Traducción de la Novena dispuesta por el canónigo Domenico Andrea Bottieri, publicada en Cúneo por la imprenta de Pietro Rossi en 1814, con las debidas licencias.
INTRODUCCIÓN
El piadosísimo Dios da a los fieles los Santos como protectores a los que recurran, y como ejemplos que imitar. El Beato Ángel fue protector benéfico de la ciudad de Chivasso, donde nació, y de Cúneo, donde se conserva su cuerpo entero y palpable, y también de quien ha recurrido a él. Él fue también uno de los hombres más insignes y acreditados, que por santidad y doctrina ilustraron la Iglesia Católica en el siglo XV. Ahora te propongo, devoto Lector, algunos obsequios para practicar en su honor para merecer su patrocinio, y a fin de hacerte más fácil la imitación, he presentado en consideraciones sus principales virtudes y acciones. Procura de prepararte a su fiesta con fervorosa novena, que comienza a tres de abril:
- En cada día de ella, lee atentamente y con reflexión una de las siguientes consideraciones, y figúrate que el Beato te diga como San Pablo escribiera a los cristianos de Corinto, 1 Cor. 4: «Rogo vos, imitatóres mei estóte, sicut et ego Christi. Os ruego que seáis imitadores míos, como yo lo soy de Cristo».
- Invócalo a conciencia, y ten en tu habitación su imagen.
- Además, cada día asiste en su honor a la Santa Misa, ve a visitar a Jesús Sacramentado, haz alguna limosna u otro acto de caridad, o de mortificación.
- Recita la oración que abajo aparece, y tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri en honor a la Santísima Trinidad, en agradecimiento de los dones que concedió al Beato Ángel.
- Y en el día de su Fiesta, acércate a recibir los Santos Sacramentos.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
AFECTO A JESÚS EUCARISTÍA
Jesús mío, Hijo unigénito del divino Padre, e Hijo de María Virgen, yo os adoro aquí en realidad presente en el Sacramento de la Eucaristía, y uno esta mi adoración a las que os hicieron los tres Magos allá en Belén, cuando os ofrecieron oro, incienso y mirra, y os reconozco como verdadero Dios y verdadero hombre, mi Señor supremo y mi Juez; la uno a las adoraciones que Santa María Magdalena y las otras piadosas mujeres bajando del Calvario hicieron a Vos resucitado en la mañana de vuestra gloriosa Resurrección; la uno también a las adoraciones que ahora os hacen los Ángeles y los Santos en el Paraíso. Os agradezco por la gran benevolencia que nos demostráis al estar de continuo con nosotros, a fin de alimentar nuestras almas y de beneficiarnos. Vos nos habéis dicho: «Pedid y recibiréis. Petíte, et accipíetis» (Joan. 16). Confiado a esta promesa por vuestra misericordia, os pido la remisión de mis pecados, los cuales odio y detesto sumamente, porque fueron ofensas de vuestra bondad infinita, y os pudo perdón y propongo con vuestra ayuda no ofenderos más. Os pido perdonarme, como perdonasteis a la mujer pecadora, y a vuestro Apóstol Pedro. Además os pido vuestra amistad perpetua… ¡Ah!, sí, os amo con todo el corazón, deseo amaros de veras y crecer cada día en vuestro santo amor, y de amaros siempre más en esta vida y en la otra. Os pido la gracia de recibir con las convenientes disposiciones y con fruto los últimos Sacramentos de la Iglesia, cuando estaré cerca de partir para la eternidad bienaventurada. Os pido finalmente todas aquellas otras gracias que me son necesarias o útiles para constantemente vivir y morir como justo, suplicándoos darme vuestra santa bendición, y con ella a conformarme en estos buenos sentimientos… Sí, bendecidme como bendeciréis a vuestros elegidos en el Juicio Universal; bendecid también a todos mis parientes, bienhechores, amigos, todos los enfermos y agonizantes, y todas las personas que se encomiendan a mis oraciones, y las Ánimas del Purgatorio.
Rezar tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri en honor a la Santísima Trinidad, en agradecimiento de los dones que concedió al Beato Ángel.
DÍA PRIMERO – 3 DE ABRIL
VIRTUD DE LA FE EN EL BEATO ÁNGEL
CONSIDERACIÓN
I. Considera, oh Cristiano, que el Beato Ángel tuvo una fe divina, esto es, él conservó siempre pura aquella santa fe de la cual le fue infuso el hábito en el bautismo, creyendo firmemente la existencia de Dios, y todas las verdades que la Iglesia Romana propone creer como reveladas por Dios, y se aplicó voluntario y largamente, y con mucho estudio a aprender todos los artículos, todos los dogmas y todas las cosas que ella abarca, de modo que devino solemne maestro, y para instrucción de otros las explicó en sus libros: que la creía, movido no ya por humanas razones, sino más por la infalible veracidad y autoridad de Dios, que no puede ser engañado ni engañar a los demás, el cual las ha revelado a su Iglesia, y por medio de ella nos la revela a nosotros. Asimismo procura aprender y hacer que tus hijos y las personas que te estén sujetas el Símbolo de los Apóstoles, la Oración Dominical y la Salutación Angélica, los Mandamientos de Dios y de la Iglesia, los Sacramentos, su eficacia, las disposiciones convenientes para recibirlos útilmente, y los deberes de su estado, como cosas totalmente necesarias que debe saber un buen Cristiano. No basta que tú las creas porque te las ha enseñado el padre o el catequista, puesto que esta sería fe humana, sino que debes creerlas con fe divina, esto es, porque Dios las ha revelado. Este es el motivo por el que debes creerlas. ¿Y si alguien te interrogase por qué crees que hay un solo Dios en tres personas realmente distintas?… ¿que Jesucristo está realmente presente en la Sagrada Eucaristía?, debes responderle: «Yo creo porque Dios lo ha revelado». Y para instruirte plenamente de los deberes del Cristiano, ve a la Doctrina, o al menos léela en los libros que la explican claramente. Resuelve usar diligencia para aprenderlas bien, y ora al Señor para que aumente tu fe, como una vez lo pidieron sus Discípulos: «Adáuge nobis fidem» (Luc. 17).
II. Considera, que el Beato Ángel tuvo una fe tan firme, que sin punto de duda de algún misterio aunque sea profundo y superior al humano entendimiento, creía más firmemente que aquellas cosas que veía con los ojos y penetraba con el intelecto, estando persuadido que Dios, que es la verdad por esencia, merece mayor creencia que los sentidos y la razón, que pueden a veces ser falaces. Esta firmeza lo indujo a desear ardientemente a derramar su sangre para sostenerla y defenderla, y dilatarla abiertamente; lo indujo a emprender largos viajes para predicar, a derramar sudores, afrontar fatigas y padecimientos para confutar a los herejes valdenses y los mahometanos, con peligros de la vida, y para mantenerla pura en los Católicos. Se lee en la historia de su vida que fue un incansable defensor, propagador y celosísimo predicador de la fe santa. ¿Tienes por cierto lo que se contiene en la Sagrada Escritura, y que la Santa Iglesia ha definido, como revelado por Dios? Has de saber que negar un solo artículo o dudarlo, te haría perder totalmente la fe, precisamente como un pecado mortal te haría perder la caridad. ¿Estás dispuesto a derramar tu sangre, a dar la vida antes que renegar la fe católica?… ¿Estás persuadido que sin la fe no puedes agradar a Dios? El doctor de las gentes San Pablo te lo dice: «Sine fide impossíbile est plácere Deo…» (Hebr. 11). Haz hoy muchas veces esta protesta: «Dios mío, daré mi vida para sostener vuestra santa fe».
III. Considera que el Beato Ángel tuvo además una fe viva, esto es, unida a la caridad y a las buenas obras, de manera que mantiene constantemente la gracia santificante, y su vida fue un ejercicio continuo de actos de religión, de misericordia, de humildad, de mansedumbre, de mortificación y de obras virtuosas. Tomaba por regla de sus acciones la doctrina y los ejemplos de Jesucristo. Al administrar el sacramento de la penitencia a los pecadores, se imaginaba reavivar aquellas almas muertas y reconciliarlas con Dios y abrirles las puertas del Paraíso; y al administrarlo a los justos, se imaginaba purificarlas más y aumentar en ellas la gracia habitual. Miraba al Templo como casa de Dios, y a los prójimos como imágenes de Dios. Esta sí que es fe viva, y puede decirse que vivía de la fe, como lo enseña el Espíritu Santo: «Justus áutem meus ex fide vivit» (Hebr. 11). ¿Y tú vives establemente en la gracia de Dios? Ay de ti si estás en pecado, o si no hicieses las obras de un buen Cristiano, porque tu fe, según el Apóstol San Santiago, estaría muerta y no bastaría para salvarte: «Fides, si non hábeat ópera, mórtua est… Quid prodest, fratres mei, si fidem quis dicat se habere, ópera áutem non habeat? Númquid póterit fides salvare eum?» (Jac. 2). La fe sin buenas obras es como un cuerpo sin alma: «Sicut corpus sine spíritu mórtuum est, ita et fides sine opéribus mórtua est». Toma por regla de tus costumbres las máximas de la fe, y según ellas juzga tus asuntos, y entonces aspirarás a los bienes eternos, sin aferrarte a los temporales, mirarás al prójimo según Dios, y le perdonarás las injurias, socorrerás a los miserables, respetarás los templos y resistirás las tentaciones. Ahora San Pablo te interroga: ¿Así es tu fe? Examínate: «Vosmetípsos tentáte, si estis in fide: ipsi vos probáte» (2. Cor. 13). Y si la reconoces en ti débil e imperfecta, recurre al Beato Ángel, a fin que ruegue al Altísimo para fortificarla en ti y perfeccionarla; propón en recitar cada día los actos de Fe, Esperanza y Caridad.
COLOQUIO
Ah sí, aunque es pequeña y débil mi fe, y por eso estoy aburrido de una prédica, de una misa larga y de las funciones eclesiásticas, de las prácticas de piedad, y estoy tibio en el divino servicio... ¡Ah! Vos, mi, caro Protector, obtenedme una fe divina, firme y viva, como la tuvisteis vos; una fe que dirija toda acción mía; una fe que por medio de la caridad me haga obrar santamente y con fervor, y que me salve.
RESPONSO Gemma lucens paupertátis
LATÍN
Gemma lucens paupertátis,
Rosa rubens charitátis,
Sóboles Clavásii,
Vas tótius bonitátis,
Speculúmque puritátis,
Cuneénsium glória,
Decus morum, et Minórum.
Prædicátor verbi Dei,
Extírpator hærésum,
Turcárum profligátor,
Tu forma sanctitátis,
Tu doctor populórum,
Ángele Beatíssime,
Semper precáre pro nobis Fílium Dei.
TRADUCCIÓN
Gema resplandeciente de la pobreza,
Rosa roja de la caridad,
Linaje de Clavasio,
Vaso de toda bondad
Y espejo de pureza.
Gloria del pueblo de Cúneo,
Adorno de las costumbres y de los Frailes Menores.
Predicador de la palabra de Dios,
Desarraigador de las herejías,
Destructor de los turcos,
Tú eres la imagen de la santidad,
Tú eres el maestro de los pueblos,
Ángel bienaventurado,
Ruega siempre por nosotros al Hijo de Dios.
℣. Ruega por nosotros, beato Ángel.
℟. Abrase la tierra y brote al Salvador.
ORACIÓN
Oh Dios, que confirmaste la invicta fortaleza de tu bienaventurado Confesor Ángel para combatir a los enemigos de tu Iglesia, concédenos por sus méritos e intercesión, que vencidas las insidias de los enemigos, gocemos de la paz perpetua. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO – 4 DE ABRIL
Por la señal…
Afectos a Jesús Eucaristía, tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri.
VIRTUD DE LA PRUDENCIA EN EL BEATO ÁNGEL
CONSIDERACIÓN
I. Considera que la prudencia cristiana propone el último fin de toda la vida humana, que es Dios, o sea, la gloria y la posesión de Dios, por tanto prescribe los medios apropiados a este fin. Y precisamente el Beato Ángel casi desde joven se propuso querer servir únicamente a Dios como a su primer principio y a su último fin, y de salvar su alma, y a ese fin enderezó sus pensamientos, sus palabras y sus acciones en todo el curso de su vida. Él fue obediente y respetuoso hacia los mayores, asiduo en el orar y en el leer libros espirituales, fue devoto al recibirlos santos Sacramentos, dedicado al ejercicio de obras salvíficas, aplicado al estudio y siendo tan ingenioso en las ciencias, hizo tan grandes progresos que fue laureado en Teología y ambos Derechos en la universidad de Bolonia. Para no desviarse nunca de estos fines huyó de las malas compañías, el ocio, los juegos, las ocasiones y los peligros, en los cuales se puede fácilmente perder la inocencia. Por así decir, unió a la prudencia de la serpiente la sencillez y la inocencia de la paloma, como el Redentor exhortaba a hacer a sus Apóstoles: «Estóte prudéntes sicut serpéntes, et símplices sicut colúmba» (Matth. 10). Esta es la verdadera prudencia, o sea la ciencia de los Santos, el servir a Dios y salvar el alma: «Sciéntia Sanctórum prudéntia» (Prov. 9). Este el negocio más importante de todos; porque si se salva el alma, será salvo el cuerpo, que en el día del Juicio universal resurgirá glorioso, impasible e inmortal, y será admitido a participar de la gloria del alma eternamente en el Cielo. Al contrario, si se pierde el alma se perderá igualmente el cuerpo, que resurgirá inmortal, sí, pero pasible y deforme, condenado a los tormentos eternos. ¡Oh, qué gran desgracia será esta! Pondera aquella sentencia evangélica: «Quid prodest hómini, si mundum univérsum lucrétur, ánimæ vero suæ detriméntum patiátur?» (Matth. 16). ¿Qué te aprovechará convertirte en un gran señor, gran letrado, rico y feliz en el mundo, si después perdieses el alma? Por tanto, conviértete a cuenta de salvarla, y para salvarla ejecuta los medios oportunos, como son la oración cotidiana, la lectura de libros de piedad, la frecuencia de los Sacramentos y la práctica de buenas obras, como hizo el Beato Ángel, y así te salvarás con la ayuda de Dios, que no te faltará. Resuélvete a hacerlo así.
II. Considera que por la muerte de sus padres, el Beato Ángel se halló en libertad, único, noble y rico señor de amplio patrimonio y Senador, y a la edad de treinta años abandonó rodo para alejarse de los muchos peligros del siglo; y para asegurarse mayormente su salvación en un estado de vida más perfecto, siguiendo el consejo evangélico y la divina vocación, renunció una parte de sus bienes a sus consanguíneos, y vendiendo el remanente, distribuyó el precio a los pobres, dio su casa a su patria Chivasso para uso de los consejos públicos y de las escuelas, y en el año 1441 entró en la Orden de los Menores Observantes. Pronto por la humildad, afabilidad, la unión con Dios, y por la exacta observancia de la regla devino ejemplar en todo género de virtudes, y resplandeció entre los Religiosos fervorosos como el sol entre las estrellas; y acabado su noviciado fue admitido a la profesión religiosa, y después al sacerdocio. Esto ciertamente fue acto heroico de virtud al cual no todos son llamados. Es por eso que San Pablo, doctor de las gentes, aconseja a cada uno seguir la vocación de Dios: «Unumquémque sicut vocávit Deus, ita ámbulet» (1. Cor. 7, 17), puesto que en todo estado uno puede salvarse, y hay Santos en todos los estados. ¡Bien por ti si abrazas aquel estado al que Dios te ha destinado!, porque de eso depende tu tranquilidad en esta vida, y tu eterna salvación en la otra. Pero me dirás: ¿Cómo podré conocer a qué estado Dios me llama? Y yo te respondo: 1.º Pide luz al Espíritu Santo para conocerlo, como hacía el Santo David: «Notam fac, mihi viam, in qua ámbulem, quía ad te levávi ánimam meam» (Psal. 142). 2.º Escucha las inspiraciones interiores. 3.º Piensa confrontando las obligaciones del estado y tus fuerzas. 4.º Reflexiona sobre el fin de tu vida, en qué estado querrías haber servido a Dios. 5.º Consulta a tu Confesor, como el Eclesiástico te exhorta a hacer en toda deliberación relevante: «Fili, sine consílio nihil fácias, et post factum non pænitébit» (Eccli. 32). Y Dios te iluminará para conocer su voluntad, y después que con estos medios sugeridos de la prudencia hayas elegido y tomado un estado, el mismo San Pablo te aconseja a permanecer en él y cumplir perfectamente los deberes: «Unusquísque in qua vocatióne vocátus est, in ea permáneat» (1. Cor. 7, 20).
III. Considera la prudencia del beato Ángel en conducir a buen término los distintos y graves asuntos que le fueron planteados. Él primeramente refería el asunto a Dios, en la misma forma que la brújula está continuamente señalando hacia el polo, y después orando imploraba su ayuda, y luego realizaba con diligencia los medios convenientes para hacerlo salir en sí perfecto, a fin que volviese a la gloria de Dios y a provecho del prójimo. Con similar prudencia diríase santamente en el tribunal de la Penitencia los innumerables penitentes que a él recurrían y entre otros el duque Carlos I de Saboya y otros príncipes, y la Beata Paula, condesa de Bene, la cual bajo su dirección subió a tan alto grado de virtud, que devino un espejo de humildad, de caridad y de paciencia a las damas cristianas, y aprobó el espíritu y la conducta de Santa Catalina de Génova, la cual comulgaba cotidianamente. Fue enviado por mandato de los Sumos Pontífices a distintos lugares como Nuncio y Comisario Apostólico, y felizmente resolvió cualquier negocio aunque difícil. Fue elevado cuatro veces a los primeros cargos de su Orden, y siempre gobernó con paz y tranquilidad a sus súbditos religiosos, y se hizo estimar, amar y reverenciar. No se te haga maravilla esto, puesto que el Espíritu Santo con sus siete dones habitaba en él como en su templo viviente, y lo iluminaba, y lo movía a obrar prudentemente. Ahora tú, si quieres salir bien en tus obras, persuádete que la prudencia en los negocios es tan necesaria como lo es la sal en las comidas; antes de comenzarlas haz un ofrecimiento a Dios, después pídele su auxilio, y luego pon toda la aplicación y diligencia para hacerlas perfectas en sí, sabiendo que con una obra así sea pequeña sirves a Dios, que merece ser perfectamente servido: «In ómnibus opéribus tuis præcéllens esto» (Eccli. 33). Y guárdate de la inconsideración, de la precipitación y la negligencia, que son vicios opuestos a la prudencia e impiden la perfección de las acciones; y entre tanto pide al Beato Ángel que te sirva de ejemplo.
COLOQUIO
Vos, mi iluminado maestro, que tuvisteis siempre la mente vuelta al Cielo en todas vuestras empresas, y con los medios oportunos las condujiste a su propio feliz término, sedme guía y enseñadme con vuestro ejemplo para obrar prudentemente, esto es, para gloria de Dios, la salvación de mi alma, a obrar con diligencia y con la conveniente perfección, y conducir a buen fin, toda empresa mía.
Concluir con el Responso y la Oración.
DÍA TERCERO – 5 DE ABRIL
Por la señal…
Afectos a Jesús Eucaristía, tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri.
VIRTUD DE LA ORACIÓN EN EL BEATO ÁNGEL
CONSIDERACIÓN
I. Considera que el Beato Ángel con la oración vocal comenzó a alabar a Dios casi desde la infancia, recitando aquellas piadosas oraciones que le fueron enseñadas por su madre, y Lo alababa felizmente con interno recogimiento y con exterior compostura, y al crecer en edad crecía en él este espíritu de religión al ofrecerle sacrificios de alabanza por medio de oraciones más largas y diarias. Devenido después Religioso profeso y Sacerdote, como Ministro y Legado de la Iglesia militante, recitando o cantando las horas canónicas en los tiempos convenientes, tenía la mente atenta en pronunciar distintamente las palabras, y mucho más en los piadosos sentimientos que contienen, y en Dios, al que tributaba el sacrificio de sus labios: en aquel acto con el corazón encendido de amor celeste se esforzaba en emular a los Bienaventurados comprensores de la Iglesia triunfante. Esto sí es honrar a Dios; esto es salmodiar con el espíritu y con la mente, como hacía San Pablo: «Psallam spíritu, psallam et mente» (1 Cor. 14). ¿Y tú rezas las oraciones acostumbradas en la mañana y en la tarde? ¿Las rezas con atención y con la reverencia debida a la suprema Majestad que adoras y que honras? ¿En las fiestas asistes a la Misa parroquial, que el sagrado Pastor aplica por sus parroquianos, a fin de ofrecerla en unión con él? ¿Intervienes en las Vísperas y las demás funciones eclesiásticas para alabar a Dios, santificar las fiestas y dar buen ejemplo? ¿Rezas el Rosario con la familia? ¿Estás persuadido que las oraciones comunes son más eficaces que las singulares, y que Jesucristo lo declaró cuando dijo que donde hay dos o tres reunidos en Su nombre, está allí en medio de ellos: «Ubi sunt duo, vel tres congregáti in nómine meo, ibi sum in médio eórum» (Matth. 18)? Cuando rezas salmos, cantos y oraciones, ¿lo haces atentamente? Entonces haz un acto de Religión, con el cual honras a Dios, se aumenta la gracia habitual, y el corazón se te inflama de amor divino: «Implémini Spíritu Sancto loquéntes vobismetíspsis, in psalmis, et hymnis, et cánticis spirituálibus, cantántes, et psalléntes in córdibus vestris Dómino» (Ephes. 5). Mientras oras, acuérdate que tienes al lado al Ángel custodio que ofrece a Dios tu oración.
II. Considera que el Beato Ángel fue tan dedicado a la oración mental, la cual es un ejercicio de la memoria, del entendimiento y la voluntad en torno a las verdades de nuestra religión para obtener piadosas luces y afectos. Casi desde niño comenzó a dar poco reposo a su cuerpo para tener más tiempo de conversar con Dios en la oración, en la cual encontraba sus delicias; y su madre que sabía lo encontraba de noche levantado de su cama, arrodillado y absorto en su Amado, el cual con sus bendiciones lo arrebataba a Sí. La regla prescribía hasta dos horas de meditación a los Religiosos, él después de maitines solía prolongarla en el coro hasta la mañana, y más luego dirigiéndose en la tarde a la iglesia a orar, pasaba toda la noche sin tomar el sueño. Incluso puede decirse que su vida fuese casi una oración continua; tan asiduamente caminaba en la presencia de Dios. De la oración, como de un horno encendido, inflamaba su corazón con celestiales llamas; por la oración aguzaba su celo para ejercer bien el oficio de Apóstol y cooperar a la salvación de las almas; por la oración era iluminado para conocer la divina voluntad; por la ración le llegaba el ansia de las humillaciones y de los padecimientos, y la constancia en el emprendido tenor de vida laboriosa, austera y santa. ¿Y tú quieres corregirte de los hábitos viciosos? Haz cada mañana media hora de piadosa meditación. ¿Quieres preservarte del pecado? Medita los novísimos: «Memoráre novíssima tua, et in ætérnum non peccábis» (Eccli. 7). ¿Quieres adquirir la verdadera devoción? Haz la meditación y te sentirás inflamar el corazón, como el Salmista: «In meditatióne mea exardéscet ignis» (Ps. 28), porque al decir del Doctor Santo Tomás, la meditación es la causa de la devoción: «Meditátio est devotiónis cáusa». ¿Quieres hacerte santo? Haz la meditación. Finalmente, ¿quieres salvarte? Haz la meditación, la cual por sentimiento de San Agustín es la llave que abre las puertas del Paraíso: «Orátio justi clavis est cœli». He aquí un medio fácil para santificarte, que el Señor deja en tu arbitrio. Haz la prueba. Quizá tú me dirás que no sabes hacerla, y yo te respondo que San Ignacio en el libro de los Ejercicios Espirituales enseña egregiamente a meditar, y Santa Teresa aconseja a los principiantes a leer la meditación sobre el libro con pausas y con reflexiones, y así basta saber leer para saberla hacer.
III. Considera los efectos de su oración, que fueron las lágrimas, las cuales derramaba en tan gran copia, que frecuentemente encharcaba el pavimento; los arrebatos, los éxtasis, las dulcedumbres interiores, los gozos del Paraísos tan abundantes, que llegó hasta a pedirle al Altísimo a moderar sus favores, no siendo capaz su corazón en contener el torrente de sus consolaciones. Efectos de sus oraciones fueron las muchas y señaladas gracias que obtuvo para sí y para las personas que a él se encomendaron, y principalmente la liberación de la ciudad de Otranto de la invasión de los Turcos. Obtiene la multiplicación de las cosechas en el campo, de la leche en los vasos, la salud a los enfermos, la liberación a los obsesos, la vista a los ciegos, y la facultad de caminar a los cojos, en tal signo, que en el Martirologio Franciscano él es alabado como esclarecido por virtud y por los milagros. En resumen, aquella íntima unión con su Dilecto, que tuvo aun tratando con los hombres, y aquellas frecuentes salidas de pensamientos, y de afectos al Cielo con encendidas jaculatorias, y su santificación fueron efectos de su oración. Si estás cargado de defectos, si eres pobre de virtudes, ¿sabes de dónde proviene? Proviene porque no oras, porque no pides. Te lo dice claramente el Apóstol San Santiago: «Non habétis, propter quod non postulátis» (Jac. 4); porque la oración es un medio valioso para ser liberado de todo mal, y para impetrar todo bien. Jesucristo ha dicho: «Petite, et accipietis» (Joann. 16), y su palabra es infalible. ¿Cómo va pues, que tú has pedido y no has recibido? San Santiago te da la razón de ello, y es porque no has orado bien: «Petítis, et non accípitis, eo quod male petátis» (Jac. 4). ¿Y cómo habrás de orar bien? He aquí las condiciones que deben acompañar tu oración, si quieres ser escuchado. Primero, pide cosas que conciernan a tu eterna salvación, como son la contrición, el perdón de tus pecados, la constancia en amar y servir a Dios, la gracia de la perseverancia final y similares. Segundo, y ya que no mereces por ti mismo ser escuchado, pide en nombre de Jesucristo, el cual te ha merecido y prometido la vida eterna, y el medio para conseguirla. El mismo Jesús te lo confirma diciendo: «Si quid petíeritis Patrem in nómine meo, dabit vobis» (Joan. 16). Tercero, con fe y confianza, y piadosamente. Cuarto, con perseverancia, y entonces Santo Tomás te asegura que serás escuchado infaliblemente.
COLOQUIO
Conozco y confieso que hasta ahora no he orado bien, y por eso no he sido escuchado en mis peticiones. A vos pues recurro ahora, amadísimo protector mío Bienaventurado Ángel, y os pido me enseñéis con vuestro ejemplo a aficionarme a este santo ejercicio de bien orar… ¡Ah!, impetradme de gracia el don de la oración, y por ella me descenderá toda bendición celestial.
Concluir con el Responso y la Oración.
DÍA CUARTO – 6 DE ABRIL
Por la señal…
Afectos a Jesús Eucaristía, tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri.
OBSERVANCIA DE LOS VOTOS EN EL BEATO ÁNGEL
CONSIDERACIÓN
I. Considera que el Beato Ángel casi desde joven se mostró desprendido de las riquezas terrenas con distribuirlas a los necesitados; y tanto creció en él el desprecio de ellas, que se hizo voluntariamente pobre, a ejemplo de Jesucristo, abandonado su pingüe patrimonio para entrar en la orden del Seráfico San Francisco, fundado sobre estrechísima pobreza, donde, para observarla más perfectamente, no consintió nunca ser vestido con hábitos nuevos, sino que escocía los viejos y gastados que dejaban los otros Religiosos. Habitaba en la celda más angosta y más desvencijada del convento. Viajó siempre a pie como verdadero pobre, sin llevar consigo ninguna provisión de viático, gozando de ir mendigando su tenue comida de puerta en puerta por amor de su Señor que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros. Aficionado a la pobreza, amaba mucho a los pobres, andaba alegre con el saco en la espalda para mendigar por sus Religiosos, y a veces pidiendo para los pobres seglares que recurrían a él para ser socorridos. Vivía pobremente y quería sentir los males y las incomodidades de la pobreza, observando perfectamente el voto. Si no has hecho voto, guárdate de la avaricia, esto es, del quererte enriquecer en perjuicio de otros con fraudes, engaños o contratos inicuos. Guárdate de la avaricia en retener lo que a otros es debido, pero paga las deudas lo más presto, paga prontamente la merced a los operarios, y restituye la prenda a su propietario: «Cavéte ab omni avarítia» (Luc. 12). Guárdate de la avaricia, esto es, del amor desordenado a las cosas terrenas, aunque sean tuyas: poséelas sin apego, como te advierte el santo David: «Divítiæ, și afflúant, nolíte cor appónere» (Psal. 61). Conténtate con lo necesario para vivir decentemente en tu estado: «Habéntes áutem aliménta, et quíbus tegámur, his conténti simus» (1 Tim. 6); porque aquellos que son ávidos de hacerse ricos, caen en la tentación y en el lazo del demonio, y en muchos deseos inútiles y perniciosos, que conducen a la perdición, porque la raíz de todos los males es la codicia. Estos son documentos de San Pablo: «Nam qui volunt dívites fíeri, incídunt in tentatiónem, et in láqueum diáboli, et desidéria multa inutília, et nocíva, quæ mergunt hómines in intéritum, et perditiónem. Radix enim ómniun malórum est cupíditas» (1 Tim. 6).
II. Considera que el Beato Ángel fue perfectísimo en la obediencia, puesto que la voluntad del Superior era la suya; obedecía gustoso y con presteza, obedecía por obedecer, esto es, porque recibía el precepto, aun sin esperar el precepto: a él le bastaba saber el querer del Superior para seguirlo sin querer examinar el motivo ni el fin; y obedecía en las cosas tan agradables y fáciles como despreciables y difíciles. Estuvo en edad de más de ochenta años cuando tuvo orden de ir a enseñar nuevamente la Teología y los sagrados Cánones en el convento de Cúneo, y súbitamente fue y enseñó hasta el fin de su vida, queriendo a imitación del Redentor ser obediente hasta la muerte. Escribió en su Suma que la pronta obediencia es el segundo grado de la humildad, y como pobre y humilde y obediente que era, se empleaba con gusto en los oficios más bajos y más abyectos de la casa. Contra su humildad, que lo hacía reputar indigno de preminencias y de honores, para obedecer consintió ser ordenado Sacerdote, y elevado al grado de Provincia, y de Vicario general de la Observancia Regular. Él estaba cierto que Dios con la voz del Superior le declaraba sus voluntades; y por eso miraba la voluntad del Superior como la de Dios, y la ponía en ejecución, como si se la hubiese hablado Dios mismo, el cual nos notifica que quien escucha al superior a Él lo escucha, y al contrario, quien desprecia al superior, a Él lo desprecia: «Qui vos áudit, me áudit: et qui vos spernit, me spernit» (Luc. 10). ¿Tú amas, respetas y ayudas a tus padres, como el Señor lo manda en su cuarto mandamiento del Decálogo? ¿Los honras con las acciones, con las palabras, y los soportas con paciencia? Si lo haces, serás bendecido por Él en vida y en muerte: «In ópere, et sermóne, et omni patiéntia hónora patrem tuum, ut supervéniat tibi benedíctio ab eo, et benedíctio illíus in novíssimo máneat» (Eccli. 3). ¿Los obedeces en todas las cosas lícitas, como te intima San Pablo?: «Fílii, obœ́dite paréntibus per ómnia, hoc enim plácitum est in Dómino» (Coloss. 3). Sé también obediente, y sometido a todos tus superiores, porque ellos deben vigilar sobre tu conducta, y deben rendir cuenta de tu alma. Guárdate de despreciarlos, de contristarlos y de criticarlos: «Obœ́dite præpósitis vestris, et subjácete eis. Ipsi enim pervígilant quási ratiónem pro animábus vestris redditúri, ut cum gáudio hoc fáciant, et non geméntes. Hoc enim non expédit vobis» (Hebr. 13).
III. Considera que el Beato Ángel observó perfectamente todo lo que había prometido al Señor al hacer los votos solemnes, estando bien persuadido que así como la santidad del cristiano consiste en la entera observancia de la divina ley, así también la santidad y perfección del Religioso consiste en la entera y exacta observancia de todas las reglas de su instituto; y por eso él las observaba enteramente y según su espíritu, así fuesen mínimas, de manera que casi desde el noviciado pudo servir de maravilla y ejemplo a los Religiosos más provectos y celosos. Basta decir que vivió en la religión hasta la muerte con opinión de santidad y de virtudes cristianas. Estaba tan bien aficionado a su Orden que fundó los conventos de Faenza, de Savona, de Cotignuola, de Turín, y otro de sagradas vírgenes en Chivasso, en el cual su sobrina la Beata Bartolomea aprendiese las primicias del espíritu; y mientras fue Superior, mantuvo y aumentó en sus claustros la regular disciplina y el fervor, y por decir mucho en pocas palabras, su puntualidad y exactitud en observar todas las constituciones y laudables costumbres de su instituto parecía la regla de San Francisco puesta en práctica. ¿Y con qué medios promovió en sí, y en otros la disciplina regular y el fervor? 1.º con la oración asidua, 2.º con el buen ejemplo, 3.º con la prudencia, 4.º con la vigilancia, 1.º con eficaces exhortaciones y con óptimos reglamentos. Esto quiere decir que vivía realmente como santo. ¿Y tú te examinas sobre las obligaciones de tu estado? En el divino tribunal te será demandada cuenta si has cumplido totalmente las obligaciones de padre hacia los hijos, de marido, de mujer hacia su consorte, de siervo ante su señor, de capitán ante los soldados. Te será pedida cuenta si has ejercido bien tu profesión de juez, de abogado, de médico, u otra. Si estás lleno de talentos y de la ciencia necesaria para ejercitarlos bien, si has usado el estudio, la aplicación y la diligencia convenientes en ejercitarlas, puesto que la ignorancia, o la negligencia o la pereza condenada aun por las leyes humanas bastaría para hacerte condenar. Comprométete pues a empezar plenamente y de cumplir exactamente los deberes de tu estado, si ansías ser un hombre acreditado en la república, y justo ante Dios.
COLOQUIO
¡Oh, cuánto debo confundirme al recordar las omisiones de mi vida pasada! ¡Cuánto he faltado a mis deberes! ¡Cuántos ásperos reproches me hace mi conciencia por las culpas de ignorancia, de negligencia y de desatención por mí cometidas! Vos, mi querido Beato Ángel, tened piedad de mí; impetradme el perdón y gracia de hacer a tiempo la penitencia condigna, y de enmendarme en el futuro siendo más atento, y más solícito en ejercitar mis oficios.
Concluir con el Responso y la Oración.
No va al tema, pero se vió la película del apocalipsis que acababa de salir?
ResponderEliminarNo, no la hemos visto aún.
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