilísimo Señor nuestro Jesucristo, que con el precio de
vuestra preciosísima Sangre habéis redimido al mundo, volved misericordioso vuestro rostro sobre la pobre humanidad que casi en gran parte yace todavía inmersa en
las tinieblas del error y en las sombras de la muerte, y haced que sobre ellos resplandezca por entero la luz de la Verdad. Multiplicad, oh Señor, los apóstoles de vuestro Evangelio, enfervorizad, fecundad, bendecid con vuestra
gracia su celo y sus fatigas; a fin de que por su medio todos los infieles Os conozcan y se conviertan a Vos, su Creador y Redentor. Volved a llamar a los errantes a vuestro rebaño, y a los rebeldes al seno de la única y verdadera Iglesia que Vos fundásteis. Apresurad, oh amabilísimo Salvador, el esperado advenimiento de vuestro Reino
sobre la tierra, atraed a vuestro dulcísimo Corazón a todos los hombres, para que todos podamos participar de los incomparables beneficios de vuestra Redención en la eterna felicidad del Paraíso. Amén. (300 días de Indulgencia cada vez que se rece. Plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas. Sagrada Penitenciaría Apostólica, 18 de Mayo de 1926).
Ut omnes errántes ad unitátem Ecclésiæ revocáre, et infidéles univérses ad Evangélii lumen perdúcere dignéris: Te rogámus, audi nos. (300 días de Indulgencia cada vez).
Ut omnes errántes ad unitátem Ecclésiæ revocáre, et infidéles univérses ad Evangélii lumen perdúcere dignéris: Te rogámus, audi nos. (300 días de Indulgencia cada vez).
ERA la oración favorita de mi madre, cuando rezaba el santo rosario
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