«La antigua serpiente se regocija con todos estos castigos con que el hombre se ve
castigado en alma y cuerpo. No quiere, él, que tiene perdida la gloria celeste, que el
hombre la alcance. Efectivamente, cuando se percató que el hombre hizo caso de su
consejo, empezó a planear de hacer guerra a Dios diciendo: “A través del hombre
llevaré a cabo todos mis propósitos”.
Pues, en su odio, inspiró que todos los hombres se odiaran con el mismo mal sentimiento, para que se mataran los unos a los otros. Y dijo: “Haré que los hombres mueran, los perderé más que a mí mismo que ya estoy perdido, porque yo estoy vivo, pero ellos no lo estarán”. Y mandó su soplo para que la sucesión de los hijos de los hombres se extinguiera, y entonces los hombres se encendieron de pasión por otros hombres, perpetrando actos vergonzosos. Y la serpiente gozando de eso, gritó: “Esta es la suma ofensa para el que ha dado el cuerpo al hombre, que la forma de éste desaparezca, por haber evitado la relación natural con las mujeres”.
Es pues el diablo el que los persuade a convertirse en infieles y seductores, para odiarse y matarse convirtiéndose en bandoleros y ladrones, porque el pecado de la homosexualidad lleva a las más vergonzosas violencias y a todos los vicios. Y cuando todos estos pecados se hayan manifestado al mismo tiempo en el pueblo, entonces la constitución de la ley de Dios se quebrantará y la Iglesia será perseguida como una viuda. Y los príncipes, los aristócratas y los ricos serán echados de sus posesiones por la gente de menor rango y serán puestos en fuga de ciudad en ciudad, y su nobleza será aniquilada y los ricos se verán reducidos a la pobreza. Todas estas cosas ocurrirán cuando la antigua serpiente insinúe en el pueblo la voluntad de cambiar vestidos y costumbres. Los hombres le obedecerán, añadiendo allí un detalle, quitando en otra parte otro, deseosos de novedades y de cambios constantes».
Pues, en su odio, inspiró que todos los hombres se odiaran con el mismo mal sentimiento, para que se mataran los unos a los otros. Y dijo: “Haré que los hombres mueran, los perderé más que a mí mismo que ya estoy perdido, porque yo estoy vivo, pero ellos no lo estarán”. Y mandó su soplo para que la sucesión de los hijos de los hombres se extinguiera, y entonces los hombres se encendieron de pasión por otros hombres, perpetrando actos vergonzosos. Y la serpiente gozando de eso, gritó: “Esta es la suma ofensa para el que ha dado el cuerpo al hombre, que la forma de éste desaparezca, por haber evitado la relación natural con las mujeres”.
Es pues el diablo el que los persuade a convertirse en infieles y seductores, para odiarse y matarse convirtiéndose en bandoleros y ladrones, porque el pecado de la homosexualidad lleva a las más vergonzosas violencias y a todos los vicios. Y cuando todos estos pecados se hayan manifestado al mismo tiempo en el pueblo, entonces la constitución de la ley de Dios se quebrantará y la Iglesia será perseguida como una viuda. Y los príncipes, los aristócratas y los ricos serán echados de sus posesiones por la gente de menor rango y serán puestos en fuga de ciudad en ciudad, y su nobleza será aniquilada y los ricos se verán reducidos a la pobreza. Todas estas cosas ocurrirán cuando la antigua serpiente insinúe en el pueblo la voluntad de cambiar vestidos y costumbres. Los hombres le obedecerán, añadiendo allí un detalle, quitando en otra parte otro, deseosos de novedades y de cambios constantes».
SANTA HILDEGARDA DE BINGEN OSB, Liber divinórum óperum (traducción de Rafael Renedo Hijarrubia). Visión Primera de la Segunda parte, cap. IX.
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