En Italia hubo un episodio que aun hoy es poco comentado, pero que aún hoy debe ser analizado, por las consecuencias que ha dejado: Se trata del “Cisma de Montanèr”.
Surgió luego de
la muerte del padre Giuseppe Faè Moras el 13 de Diciembre de 1966, párroco de
San Pancracio de Montanèr, una frazione (localidad) de Sàrmede
(provincia de Treviso, región de Vittorio Veneto). Antiguo capellán militar durante la Guerra Europea, Faè había sido
designado en Montanèr en 1927 (nombramiento que percibió como una suerte de
extrañamiento por sus posturas antifascistas en cuanto director
espiritual de la Acción Católica local y del semanario diocesano L’Azione
–eran los tiempos de Pío XI, y la Iglesia italiana estaba normalizando sus relaciones con el gobierno–, y durante
la Guerra Mundial fundó con un Gionvanbattista Bitto “Pagnoca” licenciado del Ejército el 8 de Septiembre de 1943 la Brigada partisana
“Vittorio Veneto”. Él y su
hermana Giovanna fueron arrestados el 27 de Marzo de 1944 por los
fascistas y condenados a muerte en Údine (sentencia que le fue conmutada
por mediación del arcipreste de Porndenone Gioacchino Muccin Fabris –futuro obispo de Belluno-Feltre– por
la reclusión en el seminario diocesano de Vittorio Veneto durante el resto de la guerra; peor suerte corrió Giovanna: la deportaron al campo de concentración de Dachau en
Alemania, y desde ahí se pierde el rastro de ella).
Faè (conocido como “Bonsignore” y “Don Galera”) se ganó el aprecio de la
población porque les trajo la electricidad, teléfono, agua corriente y
servicio postal, además de construir un orfanato, un ancianato y
una capilla dedicada a Santa Bárbara en recuerdo de los mineros que
morían en los deslaves de las minas de la región, tanto que la feligresía quiso que el
padre Antonio Botteon (a quien un Faè moribundo le entregó el anillo que el pueblo de Montanèr le obsequió), que le había asistido como capellán en los
últimos tres años, fuese nombrado párroco, pero Albino Luciani (entonces
obispo de Vittorio Veneto y que había asistido al funeral del padre
Faè), nombró a Giovanni Gava, entonces arcipreste de San Anastasio de Cessalto, para que se posesionara el 22 de Enero de
1967. Un comité pidió que a Botteon le permitiesen continuar al menos
como vicepárroco, pero Luciani no solo se mantuvo en su negativa de que,
según el canon 523 pío-benedictino, los fieles no pueden elegir párroco
(y que Botteone era demasiado joven para gobernar él solo una
parroquia), sino que la localidad era demasiado pequeña para tal
arreglo.
El día antes de la posesión de Gava, Montanèr estaba dividida a muerte entre los partidarios del obispo (“los ratones”, que se congregaron en el asilo y eran asistidos por el padre Romualdo Baldissera) y los de Botteon (“los gatos”,
que eran la mayoría), y habían alguna vez llegado a las manos. Al
llegar, Gava se encontró que las puertas y ventanas del templo y la
rectoría estaban tapiadas (para que ni él entrara, ni Botteon saliera –aunque igual, se logró salir y abandonó la región–), y no pudo bajar sus efectos personales del coche. El 9 de Febrero, una delegación de montanereses
partió a Roma para pedir audiencia privada con Pablo VI Montini (aunque
en vano). La primera misa de los “ratones” en la plaza del pueblo fue impedida por una fuerte ventisca, que muchos atribuían ser el ánima del padre Faè. Luciani buscó un compromiso en el envío el 19 de Marzo por
seis meses del fraile carmelita Casimiro de Monsélice, luego del cual, entre una
terna de candidatos nombrados por él, los pobladores elegirían su párroco. Pasado ese
intervalo, y sin aún haber escogido (igual, ningún ternado quería asumir sin el beneplácito de su obispo), Luciani nombró a Pietro Varnier, párroco de San Santiago de Veglia,
como párroco de Montanèr. El 12 de Septiembre, visto que hallaron abiertas las
ventanas de la rectoría, la población enfurecida retuvo en la azotea al
recién llegado Varnier, a quien solo le permitieron llamar a su obispo
informándole de la situación.
Al medio día, Luciani llegó con el
vicecuestor de Treviso, algunos comisarios, agentes de policía y un
piquete de los carabineros, y entrando a la iglesia, retiró las hostias
consagradas del tabernáculo y declaró el entredicho sobre la parroquia, prohibiendo so pena de suspensión que cualquier sacerdote oficiase los sacramentos allí. Una testigo del hecho relata que el vicecuestor de Treviso le preguntó a Luciani: «Monseñor, ¿qué hace? ¡Deja una iglesia interdicta, un pueblo sin Jesús!», y él contesta: «A mí no me interesa el pueblo de Montanèr», y el pueblo le responde: «Luego, bien decimos que si a Vd. no le interesa la fe, tanto menos le interesamos nosotros». Se dio así el cisma.
Con todo, las
dificultades no se hicieron esperar: las conversiones no nacieron de un
sentimiento de fe, sino del resentimiento contra Luciani, y los
sacerdotes ortodoxos que llegaron no tenían buena conducta (Vettorazo
–devenido obispo al ser consagrado por el controvertido patriarca nestoriano Mar Simón XXIII Isaí– fue procesado penalmente por fraude y
expulsado de su parroquia por Fanurio Lino Vivan –de la Iglesia
Autocéfala de Polonia– en 1992. Vivan –de quien se decía que solo era
párroco los fines de semana, organizando fiestas populares y ventas de
iconos religiosos–, a su vez, fue arrestado en 1994 por porte y tráfico
de drogas –que compraba en Milán de lunes a jueves–, y se reveló que
organizaba orgías homosexuales. La noticia de su arresto fue celebrada
por el sacristán de la ya parroquia conciliar de San Pancracio con
repique de campanas). Montanèr osciló entre la liturgia bizantina, el
rito galicano, la liturgia polaca e incluso el
rito nestoriano, tanto que algunos de los cismáticos se reconciliaron con la diócesis de Vittorio Veneto o abandonaron in límine toda práctica religiosa.
Finalmente, en 1998, la comunidad ortodoxa local se
incorporó a la jurisdicción del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla,
permaneciendo desde entonces con el rito bizantino. Las relaciones
entre la parte ortodoxa y la parte conciliar de Montanèr mejoraron desde
entonces, tanto que el monasterio ortodoxo de Santa Bárbara (erigido en
el año 2000) recibió unas reliquias del vecino santuario de los Santos
Víctor y Corona de Feltre, y cuando el monasterio se incendió el 13 de
Diciembre de 2013, el obispón de Vittorio Veneto Corrado Pizziolo les
cedió la iglesia de Santa Cecilia en Val mientras se adelantan las
labores de reconstrucción del templo (cosa impensable de haber seguido
Luciani en dicha sede).
Analizados estos acontecimientos con cabeza fría, los responsables que un conflicto ordinario se degenerase en un cisma (el primero después del Vaticano II) fueron Faè y Luciani. El primero, porque al hacer mejorar las condiciones de sus parroquianos en medio de su accionar pastoral, cedió a la tentación de creerse indispensable e insustituible, hasta el punto que al morir, incitó en sus fieles una lucha partidista que fue una continuidad de la que él hizo durante la guerra, dividiendo a los italianos entre los “buenos” (los partisanos, comunistas hasta la médula –de ahí que a Faè lo llamaban también “el cura rojo”–) y los “malos” (los que veían en el fascismo una esperanza frente a la amenaza de la guerra civil). Pero Luciani también, porque si hubiese estudiado más la situación en que se encontraba esta parroquia y cedido un poco (además de que en Montanèr tenían el derecho antiguo de elegir a su párroco), nombrando a Botteon como vicario, otro gallo le cantara. Pero se comportó como se comportó, y el resto es de todos conocido: fue promovido al Patriarcado de Venecia el 15 de Diciembre de 1969, y el 26 de Agosto de 1978 elegido como Juan Pablo I, un nombre que reflejaba que él era continuidad para el Vaticano II (su elección como sucesor de Montini fue orquestada por el liberalísimo Giovanni Benelli Simoni, que temía que su propia elección hubiese fortalecido a los conservadores –Giuseppe Siri era el único cardenal conservador que aún conservaba derecho como elector, y de ser electo, hubiese revertido el Concilio–).
***
En tiempos actuales, la iglesia conciliar está viendo una situación mucho mayor que el cisma de Montanèr: Bergoglio, a causa de su Motu Próprio “Traditiónis Custódes”, ha facultado en sus obispones que repriman con severidad extrema a sus fieles que seguían el que creen el “Usus Antíquor” (y no lo es): Blaise Cupich, Michel Aupetit, Ángelo De Donatis, Robert Guglielmone, la Conferencia Episcopal de Costa Rica... No es de extrañar que algunos de estos fieles (y clérigos) se vayan con la Fraternidad Sacerdotal San Pío X o de plano decidan no volver más a una liturgia que sienten ya extraña a ellos como es la del Novus Ordo.
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