ESCUELAS CATÓLICAS QUEMAN LIBROS DE TINTÍN, ASTERIX Y POCAHONTAS PARA «CRECER EN UN PAÍS INCLUSIVO»
Un grupo de 30 escuelas
católicas de Canadá retiró de sus bibliotecas y quemó más de 4700 libros
para poner fin al «racismo, la discriminación y los estereotipos, con
la esperanza de crecer en un país inclusivo». La decisión es tan absurda
y ridícula, que ha sido repudiada por el muy liberal primer ministro
canadiense, Justin Trudeau.
El Consejo Escolar de
Providence -que nuclea a las escuelas al suroeste de la provincia de
Ontario- lideró la iniciativa y explicó que se trató de esfuerzo por reconciliarse con las «primeras naciones» [Nombre colectivo asumido por los indígenas canadienses, N. del E.] ya que los textos «tenían contenido desactualizado o inapropiado» sobre la población indígena.
Entre los libros quemados se encuentran tomos de Tintín -Tintín en América y El templo del sol-, Lucky Luke, Asterix -La gran travesía-, Pocahontas y enciclopedias sobre las poblaciones indígenas. Las cenizas de los textos fueron utilizadas como fertilizante para plantar árboles.
La portavoz del Consejo Escolar, Lyne Cossette, justificó la quema y dijo que «muchos intelectuales y ancianos aborígenes participaron y fueron consultados en varias etapas, desde la conceptualización, la evaluación de los libros y la idea de plantar árboles con las cenizas».
En diálogo con el periódico National Post, Cossette explicó que el proyecto «Give back to the earth» («Devolver a la tierra») tenía la intención de representar «apertura y reconciliación», y reemplazar libros de contenido obsoleto con estereotipos negativos por otros con «mensajes positivos e inclusivos».
«Lamentamos no haber asegurado un plan más apropiado y que resultara ofensivo para algunos miembros de la comunidad.
Lamentamos sinceramente el impacto negativo de esta iniciativa que
pretende ser un gesto de reconciliación», indicó la portavoz.
La iniciativa comenzó en 2019, pero trascendió ahora y cosechó críticas de líderes políticos canadienses, incluido Justin Trudeau.
«A nivel personal, nunca estaría de acuerdo con una quema de libros», aseguró el primer ministro y señaló que «no corresponde a los no indígenas decirle a los indígenas cómo deben sentirse».
Yves-François Blanchet, líder del partido socialdemócrata Bloc
Québécois, se alineó con Trudeau: «Nos exponemos a la historia, la
explicamos, demostramos cómo la sociedad ha evolucionado o debe
evolucionar».
La quema de libros se da a pocos meses de que se descubriera una fosa
común con los restos de 215 niños indígenas en una vieja escuela
católica que estaba destinada a «integrar» a los pueblos originarios del
país.
Trudeau exigió este año que la Iglesia Católica y el papa Francisco se
disculpen públicamente por los abusos que sufrieron los niños indígenas
en Canadá.
COMENTARIO: Trudeau olvida que fue el gobierno canadiense de la época quien quiso delegar en las iglesias católica y protestante la enseñanza de los indígenas en las misiones, siguiendo el estándar de homogeneidad cultural establecido por el gobierno (que no es más que una representación de “Su Graciosa Majestad” Británica). Y sobre todo, que Canadá fue conquistada por los calvinistas holandeses quienes pagaban tres monedas de bronce por el cuero cabelludo de un indio, y mismos que aniquilaron a los habitantes de Norteamérica y confinaron a los supervivientes (política ídem seguida por Inglaterra, su epígono los Estados Unidos y sus clientes los “independentistas” en Hispanoamérica).
Vale la pena recordar lo que dijo Heinrich Heine Peira van Geldern con ochenta años de anticipación sobre un episodio similar, ocurrido el 10 de Mayo de 1933 dentro del plan «Aktion wider den undeutschen Geist» («Acción contra el espíritu antialemán») liderado por el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (Partido Nazi): «Donde se quema libros, se termina quemando también personas». Y de quemar libros, imágenes y personas, los protestantes son quienes dan la mejor cátedra, como también los comunistas.
Pero en últimas, este episodio demuestra lo ridícula que es la Secta del Vaticano II, y dispuesta a capitular ante un mundo que en realidad la detesta porque ha usurpado la apariencia de la Iglesia Católica. Por algo Nicolás Gómez Dávila tuvo razón al señalar «El cristiano progresista se halla tan listo a pactar con el adversario, que el adversario no halla con quien pactar» (Nuevos Escolios a un texto implícito, tomo I, pág. 198 f).
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