Tomado de RADIO CRISTIANDAD
Hay un clamor muy íntimo y profundo
que brota desde el santo de los santos
del alma y se traduce en un suspiro
que asciende como humo de incensario:
es la voz del humano redimido
que, sumiso a la gracia del amado,
florece en gratitudes y alabanzas
desde su humilde condición de barro.
Clamor de quien en Cristo halla su vida
y por gracia de Dios, resucitado,
tiene un solo pastor para el camino
y una fe que trasciende lo mundano.
Clamor que sobrepasa las estrellas
llevando en ristre el fuego y va dejando
semilleros de luz sobre la tierra
y fragantes virtudes a su paso.
Es respuesta al llamado de los cielos
del que humilla su carne y se hace esclavo
de Aquel que con piadosa omnipotencia
puede borrar con sangre sus pecados.
Como eslabón de milenarios ecos
es el clamor del ser iluminado
que alcanza las alturas de rodillas
y asciende en vertical y en solitario.
Clamor agradecido y fervoroso
que brota desde el santo de los santos
del alma que se asoma al infinito
cuando Dios la recibe entre sus manos.
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