sábado, 28 de noviembre de 2020

MES DE NOVIEMBRE EN SUFRAGIO DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO - DÍA VIGESIMOCTAVO

Dispuesto por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y publicado en Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
   
 
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
Postrados en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed, Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia, para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y provecho de nuestras almas. Amén.
    
DÍA 28 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: GRATITUD DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO PARA CON SUS BIENHECHORES.
     
PUNTO PRIMERO
La Sagrada Escritura nos refiere que el sumo sacerdote Onías y el gran profeta Jeremías no olvidaron después de muertos a sus compatricios. Vióse al primero hacer al Dios de Israel ardientes súplicas por su pueblo, y del segundo cuenta el sagrado texto que oraba por su patria. El interés que manifestaron estos dos insignes campeones de la antigua Alianza estando en el seno de Abrahán, no es más que una imagen de la solicitud de la Iglesia purgante en favor de la militante. Las almas del Purgatorio están continuamente enviando al trono del Eterno abrasados suspiros y ardorosas súplicas para que nos mire con ojos propicios. Puede decirse que esta es la ocupación de aquellas almas; rogar incesantemente por nosotros. Hagamos, pues, otro tanto por ellas.
     
PUNTO SEGUNDO
No sólo el vínculo de la religión y de la caridad en que consiste la comunión de los Santos, sino muy especialmente la gratitud, impele a aquellas almas a pagar los sufragios de los hombres con variada multiplicidad de auxilios. En el Purgatorio no hay tanta diversidad de afectos ni tanta distracción de pensamientos como en el mundo. Allí el único pensamiento es Dios; allí todos los afectos van a parar a Dios; y aquellas almas fervorosísimas no tienen más blanco para todos sus deseos y afecciones que su divino Esposo, y cuanto puede concurrir a satisfacerles tan santa y viva ansia; por lo cual, si los sufragios de los hombres les aceleran la dicha de poseer a su Dios, es tan vehemente la ternura con que corresponden a sus bienhechores, que hasta se olvidan de sí mismas, no atendiendo más que a conseguirles las más dulces bendiciones del Padre de las misericordias. Dichoso quien llegue a merecer la gratitud de las almas del Purgatorio.
     
PUNTO TERCERO
Librarnos de desgracias, aumentarnos los bienes, prolongarnos los días de la vida, tales son las principales bendiciones que nos alcanzan las almas del Purgatorio. Viviendo en un destierro, jamás creamos vernos libres de todo género de males; pero de muchos nos preservamos por la piedad divina y merced a la intercesión de aquellas almas benditas. Dámosles como uno, y ellas nos retribuyen como ciento; unas veces visiblemente, y otras sin que lo percibamos; ora haciendo prosperar nuestros intereses, ora obteniéndonos el inapreciable beneficio de la concordia doméstica y del buen nombre en el público. De modo que el hombre piadoso para con las almas del Purgatorio nadarán en la abundancia y en la paz, y gozará, dice David, de larga vida, y le conservará el Señor la salud, y le vivificará en medio de la mortandad de los pueblos, y le hará dichoso, no solo durante los días de su peregrinación sobre la tierra, sino hasta en su descendencia. Ved, pues, un medio de hallar la felicidad que cabe en este valle de lágrimas; ved lo que se consigue con la piedad para con las almas del Purgatorio, las cuales, sumamente agradecidas, no dejarán de alcanzarnos las gracias que nos sean más necesarias.
   
ORACIÓN
¡Oh cuántas son, Señor, las gracias de que necesitamos! Con toda verdad puede asegurarse que nuestra necesidad es universal, pues por nosotros mismos nada podemos, nada tenemos, y, una de nuestras grandes miserias, es no conocer nuestra pobreza, y el pediros poco y el no acertar a pediros con los requisitos de una verdadera oración. Ahora, Señor, buscamos para con vuestra divina Majestad intercesores que amáis sobremanera; las almas del Purgatorio, tan empeñadas en nuestro favor como gratas á vuestros ojos. De lo profundo de su cárcel os representan nuestra indigencia pidiéndoos las gracias necesarias para remediarla. Miradnos, pues, con vuestra antigua misericordia por lo mucho que os agradan esas vuestras afligidas esposas, mientras nosotros hacemos cuanto está a nuestro alcance por socorrerlas con todo género de sufragios.
  
EJEMPLO: Entre los muchos rasgos de la generosa beneficencia de Eusebio, duque de Cerdeña, se cuenta el de haber destinado para socorro de las almas del Purgatorio todas las rentas de una de sus más ricas ciudades. Cayó esta en poder de Ostorgio, poderoso Rey de Sicilia, que codiciando gloria y riquezas marchó contra ella con respetable ejército y logró sojuzgarla. Tan infausta conquista sintió Eusebio mas vivamente que si hubiese perdido la mejor parte de su ducado; y alentado más que por su valor militar por un santo entusiasmo, hijo de su ardiente piedad, voló a recuperarla con la gente de guerra que le fue posible reunir. Muy inferior, al contrario, era el ejército del duque; sin embargo, marchaba valeroso con la confianza de que la desigualdad de las fuerzas quedaría compensada con la santidad de la causa que iba a defender. Llegó el día de la batalla, y mientras ambos ejércitos se disponían para el combate, se dio parte a Eusebio de que además del de Ostorgio había aparecido un nuevo ejército vestido de blanco y con banderas del mismo color. Tan inesperado suceso desconcertó al principio al piadoso duque, que haciendo alto envió cuatro de a caballo a saber si venía como amigo o como enemigo. Pero al mismo tiempo partieron de las filas de aquel otros cuatro de a caballo, los cuales declararon que era milicia del Cielo que acudía al socorro del duque para recuperar la ciudad de los sufragios; y poniéndose de acuerdo los dos ejércitos aliados, marcharon contra el usurpador. Pasmóse Ostorgio al ver el doble ejército, y habiendo llegado a sus oídos que el que vestía de blanco era milicia celestial, al momento pidió la paz, ofreciendo la restitución de la ciudad y el resarcimiento duplicado de todos los daños que hubiere hecho. Concluyóse la paz con tan ventajosas condiciones; y mientras el duque daba gracias al prodigioso ejército por su oportunísimo socorro, su jefe le manifestó que todos aquellos soldados eran almas que él había sacado del Purgatorio, las cuales velaban incesantemente por su felicidad. Este prodigio no podía menos de encender el corazón del buen duque en más viva caridad para con las almas del Purgatorio, por cuyo medio alcanzó siempre señaladas mercedes, las cuales no nos faltarán, por cierto, si en socorrerlas ponemos toda nuestra solicitud. (P. Alejo Segala OFM Cap., Triunfo de las Ánimas del Purgatorio, parte 1, sufragio 4º, cap. 11).
   
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
   
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
   
SUFRAGIO: Pósui ori meo custódiam... obmútui, et humiliátus sum, et sílui a bonis. (Psalm. 38, 2). El silencio puede ser muy buen sufragio para las almas del Purgatorio.
    
Duranno fue lanzado al Purgatorio por algunos dichos burlescos y para que alcanzaran cuanto antes su libertad se le permitió pedir los sufragios de sus monjes, cuyo abad creyó que el más oportuno sería un riguroso silencio, que impuso por dos semanas a todos sus monjes. En efecto, trascurrido el tiempo del silencio prescrito se vio Duranno libre de sus tormentos, y vestido de gloria se apareció al abad y a los monjes dándoles gracias por haberle socorrido tan eficazmente. ¡Ah! Muchas veces hemos pecado por la lengua, y el Purgatorio está lleno de almas que padecen por haber hablado más de lo que era menester y salvando la valla puesta por la ley de Dios. Para socorrerlas, pues, y sacarlas de aquel terrible calabozo, nosotros tambión guardemos hoy un riguroso silencio, y estemos seguros de que cuanto más mortifiquemos nuestra lengua, tanto más rogarán aquellas benditas ánimas por nuestra felicidad, y nos alcanzarán toda clase de bendiciones y gracias. (San Pedro Damián, Epístola 14 a Desiderio Abad, cap. 7)
  
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
   
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz).
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
   
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidores y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
   
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
   
***
  
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus, qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
   
Por el Padre o por la Madre: Deus, qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
    
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
    
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
   
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
   
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus  famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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