¡Oh Dios, Santidad y pureza eterna! Compadecéos del mundo. El hombre, encumbrado a la dignidad de hijo vuestro, ha descendido a su condición de barro y es arrastrado a las torpezas de la sensualidad.
Apartad, Señor, vuestros ojos de la corrupción de las gentes y mirad benignamente a las almas consagradas a vuestro amor, que os ofrecen el don de su virtud angélica, y se ofrecen como hostias blancas, por el triunfo de la pureza en el mundo.
Y, uniéndome yo a sus intenciones y súplicas, con el mayor fervor de mi alma, os pido por la inocencia de la niñez, por la pureza de la juventud, por la castidad de los matrimonios, por la honestidad del hogar, y por la limpieza de costumbres en todo el mundo.
¡Oh Señor!, que el Espíritu Santo abrase en su divino amor los corazones a fin de que todos, con mente incontaminada, casto cuerpo y puro corazón, os amemos en la tierra y os glorifiquemos en el Cielo. Amén.
Mater Puríssima, ora pro nobis.
Mater Castíssima, ora pro nobis.
Mater Invioláta, ora pro nobis.
Los Excelentísimos y Reverendísimos Sres. Obispos de Ávila y Vitoria se dignaron conceder 100 días de Indulgencia por esta oración.
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