Traducción del artículo publicado por Luca Fumagalli en RADIO SPADA.
Durante los años turbulentos de la Guerra Civil Española, entre 1936 y 1939, los nacionalistas vieron el conflicto como un tipo de cruzada contra todos los que tramaban destruir la Iglesia. Así fue que los informes de las atrocidades cometidas por los republicanos contra los sacerdotes, monjas y edificios sagrados, llevaron a muchos católicos europeos a movilizarse en favor de los soldados de Francisco Franco.
En el Reino Unido, los defensores de los nacionalistas fueron numerosos (solo Graham Greene y unos pocos fueron excepciones). El mismo gobierno británico, aunque oficialmente neutral, se alineó secretamente con los nacionolistas, dispuestos a conjurar la amenaza comunista a toda costa.
Entre los más activos polemistas “papistas” en apoyo de la causa de Franco estaba el periodista Douglas Francis Jerrold, simpatizante del fascismo italiano. Jerrold había estado personalmente involucrado en los planes que condujeron a los eventos de Julio de 1936, cuando dos agentes de inteligencia británicos, su amigo Hugh Pollard y el capitán Cecil Bebb, volaron con Franco desde las Islas Canarias a Marrueco, tan pronto se puso en movimiento el golpe de estado. En su autobiografía Georgian Adventure (1938), Jerrold relata la empresa con el gusto de un joven temerario, mas el entusiasmo agregado de numerosas y sorprendentes anécdotas. El infatigable periodista, que escribió decenas de artículos sobre los eventos en España, fue un amante de las invectivas. Una vez escribió que los voluntarios que iban a luchar por los republicanos estaban apoyando una causa repugnante, no solo para las conciencias de todos los católicos en el Imperio,sino también para la mayoría de los cristianos ingleses de cualquier denominación.
Tales ideas fueron compartidas por Charles Petrie, Arnold Lunn, el padre Francis Woodlock SJ, Bernard Wall, Michael de la Bédoyère y muchos otros intelectuales católicos. Además, no debe olvidarse que la simpatía por los fascismos mediterráneos estaba muy propagada entre los círculos “papistas” británicos de la década de 1930s (en contraste, el nazismo fue despreciado por su manifiesto neopaganismo). Más allá del odio al comunismo y el secularismo, el apoyo por los regímenes fascistas español e italiano fue también motivado por el anticapitalismo promovido por, entre otros, por Hilaire Belloc y G. K. Chesterton. Por su parte, la futura cuñada de Evelyn Waugh, la señorita Gabriel Herbert representaba el entusiasmo por la cruzada de Franco que infectó a muchos jóvenes de la época: Ella viajó a España y dio su ayuda a los nacionalistas que trabajaban como personal de ambulancia (como Cordelia de Brideshead Revisited). Incluso el Partido Laborista, que tenía muchos miembros entre los trabajadores migrantes católicos de Irlanda, miraban a los republicanos con sospecha.
El comité “Amigos de la España Nacional”, fundado al estallar el conflicto y casi exclusivamente religioso en su naturaleza, floreció incluso en Escocia gracias a los esfuerzos del general Walter Maxwell-Scott y el coronel Rupert Dawson. A lo largo del curso de la guerra, esta asociación nunca cesó de expresar su cercanía a la confraternidad española que estaba sufriendo un prolongado martirio debido a la tiranía, anarquía y comunismo. También de acuerdo a las intenciones del comité, los eran necesariamente eliminados para segurar el triunfo de la unidad, orden, libertad y religión.
El cardenal arzobispo de Westminster, Arthur Hinsley, quiso formar otra organización para proporcionar ayuda humanitaria a los nacionalistas. En la dirección, entre otros, estaban el señor Fitzalan de Derwent y el señor Howard de Penrith. También estaba Evelyn Waugh, aunque su entusiasmo por Franco era limitado (la parcialidad que había mostrado hacia Mussolini ya había alenado las simpatías de muchos de sus escritores que fueron sus amigos; era inútil, pues, ir demasiado lejos).
Los otros obispos ingleses tampoco dejaron de hacer su parte. Al comienzo de la Guerra Civil dirigieron una cordial carta de apoyo a la jerarquía española, y en los años siguientes continuaron dando su máximo para ayudar a las víctimas. Incluso George Orwell –que fue voluntario por el lado republicano y luego regresó a casa derrotado y desilusionado– fue forzado a admitir que la Iglesia Católica en Gran Bretaña estaba unida en sus simpatías por Franco.
Finalmente, gracias a los esfuerzos de los soldados españoles y la ayuda internacional, la lucha contra los republicanos fue exitosa. Sin embargo, en ese año terrible de 1939, los problemas para Europa apenas estaban comenzandos…
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