El sábado 28 de Mayo, el turno de rosarios de la “maratón mariana” de Bergoglio para presuntamente acabar con el coronavirus wuhanense, le correspondió al santuario de Nuestra Señora de las Gracias de Altötting (Alemania), donde se presenció el siguiente incidente:
Cuando el obispón de Passau Stefan Oster SDB (que, inter ália, promueve el presbiterado casado y los matrimonios mixtos –aunque a diferencia de sus pares, no apoya que los protestantes reciban la galleta ni el Kool Aid en el servicio novusordiano–) intentó impartir la bendición con la milagrosa imagen de la Virgen, la corona del Niño Jesús se cayó al suelo produciendo un vergonzoso simbolismo. Oster tuvo que pedir a un presbítero que recogiera la corona del suelo y la devolviera, y para más inri, ¡le tapó la cara al Niño Jesús! mientras daba la bendición.
En lugar de tomar nota de la inequívoca señal, al día siguiente Oster divagó en su cuenta de Facebook que sólo se había caído la corona de Cristo, no su cabeza (aunque es de advertir que la imagen, proveniente de Auvernia de Francia hacia el año 1330, está bastante deteriorada), añadiendo que el Señor “también podría haber renunciado a la corona en persona” porque “su gloria brilla desde dentro” (a diferencia de los prelados del Novus Ordo, cuya dudosa gloria se mantiene o cae con su mitra).
COMENTARIO: La divagación de Oster (que bien pudo reservarse para sí), solo puede provenir y ser aplaudida por aquellos que han destronado a Nuestro Señor Jesucristo y desterrádolo de Su Iglesia. Y aunque era previsible tal accidente al intentar bendecir con una imagen de la Virgen, no con ello se debe ignorar esta señal y menos por parte de los conciliares, que piden en sus servicios novusordianos saber “discernir los signos de los tiempos a la luz de la Fe” («Ut omnes Ecclésiæ fidéles, témporum signa lúmine fídei perscrutántes», Plegaria eucarística III para diversas circunstancias “Jesús, Camino hacia el Padre”).
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