Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
[…] Arrio, admitido hacía tiempo en el clero alejandrino, fue excomulgado por la parte tomada en el cisma de Melecio; pero después reintegrado, recibió el sacerdocio por el obispo Áquila, y el curato de una iglesia en Baucalis (hacia el año 313). Alto y bien parecido, afable también y grave al conversar, dialéctico sutil y elocuente, pero hombre mañoso y ambicioso que disponía de grandes facultades, para poder ganarse un gran séquito.
Su índole, como sus escritos, lo muestran como un hombre ligero, afeminado y melindroso, no una mente plantada y profunda que pudiese abrir una nueva era a los progresos del dogma y hacerse capaz de todas las consecuencias de su propia doctrina. Sin embargo, cuando él en Alejandría se puso a defender sus errores y sobre esto entró en contienda con otros sacerdotes (318), el obispo Alejandro hizo todos los intentos para reducirlo a mejores sentimientos, pero fue en vano.
Arrio, porfiando en sus falsos principios de ciencia, contrastó demoledoramente la doctrina de su obispo en torno a la generación eterna del Hijo y su consubstancialidad con el Padre. Y luego que todo con él era nada, y sus sectarios en aquella turbulenta Alejandría, siempre estudiosa de novedades, crecían cada día más también entre los monjes; Alejandro convocó un concilio, hacia el 320 ó 321, con casi cien obispos presentes.
Arrio fue depuesto, y excomulgados con él todos sus partisanos, entre ellos varios diáconos de la iglesia alejandrina y dos obispos de fuera de Egipto, Segundo de Tolemaida y Teonas de Marmarica. Arrio no se plegó y en cambio siguió celebrando los divinos oficios: y entretanto buscaba apoyo en los obispos del Asia Menor y de la Siria, de los cuales varios fueron sus condiscípulos, como Eusebio de Nicomedia, autorizadísimo y lejano pariente del emperador. […]
Card. JOSÉ HERGENRÖTHER HORSCH, Historia universal de la Iglesia, vol. 2, parte I: La victoria sobre el paganismo, la lucha a las herejías, el movimiento monástico.
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