Traducción de la carta publicada en UCANEWS. Tomado de APOSTOLADO CABALLERO DE LA INMACULADA.
Desfile de la policía china frente al palacio Potala en Lhasa, Tíbet
Luego de años de negociaciones, el Vaticano y China finalmente
anunciaron en Septiembre pasado que se ha alcanzado un consenso en la
designación de obispos chinos y las dos partes firmaron un acuerdo
provisional.
Como un espectador tibetano, no fui optimista sobre el acuerdo. He
estado sujeto a violaciones por el gobierno chino por más de 60 años.
Los católicos en China han estado divididos entre la iglesia sancionada
por el Estado y la iglesia clandestina que es leal al Vaticano.
Ahora, el Papa Francisco dice que él, no Beijing, tiene la decisión final en el nombramiento de los obispos. El papa reconoció ocho obispos ilegales nombrados por China y admitió que el acuerdo sería doloroso para los católicos que han sufrido.
El Vaticano puede pensar que el acuerdo
será un éxito en tanto haga posible para China aceptar al papa como el
lider de la Iglesia Católica china y que puede darle mayor orientación a
los católicos chinos.
Pero miremos los resultados del acuerdo de 67 años entre el Tíbet y el
gobierno chino antes de convertirnos en demasiado optimistas.
El 23 de Mayo de 1951, los gobiernos chino y tibetano firaron el “Acuerdo de 17 puntos para la Liberación Pacífica del Tíbet”,
el cual declara: “Las autoridades centrales no alterarán el sistema
político existente en el Tibet. Las autoridades centrales tampoco
alterarán el estatus, las funciones y los poderes del Dalai Lama. Los
oficiales de distinto rango mantendrán sus puestos como siempre” (punto
4).
También promete que: “Se respetarán las creencias religiosas, las
costumbres y los hábitos del pueblo tibetano, y se protegerán a las
lamaserías” (punto 7).
En la práctica, el Partido Comunista Chino (PCCh) nunca cumplió con el acuerdo. El ejército chino arribó a Lhasa y pronto rompió el documento y forzó al Dalai Lama y al gobierno tibetano a exiliarse a la India.
Otro ejemplo es la “Ley de Autonomía Étnica regional” relativa al Tíbet,
que teóricamente le da a las minorías étnicas el derecho a
autoadministrarse. ¿Pero el PCCh respetó esta ley? El elevado número de
manifestantes tibetanos, incluyendo los 152 manifestantes que se prendieron fuego, nos da una escalofriante respuesta.
El gobierno chino también ha firmado el Pacto Internacional sobre los
Derechos Económicos, Sociales y Culturales; la Convención para la
Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial; la Convención
para la Prevención y Castigo del Delito de Genocidio; y la Convención
Internacional para la Supresión y Castigo del Delito de Apartheid.
¿El gobierno del PCCh ha cumplido con cualquiera de estas convenciones? El pobre registro de DD. HH. en China nos dice que “no”.
El gobierno chino ni siquiera cumple con sus propias leyes o constitución.
Irónicamente, el acuerdo con el Vaticano refleja la violación por el
PCCh del artículo 36 de su constitución, que estipula que “los
ciudadanos de la República Popular de China tienen libertad de creencias
religiosas” y “los grupos religiosos y los asuntos religiosos no
estarán sujetos a influencia foránea alguna”.
¿Esto formula la cuestión de si el acuerdo sino-vaticano es verdaderamente posible?
El acuerdo significa que el gobierno chino tendría que abandonar su
principio, y el lado chino es muy claro sobre los resultados de tal
abandono.
A juzgar por lo anterior, el denominado compromiso del gobierno chino es
solamente para el expediente político, y el acuerdo final se cambiará
una vez se logren sus objetivos.
La esencia del gobierno autocrático comunista chino determina que la
religión es solamente una herraminta para consolidar su poder. Además,
la verdadera religión no tiene espacio bajo el mandato del Partido
Comunista de China, y los tibetanos están convencidos de esto.
Desde que el régimen comunista chino llegó al poder, ha continuado en suprimir toda clase de religiones.
Para el budismo
tibetano, demolieron templos, expulsaron a miles de monjes,
establecieron organizaciones del partido en monasterios y escuelas
budistas para manejar la reencarnación.
Para el cristianismo, cientos de iglesias y miles de cruces fueron
demolidas, los fieles fueron expulsados y la iglesia católica
clandestina fue suprimida.
Para el islam, millones de uigures fueron ubicados en campos de reeducación.
Luego de que el presidente chino Xi Jinping asumiera el cargo, él
intensificó rupturas en círculos religiosos, forzó al budismo tibetano a
“adaptarse al socialismo”, y alentó “una nueva interpretación de las
enseñanzas del budismo tibetano”.
Puesto que el PCCh es capaz de toda maldad, esto arroja dudas sobre sus razones para firmar el acuerdo con el Vaticano.
Como el gobierno chino suprime severamente todas las religioes, es
difícil concebir que China tratará bien a las comunidades católicas y
sus fieles.
La tolerancia, compasión y amor del Vaticano necesitan enfrentar a la hegemonía del PCCh, que está basada en la teoría gruesa y negra (cara gruesa y corazón negro) [1], y mata gentes sin vergüenza y cruelmente.
Con los años, la gente tuvo la esperanza de que los contactos vaticanos
con el gobierno chino pudiesen mejorar la situación de los católicos
chinos, y que el gobierno chino mejoraría sus políticas con todas las
religiones. Sin embargo, dado el reciente manejo de Xi Jinping de los
incidentes religiosos, esa esperanza está convirtiéndose más y más en un
sueño.
El Tíbet está ocupado por el gobierno chino, lo que por supuesto no es
comparable a la situación del Vaticano. Con todo, la política religiosa
impuesta al Tíbet luego de la ocupación china puede ser instructiva, y
el Vaticano debe ser cauteloso.
Como dijo Kung Lap Yan, profesor asociado de la escuela de teología de
la Universidad China de Hong Kong, said: “Sin importar cuánto la Iglesia
Católica gane en esta materia, estará perdida al final”.
Song Jieja
15 de Octubre de 2018
NOTAS
* Song Jieja es un escritor tibetano, comentarista y ex-vocero chino del
Gobierno tibetano en el exilio. Actualmente estudia en España.
[1] La Teoría gruesa y negra (厚黑學, Hòu hēi xué) es un libro escrito por el estudioso y político chino Li Zongwu en 1911, donde describe y analiza la intriga política: ocultar las intenciones propias para alcanzar y mantenerse en el poder.
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