Tomado de CÍRCULO TRADICIONALISTA PEDRO MENÉNDEZ DE AVILÉS
Realmente se le puede denominar así al discurso que profiriera el insigne y lúcido don Juan Vázquez de Mella, el 29 de julio de 1902, en Santiago de Compostela, viendo como la Cristiandad o Civilización Cristiana (civilización teocéntrica de la tradición), es vencida por la Civilización Moderna de la Revolución, y como la Cristiandad Hispánica, baluarte de la Tradición, es vencida por la Civilización Antropocéntrica de la Revolución.
He aquí el fragmento más significativo de su magnífica intervención:
“Mi creencia es tan firme sobre la esterilidad de las contiendas parlamentarias y la proximidad de las terribles contiendas sociales, que, si no la hubiera arraigado en mí el estudio de la impiedad moderna en todas sus formas, me la impondría la extraña ceguera de los que no ven la marcha vertiginosa de la revolución y todavía creen −por no fijar la vista empañada más que en un punto y no compararlo con lo que lo rodea, para notar las diferencias de posición− en la perpetuidad de un presente que hace tiempo se desliza, por un plano inclinado, hacia el abismo.
En las crisis supremas suelen los humildes ver con más lucidez que los hábiles. Yo tengo el presentimiento de que la hora de una catástrofe social, preparada por tres siglos de herejías y uno de ateísmo, está próxima, y que se va a dividir de nuevo la historia con una edad que termina y con otra que comienza.
Y temo que el día en que se apague una lucecilla que arde en la colina del Vaticano, lanzando melancólicos resplandores sobre la iniquidad de un mundo ingrato; el día en que −cumplida la misión providencial de haber llevado hasta el último límite la misericordia divina para preparar el camino de la justicia− la luz se apague, puede ser que un viento de muerte sacuda la pesada atmósfera que gravita sobre las almas, y que, en el momento en que una turba insensata, acaudillada por los apóstoles de la impiedad, escale los muros del templo para arrancar de la techumbre social la cruz de Cristo, que es y será siempre el pararrayos espiritual contra todas las tempestades de la vida, puede ser que una nube sombría y tormentosa invada los horizontes y los ilumine súbitamente con la centella que rasgue sus entrañas, para que veamos avanzar sobre el suelo, calcinado por la revolución, de esta Europa apóstata y cobarde una ola negra, muy negra, coronada de espumas ensangrentadas, que arrastre, entre sus aguas impuras, astillas de tronos y fragmentos de altares, y que dé comienzo a una noche funeral que se cierna sobre la tierra y parezca interrumpir la historia.” (Juan VÁZQUEZ DE MELLA, La Iglesia independiente del Estado ateo, discurso pronunciado en Santiago de Compostela el 29-7-1902, en sus O. C., t. 5, Voluntad, Madrid, 1931, pp. 63 ss.; loc. cit. a págs. 351-353).
La “lucecilla” ya se apagó en el Vaticano, o al menos se eclipsó. Así lo indica la divisa “de labore solis”, bajo la cual se halla erigido el pontificado de Juan Pablo II, cuya correcta traducción (*) es precisamente “del eclipse del sol”, y bien puede decirse del eclipse de la luz sobrenatural de la fe en medio de la Gran Apostasía de las Naciones Gentiles. Es este el misterio de iniquidad y la Gran Tribulación, que culminarán con la aparición del Anticristo, como preludio inmediato de la Parusía del Señor.
(*) Según se puede verificar en el diccionario latino-español Spes (Barcelona. 1968), donde figura a manera de ejemplo: “labores lunae” = “los eclipses de la luna”.
P. Basilio Méramo
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