«Es sabido que el Padre Pío, en conformidad con la solemne censura de Nuestra Señora de Fátima, tenía una opinión muy fuerte sobre ciertas modas de vestir femeninas. Cuando la locura de la minifalda hizo su impacto, ninguna mujer se atrevía a ir San Giovanni vestida así. Pero algunas mujeres que eran más atrevidas vistieron faldas cortas. El Padre Pío también las fulminaba. Es así… que una mujer comprometida que había oído hablar de la censura del Padre Pío a esas modas, pensó cambiarse de falda antes de ir a confesarse, y consiguió prestada una falda un poco más larga de una amiga. Cuando llegó su turno, el Padre Pío le dio una mirada tan furiosa, cerrando con un golpe seco la ventanilla diciéndole: “Bien, ¿nos hemos vestido entonces para un carnaval?”» (JOHN McCAFFERY. Blessed Padre Pío: The Friar of San Giovanni / Bienaventurado Padre Pío: El fraile de San Giovanni, Ridgefield, CT: Roman Catholic Books, 1999, pág. 88.
No sólo era estricto el Padre Pío con la vestimenta de las mujeres. También con los hombres (de todas edades) era estricto: no podían entrar a la iglesia con camisas de mangas cortas o tres cuartos, o pantalones cortos, so pena de ser devueltos. No por casualidad, la parroquia de San Giovanni Rotondo era uno de los pocos lugares donde la moda de los años 60 no había llegado.
Incluso estaba en contra que los sacerdotes se “disfrazaran” de seglares: (la modestia no es sólo vestir decentemente, sino también conforme al estado de vida), y podía ver en ellos el carácter del Orden Sagrado: a un hombre vestido en traje y corbata que esperaba en la sacristía para ver al Padre Pío, le dijo: «Padre, Vd. vino disfrazado, pero no tiene por qué avergonzarse, la próxima vez venga vestido de sacerdote». Y a otro, que se le presentó con pantalones y suéter, el Padre Pío le dijo que regresara con el hábito de Santo Domingo (el hombre reconoció que era fraile dominico).
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