domingo, 6 de noviembre de 2022

EL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA DIÓCESIS CATÓLICA EN ESTADOS UNIDOS

El 6 de Noviembre es una fecha importante en la propagación de la jerarquía eclesiástica católica, por ser aniversario de la promulgación de la Bula “Ex Hac Apostólicæ” por el Papa Pío VI, creando la diócesis (posterior archidiócesis) de Baltimore (Estados Unidos) y nombrando como primer obispo a John Carroll, entonces jefe de la Misión Apostólica en Estados Unidos.
  
Retrato del arzobispo John Carroll (óleo de Gilbert Charles Stuart. Washington DC, Biblioteca de la Universidad de Georgetown).
   
El caballero Gaetano Moroni, miembro de la Corte Pontificia entre los papas Gregorio XVI y Pío IX, rememora este hecho en su entrada “Baltimore” de su Diccionario de erudición histórico-eclesiastica desde San Pedro hasta nuestros días, vol. III, págs. 66-67, Venecia, Tipografía Emiliana, 1840:
Las trece nuevas provincias unidas de la América del Norte, para satisfacer los votos de los católicos, especialmente de Massachussets, demandaron al Papa Pío VI un Vicario apostólico. Pero el Santo Padre, en el Consistorio del 6 de Noviembre de 1789 erigió una sede episcopal en Baltimore, y nombró obispo a John Carroll, ex-jesuita, nacido en la misma ciudad en 1736, y jefe de los misioneros establecidos allí. El Papa le dio facultades de hacerse consagrar o en La Habana o en Québec, confiándole al mismo tiempo la dirección de los asuntos católicos en todos los países sujetos a los trece Estados Unidos, confiriéndole el oficio de Legado apostólico. Recibidas sus bulas, el nuevo Obispo partió a Inglaterra, y fue consagrado en Londres en 1790 por monseñor Charles Walsmesley OSB, Obispo titular de Rama y decano de los Vicarios apostólicos en aquel Reino.
   
A su regreso de Inglaterra en 1791 fue seguido por muchos eclesiásticos, en su mayor parte franceses, que por los problemas de su patria llevaron su celo a un país desprovisto de operarios evangélicos. La nueva diócesis no contaba sino casi cuarenta y cinco sacerdotes, la mayor parte antiguos jesuitas, esparcidos por un territorio de mil quinientas leguas de ancho, y novecientas de largo. Los primeros curas del nuevo prelado fueron empleados para establecer un seminario, para el cual fue comprada una casa, donde se recibieron algunos alumnos, y en formar entonces un colegio en Georgetown, cerca a Baltimore. En el mismo año 1791, él tuvo el primer sínodo, que duró cuatro días, en el cual intervinieron dieciocho sacerdotes, sin los llegados de la Francia. En aquel sínodo se establecieron diversos artículos de disciplina sobre las materias de mayor importancia, como se puede ver en las Memorias de Mons. Gaspar Jauffret, tomo II, págs. 349 y siguientes.
  
Mons. Carroll, al retornar a su obispado con dos sacerdotes ingleses, Robert Plunkett y Nickel, condujo enseguida el establecimiento de cuatro religiosas carmelitas de Flandes, solicitadas para la fundación de un convento de su orden en Maryland, donde ya unas fervorosas neófitas las esperaban para ponerse bajo la regla de Santa Teresa su fundadora. Este establecimiento plantado y dirigido por un celoso católico, devenía la vivísima contraposición de las persecuciones sufridas por los religiosos en la Francia por obra de la asamblea de 1790.
  
Capilla de Santa María en el castillo de Lulworth (Dorset, Inglaterra), donde fue consagrado obispo Mons. Carroll.
  
Certificado de la consagración episcopal de Mons. Carroll por Mons. Charles Walsmesley OSB, Obispo titular de Rama y Vicario Apostólico del Distrito Occidental (hoy Diócesis de Clifton, Inglaterra).
   
***
   
Hay una oración que el arzobispo Carroll compuso el 10 de Noviembre de 1.791 para la posesión de George Washington como presidente, cuya traducción os presentamos a continuación:
Te rogamos, oh Dios todopoderoso y eterno, que por Jesucristo has revelado tu gloria a todas las naciones, para preservar las obras de tu misericordia, para que tu Iglesia, difundida por todo el mundo, continúe con fe inmutable en la confesión de tu nombre.
   
Te rogamos, que eres el único bueno y santo, que dotes de conocimiento celestial, celo sincero y santidad de vida a nuestro obispo principal, el Papa, vicario de Nuestro Señor Jesucristo, en el gobierno de su Iglesia; nuestro propio obispo, todos los demás obispos, prelados y pastores de la Iglesia; y especialmente aquellos que están designados para ejercer entre nosotros las funciones del santo ministerio y conducir a tu pueblo por los caminos de la salvación.
    
Te rogamos, oh Dios de poder, sabiduría y justicia, a través de quien se administra correctamente la autoridad, se promulgan leyes y se decretan juicios, ayuda con tu Santo Espíritu de consejo y fortaleza al presidente de estos Estados Unidos, para que su administración se lleve a cabo con rectitud. y sea eminentemente útil a su pueblo que preside; fomentando el debido respeto a la virtud y la religión; por una fiel ejecución de las leyes en justicia y misericordia; y restringiendo el vicio y la inmoralidad.
    
Que la luz de tu divina sabiduría dirija las deliberaciones del Congreso y brille en todos los procedimientos y leyes formuladas para nuestro gobierno, de modo que puedan tender a la preservación de la paz, la promoción de la felicidad nacional, el aumento de la industria. , sobriedad y conocimientos útiles; y puede perpetuarnos la bendición de la igual libertad.
    
Oramos por su excelencia, el gobernador de este estado, por los miembros de la asamblea, por todos los jueces, magistrados y otros funcionarios designados para velar por nuestro bienestar político, para que, con su poderosa protección, puedan desempeñar los deberes de sus respectivos puestos con honestidad y capacidad.
    
Recomendamos igualmente, a tu infinita misericordia, a todos nuestros hermanos y conciudadanos en todo Estados Unidos, para que sean bendecidos en el conocimiento y santificados en la observancia de tu santísima ley; para que sean preservados en unión y en esa paz que el mundo no puede dar; y después de disfrutar las bendiciones de esta vida, sé admitido en las que son eternas.
   
Finalmente, te rogamos, oh Señor de misericordia, que te acuerdes de las almas de tus siervos difuntos, que nos precedieron con el signo de la fe y el reposo en el sueño de la paz; las almas de nuestros padres, familiares y amigos; de aquellos que, en vida, fueron miembros de esta congregación, y particularmente de los que han fallecido recientemente; de todos los bienhechores que, con sus donaciones o legados a esta Iglesia, dieron testimonio de su celo por la decencia del culto divino y demostraron su derecho a nuestra agradecida y caritativa memoria. A estos, oh Señor, y a todos los que descansan en Cristo, concédeles, te suplicamos, un lugar de refrigerio, de luz y de paz eterna, por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador. Amén.

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