jueves, 14 de abril de 2022

JUDAICA PERFIDIA: LA ORACIÓN DEL VIERNES SANTO

Artículo publicado en italiano por Luca Farina para Templum Dómini, vol. VIII (Septiembre-Octubre de 2021), págs. 46-49. Traducción propia.
   
Una oración controvertida, mal interpretada y mal traducida: estamos hablando de la célebre oración por los judíos prevista por la liturgia del Viernes Santo. No son pocos los problemas, en realidad: algunos polemistas han precisamente visto aquí las justificaciones teológicas para la Shoá.
   
Para entender totalmente cuáles fueron las cuestiones en torno a ella, es necesario analizar el sustrato teológico de referencia y la liturgia en la cual está situada [1].
  
El pueblo de Israel era el elegido de Dios: todo el Antiguo Testamento es la historia de la primera alianza; en nombre de Yahvé los hebreos vencen las guerras, conquistan los territorios y ofrecen los sacrificios, en espera del Mesías. Aquel que los patriarcas aclamaban y de quien los profetas hablaban (cfr. antífona ambrosiana Omnes Patriárchæ) después vino a la tierra: Jesucristo Salvador, fundador de la nueva y eterna alianza en Su Sangre; la Iglesia se convierte el verus Ísraël. La precedente, por ende, es anulada: la salvación ya no se da por la pertenencia etnológica y por el signo carnal de la circuncisión, sino por la adhesión, por medio del sacramento del bautismo, a la vida de gracia en la fe trinitaria. De ahí se sigue una necesidad impelente para el pueblo judío que desea salvarse: ir más allá del Antiguo Testamento (no rechazar la Torá, sino llegar a su perfecto cumplimiento, porque la gracia ha superado la ley) y reconocer a Jesucristo como el Mesías.
    
Ahora, estas expresiones podrán parecer a alguno como ejemplo de antisemitismo: ¡nada más falso! El antisemitismo se basa en una visión protestante que vincula intrínsecamente el comportamiento de un individuo (y por ende también su religión) con su origen étnico. No es casual, en realidad, que el nazismo persiguió no solo a los judíos observantes, sino también a los que simplemente tenían orígenes judaicos (piénsese en el caso de Edith Stein, que en 1942 se convirtió y se hizo monja carmelita).
   
Desear, en cambio, la conversión de alguien no es violencia u odio, sino la más grande caridad: la de la Verdad. Es con este espíritu que la Iglesia ha horado y continúa horando por la salvación del pueblo judío.
  
La oración está situada en el corazón del año litúrgico, precisamente en el seno del Sacro Triduo. Ilustremos pues la función según las rúbricas del Misal de San Pío V, que quedó íntegro hasta la nefasta reforma pacelliana de la que hablaremos a continuación.
  
El viernes santo (Feria Sexta in Parásceve) es caracterizado por la ausencia de la Misa verdadera y propia: en su lugar se celebra, según la expresión antiquísima, la Missa Præsanctificatórum. Los sagrados ministros llegan al altar con todos los ornamentos, de color negro, y se postran en tierra ante el altar. Después de las lecturas, tienen lugar las oraciones solemnes, la adoración de la Cruz y la comunión del solo celebrante con la Sagrada Especie consagrada el día anterior y llevada en solemne procesión.
   
Celebración del Viernes Santo, antes de Pío XII. Las oraciones son proclamadas in cornu epístolæ, como las Colectas.
   
Es en el momento de las preces que se ubica la oración incriminada. Después de haber pedido por la paz y la unión de la Iglesia, el papa, el clero y el pueblo, el emperador, los catecúmenos, la liberación de los males, y el retorno de los herejes y cismáticos, la penúltima recita así:
Orémus et pro pérfidis Judǽis: ut Deus et Dóminus noster áuferat velámen de córdibus eórum; ut et ipsi agnóscant Jesum Christum, Dóminum nostrum [sin Leváte ni Flectámus génua, en seguida se prosigue].
  
Omnípotens sempitérne Deus, qui étiam judáicam perfídiam a tua misericórdia non repéllis: exáudi preces nostras, quas pro illíus pópuli obcæcatióne deférimus; ut, ágnita veritátis tuæ luce, quæ Christus est, a suis ténebris eruántur.  
Podemos identificar fácilmente los sintagmas que han creado embarazo: pro pérfidis Judǽis y judáicam perfídiam. ¿Dónde está el malentendido? No debemos dejarnos engañar por el significado del adjetivo pérfidus: la filología de la palabra nos explica en realidad que la expresión pérfidus tiene una doble etimología: por un lado tenemos fœdus como fealdad moral, y por ende pérfidus es el malvado; por el otro, lo que los Padres han aplicado aquí, fœdus significa pacto, y el pérfidus es aquel que desprecia las promesas y falta a una fe entendida en sentido teológico; en sustancia, deviene sinónimo de infidélis. En tal sentido, los judíos son así caracterizados por haber despreciado las profecías bíblicas que anticipaban a Cristo. Del resto, así comenta San Agustín el salmo 54: «Iníquus est qui non habet fidem; quod ergo hic ait iniquitátem, perfídiam intéllego». Esta es también la línea expresada en la bula Cœca et obduráta hebræórum perfídia de Clemente VIII.
   
La oración como era antes de la reforma de 1955
    
Esta oración nació, según algunos estudiosos, en el siglo VI, atendiendo al texto Περὶ πάσχα de Melitón de Sardis (siglo II). Según otros, había la explícita voluntad de responder, con caridad cristiana, a expresiones bien diferentes en la Birkat Ha Minín, como la siguiente: «Que no haya esperanza para los meshumadím [=apóstatas]; se desarraigue prontamente en nuestros días el reino de la soberbia; y perezcan en un instante los nozrím [=los nazarenos] y los miním [los herejes]; sean borrados del libro de los vivientes y no sean escritos con los justos. Bendito seas tú que doblega a los soberbios» [2]. Se entiende con qué espíritu la Iglesia había respondido: expresiones que tal vez, hoy, pueden parecernos un poco fuertes pero que podemos sintetizar con esta expresión de Francesco Cancellieri, estudioso de las ceremonias pontificias: «reproches, pero paternos y afectuosos» [3].
   
Apurada la honestidad de los compiladores del Misal Tridentino, debemos considerar cómo la oración era traducida en los misalitos y en los folletos para los fieles. Muchos, en realidad, tergiversaron el sentido originario de la palabra y tradujeron con “pérfidos”, ofreciendo ocasión a las críticas: así Pío Alberto Del Corona en 1893, y Edmondo Battisti nel 1921.
   
Otros, en cambio, pusieron en luz la infidelidad: en 1915 el benedictino Alfredo Ildefonso Schuster publicó, por la imprenta de la Tipografía políglota vaticana, un libreto, acompaádo de la bendición de Benedicto XV, en el cual se presentan y traducen las oraciones del viernes santo: los sintagmas son traducidos como “infieles judíos” y “no omites ni a los mismos judíos” [4].
   
Mientras en la Europa laica serpeaban sentimientos (estos sí) de antisemitismo, un grupo de clérigos, junto con la convertida del judaísmo Francisca von Leer, fundaron la asociación Amíci Ísraël, dedicada a la remoción de las imágenes negativas sobre el pueblo judío a fin que ellos pudiesen abrazar con más facilidad la fe cristiana. En 1928, ellos demandaron a Pío XI la revisión de la oración incriminada; el pontífice envió la cuestión a la Sagrada Congregación de los Ritos, que consultó a Schuster como perito: él responde diciendo que era necesario eliminar todo lo que pudera general inútil superstición en el pueblo (ya condenada por San Gregorio Magno) como la faltante genuflexión [5]. Pero el Santo Oficio se opone: según el cardenal Merry del Val y el Padre Sales, era necesario en cambio aceptar el término pérfidus en cuanto etimológicamente correcto, y no abrir el camino a reformas de ritos tan antiguos. Sobre este último punto vieron en forma extremadamente correcta.
   
Una apología del término aparece en 1931 por el jesuita Louis Escoula en la Revue apologétique: las traducciones vernáculas eran las que malentendían un significado teológicamente correcto. Entre tanto, se continuaron produciendo opúsculos y subsidios; el 10 de Junio de 1948, interrogada en mérito, la Sagrada Congregación de Ritos responde afirmativamente a la petición de poder traducir pérfidus/perfídia con infieles/infidelidad.
   
Después del drama de la persecución nazi, algunos estudiosos judíos pidieron a Pío XII cambiar o suprimir la oración porque, según algunos, precisamente incitó al exterminio. Mucho más cauta fue la postura del sacerdote convertido del judaísmo John Oesterreicher, que sostenía la necesidad de traducciones y explicaciones adecuadas, también en relación a la genuflexión faltante.
   
La reforma pacelliana de 1955, la cual estaban los padres Aníbal Bugnini Ranieri y Carlo Braga Bramini ya estaban trabajando durante algunos años por orden de Pío XII llegó a socavar la Misa de los Presantificados y a reintroducir, sobre todo por presión del cardenal Augustin Bea, la genuflexión, uniformándose a las otras ocho oraciones.
   
La notación con la oración reformada pacelliana
  
En pocos años, a este punto, cambiaron muchas cosas: en 1959 Juan XXIII suprime los términos pérfidi/perfídia: esto fue apreciado (y por ciertos versos, deseado) por Jules Isaac, que después tendrá un gran impacto en Nostra Ætáte. Pero el gran cambio sucede con el misal montiniano: la oración de 1970 es muy diferente a la precedente, y así dice:
Orémus et pro  Judǽis, ut, ad quos prius locútus est Dóminus Deus noster, eis tríbuat in sui nóminis amóre et in sui fœ́deris fidelitáte profícere. Omnípotens sempitérne Deus, qui promissiónes tuas Ábrahæ ejúsque sémini contulísti, Ecclésiæ tuæ preces cleménter exáudi, ut pópulus acquisitiónis prióris ad redemptiónis mereátur plenitúdinem perveníre.
Esta oración refleja un cambio de comportamiento: si es justo evitar formas de discriminación y de violencia, es también justo y necesario tener el deber de predicar la verdad. Si florecen momentos de oración común cristiano-judaica, ¿cómo se puede anunciar que Jesucristo es el verdadero camino?
      
La Iglesia pues ha orado en la forma correcta: no por la ruina y la perdición de los judíos, sino por su salvación; la judaica perfidia no consiste en reproponer estereotipos de los cuales hacemos menospreciar, sino en indicar con franqueza que la antigua alianza ha dejado de existir, y Cristo es el único, necesario y universal Salvador.
 
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA
DANIELE MINOZZI. Giudaica perfidia. Uno stereotipo antisemita fra liturgia e storia. Bolonia, Il Mulino, 2014 [El texto fue utilizado para atender a la vasta mole documentaria, rechazando la óptica relativista e indiferentista en el plano religioso].
  
NOTAS
[1] El presente es querido: distintas comunidades (no necesariamente sedevacantistas) usan todavía este antiguo formulario.
[2] Tomado de Jean Maier, Gesù Cristo e il cristianesimo nella tradizione giudaica antica, Brescia, Paideia, 1994; expresión presente un un fragmento, en original hebreo, de la Guenizá del Cairo.
[3] Tomado de Francesco Cancellieri, Descrizione delle funzioni della Settimana Santa nella Cappella Pontificia, Roma, Luigi Perego Salvioni, 1789.
[4] Tomado de Ildefonso Schuster, Le sacre stazioni quaresimali secondo l’ordine del messale romano, Roma, Tipografia poliglotta vaticana, 1915.
[5] Ya citada antes, damos aquí la explicación: por motivos no aclarados (indagados sobre todo por Louis Canet y por Erik Peterson Grandjean) esta oración no presenta el flectámus génua con el relativo gesto; esto fue interpretado como una respuesta a las falsas adoraciones dirigidas a Cristo durante la Pasión, realizada sin embargo por los soldados romanos (cfr. Mt XXVII 27-29)

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