Tomado de EL MATINER CARLÍ, con imágenes y notas propias
EL FACTOR MAOÍSTA EN LA ESCISIÓN IDEOLÓGICA DEL CARLISMO
In memóriam de los tres millones de asesinados por la revolución cultural en su cincuenta aniversario.
El genocida más grande del mundo, modelo de inspiración a Carlos Hugo de Borbón
La escisión ideológica de Carlos Hugo tuvo un carácter genérico de rendición ante los dogmas de la modernidad y claudicación ante un progresismo que no significaba otra cosa que la radicalización del liberalismo primigenio contra el que los carlistas lucharon a sangre y fuego. Sin embargo, se puede explorar la mayor o menor influencia de diversas corrientes ideológicas, de donde se vislumbra una auténtica estrategia de infiltración e instrumentalización de los secuaces huguistas, usados como tontos útiles por otras fuerzas políticas que eran lo más absolutamente opuesto al carlismo histórico y auténtico. Hoy día, en que el mismo Partido Comunista Chino pide perdón por la revolución cultural de Mao y sus terribles consecuencias, podemos contemplar con mayor perspectiva la aberración ideológica en que quisieron transformar el carlismo.
Hemos dejado analizada la utilización que la estrategia separatista hizo de los desvaríos huguistas. Sin embargo también fue notable la confluencia que en esta infiltración protagonizó el comunismo, y más concretamente el maoísmo. Para la posteridad han quedado las definiciones que con afán científico hiciese Carlos Hugo de su escisión ideológica, como socialismo autogestionario. Esta definición en un primer momento se sitúa en la onda del régimen de la Yugoslavia de Tito, cuyos espantosos frutos llegan hasta nuestros días. Pero tuvieron más peso en la misma una serie de grupúsculos radicalizados por la revolución cultural de Mao.
El Libro Rojo de Carlos Hugo
Carlismo y socialismo. Quǽstio disputáta?
Procede dejar apuntada una explicación lo más definitiva posible sobre el carlismo y el socialismo, no tanto por la inexistente rémora de aquella escisión ideológica sino de los que legítimamente opuestos a la misma puedan incurrir en cierta tentación derechista o conservadora. La escolástica invita a clarificar los términos antes de iniciar una discusión, sin embargo la eclosión nominalista vino a sembrar el subjetivismo y el relativismo en los significantes; por eso una de las características de la política en la modernidad es el puro voluntarismo en el que los términos valen lo que el más poderoso quiere. Así, socialismo en un sentido estricto y común tuvo una acepción original que remitía al sistema económico que quería repartir la riqueza entre la sociedad. En el mundo anglosajón por ejemplo se podía hablar de Tory Socialists, Guild Socialists, Christian Sociaclists, Traditionalist Socialists, etc. Desde ese punto de vista, existía una oposición al individualismo capitalista. Por tanto sí podría entenderse que el carlismo tuvo elementos socialistas por su decisiva oposición a la política económica del liberalismo. Sin embargo, pronto el término fue cautivo de la violencia de las Internacionales y de la filosofía del materialismo histórico y dialéctico del marxismo, para a posterióri ser usado por los fascismos, pasando de designar una mera posibilidad de organización económica a convertirse en una burda ideología, por lo que nunca el carlismo lo usó como parte de su acervo doctrinal. Dentro de la literatura carlista proliferaba cierta animadversión al mismo. Recordemos como por ejemplo Antonio Navarro Villoslada en su célebre escrito El hombre que España necesita, de 11 de diciembre de 1868, que encumbró políticamente a SMC Carlos VII:
“cuando ruge el socialismo en Andalucía y gruñe en el resto de la península... ¿no ha de haber un hombre que nos saque de la anarquía?…”
SMC Jaime III, el Rey que afirmó que daría hasta la última gota de su sangre para luchar contra el comunismo, pudo llegar a afirmarse puntualmente como socialista en el sentido primigenio señalado. Lo usaban todos los que entendían el sistema capitalista como inviable y moribundo (hasta la I Guerra Mundial, que lo salvó, casi todos los hombres inteligentes pensaban así). Siendo uno de los Reyes con más preocupación por los temas sociales, jamás en ningún documento político usó el término socialista, intuyó muy rápidamente el equívoco en que podría incurrirse pues las izquierdas lo habían ideologizado. Interesa señalar este dato, por el intento de manipulación de Don Jaime por la escisión huguista (destacados carlistas han señalado que seguramente S.A.R. Don Sixto con el rey de la dinastía legítima que más afinidades políticas y caracteriológicas sea precisamente con el propio Don Jaime).
Otro argumento que usan para justificar su demencial desvarío es un texto de un libro que publicó J. M. Múzquiz en 1870 titulado Consulta a los electores de Estella y por el cual fue expulsado del carlismo, comenzando a militar en el foralismo liberal de Juan Yanguas Iracheta. Sin embargo está muy lejos de justificar su escisión, y simplemente usa una referencia descriptiva que después desarrollaría Vázquez de Mella. Señala Múzquiz:
“Hay que pensar sobre todo en que a la raza latina, eminentemente socialista, se le ha arrancado la idea de Dios; y hay que pensar, en fin, en el inmenso peligro que amenaza a la sociedad española el día en que las masas carlistas, que son socialistas, lleguen a perder toda esperanza de restauración”.
Precisamente la tesis de Múzquiz y de Vázquez de Mella expresa cómo la perdida de todos los elementos unitivos de la doctrina derivan en una escisión de los mismos y a una deriva ideologista, que fue precisamente lo que pasó con los huguistas. La Comunión Tradicionalista expulsó a Múzquiz del carlismo no por esa tesis, sino por una serie de consideraciones erradas sobre el sentido de los fueros.
Hasta aquí llegan las menciones al socialismo dentro del carlismo. Si podría ser legítimo considerar al carlismo histórico como una suerte de socialismo blanco antimarxista, por oposición al socialismo rojo internacionalista y al socialismo fascista nacionalista, jamás el carlismo se etiquetó así. Si el factor socioeconómico era importante dentro del carlismo jamás fue el decisivo, por lo que sería poco acorde a la realidad limitar el carlismo a ese aspecto. El carlismo se caracterizaba y singularizaba por la defensa de unas banderas que nadie más defendía: tradicionalismo y legitimismo.
Años sesenta del siglo XX, cuando la Esperanza se convierte en utopía. Cuando la realidad es la voluntad del partido.
En los años 60 se produce la irrupción de una nueva izquierda urbanita, hija de la pequeña burguesía, procedente de un mundo de cultura católica que precisamente cambia el espacio social de la religión por el paradigma de la liberación. Se agrava el carácter ideológico del socialismo. En realidad cada vez se habla menos de economía o de reformas sociales, lo que se esconde tras la coartada de socialismo son típicas reivindicaciones progresistas de la fase débil o decadente de la modernidad: ataque a cualquier autoridad de orden natural, abortismo, legalización de las drogas, homosexualismo, feminismo, etc. Y frente al supuesto alejamiento del comunismo soviético de su pureza marxista tras la muerte de Stalin se levanta un nuevo mito: el de la China comunista y su revolución cultural.
No pudo buscarse un referente más burdo ni un régimen más dogmático y criminal. La imposición de un mundo abstracto sobre la realidad, que es lo que prefiguró la primera revolución liberal, alcanzó su mayor grado de paroxismo con el proceso sistemático desarrollado por Mao Tse-tung entre 1966 y 1976. La excusa era eliminar todos los residuos de la contrarrevolución que en su concepto quedaban aún en China y posibilitar de este modo el pleno desarrollo marxista. Para ello emprendió en una verdadera depuración contra todo sospechoso de contrarrevolucionario. Muchos funcionarios del gobierno en el ámbito central y periférico fueron destituidos o despojados de su autoridad. Se persiguió a las autoridades académicas reaccionarias y los cuadros del Partido fueron reorganizados sin contemplación al tiempo que se procedía a un radical cambio en las estructuras sociales.
La “Gran Revolución Cultural Proletaria” (en chino 無產 階級 文化 大 革命, wúchǎn jiējí wénhuà dà gémìng) fue una purga del PCCh realizada por Mao Tse Tung contra el ala progresista del partido que duró entre 1966 y 1969 (aunque sus efectos se sintieron hasta la muerte de Mao), causando más de 3 millones de muertos y la destrucción de gran parte del patrimonio cultural.
Al frente del Partido Comunista y después de una dura y larga guerra de guerrillas, Mao Tse-tung conquistó el poder en China en 1949. Persiguió con mano de hierro no solamente a sus enemigos ideológicos sino también a los renegados revisionistas de sus propias filas. En ese contexto retomó el viejo concepto leninista, luego desarrollado por Gramsci, de la revolución cultural destinada a cambiar la percepción de las personas respecto de las injusticias de la organización social y generar en su ánimo las condiciones subjetivas de la revolución.
La revolución cultural promovió la denuncia indiscriminada contra todo lo que era o parecía elitismo y se desmandó en toda suerte de manifestaciones iconoclastas. Las guardias rojas, que fueron las encargadas de ejecutar la tarea, cometieron toda clase de tropelías contra el arte, la literatura, la música, la educación y la cultura de China so pretexto de purgarlas de las influencias occidentales e irrogaron graves humillaciones a los supuestos responsables de la contaminación contrarrevolucionaria. Los estudiantes de las guardias rojas se alzaron incluso contra sus propios profesores, a quienes humillaban e incluso asesinaban; algunos hasta se hicieron servir carne humana en la cantina o se comían los órganos de los ajusticiados. Visceralmente antiintelectuales, estudiantes comunistas sádicos y fanáticos obligan a profesores, técnicos, científicos, escritores, artistas, etc. a hacer durante horas el “avión” (mantenerse con los brazos en cruz y el pecho hacía adelante mientras el tórax se mueve imitando el vuelo de un avión) hasta el agotamiento, mientras los insultan; les hacen desfilar por las calles, con orejas de burro, mientras los golpean. Algunos mueren por esa causa, otros se suicidan.
Algunas de las víctimas de la Revolución Cultural
En todas partes del país, hasta en la aldea más pequeña, la policía política abre mazmorras improvisadas, y el hacinamiento y las condiciones son de una dureza sin precedentes: hasta 300 detenidos en una celda de 100 m²; raciones alimenticias de hambre, agotamiento por el trabajo; disciplina inhumana, con violencias físicas constantes, torturas variadas y sádicas. Las revueltas terminan en masacres.
Lo poco que quedaba de catolicismo es exterminado. Los misioneros hace años que han sido expulsados de China, pero el catolicisimo ha penetrado fuertemente entre grandes capas de la población. En un primer momento, con la intención de fortalecerse y evitar más enemigos, el comunismo crea la llamada Iglesia patriótica para distanciarse de Roma y controlar a los creyentes. Son pocos los que la aceptan y comienzan los primeros mártires. Pero la revolución cultural arrasa con todo, con los católicos auténticos, romanos, y también con los patrióticos. Iglesias y catedrales son profanadas, se destruyen los sagrarios, se pisotea el Santísimo Sacramento. Los católicos son golpeados y sometidos al escarnio público. Se oponen a blasfemar tal como les exigen los jóvenes guardias y entonces son martirizados de forma horrible; son mutilados, quemados vivos, etc.
Desde el ascenso del comunismo, los católicos chinos han estado bajo amenaza constante, siendo obligados a pertenecer a la iglesia del partido so pena de arresto (o muerte). Muchos prefieren profesar su fe en la clandestinidad.
Muchos templos budistas son destruidos y manuscritos antiguos quemados. Se terminan con los pocos vestigios que quedaban a la vista de las civilizaciones imperiales. Ni siquiera se salvan muchas piezas de museo. La Gran Muralla es destruida en parte, se incrementa la xenofobia, está mal visto que la gente plante flores en los propios jardines, se les corta por la fuerza a quienes llevan el pelo largo o engominado, se destrozan los pantalones apretados, se arrancan los tacones altos, se detienen a los transeúntes para obligarles a recitar una cita de Mao...
Paradójicamente, cuando Mao ve que la Revolución Cultural está perjudicando al país y envolviéndolo en un caos, ordena al ejército que actúe contra los fanáticos jóvenes guardias, ocasionando con ello una guerra civil larvada. La segunda mitad de 1968 está marcada por el control generalizado que logra el ejército y las milicias a las órdenes del partido, por la disolución de los guardias, por el envío de millones (más de cinco hasta 1970) de aquellos jóvenes a centros de rehabilitación semicarcelarios. A los que se rebelan se les ejecuta en masa. La China de 1969 y de los años siguientes está sembrada de violencias, de campañas, de consignas...
El comunismo en China lleva ocasionados de seis a diez millones de víctimas directas, incluidos miles de tibetanos (unos ochocientos mil). Además, decenas de millones de los llamados contrarrevolucionarios pasaron un largo período de su vida en el sistema penitenciario (láo găi, 勞改) y tal vez 20 millones murieron sufriéndolo, de los 50 millones de individuos que hasta mediados de los años ochenta estuvieron presos.
Los tres años de catástrofes naturales, como los definió el régimen, no eran tan naturales; fueron los resultados de una política errónea. Los campesinos contaban que, en 1959-60, era tanta el hambre que no tenían fuerza siquiera para recolectar el arroz maduro, y ese había sido un buen año. Muchos habían muerto de hambre viendo cómo los granos de arroz caían en el campo, impulsados por el viento. En ciertos pueblos, no se encontraba nadie para ir a recoger la cosecha.
“(...) Delante de mi vista, entre las malas hierbas, surgió de pronto una escena que me habían contado: la de familias que intercambiaban entre ellas a sus hijos para comérselos (...) Mao había iniciado el gran salto adelante (大 躍進, Dà yuè jìn) y obligado a millares y millares de campesinos aturdidos por el hambre a abatir a golpes de hoz a sus antiguos compañeros y a salvar de este modo su propia vida gracias a la carne y a la sangre de sus compañeros de infancia”. (Wei Jingsheng, de la aldea de Anhui)
La Gran Hambruna China de 1958 a 1961 (en chino 三年 大 饑荒, sān nián dà jī huāng -Tres años de gran hambruna-) fue causada por una política de industrialización mal planeada y peor ejecutada (al igual que sucedió en la URSS con el primer Plan Quinquenal de Stalin).
Por último la principal secuencia en el continente asiático de la revolución cultural fue el genocida régimen de los Jemeres Rojos en Camboya. Llevado al extremo el visceral odio antiintelectual, el mero hecho de llevar gafas era considerado contrarrevolucionario, causando la muerte entre 1975 y 1979 de cerca de dos millones y medio de personas en una población de ocho.
Durante los cuatro años de tiranía de los Jemeres Rojos de Pol Pot, mataron a 2,5 millones de camboyanos por motivos tan abyectos como usar gafas o escuchar música extranjera, solo por el odio a la intelectualidad.
Maoísmo en Europa.
El mito de los jóvenes guardias chinos luchando por una revolución marxista prístina deslumbró a muchos pequeño-burgueses europeos, persuadidos y extraviados mentalmente por la colorista propaganda maoísta. Pero también fue utilizado por los agentes de la CIA en Europa para dividir al comunismo exaltando sus dogmatismos. Además Estados Unidos había reconocido a la China comunista, con la que mantenía importantes relaciones comerciales, llegando un presidente republicano como Richard Nixon a realizar una visita oficial a la misma. Una operación que curiosamente fue tolerada por los agentes de la KGB, pues ya Estados Unidos y la Unión Soviética habían llegado al acuerdo de los espacios de influencia mutua que culminarían con la Ostopolitik. Desde el propio Moscú se aceptaba que los partidos comunistas tenían que coexistir con los capitalistas y no tenía interés en que se llegasen a ganar elecciones, bastaba con que las influencias culturales del marxismo se impusieran, algo que aceptaba perfectamente el capitalismo liberal.
El grupo maoísta por excelencia del mayo francés fue el llamado Gauche Prolétarienne, fundado por maestros del estructuralismo y el psicoanálisis, la mayoría de origen hebreo. Todos los indicios apuntan a que recibió abundante financiación americana y llevó los derroteros de la izquierda hacía la defensa de paradigmas de pensamiento débil, lo que generaba grandes desencuentros con la izquierda clásica más atenta a la problemática social. El maoísmo en Europa por tanto, jugó un papel de disidencia controlada dentro del sistema, no poniendo en tela de juicio el sistema económico capitalista, sino atacando las instituciones tradicionales de orden natural que forjaron la Cristiandad. Uno de sus mayores exponentes será Daniel Cohn-Bendit, judeoalemán estudiante de la Sorbona, que trabajaba en una denominada guardería autogestionada en la cual realizó, según propia confesión de sus memorias, tocamientos a los niños a los que invitaba a explorar su propia sexualidad. Y no faltaron las principales exponentes de la llamada liberación de la mujer, Françoise Picq o Nadja Ringart, mientras en la China maoísta la mujer estaba absolutamente relegada a un papel doméstico y no había ni una entre los dirigentes del Partido.
La Gauche Prolétarienne recibió el apoyo de muchos intelectuales comunistas, como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir
Daniel Cohn-Bendit, uno de los principales personajes de Mayo del 68.
En Italia, los maoístas adaptaron en un determinado momento una posición más contestataria. En ningún otro Estado de Europa occidental se había hecho tan patente la entente capitalista-comunista (o “clerical-marxista”). Los maoístas italianos no está tan claro que participasen de la financiación americana, pues su origen fue más proletario y una respuesta ante la indolencia del PCI ante la democracia cristiana, sobre todo tras su IX Congreso. Esto les llevó a protagonizar alianzas con los grupos neofascistas extraparlamentarios, principalmente con Avanguardia Nazionale, con los que ocuparán la Universidad de La Sapienza durante 1970.
En la Alemania Occidental la Liga Comunista junto a la exigencia de la dictadura del proletariado hace bandera principal de los cambios sociales en las relaciones familiares y se muestra especialmente combativa contra el papel de la religión, particularmente contra el catolicismo romano. Su papel es especialmente interesante, pues por su cercanía al Muro representa una oposición a determinados dictados soviéticos, lanzando frente al llamado “Muro de protección antifascista” (el llamado Muro de Berlín) la consigna dogmática de que “con Stalin no había Muro”.
Maoísmo en España.
En España, el maoísmo entró por Francia, con lo que adquirió sus principales características: subordinación de lo social y la dictadura del proletariado al estructuralismo. Apenas había maoístas en las fábricas, se trataba de un combate de bandas en las calles y en las universidades. Por las organizaciones maoístas pasaron entre otros Federico Jiménez Losantos o la exministro de educación del PP Pilar del Castillo (a la que Carlos Hugo en un gesto deleznable entregó parte del Archivo Carlista que custodiaba la Familia Borbón-Parma en 2004).
El primer partido maoísta en España es el PCE (marxista leninista), a cuyo amparo nace el grupo terrorista FRAP. En el mismo militarán entre otros el eterno presidente de “Movimiento contra la Intolerancia” Esteban Ibarra o el que fuera conseller del gobierno valenciano del PP y hoy implicado en graves escándalos de corrupción Rafael Blasco, así como el padre del dirigente de Podemos, Pablo Iglesias. Su presidente y fundador fue el francmasón y Comisario de Guerra (cargo durante el cual se cometieron cientos de asesinatos en el contexto de la represión roja) Julio Álvarez del Vayo.
Junto a él en 1975 se forma el PTE (Partido del Trabajo de España), como evolución del PCE (internacional), plenamente integrado en el complejo de la llamada oposición democrática. Su fundación y financiación planteó muchos interrogantes desde el primer momento, siendo denunciado como una creación americana con la que hacer participar al comunismo dentro de la oposición. Sus juventudes, emulando plenamente la experiencia de la revolución cultural se denominarán Joven Guardia Roja. Constituían auténticas bandas de delincuentes juveniles que simultaneaban la política con el trapicheo de drogas o los robos a pequeños comercios.
Un carné de la Joven Guardia Roja de España
Al PTE se uniría la ORT, Organización Revolucionaria de los Trabajadores, dirigida por el rico terrateniente manchego José Sanroma Aldea. En esta última formación se da especialmente la modificación de la Esperanza por la utopía, pues sembró las consignas de la confusión marxista principalmente entre los sindicatos de la Acción Católica. Cuando la Justicia se transforma de virtud a ideología, los efectos sobre la Fe acaban siendo devastadores, y los frutos de descristianización resultan claros.
Por último en línea maoísta, estaba el Movimiento Comunista de España, sector salido de la V Asamblea de ETA. Pese a que fue expulsado por excesivamente obrerista y supuestamente poco nacionalista, nuevamente su preocupación principal no fueron las condiciones del obrero ni las relaciones laborales, por el contrario protagonizó las primeras campañas públicas anticatólicas y anticlericales en muchos años en España. Especialmente violenta fue su oposición a la visita del Papa Juan Pablo II (sic) a España y sus campañas abortistas.
Infiltración e instrumentalización de Carlos Hugo por el maoísmo.
Todos estos partidos van a aprovechar la brecha abierta dentro del carlismo por Carlos Hugo para ocupar los espacios que el pueblo carlista iba dejando. La infiltración de maoístas en los actos carlistas desde los que lanzan sus consignas progresistas y sus alabanzas al genocidio de la revolución cultural iba a provocar el estallido violento de 1976. Incluso hubo medios informativos que afirmaron que una de las víctimas de Montejurra 1976, Ricardo García Pellejero, que no era miembro del partido carlista, era militante o simpatizada con la maoísta ORT. De hecho la propia ORT fue una de las invitadas y tuvo un cortejo propio en aquel aquelarre de la extrema izquierda que organizó Carlos Hugo en Montejurra.
Todos estos partidos van a aprovechar la brecha abierta dentro del carlismo por Carlos Hugo para ocupar los espacios que el pueblo carlista iba dejando. La infiltración de maoístas en los actos carlistas desde los que lanzan sus consignas progresistas y sus alabanzas al genocidio de la revolución cultural iba a provocar el estallido violento de 1976. Incluso hubo medios informativos que afirmaron que una de las víctimas de Montejurra 1976, Ricardo García Pellejero, que no era miembro del partido carlista, era militante o simpatizada con la maoísta ORT. De hecho la propia ORT fue una de las invitadas y tuvo un cortejo propio en aquel aquelarre de la extrema izquierda que organizó Carlos Hugo en Montejurra.
Elogios de la prensa comunista al Montejurra carloshuguista
Será, sin embargo, con el Movimiento Comunista de España con quien el partido hugista tendrá más estrechas y profundas relaciones. Se crearán alianzas estables en muchas regiones. En Valencia se constituyó el Bloc Autonómic Valencia d’Esquerres (BAVE), el pacto se rompió antes de las elecciones generales de 1977 por divergencias partidistas. En otras regiones la alianza si llegó a las urnas de 1977, como en Cataluña donde se formalizó la candidatura CUPS o Zaragoza con el Frente Autonomista Aragonés. En Madrid el partido carlista apoyó la lista de la Candidatura de Unidad Popular, impulsada por los maoístas. El MCE fue el principal aliado de los hugistas en estas elecciones, como lo habían sido en los años precedentes en los organismos de la oposición como la Plataforma de Convergencia Democrática o la posterior Platajunta. Se firmaron numerosos documentos, declaraciones y manifiestos conjuntamente en toda España. En el Informe sobre las elecciones legislativas del 15/6/1977 del partido carlista elaborado por Miguel Álvarez Bonald, responsable de la Comisión Federal electoral, se dice:
“se manifiestan también en el seno de los propios militantes tendencias encontradas. Desde los que proclaman que nuestra línea debe de estar en la más pura ortodoxia marxista, y que el partido es el único que en España puede llevar a cabo lo que Mao realizó en China, hasta los que -sin haber entendido casi nada- siguen por una devoción ciega”.
También se constituyó en el seno de las Comisiones Obreras, CC.OO., la llamada Corriente Unitaria, que agruparía a los hugistas y maoístas del MCE en una misma táctica sindical dentro del sindicato. La participación en todo este maremágnum por parte del partido hugista fue siempre de mera comparsa y de segundones, el peso real siempre lo tuvieron los maoístas. Como consecuencia de estas extrañas alianzas la prensa nacional empezó a llamar con cierta frecuencia al partido hugista, “carlistas de Carlos Marx” y a su ideología como “carlo-maoísta”. Ya el domingo 30 de octubre de 1966 el periódico Informaciones publicaba un artículo titulado Ayer en el Cerro de los Ángeles donde comparaba al hugismo con Mao. Jon Juaristi afirma en su libro El bucle melancólico:
“Luego cuando desde ETA comenzamos a colaborar con los Grupos de Acción Carlista -un grupúsculo de seguidores de Carlos Hugo de Borbón Parma- hice amistad con algunos jóvenes pistoleros carlomaoístas de la comarca”.
En su libro sobre las llamadas FARC, Fuerzas Activas Revolucionarias Carlistas, (tendencia extremista dentro del hugismo), Javier Onrubia Rebuelta, exfalangista reconvertido en ferviente hugista, confirma la apreciable influencia maoísta en el grupo:
“La figura de Mao Tse-tung en su doble condición de guerrillero triunfante y destacado teórico. Sus ideas sobre democracia popular, la importancia dada al campesinado, la guerra popular y prolongada, la lucha de clases en la sociedad socialista, las contradicciones y muy especialmente, el aspecto "ético" de su obra, hicieron de él un líder revolucionario muy admirado (...) se hicieron de obligada lectura, igual que el ya legendario "Libro Rojo". Sus ideas calaron muy hondo entre la juventud de todo el mundo”.
Seguidamente señala la composición ideológica de las FARC hugistas:
“Según el testimonio de un miembro de la Coordinadora de las FARC, Burgos y Valladolid representaban la tendencia marxista más ortodoxa, Vizcaya y Navarra la troskista y el resto la maoísta”.
En la transición la política y táctica de Carlos Hugo fue un mero seguidismo de los presupuestos del maoísmo más demencial. El propio Carlos Hugo llegó a visitar China en 1975 invitado por el propio Mao Tse-tung. Allí fueron siguiendo nuestra curiosidad revolucionaria como afirmó de estos viajes a paraísos socialistas, como Cuba o la propia URSS, la denominada Princesa Roja, María Teresa, hermana y verdadera mentora ideológica de Carlos Hugo.
Este alegre periplo en 1975 por la China maoísta, un régimen que sólo durante el periodo concreto de la revolución cultural asesinó según las cifras más bajas a tres millones de personas, fue relatado en el libro de José Carlos Clemente: Carlos Hugo de Borbón Parma: Historia de una Disidencia, Planeta, 2001. Las conclusiones del mismo son absolutamente delirantes, ensalzando un modo de producción que había conducido a la ruina y a la hambruna a las masas campesinas, así como el dirigismo de las fábricas, en las que la obligación de recitar durante veinte minutos los credos comunista y maoísta le resultaba muy simpático a Carlos Hugo. Aún así reconoce la absoluta falta de libertad con la que se encontró en las fábricas y en las calles, así como la que reinaba entre los propios cristianos “patrióticos”, aunque el libro está escrito en 2001, cuando el comunismo estaba totalmente fracasado, por lo que esas críticas se les guardó a su vuelta del viaje. Si inmediatamente después del viaje tenía la impresión de esa absoluta falta de libertad, ello no fue óbice para uncirse a los mismos que reclamaban la aplicación de dicho régimen en España.
Este alegre periplo en 1975 por la China maoísta, un régimen que sólo durante el periodo concreto de la revolución cultural asesinó según las cifras más bajas a tres millones de personas, fue relatado en el libro de José Carlos Clemente: Carlos Hugo de Borbón Parma: Historia de una Disidencia, Planeta, 2001. Las conclusiones del mismo son absolutamente delirantes, ensalzando un modo de producción que había conducido a la ruina y a la hambruna a las masas campesinas, así como el dirigismo de las fábricas, en las que la obligación de recitar durante veinte minutos los credos comunista y maoísta le resultaba muy simpático a Carlos Hugo. Aún así reconoce la absoluta falta de libertad con la que se encontró en las fábricas y en las calles, así como la que reinaba entre los propios cristianos “patrióticos”, aunque el libro está escrito en 2001, cuando el comunismo estaba totalmente fracasado, por lo que esas críticas se les guardó a su vuelta del viaje. Si inmediatamente después del viaje tenía la impresión de esa absoluta falta de libertad, ello no fue óbice para uncirse a los mismos que reclamaban la aplicación de dicho régimen en España.
En contraposición, los carlistas prestaron atención preferente a los acontecimientos acaecidos en China, haciendo propaganda denunciando las mentiras del maoísmo. Los carlistas denunciaron el ignominioso cese de relaciones diplomáticas de España con la República China libre (Formosa) en 1973, despidiendo al embajador junto a cientos de españoles que rendían homenaje a la misma. En agosto del mismo año se abre el Centro Sun Yat-Sen, que actuaría como oficina económica y cultural de la China libre en España. El director de dicho centro reconoció la labor de los carlistas, y a sus expensas incluso se pagó una campaña de propaganda de la Agrupación de Juventudes Tradicionalistas.
Su Alteza Real Don Sixto Enrique de Borbón, Abanderado de la Tradición
Por último, en una audiencia mantenida hace tres años en Madrid con jóvenes tradicionalistas, S.A.R. Don Sixto daba cuenta de cómo había recibido en aquellos días en el Castillo de Lignières a una delegación de la familia imperial china. La misma le había asegurado que China una vez visto los colapsos capitalista y comunista estaba empezando a despertar un renacimiento espiritual como respuesta a las ideologías materialistas. El Abanderado de la Tradición hacía votos para que pronto así sea, y una China renacida espiritualmente y restaurado su régimen tradicional, pueda ser, junto a Rusia, un contrapeso a la prepotencia del orden mundial anglosajón.
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