Aunque prometió aislarse del mundo desde que se materializó su renuncia
el 28 de Febrero de 2013, el sacerdote modernista alemán Joseph Alois
Ratzinger Tauber-Peintner, quien entre el 19 de Abril de 2005 y la fecha
señalada se hizo llamar “Papa Benedicto XVI”, en una entrevista que dio al periodista Massimo Franco
del diario oligarca italiano Corriere della Sera y que fue publicada ayer 28 de
Junio de 2019 (haciéndose Vatican News eco de la misma), en parte para acallar los rumores que surgieron tras su
renuncia donde afirmaban que ésta era nula y él era legítimo mientras
que su inglorioso sucesor Jorge Mario Bergoglio Sívori era un usurpador
(corriente llamada “resignacionismo” o “benevacantismo”), reafirmó que
para él «el Papa es uno, [y se llama] Francisco».
El entrevistador recalca que según Ratzinger la unidad de la iglesia es
“su principal obsesión” y está “más aguda que nunca”. Ya en 2017, ante
las exequias del cardenal Joachim Meisner (uno de los cuatro dubianistas
originales), Ratzinger envió un mensaje
donde dijo tener «la certeza que el Señor no abandona a su Iglesia, aun
cuando parezca que va a zozobrar», causando gran alboroto. Ahora dice
que «la unidad de la Iglesia ha sido siempre más fuerte que las luchas y
guerras intestinas», aun a sabiendas que su iglesia, la Secta
Deuterovaticana, ha estado en guerra desde su fundación en el
Anticoncilio Vaticano II, entre los mismos modernistas (que los hay
conservadores y liberales) y contra la Iglesia Católica; y que él mismo
ha sido parte y protagonista de esas “guerras y luchas intestinas”.
Ante esto, se cae el tinglado de los resignacionistas, que van desde los que afirman que Benedicto Ratzinger está simplemente equivocado en su estatus hasta los que no les importa lo que él diga o piense de su renuncia,
y todo el espectro intermedio. Confusión nacida ¡de él mismo!, ya que,
aún renunciado (LIBRE Y ESPONTÁNEAMENTE, AUN CON CIRCUNSTANCIAS
POLÉMICAS), continúa usando la sotana y el solideo blanco junto al
título de “Su Santidad” y el nombre de elección (en contraste, cuando
Celestino V -San Pedro Celestino- renunció al pontificado tras cinco
meses y nueve días de su elección, retornó a su
vida monástica como Pedro Angeleri di Morrone OSB Cœl.), y alimentando por medio de su
secretario privado el arzobispo Georg Gänswein, como cuando dijo en la
Gregoriana el 21 de Mayo de 2016: «no hay dos Papas, sino un ministerio
[petrino] expandido de facto, con un miembro activo y un miembro
contemplativo, que aunque ha dejado el trono, no ha renunciado al nombre
ni tampoco se ha aislado en un monasterio, sino que sigue dentro del
Vaticano, como si solo hubiese dado un paso al lado para hacer hueco a
su sucesor y abrir una nueva etapa en la historia del papado».
Independientemente de todas declaraciones, el problema seguirá mientras
Ratzinger viva. Incluso, cuando muera, algunos habrán que en lugar de
aceptar de Bergoglio como jefe de la secta del Vaticano II o reconocer
que la Sede Apostólica está vacante desde el 9 de Octubre de 1958,
buscarán un “Benedicto XVII” al que vincularse (¿Gänswein o el cardenal Ángelo Scola?
Esperar). De todos modos, estarán prolongando la vinculación suya de
ellos (y de cuantos incautamente los siguen) a la iglesia conciliar.
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