«Familia que reza unida, permanece unida. Un mundo en oración es un mundo en paz». (Padre Patrick Joseph Peyton CSC)
Ante
los males del mundo, que ya en su tiempo se exacerbaban (guerras,
persecución a la Iglesia, el avance del comunismo y el liberalismo, amén
de la “Nueva Teología” que infectó al clero y que después de la muerte de Pío XII se hizo doctrina oficial de la deuterovaticanidad) sobre la Iglesia y el
mundo, el Papa Pío XII recomienda nuevamente volver la mirada hacia la
Santísima Virgen María, especialmente con el rezo del Santo Rosario,
devoción que compendia los misterios de nuestra salvación y que
conquistará al mundo, conquista que comienza en las almas y en las
familias como parte del Reinado Social de Jesucristo y María.
CARTA ENCÍCLICA “Ingruéntium Malórum”, SOBRE EL REZO DEL SANTO ROSARIO EN FAMILIA, PRINCIPALMENTE EN EL MES DE OCTUBRE
Nuestro Santísimo Señor por la Divina Providencia
PAPA PÍO XII
a los Venerables Hermanos Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos
y demás Ordinarios de Lugar
en Paz y Comunión con la Sede Apostólica.
Venerables hermanos, salud y bendición apostólica.
EXHORTACIONES ANTERIORES DEL PAPA Y CORRESPONDENCIA DEL PUEBLO.
1.
Ante los males inminentes, ya desde que por designio de la Divina
Providencia fuimos elevados a la suprema Cátedra de Pedro, nunca dejamos
de confiar al valiosísimo patrocinio de la Madre de Dios los destinos
de la familia humana, dando a menudo para tal fin, como bien sabéis,
Cartas de exhortación. Bien conocéis, Venerables Hermanos, el gran celo y
la gran espontaneidad y concordia con que el pueblo cristiano ha
respondido doquier a Nuestras exhortaciones: repetidas veces lo han
atestiguado grandiosos espectáculos de fe y de amor hacia la augusta
Reina del Cielo y, sobre todo, aquélla universal manifestación de
alegría que Nuestros propios ojos pudieron en cierto modo contemplar
cuando, en el año pasado, rodeados por corona inmensa de la multitud de
fieles, en la plaza de San Pedro proclamamos solemnemente la Asunción de
la Virgen María, en cuerpo y alma, al Cielo.
2.
Mas, si el recuerdo de estas cosas Nos es tan grato y Nos consuela con
la firme esperanza de la divina misericordia, al presente no faltan, sin
embargo, motivos de profunda tristeza, que solicitan a la par que
angustian Nuestro ánimo paternal.
CALAMITOSA CONDICIÓN DE NUESTROS TIEMPOS.
3.
Bien conocéis, Venerables Hermanos, la triste condición de estos
tiempos: la unión fraternal de las Naciones, rota ya hace tanto tiempo,
no la vemos aún restablecida doquier, antes vemos que por todas partes
los espíritus se hallan trastornados por odios y rivalidades, y que
sobre los pueblos se ciernen amenazadores nuevos y sangrientos
conflictos; y a ello se ha de añadir aquélla violentísima tempestad de
persecuciones que ya desde hace largo tiempo y con tanta crueldad azota a
la Iglesia, privada de su libertad en no pocas partes del mundo,
afligida con calumnias y angustias de toda clase, y a veces hasta con la
sangre derramada de los mártires. Innumerables y muy grandes son las
asechanzas a que contemplamos sometidos, en aquellas regiones, los
ánimos de muchos de Nuestros hijos, ¡para que rechacen la fe de sus
mayores y se aparten miserablemente de la unidad con esta Sede
Apostólica! Finalmente, tampoco podemos pasar en silencio un nuevo
crimen llevado a cabo, y contra el cual vivamente deseamos reclamar, no
sólo vuestra atención, sino también la de todo el clero, la de cada uno
de los padres y la de los mismos gobernantes: Nos referimos a
determinados designios perversos de la impiedad contra la cándida
inocencia de los niños. Ni siquiera se ha perdonado a los niños
inocentes, pues, por desgracia, no faltan quienes, temerario, osan hasta
arrancar aun las mismas flores que crecían como la más bella esperanza
de la religión y de la sociedad en el místico jardín de la Iglesia.
Quien meditare sobre esto no se extrañará de que por todas partes los
pueblos giman bajo el peso del divino castigo y vivan temiendo
desgracias todavía mayores.
EN LAS DIFICULTADES, ACUDID CON VIVA CONFIANZA A LA MADRE DE DIOS.
4.
Ante peligros tan graves, sin embargo, no debe abatirse vuestro ánimo,
Venerables Hermanos, sino que, acordándoos de aquélla divina enseñanza:
«Pedid y se os dará; buscad y hallaréis;
llamad, y se os abrirá» (Lucas XI, 9), con mayor confianza acudid
gozosos a la Madre de Dios, junto a la cual el pueblo cristiano siempre
ha buscado el refugio en las horas de peligro, pues Ella ha sido
constituida causa de salvación para todo el género humano(San Ireneo de
Lyon, Advérsus Hæréses, III, 22; Migne, Patrología Græca VII, col. 959).
5.
Por ello, con alegre expectación y reanimada esperanza vemos acercarse
ya el próximo mes de octubre, durante el cual los fieles acostumbran
acudir con mayor frecuencia a las iglesias, para en ellas elevar sus
súplicas a María mediante las oraciones del santo Rosario. Oraciones que
este año, Venerables Hermanos, deseamos se hagan con mayor fervor de
ánimo, como lo requieren las necesidades cada día más graves; pues bien
conocida Nos es la poderosa eficacia de tal devoción para obtener la
ayuda maternal de la Virgen, porque, si bien puede conseguirse con
diversas maneras de orar, sin embargo, estimamos que el santo Rosario es
el medio más conveniente y eficaz, según lo recomienda su origen, más
celestial que humano, y su misma naturaleza.
LA SENCILLEZ Y FUERZA DE ESTA ORACIÓN.
6.
¿Qué plegaria, en efecto, más idónea y más bella que la oración
dominical y la salutación angélica, que son como las flores con que se
compone esta mística corona? A la oración vocal va también unida la
meditación de los sagrados misterios, y así se logra otra grandísima
ventaja, a saber, que todos, aun los más sencillos y los menos
instruidos, encuentran en ella una manera fácil y rápida para alimentar y
defender su propia fe. Y en verdad que con la frecuente meditación de
los misterios el espíritu, poco a poco y sin dificultad, absorbe y se
asimila la virtud en ellos encerrada, se anima de modo admirable a
esperar los bienes inmortales y se siente inclinado, fuerte y
suavemente, a seguir las huellas de Cristo mismo y de su Madre. Aun la
misma oración tantas veces repetida con idénticas fórmulas, lejos de
resultar estéril y enojosa, posee (como lo demuestra la experiencia) una
admirable virtud para infundir confianza al que reza y para hacer como
una especie de dulce violencia al maternal corazón de María.
EL REZO FAMILIAR DEL SANTO ROSARIO Y SUS FRUTOS PARA LA FAMILIA, ESPECIALMENTE PARA LOS HIJOS.
7.
Trabajad, pues, con especial solicitud, Venerables Hermanos, para que
los fieles, con ocasión del mes de octubre, practiquen con la mayor
diligencia método tan saludable de oración y para que cada día más lo
estimen y se familiaricen con él. Gracias a vosotros, el pueblo
cristiano podrá comprender la excelencia, el valor y la saludable
eficacia del santo Rosario.
8.
Y es Nuestro deseo especial que sea en el seno de las familias donde la
práctica del santo Rosario, poco a poco y doquier, vuelva a florecer,
se observe religiosamente y cada día alcance mayor desarrollo. Pues vano
será, ciertamente, empeñarse en buscar remedios a la continua
decadencia de la vida pública, si la sociedad doméstica -principio y
fundamento de toda la humana sociedad- no se ajusta diligentemente a la
norma del Evangelio. Nos afirmamos que el rezo del santo Rosario en
familia es un medio muy apto para conseguir un fin tan arduo. ¡Qué
espectáculo tan conmovedor y tan sumamente grato a Dios cuando, al
llegar la noche, todo el hogar cristiano resuena con las repetidas
alabanzas en honor de la augusta Reina del Cielo! Entonces el rosario,
recitado en común, ante la imagen de la Virgen, reúne con admirable
concordia de ánimos a los padres y a los hijos que vuelven del trabajo
diario; además, los une piadosamente con los ausentes y con los
difuntos; finalmente, liga a todos más estrechamente con el suavísimo
vínculo del amor a la Virgen Santísima, la cual, como amantísima Madre
rodeada por sus hijos, escuchará benigna, concediendo con abundancia los
bienes de la unidad y de la paz doméstica. Así es como el hogar de la
familia cristiana, ajustada al modelo de la de Nazaret, se convertirá en
una terrenal morada de santidad y casi en un templo, donde el santo
rosario no sólo será la peculiar oración que todos los días se eleve
hacia el cielo en olor de suavidad, sino que también llegará a ser la
más eficaz escuela de la vida y de las virtudes cristianas. En efecto:
la contemplación de los divinos misterios de la Redención será causa de
que los mayores, al considerar los fúlgidos ejemplos de Jesús y de
María, se acostumbren a imitarlos cotidianamente, recibiendo de ellos el
consuelo en la adversidad y en las dificultades, y de que, movidos por
ello, se sientan atraídos a aquellos tesoros celestiales «que no roban
los ladrones ni roe la polilla» (Lucas XII, 33); y de tal modo grabará
en las mentes de los pequeños las principales verdades de la fe que en
sus almas inocentes florecerá espontáneamente el amor hacia el
benignísimo Redentor, cuando, al reverenciar -siguiendo el ejemplo de
sus padres- a la majestad de Dios, ya desde su más tierna edad aprendan
el gran valor que junto al trono del Señor tienen las oraciones
recitadas en común.
EL REMEDIO PARA LOS MALES DE NUESTROS TIEMPOS.
9.
De nuevo, pues, y solemnemente afirmamos cuán grande es la esperanza
que Nos ponemos en el santo Rosario para curar los males que afligen a
nuestro tiempo. No es con la fuerza, ni con las armas, ni con la
potencia humana, sino con el auxilio divino obtenido por medio de la
oración -cual David con su honda- como la Iglesia se presenta impávida
ante el enemigo infernal, pudiendo repetirle las palabras del
adolescente pastor: «Tú vienesa mí con la
espada, con la lanza y con el escudo; pero yo voy a ti en el nombre del
Señor de
los ejércitos..., y toda esta multitud conocerá que el Señor no salva
con la
espada ni con la lanza» (I Reyes XVII, 44 y 49).
10.
Por cuya razón, Venerables Hermanos, deseamos vivamente que todos los
fieles, siguiendo vuestro ejemplo y vuestra exhortación, correspondan
solícitos a Nuestra paternal indicación, en unión de corazones y de
voces y con el mismo ardor de caridad. Si aumentan los males y los
asaltos de los malvados, crezca igualmente y aumente sin cesar la piedad
de todos los buenos; esfuércense éstos por obtener de nuestra
amantísima Madre, especialmente por medio del santo Rosario a ella tan
acepto, que cuanto antes brillen tiempos mejores para la Iglesia y para
la humana sociedad.
INSTRUMENTO DE LA PACIFICACIÓN COLECTIVA.
11.
Roguemos todos a la poderosísima Madre de Dios para que, movida por las
voces de tantos hijos suyos, nos obtenga de su Unigénito el que cuantos
por desgracia se hallan desviados del sendero de la verdad y de la
virtud, se vuelvan a ésta por la conversión; el que felizmente cesen los
odios y las rivalidades que son la fuente de toda clase de discordias y
desventuras; el que la paz, aquélla paz que sea verdadera, justa y
genuina, vuelva a resplandecer benigna así sobre los individuos y sobre
las familias, como sobre los pueblos y sobre las naciones; el que,
finalmente, asegurados los debidos derechos de la Iglesia, aquel
benéfico influjo derivado de ella, al penetrar sin obstáculos en el
corazón de los hombres, en las clases sociales y en la entraña misma de
la vida pública, aúne la familia de los pueblos con fraternal alianza, y
la conduzca a aquélla prosperidad que regule, defienda y coordine los
derechos y los deberes de todos sin perjudicar a nadie, siendo cada día
mayor por la mutua unión y por la común colaboración.
EL ROSARIO, MEDIO EFICAZ PARA AYUDAR ESPECIALMENTE A LOS PERSEGUIDOS Y A LA “IGLESIA DEL SILENCIO”.
12.
Tampoco os olvidéis, Venerables Hermanos y amados hijos, mientras
entretejéis nuevas flores orando con el Rosario, no os olvidéis
-repetimos- de los que languidecen desgraciados en las prisiones, en las
cárceles, en los campos de concentración. Entre ellos se encuentran
también, como sabéis, Obispos expulsados de sus sedes sólo por haber
defendido con heroísmo los sacrosantos derechos de Dios y de la Iglesia;
se encuentran hijos, padres y madres de familia, arrancados a sus
hogares domésticos, que pasan su vida infeliz por ignotas tierras y bajo
ignotos cielos. Y como Nos les envolvemos a todos con un afecto
singular, así también vosotros, animados por aquella caridad fraterna
que nace y vive de la religión cristiana, unid con las Nuestras vuestras
preces ante el altar de la Virgen Madre de Dios y, suplicantes,
recomendadlos a su maternal corazón. No hay duda de que con dulzura
exquisita Ella aliviará y suavizará sus sufrimientos, con la esperanza
del premio eterno; y de que no dejará de acelerar, como firmemente
confiamos, el final de tantos dolores.
ESPERANZA DE RENOVADA CORRESPONDENCIA Y BENDICIÓN APOSTÓLICA.
13.
No dudando, Venerables Hermanos, de que vosotros con el celo ardiente
que os es acostumbrado, llevaréis a conocimiento de vuestro clero y de
vuestro pueblo, en la forma que más conveniente creyereis, esta Nuestra
paternal exhortación, y teniendo asimismo por cierto que Nuestros hijos,
diseminados por todo el mundo, responderán de buen grado a este Nuestro
llamamiento con efusión de corazón concedemos Nuestra Bendición
Apostólica, testimonio de Nuestra gratitud y prenda de las gracias
celestiales, así a cada uno de vosotros como a la grey confiada a cada
uno -y singularmente a los que durante el mes de octubre de modo
especial recitaren piadosamente, en conformidad con Nuestras
intenciones, el santo Rosario de la Virgen.
Dado
en Roma, junto a San Pedro, el 15 de septiembre, fiesta de los Siete
Dolores de la Bienaventurada Virgen María, en el año 1951, decimotercero
de Nuestro Pontificado. PÍO PP. XII.
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