jueves, 8 de octubre de 2015

LA ANÁFORA NESTORIANA, O EL ECUMENISMO CONTRA LA MISA

Walter Kasper Bacher, el otro protagonista en el Sínodo para destruir la Doctrina Católica sobre la Familia (el primero es, sin duda alguna, el Antipapa Francisco I), ha protagonizado un episodio que, aunque aparentemente perdido en la historia, muestran el carácter liberal, ecumenista y antieucarístico de su persona y su doctrina:
  
La anáfora (canon) de Addai y Mari. Notas históricas.
Siendo Kasper presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, permitió la aceptación por parte de dicho Consejo y mediante documento por él firmado la anáfora (en siríaco ܩܕܵܫܵܐ, Qudasha) nestoriana de Addai y Mari (Addai y Mari se traducen como Tadeo y Mario, que fueron discípulos de Santo Tomás Apóstol y evangelizadores de Mesopotamia). Esta aceptación implicaba dar validez a un canon donde no se pronuncian las palabras de la Consagración
 
Sin las palabras de Consagración, ceremonias como el cubrir el cáliz y la patena (como hacen en esta “Misa” en la Iglesia Ortodoxa Siria Malankara de la India, descendiente de los nestorianos) y bendecir con ello a los fieles, son en vano.
  
Los nestorianos son un grupo herético fundado por Nestorio, Patriarca de Constantinopla, que niegan la Divinidad de Jesucristo al afirmar que su naturaleza humana y divina están radicalmente separadas siendo dos personas distintas (por ello son llamados difisistas) y por ende, niegan la Encarnación del Logos (el Verbo) en el seno de la Bienaventurada Virgen María (en una palabra, niegan la Divina Maternidad de María Santísima). Esta herejía fue condenada en el Concilio de Éfeso (año 431), y al ser desterrados del Imperio Bizantino, se migraron al Imperio Persa sasánida, donde se establecieron en el actual Iraq por mero, puro y duro interés político (Persia y Bizancio estaban en guerra, y al acoger a los nestorianos, Persia consideró a la Iglesia Católica como su enemigo), desde donde comenzaron a enviar misiones a la China en el año 635 (donde eran conocidos como 景教 –Jǐngjiào, “religión luminosa”– y el monje sirio conocido en chino como Alopen –阿羅本, quizá derivado de Abraham o de la expresión siríaca Aloho punoya/ܐܰܠܳܗܳܐ ܦܽܘܢܳܝܳܐ que significa “conversión a Dios”– llegó a ser obispo; desaparecieron tres siglos después al caer la dinastía Tang, y serán reintroducidos por los mongoles para luego extinguirse definitivamente con la dinastía Ming; apenas en 1998 el metropolitano de Bagdad Mar Gewargis Sliwa –futuro Patriarca Jorge III– fue el primer obispo nestoriano en visitar China en siglos, y el 6 de octubre de 2010 “después de 600 años, la liturgia eucarística, según la anáfora de Mar Addai y Mari, se celebró en la capilla del Seminario Teológico Luterano” de Hong Kong, presidida por el obispo nestoriano de California Mar Aba Royel y asistido por el sacerdote Genard Lazar y el diácono Allen Youseffi), la isla de Socotra (donde se dice que Santo Tomás Apóstol, tras naufragar allí en su viaje a la India, predicó y convirtió a los isleños. Marco Polo en su libro de viajes escribió que ellos tenían un arzobispo enviado por el patriarca de Bagdad, pero que seguían practicando hechicerías y otras supersticiones. Aunque la isla fue conquistada por el sultanato mahra en 1511 y la población se convirtió al islam, San Francisco Javier en 1542, Jerónimo Osorio da Fonseca en 1586 y el capitán francés Pierre-Alexandre de la Garde-Jazier en 1733 dijeron hallar “descendientes de los primeros convertidos por Santo Tomás”, que eran tan castos que no conocían sino una sola mujer durante toda su vida, pero que por la falta de misioneros tenían un conocimiento tenue del cristianismo), y Chipre (llegaron a Famagusta luego de la caída de San Juan de Acre en 1291 –para esa época pudo haber presencia nestoriana en Jerusalén y el Santo Sepulcro, a juzgar por el proyecto de peregrinación del monje y diplomático Rabán Bar Sauma, y las crónicas franciscanas entre 1348 y 1575– donde hicieron fortuna como mercaderes, y se convirtieron al catolicismo en 1445, pero tras la conquista por los otomanos no hubo más noticia de ellos).
   
Tras siglos de persecuciones a manos de los musulmanes (la más brutal de todas fue el Genocidio Asirio de 1915-1916, ordenado por el Imperio Turco-otomano), y de cismas internos (de donde surgiría la Iglesia Asiria del Oriente, la Iglesia Católica caldea, la Iglesia Católica Siro-Malabar y la Iglesia Ortodoxa Malankara en la India –y de ésta, la Iglesia Católica Siro-Malankara y algunas denominaciones afines al anglicanismo–, y el cisma neo-calendarista de la Antigua Iglesia de Oriente), en 1994, el Patriarca de la Iglesia Asiria del Oriente, Mar Dinja IV Ananías suscribió con Juan Pablo II Wojtyła una “Declaración Cristológica Común” que conllevó siete años después, a la creación y rúbrica por el mismo Kasper de unas “Orientaciones para la admisión a la Eucaristía entre la Iglesia Caldea y la Iglesia Asiria del Oriente, aprobadas por el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, la Congregación para la Doctrina de la Fe (presidida por Joseph Ratzinger Tauber), la Congregación para las Iglesias Orientales y por el mismo Juan Pablo II (uno y otro documentos pasaron, fuera de algunas publicaciones especializadas, inadvertidos en Occidente –y más en Hispanoamérica, porque nuestros países no son dados a la reflexión teológica y menos en materia litúrgica–), donde se reconoce la validez de la Anáfora de Addai y Mari usada en la Iglesia Asiria del Oriente.
 
Mar Dinja IV Ananías, recibido por Juan Pablo II
  
El problema es que ésta NO CONTIENE LAS PALABRAS CONSECRATORIAS, esto es, le falta la Forma, y las preguntas son:
  • ¿Tendrá carácter sacramental la Anáfora de Addai y Mari reconocida por Juan Pablo II?
  • ¿Esta forma litúrgica siempre fue así?
  • ¿Quién está detrás de todo, y qué consecuencia tiene su reconocimiento?
Todo esto se responderá en su momento, pero en un primer vistazo, la Anáfora, tal y como fue reconocida, no es nada ortodoxa.
  
La Doctrina Católica defiende la necesidad de las Palabras Consagratorias en la Misa.
Como es sostenido en la Doctrina Católica, los Sacramentos tienen tres elementos: Materia, Forma y Ministro (que deberá oficiar guardando la Intención). Así lo sostuvo el Concilio de Florencia, cuando se reunificó la Iglesia Apostólica Armenia con la Iglesia Católica Romana:
“Todos los Sacramentos se realizan por tres elementos: de las cosas, como materia; de las palabras, como forma, y de la persona del ministro que confiere el sacramento con intención de hacer lo que hace la Iglesia. Si uno de ellos falta, no se realiza el sacramento”. (Papa Eugenio IV, Bula Exsultáte Deo. Concilio de Florencia, 1441) 
Y respecto al Santo Sacrificio de la Misa, la materia es el pan sin levadura (en el Rito Romano, Armenio y Siríaco. En el Rito Copto y Bizantino, usan pan con levadura) y vino de vid mezclado con poca agua (aunque los armenios usan vino puro, sin mezcla de agua). La forma es constituida por las Palabras consecratorias. En el Rito Romano, que bien puede llamarse Liturgia de San Pedro y San Pablo (o de Cristo, en últimas, porque Él es el autor), las Palabras consecratorias son “Hoc est enim Corpus meum” (para el pan), e “Hic est enim Calix Sánguinis mei, novi et ætérni Testaménti: Mystérium fidei: qui pro vobis et pro multis effundétur in remissiónem peccatórum” (para el vino). Una vez pronunciadas por el sacerdote LEGÍTIMA Y VÁLIDAMENTE ORDENADO (que es el ministro), guardando la intención de la Iglesia, se opera la Transubstanciación: La sustancia del pan se convierte en el Cuerpo, y el vino se convierte en la Sangre de Cristo, quedando de la materia sólo los accidentes (lo perceptible a través de los sentidos). Así, Nuestro Señor está real y verdaderamente presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Hostia y en el Vino consagrado (Verdad de Fe Divina y Católica):
“La forma de este sacramento son las palabras con que el Salvador consagró este sacramento, pues el sacerdote consagra este sacramento hablando en persona de Cristo. Porque en virtud de las mismas palabras, se convierten la sustancia del pan en el cuerpo y la sustancia del vino en la sangre de Cristo; de modo, sin embargo, que todo Cristo se contiene bajo la especie de pan y todo bajo la especie de vino. También bajo cualquier parte de la hostia consagrada y del vino consagrado, hecha la separación, está Cristo entero”. (Papa Eugenio IV, Bula Exsultáte Deo. Concilio de Florencia, 1441)
El Concilio de Trento reafirma esto sentenciando ex cáthedra que
“En efecto, así todos nuestros antepasados, cuantos fueron en la verdadera Iglesia de Cristo que disertaron acerca de este santísimo sacramento, muy abiertamente profesaron que nuestro Redentor instituyó este tan admirable sacramento [de la Eucaristía] en la última Cena, cuando, después de la bendición del pan y del vino, con expresas y claras palabras atestiguó que daba a sus Apóstoles su propio cuerpo y su propia sangre. Estas palabras, conmemoradas por los santos Evangelistas (Mt. XXVI, 26-28; Mc. XIV, 22-24; Lc. XXII, 19-20) y repetidas luego por San Pablo (I Co. XI, 23-25), como quiera que ostentan aquella propia y clarísima significación, según la cual han sido entendidas por los Padres, es infamia verdaderamente indignísima que algunos hombres pendencieros y perversos las desvíen a tropos ficticios e imaginarios, por los que se niega la verdad de la carne y sangre de Cristo, contra el universal sentir de la Iglesia, que, como columna y sostén de la verdad (I Tm. III,15), detestó por satánicas estas invenciones excogitadas por hombres impíos, a la par que reconocía siempre con gratitud y recuerdo este excelentísimo beneficio de Cristo”.
Todo ello lleva a la conclusión de que las palabras de la Fórmula consecratoria son elementos centrales en la realización del Santo Sacrificio de la Misa, y que la sola ausencia de ésta es causal de INEXISTENCIA DEL SACRAMENTO. Pero Kasper mandó al trenzado la Doctrina auténtica, cuando afirmó el 17 de Mayo de 2003 en la conferencia “A Vision of Christian Unity for the Next Generation” que
“La Iglesia Asiria, que se separó en el siglo V luego del Concilio Ecuménico de Éfeso (431) y que por largo tiempo fue acusada de ser Nestoriana, usa como anáfora (oración eucarística), la Anáfora de Addai y Mari, que no contiene las palabras de Consagración en una forma narrativa. Es probablemente la anáfora más antigua que conocemos, remitiéndose hacia el siglo II y compuesta en lengua aramea, el idioma que Jesús habló. Esta Iglesia, que posee un episcopado indudablemente válido, confiesa la misma fe eucarística que nosotros. Sería inimaginable e impensable que durante siglos hayan celebrado una Eucaristía que es inválida. Hace dos años, por esas razones, esa anáfora fue oficialmente reconocida por la Iglesia Católica (sic)”. ("Cardenal” Walter Kasper, Conferencia en la Abadía de Saint Alban’s, Inglaterra. 17 de Mayo de 2003)
Esas palabras resumen lo que la Provisión firmada por él dos años atrás señala:
“El asunto principal para la Iglesia Católica al aceptar esta petición [de intercomunión] está relacionado con la cuestión de la validez de la Eucaristía celebrada con la Anáfora de Addai y Mari, una de las tres anáforas tradicionalmente usadas por la Iglesia Asiria Oriental. La Anáfora de Addai y Mari es notable porque, desde tiempo inmemorial (sic), ha sido empleada sin una recitación de la Narración de la Institución. Puesto que la Iglesia Católica considera las palabras de la Institución Eucarística una parte constitutiva y por tanto indispensable de la Anáfora u Oración Eucarística, se realizó un largo y cuidadoso estudio de la Anáfora de Addai y Mari, desde perspectivas históricas, litúrgicas y teológicas, al fin del cual la Congregación para la Doctrina de la Fe el 17 de Enero de 2001 concluyó que esta Anáfora puede ser considerada válida. S.S. el Papa Juan Pablo II ha aprobado esta decisión. [...] Las palabras de la institución eucarística están de hecho presentes en la anáfora de Addai y Mari, no de la manera acostumbrada y literalmente, sino en un modo eucológico diseminado, es decir, integradas en las oraciones de acción de gracias, de alabanza y de intercesión. Todos estos elementos constituyen una “cuasinarración” de la institución eucarística. En la parte central de la anáfora, además de la epíclesis, hay referencias explícitas al cuerpo y sangre de Cristo, al misterio dispensador de vida de la pasión, muerte y resurrección del Señor que viene conmemorado y celebrado, a la ofrenda por el perdón de los pecados, a la dimensión escatológica de la celebración y a la exhortación del Señor ‘haced esto en memoria mía’. Las palabras de la Institución no están ausentes de dicha anáfora sino que están explícita pero diseminadamente en el texto”. (Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, Orientaciones para la admisión a la Eucaristía entre la Iglesia Caldea y la Iglesia Asiria del Oriente, 20 de Julio de 2001)
  
¿Que las Palabras de la Institución están “explícitas pero diseminadas” en la Anáfora de la herética y cismática Iglesia Asiria del Oriente tal y como la aprobó el Vaticano? Eso es lo mismo que no tenerlas. Por tanto, no hay sacramentalidad en ella, tal y como la aprobara Wojtyla, Raztinger y Kasper.
   
La Anáfora de Addai y Mari en la historia litúrgica.
Lo más remotamente cercano a ellas son estas dos frases:
“Ten Tú, oh Señor, en tus muchas e inexpresables misericordias, un recuerdo bueno y aceptable de todos los padres justos y rectos que te han complacido en tu presencia, en la conmemoración del Cuerpo y de la Sangre de tu Cristo que ofrecemos en tu puro y santo Altar como Tú nos has enseñado, y danos tu tranquilidad y tu paz todos los días del mundo” [...] “Tu Iglesia redimida por la preciosa Sangre de tu Cristo,...”.  
Estas frases conforman la “Epíclesis” en la Anáfora de Addai y Mari, que si se compara con la Liturgia de Teodoro de Mopsuestia (otra de las tres formas de la Liturgia nestoriana), vienen a tener cierta correspondencia con la parte final del Relato Consecratorio de ésta última:
“Y Él, junto con Sus Apóstoles, en la noche en que fue traicionado, celebró este grande, tremendo, santo y divino Misterio: tomando pan, lo bendijo, lo partió, lo dio a sus discípulos y dijo: ‘Este es Mi Cuerpo que se parte por vosotros para el perdón de los pecados’. Igualmente el cáliz: Dio gracias y se lo dio y dijo: ‘Esta es Mi Sangre del Nuevo Testamento, que se derrama por muchos en remisión de los pecados. Tomadlo todos vosotros, comed del pan y bebed de este cáliz y haced esto cuando estéis juntos reunidos en Mi memoria’”. 
Sabemos que Teodoro de Mopsuestia (quien fuera maestro del heresiarca y blasfemo Nestorio) elaboró su Liturgia posteriormente a la de Addai y Mari; y que la actual versión de la Anáfora de Addai y Mari es un híbrido fabricado por el patriarca nestoriano Ishoyahb III en el siglo VII a partir de una versión anterior que sí contenía el Relato de Institución. Y en el siglo IX, el obispo nestoriano Jorge de Arbela menciona que en su tiempo se sabía exactamente cuáles eran las Palabras de la Consagración, palabras que el obispo y polígrafo nestoriano sirio Abdisho (Ebedjesus) de Nísibe estima como NECESARIAS para guardar el mandamiento de Cristo, y que transcribe en su libro apologético Marganitha (Perla) sobre la Verdad del Cristianismo, tenido como el texto teológico central del nestorianismo:
“En la noche en la que Él fue traicionado para la vida del mundo, tomó el pan en Sus santas, puras e inmaculadas manos, lo bendijo, lo partió, y lo dio a Sus discípulos diciendo ‘Esto es Mi Cuerpo que será partido para la vida del mundo en remisión de los pecados’. Del mismo modo bendijo el cáliz y se lo dio diciendo ‘Esta es Mi Sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos para remisión de los pecados. Cuando comáis de este pan, y bebáis de este cáliz, y lo hagáis cada vez que os reunís, hacedlo en memoria de Mí’”. (Abdisho de Nísibe, Marganitha fidei. 1298)
William P. Macomber, por su parte, postula que el Canon consecratorio de la Anáfora de Addai y Mari, y su ubicación dentro de ella, debe buscarse en la III Anáfora Maronita de San Pedro (o Sharar ܫܰܪܰܪ, por la primera palabra con que comienza en el original siríaco), que es muy similar. La consagración se halla al final de la oración Post Sanctus, antes de la Anámnesis:
  
Esta es nuestra traducción al Español (ciñéndonos a la versión en Latín):
Y elevando la voz, dirá el Sacerdote: Hacemos memoria de tu Pasión, oh Señor, como nos enseñaste.
   
En la noche en que fuiste entregado a los judíos, tomaste, oh Señor, el pan en tus Santas y puras Manos, y elevaste los ojos al Cielo hacia tu Padre glorioso, lo bendijiste , signaste , santificaste , oh Señor, lo partiste y lo diste a tus discípulos, los bienaventurados Apóstoles, diciéndoles: ESTE PAN ES MI CUERPO, que por la vida del mundo será partido y dado, en remisión de los delitos y perdón de los pecados para los que lo reciban. Tomad y comed de él todos vosotros, y os será para la vida eterna.
 
Y tomando el Cáliz dice: Del mismo modo, Señor, sobre el caliz, glorificaste, alabaste y dijiste: ESTE CÁLIZ ES MI SANGRE DEL NUEVO TESTAMENTO, QUE SERÁ DERRAMADA POR MUCHOS PARA REDENCIÓN DE LOS DELITOS, REMISIÓN DE LOS PECADOS Y PARA LA VIDA ETERNA. Amén.
 
Y dirá: Cada vez que comáis de este santo Cuerpo y bebáis de este Cáliz de vida y redención, haréis conmemoración de la Muerte y Resurrección de vuestro Señor hasta el día magno de su Advenimiento. 
Esto significa que, contrario a lo que afirma Kasper, la primera Liturgia de Addai y Mari siempre contuvo el Relato de Institución y las Palabras consecratorias. Estos elementos pudieron ser muy parecida (quizá la misma) a la de los maronitas; o era similar a la de Teodoro (surgida en época posterior), ya que pertenecen a la familia litúrgica de Antioquía de Siria. En qué momento se suprimen y por qué, he ahí el misterio (agravado porque no se conservan los manuscritos que contenían la liturgia en su versión original). Unos dicen que por causa de las persecuciones, se omitió escribirlo y sólo se transmitía oralmente para evitar un sacrilegio, siendo ello una aplicación de la “disciplína arcáni”, que obligaba a los fieles de la Iglesia a no desvelar secretos acerca de los misterios de la fe y, de manera especial, acerca de la Eucaristía: (“No arrojéis lo santo a los cerdos, no sea que se vuelvan contra vosotros y os despedacen”). Otros afirman que la versión original sí la contenía escrito, pero que Ishoyahb III, al reformar la Liturgia, lo dejó para la tradición oral. Algunos concluyen que los nestorianos, en medio de su negación de la Divinidad de Jesucristo, llegaron al extremo de eliminar deliberadamente las palabras de la Consagración y las genuflexiones subsiguientes, porque no creían en la Transubstanciación ni en la Presencia Real, y ésta los acusaba de herejía (motivo por el cual podemos sentenciar que ¡LOS HEREJES NESTORIANOS ESTABAN MIL AÑOS ADELANTADOS A LOS PROTESTANTES, Y OTROS QUINIENTOS MÁS RESPECTO A FRANCISCO BERGOGLIO!).
   
Cuando un grupo de clérigos y seglares de rito oriental se convertían a la Fe Católica, éste era recibido cordialmente (después de todo, la Iglesia Católica siempre ha estado dispuesta a recibir en su seno a todo aquel que sinceramente resuelve abandonar el error y la herejía), y se le permitía conservar su liturgia y oficio propio, expurgando de ésta todo cuanto fuera o pudiera ser herético y cismático: así ocurrió con los griegos, con los armenios, los coptos y algunos siríacos. Caso similar ocurrió con los que nestorianos: Un grupo de obispos y sacerdotes nestorianos liderado por Mar Simón VIII (Juan Sulaqa) se separó de esa secta porque no estaban de acuerdo con que el Patriarcado fuese hereditario (ellos consideraban que debía ser electivo) y se reconcilió con la Iglesia Católica en 1552, estableciéndose así el Patriarcado de Babilonia de los Caldeos, se les permitió conservar la Liturgia de Addai y Mari, pero CON LA CONDICIÓN DE QUE LA FÓRMULA CONSECRATORIA FUERA INCLUIDA EN FORMA EXPLÍCITA E INEQUÍVOCA EN LA LITURGIA, expurgada ésta de toda traza herética. Ahora, de acuerdo al teólogo e historiador anglicano Charles Edward Hammond, la Fórmula entre los Caldeos es suplida con la propia del Rito Romano, ubicándola antes de la Doxología.
   
Otro caso es el de los Siro-Malabares de la India, que fueron nestorianos y también empleaban el Canon de Addai y Mari. Al igual que sus pares en Iraq, los sacerdotes y obispos (enviados por el patriarca nestoriano de Bagdad) no sabían ni siquiera la forma con la que debían consagrar, por lo que cada quien hacía lo que mejor le parecía, relatándose incluso que mezclaban supersticiones hinduistas. Hacia 1556, uno de sus últimos obispos, el metropólita Mar José Sulaqa (hermano de Mar Simón VIII, el primer Patriarca Católico de Babilonia), emprendió una reforma a la anáfora en cuestión incluyendo las palabras de Consagración, después de la Oración Post sanctus y antes de la Oblación. En la Biblioteca Apostólica Vaticana se conserva el Códice Vaticano Siríaco LXVI, que contiene en el folio 101 la Narración de la Institución y las Palabras de Consagración (como no nos es posible transcribirla en el idioma original, colocaremos la versión en Latín tomada del artículo “Le Récit de l’institution eucharistique dans l’anaphore chaldéenne et malabare des Apôtres”, Alphonse Raes SJ. En Orientalia Christiana Periodica, vol. X. Pontificio Instituto de Estudios Orientales, Roma, 1944. Pág. 218):
Super Corpus [N. del T. Léase ‘Panem’, porque después de consagrado el Pan, éste se convierte verdaderamente en el Cuerpo de Cristo]: Dóminus Noster Jesus Christus, nocte qua traditúrus erat et die ante Passiónem suam, accépit Panem hunc sanctum in manus suas puras et sanctas, et elevávit óculos suus in Cælum, et gratias dixit Deo Patri, factóri ómnium, et benedíxit ac fregit, dedítque discípulis suis, et dixit: Accípite, comédite ex hoc pane omnes vos,
  
HOC EST IN VERITÁTE CORPUS MEUM
  
Et elevans aliquantulum Calicem supra altare, dicit super Calicem: Et simíliter postquam cenávit, accépit hunc Cálicem in manus suas puras, et grátias egit, et benedíxit , et dedit discípulis suis et dixit: Accípite, bibíte vos omnes ex hoc Cálice. Et quotiescúmque comedéritis panem hunc et bibéritis etiam hunc Cálicem, memóriam mei recóletis,
 
HIC EST IN VERITÁTE CALIX SÁNGUINIS NOVI TESTAMÉNTI, QUI PRO VOBIS ET PRO MULTIS EFFUNDÉTUR IN REMMISIÓNEM DEBITÓRUM ET VÉNIAM PECCATÓRUM. ET HOC ERIT VOBIS PIGNUM IN ÆTÉRNUM.
  
Et deinde: Grátia Dómini nostri Jesu Christi, et cáritas Dei Patris, et communicátio Sancti Spíritus sit vobíscum, nunc. Et signat seipsum.
Nuestra traducción:
Sobre el Cuerpo [Léase Pan, por la razón mencionada ut supra] dice: Nuestro Señor Jesucristo, en la noche en que fue entregado, el día anterior a su Pasión, tomó este Pan santo, en Sus manos purísimas y santas, y elevando sus ojos al Cielo, y dando gracias a Dios Padre, Criador de todas las cosas, lo bendijo y partió, y lo dio a Sus discípulos, diciendo: Tomad y comed de este Pan todos vosotros,
   

ESTO EN VERDAD ES MI CUERPO.
 
Y elevando un poco el Cáliz por encima del altar, dice sobre el Cáliz: Y del mismo modo, acabada la cena, tomó este Cáliz en Sus manos purísimas, y dando gracias, lo bendijo , y lo dio a Sus discípulos, diciendo: Tomad y bebed de este Cáliz todos vosotros. Y cada vez que comáis de este Pan y bebáis de este Cáliz, hacedlo en memoria de Mí.
   
ÉSTE ES EN VERDAD EL CÁLIZ DEL NUEVO TESTAMENTO SELLADO CON MI SANGRE, QUE POR VOSOTROS Y POR MUCHOS ES DERRAMADA EN REMISIÓN DE LAS DEUDAS Y PERDÓN DE LOS PECADOS. Y ESTA ES VUESTRA PRENDA POR TODA LA ETERNIDAD.
  
A continuación dice: La Gracia de Nuestro Señor Jesucristo, la Caridad de Dios Padre y la Comunión del Espíritu Santo estén con vosotros ahora. Y se signa con la Cruz a sí mismo.
  
Folio 101 del Códice Vaticano Siríaco 66, donde se contiene la Consagración consignada por Mar José Sulaqa hacia 1556.
  
Mar José Sulaqa codificó la Forma consagratoria en 1556, influenciado por los franciscanos que lo acogieron durante su enfermedad. Sulaqa había aprendido el Latín y la Liturgia Católica, y por ello expurgó la liturgia de varios errores nestorianos en relación al Sacramento de la Eucaristía. Era un buen comienzo, pero eso no era suficiente, toda vez que si bien él estaba próximo a convertirse al Catolicismo, los sacerdotes de su jurisdicción continuaban en la obediencia al patriarcado herético, como lo testimoniaba el hecho de que mencionaran al jerarca nestoriano en la Liturgia. Sumado a ello, Mar José estaba en guerra con Mar Abraham, arzobispo nestoriano de Angamale. Por esa razón Fray Alejo de Menezes, Arzobispo de Goa y Primado de Rito Latino de la India, emprendió la depuración de la Anáfora de Addai y Mari, convocando el Sínodo de Diamper el 20 de Junio de 1599. Las Actas del Sínodo Diamperitano recogen varias disposiciones doctrinales, litúrgicas y disciplinarias que ordenaban la reforma de las costumbres y la pureza de la fe, siguiendo las ordenanzas del Concilio de Trento. Los cristianos de la sierra de Malabar abandonaron la herejía nestoriana y se sometieron a la obediencia de la Iglesia Romana, alentados principalmente por el fervor y la disciplina de Mons. Menezes en la Liturgia. Se cuenta incluso que el Jueves Santo de ese año, cuando se hizo el Mandato y el Lavatorio de los pies,
«el Arzobispo estaba revestido de pontifical, lavando los pies a todos los casanares (sacerdotes malabares), besándolos y limpiándolos con muchas muestras de humildad, devoción y lágrimas; y cuando veían la persona del Arzobispo, que ellos tenían por muy grande, con la mitra en la cabeza y de rodillas lavarle los pies a los casanares, fueron tantas las lágrimas en los mismos casanares y en todo el pueblo, que bien excedían la mayor devoción de las iglesias de Europa». (Fray António de Gouvea, OSA. Jornada do Arcebispo de Goa Dom Frey Aleixo de Meneses, Primaz da India Oriental, Religioso da Ordem de S. Agostinho. Coimbra, 1606, pág. 44 col. 4)
  
El Sínodo de Diamper estudió la liturgia malabar, y se decidió eliminar los errores de Nestorio que estaban en la misma, por lo cual se decretó que la Anáfora de Addai y Mari se conservaría para los cristianos de la sierra de Malabar no sólo por su antigüedad, sino por ser la más frecuente durante el año litúrgico de la región en ese entonces [1], siempre que se incluyan las Palabras de la Consagración -que también fueron restablecidas según el Rito Romano-. Las otras anáforas –la de Nestorio y la de Teodoro–, fueron suprimidas porque si bien tenían las palabras consagratorias, en ellas el error era consubstancial a su articulado (una disposición similar fue adoptada por el patriarca José II Sliba Maruf de los Caldeos, entre 1696 y 1712). La Consagración establecida por la reforma menesiana dice así:
Sumens ambabus manibus hostiam dicit: Dóminus Noster Jesus Christus, in illa nocte, qua tradebátur, accépit Panem hunc Sanctum, in sanctas ac puras manus suas, et elevábit óculos suus in Cælum, et gratias egit Deo Patri ómnium rerum creatóri, et benedíxit ac fregit, dedítque discípulis suis, et dicit: Accípite et comédite ex hoc pane omnes vos,
 
HOC EST ENIM CORPUS MEUM.
 
Prolatis verbis consecrationis, statim Hostiam consecratam, genu flexo adorat, surgens, ostendit populo, reponit super altare et iterum adorat.
 
Tunc elevans aliquantulum Calicem dicit:
Simíliter postquam cenávit, accépit hunc Cálicem mánibus suis puris, et grátias egit, et benedíxit , et dedit discípulis suis dicens: Accípite et bibíte omnes vos ex hoc Cálice, quotiescúmque enim comedéritis panem hunc et bibéritis hunc Cálicem, mei memóriam recóletis,
   
HIC EST ENIM CÁLIX SÁNGUINIS MEI, NOVI ET ÆTÉRNI TESTAMÉNTI MYSTÉRIUM FIDEI, QUI PRO VOBIS ET PRO MULTIS EFFUNDÉTUR, IN REMISSIÓNEM PECCATÓRUM.
   
Prolatis verbis consecrationis, deponit Calicem super Corporale, genu flexo adorat, surgens, ostendit populo, et ponens Calicem super altare dicit: Hoc erit nobis pignus usque ad consumatiónem sǽculi. Glória tibi Dómine mi, glória tibi Dómine mi, glória tibi Dómine mi, propter ineffábile donem tuum.
Que traducido sería:
Tomando con ambas manos la Hostia, dice: Nuestro Señor Jesucristo, en la noche en que fue entregado, tomó este Pan santo, en Sus santas y purísimas manos, y elevando sus ojos al Cielo, y dando gracias a Dios Padre, Criador de todas las cosas, lo bendijo y partió, y lo dio a Sus discípulos, diciendo: Tomad y comed de este Pan todos vosotros,
  
HOC EST ENIM CORPUS MEUM.
    
Pronunciadas las palabras de la Consagración, sosteniendo la Hostia consagrada, de rodillas la adora, y se levanta, mostrándola al pueblo, la coloca sobre el altar y vuelve a adorarla.
 
Luego, elevando un poco el Cáliz, dice:
Del mismo modo, acabada la cena, tomó este Cáliz en Sus purísimas manos, y dando gracias, lo bendijo , y lo dio a Sus discípulos, diciendo: Tomad y bebed de este Cáliz todos vosotros. Cada vez que comáis de este Pan y bebáis de este Cáliz, hacedlo en memoria de Mí.
   
HIC EST ENIM CÁLIX SÁNGUINIS MEI, NOVI ET ÆTÉRNI TESTAMÉNTI MYSTÉRIUM FIDEI, QUI PRO VOBIS ET PRO MULTIS EFFUNDÉTUR, IN REMISSIÓNEM PECCATÓRUM.
   
Pronunciadas las palabras de la Consagración, depone el Cáliz sobre el altar, de rodillas lo adora, y se levanta mostrándolo al pueblo, y pone el Cáliz en el altar diciendo: Esta es nuestra prenda hasta la consumación de los siglos. Gloria a ti, mi Señor. Gloria a ti, mi Señor. Gloria a ti, mi Señor, por tus inefables dones.
  
A estas alturas, hay que mencionar que es enseñanza común no sólo entre los nestorianos, sino también entre los cismáticos “ortodoxos” en general, que las Palabras consecratorias sólo surten efecto tras pronunciar una oración que ellos llaman “Epíclesis”. San Pío X en la Carta Apostólica “Ex quo nono labénte sǽculo”, reafirmó la condena que sus antecesores (Benedicto XII, Clemente VI, Benedicto XIII, Benedicto XIV y Pío VII) formularon contra esa afirmación. Aún, el Santo Oficio, en la declaración del 23 de Marzo de 1957, reafirmó la enseñanza Católica de que la eficacia de la Consagración reside ÚNICAMENTE EN LAS PALABRAS «Hoc est enim Corpus meum» -  «Hic est enim Calix Sánguinis mei, novi et ætérni Testaménti: Mystérium fidei: qui pro vobis et pro multis effundétur in remissiónem peccatórum», Y NO EN CUALQUIERA OTRA, cuando sentenció
“En virtud de la Institución de Cristo, sólo celebra válidamente el que pronuncia las Palabras de la Consagración”. (Declaración del Santo Oficio, 23-V-1957. En Acta Apostólicæ Sedis, volumen XXIV, pág. 370. Roma, 1957)
  
Ya en los siglos XIX y principios del siglo XX, varios teólogos y liturgistas especializados en los Ritos Orientales habían llegado a la conclusión de que la Anáfora de Addai y Mari tenía originalmente las palabras de la Consagración, y que si bien no se hallaban escritas en los libros litúrgicos, éstas eran conocidas y pronunciadas en la Liturgia; y que cuando la Iglesia Católica tradicional acogió a los obispos y sacerdotes que abandonaban el nestorianismo, les permitió conservar la Liturgia que ellos usaban, al tiempo en que insistió en que las palabras de la Consagración fueran restablecidas.
   
Por tanto, la teoría de que la Anáfora de Addai y Mari “no contó jamás con el Relato de la Institución y las Palabras Consecratorias” no es más que un error craso. Mas, ¿de dónde surgió este error? De la teología liberal y antidogmática de los protestantes alemanes, que niega que Cristo hubiera tenido intención de instituir la Eucaristía y explica la última cena de Jesús como un mero convite de despedida. Afirman que la cena de la iglesia primitiva se fue originando por evolución de las reuniones que celebraban los discípulos de Jesús, porque San Pablo “convirtió la sencilla cena de despedida en una institución para el futuro («Haced esto en memoria mía») y vinculó el recuerdo de la muerte del Señor con la repetición del banquete de la Cena (I Cor XI, 26)”. Esta “Teología Liberal” (antecedente del modernismo condenado por Pío IX en el Syllabus y por San Pío X en Pascéndi y la “Nueva Teología” condenada en Humáni Géneri por Pío XII) fue condenada por San Pío X en el decreto Lamentábili del Santo Oficio, fechado a Julio 3 de 1907:
La proposición «No hay que entender históricamente todo lo que San Pablo narra acerca de la institución de la eucaristía»: CONDENADA.

La “eminencia gris” tras la aprobación de la “Misa sin consagración
La hipótesis de la ausencia del Relato de Institución en la anáfora de Addai y Mari, refutada constantemente hasta los años 1980, fue reasumida por el jesuita Robert Francis Taft (pariente del presidente William Howard Taft, que fue masón y miembro de Skull and Bones), que tras años de “rigurosos estudios”, concluye blasfemamente que “las palabras consagratorias comenzaron a usarse en el Concilio de Nicea, pero no se exigieron sino después del Concilio de Trento”, y que “la doctrina de que la Transubstanciación se da sólo cuando el sacerdote pronuncia las palabras mágicas (sic) ¡se estableció apenas hasta 1822!”. Ergo, la anáfora de Addai y Mari, en la forma como es usada  por los nestorianos, “no contó jamás (dice) con el Relato de la Institución y las Palabras Consecratorias”, sin dejar de ser válida por ello, ya que “la sola intención sacrificial suple por ello” (esto último concuerda con el planteamiento del herético belga Edwar Schillebeeckx OP, que decía que “Cristo sólo está presente para el que realmente cree, no para el incrédulo”). Intención traducida en una
“referencia explícita, si oblicua, a la institución eucarística, a la Última Cena, al Cuerpo, la Sangre y el Sacrificio de Cristo, y a la oblación de la Iglesia, lo que claramente demuestra la intención de repetir lo que Jesús hizo, en obediencia a su Mandamiento: ‘Haced esto en memoria de Mí’”.
 
Robert Francis Taft SJ, el cerebro tras las “Orientaciones eucarísticas para la Iglesia Asiria”
 
Taft fue el que más influencia ejerció sobre la declaración vaticana de validez de la anáfora nestoriana, como lo reconoció Kasper: Las “Orientaciones para la admisión a la Eucaristía entre la Iglesia Caldea y la Iglesia Asiria del Oriente”, constituyen según Taft, “el más notable documento magisterial post-Vaticano II” porque
la Iglesia Católica (sic) reconoce la validez de una oración eucarística que no tiene las Palabras de Institución, abandonando la insistencia ritualística comenzada en la Edad Media, y mostrando una enorme apertura a las antiguas tradiciones de otra iglesia”.
   
Es inútil y vano que Kasper afirme con argumentos históricos y estudios teológicos que la Anáfora de Addai y Mari aprobada por el Vaticano en 2001, tal y como ha sido observada por los nestorianos, es una Liturgia válida sólo por tener materia e intención. Mientras la Forma no esté explícita, NO HAY TRANSUBSTANCIACIÓN, por tanto, estaremos en presencia  de simple pan y vino, como en el Novus Ordo Missæ y en los cultos protestantes, ANTE UNA IDOLATRÍA. Y los mismos nestorianos se acusan de no guardar el mandamiento del Señor, porque Mar Efrén Mooken, arzobispo de la India en la Iglesia Asiria del Oriente, señala que aún hoy los sacerdotes de ellos NO PRONUNCIAN LAS PALABRAS DE CONSAGRACIÓN.
  
No es de más decir que este insuceso es el más refinado y final intento conciliar por destruir la Oración y Creencia Católica respecto en el Santo Sacrificio. Primero fue el Movimiento Litúrgico de los años 1930-1940, que impulsó la Reforma a la Semana Santa en 1955. Luego la “Misa dialogada”. Posteriormente, la Reforma a las Rúbricas de 1962. A continuación el Concilio Vaticano II y sus dos frutos: el Novus Ordo Sacerdotális atque Episcopális Consecrátio y el Novus Ordo Missæ, seguido de la concepción protestante de “Cena del Señor”, y ahora, LA INSINUACIÓN DE QUE LAS PALABRAS CONSECRATORIAS SON SUPÉRFLUAS.

JORGE RONDÓN SANTOS
8 de Octubre de 2015
Fiesta de Santa Brígida de Suecia, y de los Santos Sergio y Baco

NOTA
[1] En efecto, de acuerdo al tratado de John Mason Neale A History of the Holy Eastern Church (Una historia de la Santa Iglesia Oriental), vol. I, libro IV, cap. I, Londres 1850, pág. 752, los nestorianos usan la Anáfora de Nestorio en cinco ocasiones al año:
  • Denha (Epifanía).
  • Vigilia de San Juan Bautista (primer Jueves después de Denha).
  • Vigilia de los Doctores Griegos –Diodoro de Tarso, Nestorio y Teodoro de Mopsuestia– (quinto Jueves después de Denha).
  • Jueves de la semana del Ayuno de los Ninivitas (tres semanas antes del Gran Ayuno cuaresmal).
  • Domingo de Pascua.
La Anáfora de Teodoro de Mopsuestia (compuesta en griego, y traducida al siríaco por el archidiácono Mar Aba y el obispo Mar Tomás de Raha en ocasión de una visita a los griegos) por su parte, es empleada desde el primer domingo de la Anunciación (el Adviento siríaco, que dura de cinco a seis semanas antes de Denha) hasta el Domingo de Ramos. 

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