Dispuesto
por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y publicado en
Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
Postrados
en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle
que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed,
Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia,
para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de
fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor
abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y
provecho de nuestras almas. Amén.DÍA 27 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: INGRATITUD DE LOS HOMBRES PARA CON LAS ALMAS DEL PURGATORIO.
PUNTO PRIMERO
Si todos los cristianos oyesen cual debieran las voces de la naturaleza, de la religión, de la patria, las insinuaciones de la sangre, de la amistad, de los beneficios, y el clamor de su conciencia por el cumplimiento de las promesas y de los deberes de justicia, sería tal la muchedumbre de los sufragios que cual copiosa lluvia bajaran al Purgatorio, que se apagarían aquellas ardientes llamas. Mas, ¡ay dolor! La tierra es muy avara de socorros; y son escasos los consuelos que se proporcionan a las afligidas almas que padecen en aquella profunda mazmorra de dolor. Auméntase su pena con nuestro cruel olvido, tanto más reprensible cuanto mayor es la obligación que tenemos de socorrerlas.
No demos motivo para que en adelante se nos pueda echar en cara tan inhumano olvido.
PUNTO SEGUNDO
San Cirilo dice que la tierra y el Purgatorio forman un singular contraste. En aquella profunda cárcel padecen las almas todo género de tormentos, y en la tierra apenas hay quien vuelva a ellas los ojos para compadecerse de su amargura. De allá se pide con lúgubres gemidos algún socorro, y aquí apenas hay quien se ponga a escucharles. De allá se reclaman los sufragios prometidos y el cumplimiento de las mandas piadosas, y aquí penas hay quien se mueva a prestarles auxilio. Allá todo es lágrimas y desolación, y aquí apenas hay en los corazones una sombra de la ternura y compasión con que deberían empeñarse en abrir las puertas de aquella prisión de fuego. ¿Quién creería que se hallase en los hombres tanta insensibilidad, en los cristianos tanta crueldad, en los amigos y parientes tanta ingratitud y perfidia? Y en nosotros, ¿qué es lo que hay?
PUNTO TERCERO
Y las almas del Purgatorio, ¿se portan con los hombres con igual dureza? ¿Dan gritos de venganza? ¡Ay de nosotros si así lo hicieran! La divina justicia está encendida en una santa ira por la crueldad con que miramos a aquellas almas justas encomendadas a nuestra misericordia, y si ellas se quejasen de nosotros, sin duda que caería sobre nuestras cabezas el rayo de su indignación. Pero son hijas e imitadoras fieles de aquel Dios que desde su Cruz pedía perdón para los que le crucificaban: lo mismo hacen ellas en favor de aquel hermano, de aquel hijo, de aquel esposo que, olvidando su antiguo cariño, como que prolongan su martirio por no socorrerlas. Las almas del Purgatorio ruegan por nosotros, detienen el brazo del Omnipotente, y en vez de castigos nos alcanzan mercedes. Si no nos mueven sus gemidos, conmuévanos su piedad y solicitud en favor nuestro, y correspondámosles con iguales sentimientos de caridad trabajando por ellas hasta librarlas de su angustia y tormentos.
ORACIÓN
No miréis, Señor, nuestro olvido e ingratitud para con aquellas almas abandonadas; oíd, sí, sus clamores que para nosotros os piden piedad y perdón. ¡Ah! Ya no seremos sordos a sus lamentos, ni tan insensibles r ingratos. Nos penetraremos de lo mucho que padecen, recordaremos con frecuencia sus tormentos, y no dejaremos de aliviarlas con sufragios continuos. Y Vos, Señor, perdonadnos el descuido que hasta ahora hayamos tenido, concedednos el no volver a incurrir en semejante falta, y dadnos gracia y fortaleza para cumplir nuestros caritativos propósitos.
EJEMPLO:
El P. José Anchieta, de la Compañía de Jesús, se retiraba al anochecer de asistir a un moribundo a su colegio de la Baja, y al pasar cerca de un estanque oyó llanto y lamentos. A tan lastimeras voces principió su compañero a temblar; mas él, cogiéndole de la mano, le hizo acercarse a la laguna para oír mejor y distinguir aquellos dolorosos gemidos, y conforme se iba acercando al lago y fijando la atención, convencíase más y más de que eran voces de almas que padecían en el Purgatorio, y cuyos lamentos permitió Dios se oyesen. Así es que, maravillado y penetrado de compasión, levantando los ojos al cielo, exclamó: «Ætérne Deus, quam magna est poténtia tua!», y luego; lleno de fe, se postró en tierra y rezó de rodillas con su compañero cinco Padrenuestros y Ave Marías a las santísimas Llagas de Jesucristo, implorando piedad para aquellas afligidas almas. Fue oída la oración del siervo de Dios, porque en el momento cesaron en aquel estanque los dolorosos gemidos: ¡Qué de veces llegar a nuestros oídos los clamores de las almas del Purgatorio, ora por medio de los ministros de la religión, ora por instantáneos recuerdos, ora por la voz de nuestra propia conciencia, ora por inspiraciones venidas de los cielos! Y ¿qué hacemos entonces? ¿Las socorremos con nuestras oraciones? Si hasta ahora no lo hemos hecho, hagámoslo desde hoy, y formemos un constante propósito de no olvidarnos nunca de los fieles difuntos. (P. Sebastián Peretario, en Vida del padre José de Anchieta, libros 2 y 3).
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
SUFRAGIO: Fili, in mórtuum produc lácrymas, et ne despícias sepúlturam illíus! Acordémonos de los muertos delante de sus sepulcros, y pidamos el eterno descanso para sus almas.
Un buen religioso acostumbraba rezar alguna oración siempre que pasaba por delante de algún cementerio; pero un día iba tan distraído, que no se acordó de hacerlo, y acaso no echó de ver que estaba cerca de un camposanto. Los muertos que en él había, entristecidos por semejante omisión, salieron de sus sepulcros y entonaron aquel versículo del Real Profeta: «Et non dixérunt qui præteríbant: benedíctio Dómini super vos» (Y los transeúntes no dijeron: la bendición de Dios sea con vosotros; Psalm. 128, 8). Asombrado el monje con semejante espectáculo, se detuvo, y pesaroso de su falta, añadió al instante lo que sigue en el mismo versículo de David: «Benedicímus vobis in nómine Dómini» (Os bendecimos en nombre del Señor). Y como si en efecto hubiesen recibido la bendición del Señor aquellos aparecidos difuntos, inclinando sus cabezas mostraron su agradecimiento al religioso, y en seguida desaparecieron. Esta visión hizo que el siervo de Dios se animara grandemente a seguir con tan piadosa costumbre. Imitémosle nosotros. Siempre que pasemos cerca de una sepultura o divisemos algún cementerio, recemos alguna oración en sufragio de los difuntos, sin olvidar nunca esta devota práctica para no incurrir en la nota de negligentes o descuidados. (P. Felipe Doutreman, en Pedagogo Cristiano, tomo 1, parte 2, cap. 19).
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz).
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz).
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidores y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
***
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus,
qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu
sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque
perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh
Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o
Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes
Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en
vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
Por el Padre o por la Madre: Deus,
qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter
animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in
ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis
honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y
de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo
de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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