Ejercicio compuesto por el Padre Dr. Marcelino Nava Delgado, Secretario diocesano de la Pía Unión de San Antonio de Padua, y publicado en Valladolid por la imprenta de Cuesta hacia 1910, con licencia de la Autoridad Eclesiástica.
ORIGEN Y MODO DE PRACTICAR ESTA DEVOCIÓN. INDULGENCIAS QUE SE GANAN. ADVERTENCIAS NECESARIAS
La piadosa costumbre de consagrar los Martes a San Antonio de Padua trae su origen desde la traslación solemne de las sagradas reliquias del Santo. Habiendo muerto San Antonio el Viernes 13 de Junio de 1231, en Arcella, lugar poco distante de Padua, sus sagrados restos fueron trasladados el Martes siguiente a la iglesia de Santa María de Padua, siendo llevados como en triunfo con grande acompañamiento de todos los pueblos limítrofes de ambos lugares. De este memorable día escriben los biógrafos de San Antonio: «Lo cierto y admirable es que en aquel día, MARTES, ninguno de cuantos afligidos invocaron al Santo, quedó desconsolado». Razón más que suficiente para que en los pueblos del Norte de Italia prendiera la devoción a San Antonio, prefiriendo este día a los demás de la semana.
Más tarde, esta saludable devoción de consagrar los Martes a San Antonio, se extendió en mayores proporciones debido al favor especial que por intercesión del Santo obtuvo una Señora de Bolonia en 1617, según se refiere en el primer ejemplo de estos ejercicios.
Estimulados los fieles por los favores dispensados por San Antonio a tan piadosa Señora, se decidieron a imitar su ejemplo; y de aquí que en Europa se vinieran consagrando nueve Martes seguidos al Santo de Padua por las muchas gracias que en tales días dispensaba el Santo Taumaturgo al que de corazón recto las suplicaba.
Por fin, la Pía Unión de San Antonio de Padua erigida canónicamente en la iglesia de San Antonio de Roma, y extendida a todo el orbe por el decreto del Eminentísimo Señor Cardenal Parrochi, Vicario de Su Santidad el Papa León XIII, su fecha 13 de Febrero de 1894, ha contribuido admirablemente a propagar en el Universo la devoción de consagrar los Martes a San Antonio de Padua.
Y no hay duda que en estos cuatro años a pesar de la preocupación vulgar y especie de superstición, muy extendida de considerar los martes como días aciagos, esta práctica piadosa ha tomado mayor incremento, por el rico tesoro de indulgencias concedidas a los devotos que la practican, y por los favores dispensados por el Santo de los milagros. La S. C. de Indulgencias en su Rescripto 4 de Mayo de 1894, concede
a los fieles, inscritos en la Pía Unión de San Antonio de Padua INDULGENCIA PLENARIA en cada uno de los Trece Martes, que en cualquier época del año, por una sola vez, quieran consagrar a San Antonio, haciendo algún piadoso ejercicio en honor del Santo, con tal que en los predichos días después de haber confesado y comulgado visitaren alguna Iglesia u Oratorio público, y en ellos orasen algún tiempo a intención de Su Santidad el Romano Pontífice.
Su Santidad el Papa León XIII, en su Breve de 1 de Marzo de 1898, extendió esta gracia a todos los fieles cristianos que practicasen esta devoción en trece Martes continuos o en trece Domingos no interrumpidos.
Donde está canónicamente establecido el ejercicio de los Trece Martes en honor de San Antonio ganan todos los fieles cada vez que asistan a alguno de estos ejercicios siete años y siete cuarentenas de perdón; y si asisten por lo menos siete días, pueden ganar indulgencia plenaria, confesando y comulgando y visitando alguna iglesia pública rogando en ella por les necesidades de la Santa Iglesia.
Las iglesias de la Orden Franciscana tienen el privilegio de indulgencia plenaria extensiva a todos los fieles que en los Martes consagrados a San Antonio de Padua visitaren dichas iglesias, cuando el Santísimo Sacramento se expone a la adoración de los fieles en las mismas para los indicados fines.
En cuanto a los favores dispensados por San Antonio a sus devotos que han practicado esta devoción, dan testimonio de ello multitud de casos registrados en los Centros Antonianos; y si alguno lo pusiere en duda, «Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no lo creyere, (digo yo como Santa Teresa escribiendo de San José) y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca».
Por más que las indulgencias concedidas a los ejercicios de los trece Martes se pueden lucrar en cualquier época del año, es sin embargo preferible el tiempo que precede o siga a las festividades del Santo Taumaturgo. Su glorioso tránsito es el día 13 de Junio, y la traslación de sus Reliquias el 15 de Febrero. Muy conveniente es practicar esta devoción cuando alguna necesidad obligare a acudir a San Antonio, o alguna causa razonable; como el mudar de estado, emprender un negocio arduo, etc., impulsase a lo mismo. Mas téngase presente que los trece Martes, o los trece Domingos, han de ser continuos, y en las mismas condiciones que los siete Domingos de San José, a saber: que se ha de recibir en el mismo día la Sagrada Comunión, se ha de hacer la visita a una iglesia pública y el ejercicio piadoso en honor del Santo. Si se pudieren hacer públicamente en una iglesia u oratorio, con esta solemnidad se daría mucha gloria a Dios nuestro Señor, y honor al Santo Taumaturgo; además del buen ejemplo que a los fieles se mostraría honrando al Santo de todo el mundo. Mas si esto no fuere posible, háganse privadamente delante de un altar del Santo; o bien en el hogar doméstico delante de su imagen con luces encendidas. Propónganse ante todo los devotos de San Antonio imitar en cada una de las semanas alguna de sus virtudes. Den además en su obsequio alguna limosna a los pobres; y finalmente ejercítense en aquellas obras que mejor promuevan la gloria de Dios, honor del Santo, y santificación de las almas sin olvidarse de la propia.
Hechas estas advertencias pasemos ahora a la práctica.
EJERCICIOS DE LOS TRECE MARTES DE SAN ANTONIO DE PADUA
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS EJERCICIOS
¡Oh Dios mío, inexhauto tesoro de bondad y misericordia!, que no queréis la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva, hénos aquí polvo y miseria postrados ante vuestra Soberana Majestad, dándoos las más rendidas gracias, por no habernos confundido con la muerte sempiterna, cuando perpetrábamos la culpa. ¡Cuánto me pesa de haberos ofendido! ¡Quién diera a mis ojos las lágrimas de vuestros fieles siervos, Magdalena, Pablo y Agustín, para lavar con sincera penitencia la negra mancha de los pecados, contra Vos tan fácilmente cometidos! Ya que por la vil ingratitud no merecemos el perdón de ellos, nos atrevemos a suplicarle de vuestra clemencia infinita por los méritos de vuestro Unigénito Hijo Señor nuestro Jesucristo. También os pedimos, Señor, por los merecimientos de la Santísima Virgen María, que nos concedáis la gracia de emplear el tiempo que nos reste de vida copiando los ejemplos de virtud de vuestro confesor San Antonio, para promover vuestra mayor gloria, el bien de nuestros prójimos y la santificación de nuestras almas. Amén.
Visitemos la Iglesia, para ganar la indulgencia plenaria concedida a los fieles cristianos que practican la devoción de los trece martes.
—Cinco Paternóster, Ave María y Gloria.
PRIMER MARTES
CONSIDERACIÓN: «Si buscas milagros, mira».
Con intención pura y rectas disposiciones de alma ha de buscar el devoto de San Antonio los milagros del Santo Taumaturgo; pues de lo contrario, tema que se diga de él lo que en otro tiempo increpaba el divino Salvador a los escribas y fariseos: Esta generación busca milagros del Cielo, y no se les dará sino los de Jonás profeta. ¿Eres pecador? Muévante a saludable penitencia los prodigios que obraba el Apóstol Franciscano del siglo XIII; porque no se levanten contra tí en el día del juicio los habitantes de Bolonia, Montpelier, Padua y demás pueblos de Italia, campo vastísimo de la predicación Evangélica de nuestro Santo, y como los Ninívitas a los judíos, te arguyan de la dureza que petrifica tu frío corazón. ¿Tienes la dicha de ser contado en el número de los justos? Contempla en estos días de ejercicios la vida de San Antonio, fiel copia de la de Cristo, para adornar tu alma de las virtudes que florecían en ella; y guiado por la antorcha de la fe aprende aquella celestial sabiduría, que ha de dirigir todos los pasos de tu vida, porque no sea que, como a los fariseos del tiempo de Jesucristo les ha de argüir en el juicio la reina de Sabá, así se levanten contra ti tantos Sacerdotes, religiosos y seglares, que han copiado fielmentelas huellas del amante del dulcísimo Jesús, San Antonio de Padua.
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, que tantos milagros siempre has obrado en el mundo, ostentando el admirable poder de la diestra del Altísimo: consíguenos de ese dulcísimo Jesús, que ahora perpetuamente estás contemplando, se disipen las tinieblas que envuelven las mentes de los obstinados incrédulos y glaciales indiferentes, que viven en el mundo; y haz que en tu amada España brille sin sombras la refulgente antorcha de la religión católica, con cuya luz guiados tus devotos lleguemos a participar algún día de esa gloria que tú gozas en el Cielo. Amén.
FRUTO: «El varón justo y fiel iluminado con los rayos de la infinita verdad, debe despedir de sí centellas de sana doctrina y buen ejemplo, que inflamen al prójimo» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Oh dulce Jesús mío, luciente antorcha sea para mis pasos tu santa palabra, luz para mis ojos tu doctrina» (Psalm CXVIII).
EJEMPLO: Una señora de Bolonia obtiene sucesión por intercesión de San Antonio.
Léese en la Biografía de San Antonio que habiendo el Santo pasado a la vida feliz el viernes 12 de Junio de 1231, estuvieron como suspensos los milagros hasta el martes próximo, en que sus sagrados restos fueron trasladados solemnemente desde Arcella a Santa María la Mayor de Padua. En este solemne día, Martes, ninguno de los afligidos que invocó de corazón al Santo, dejó de ser remediado; y por eso sus fieles devotos han consagrado a su culto, especialmente el tercer día de la semana, en el cual puede dispensar copiosas gracias. Entre éstas es notabilísima la que se nos refiere de una señora de Bolonia. Llevaba 22 años de matrimonio sin haber obtenido de su enlace conyugal uno de los frutos más consoladores para los casados, que son los hijos. En su estado de esterilidad acude al Santo de su confianza, San Antonio de Padua, quien para remediarla le manifestó cuan grato le sería que por nueve Martes visitase su imagen en la iglesia de San Francisco, y que comulgase, que así conseguiría su intento. No lo demoró la buena señora, sino que al instante practicó la devoción, cual el santo le había ordenado; y el Señor de las misericordias, por intercesión de San Antonio, le regaló como fruto un niño, que afligiendo al principio su atribulado corazón por la forma monstruosa en que vino al mundo, después se consoló cuando presentado en el altar del Santo le vio transformado en un hermoso niño, que fue la felicidad de aquel cristiano matrimonio. La noticia de los prodigios obrados en aquel nacimiento, pronto se divulgó por toda la Europa, y con él se propagó la devoción de los Martes a San Antonio de Padua.
CONCLUSIÓN
Omnipotente y sempiterno Dios, de quien nos viene todo el bien en el orden de la naturaleza y de la gracia, os damos gracias, Señor, por los singulares dones que dispensasteis al esclarecido San Antonio de Padua, y por su intercesión os pedimos: que se extienda el reinado de Cristo en la tierra, la conversión de los gentiles y judíos a la verdadera fe, la extirpación de las herejías y el cisma, que los pecadores arrepentidos de su mala vida entren en los dulces y suaves caminos de la gracia, que los justos perseveren en vuestra amistad con la práctica constante de los divinos mandamientos y consejos evangélicos, que la Santa Iglesia católica se desarrolle con verdadera libertad en aquellas fecundas obras, que promuevan vuestra mayor gloria y el bien del humano linaje, que los pobres mendigos encuentren el remedio de sus necesidades en las corazones de los ricos, y que recuperen los bienes de fortuna aquellos que oprimidos de fama y tribulaciones y trabajos los hubieren perdido. Finalmente, clementísimo Dios nuestro y restaurador de la naturaleza caída, puesto que a vuestro siervo Antonio lo constituisteis Abogado especial de las cosas perdidas para bien de vuestra Iglesia, os rogamos la restauración del Dominio temporal del Romano Pontífice, y que la Nación Española recobre su unidad católica: y que todos los devotos de San Antonio estrechamente unidos con la Pía Unión en la tierra, gocen de la gloria que tenéis prometida a vuestros servidores en el Cielo. Amén. Díganse ahora tres Gloria Patri.
RESPONSO
Si buscas milagros, mira,
Muerte y error desterrados,
Miseria y demonio huidos,
Leprosos y enfermos sanos.
℞. El mar sosiega su ira,
Redímense encarcelados,
Miembros y bienes perdidos
Recobran mozos y ancianos.
℣. El peligro se retira,
Los pobres van remediados;
Cuéntenlo los socorridos,
Díganlo los Paduanos.
℞. El mar sosiega su ira,
Redímense encarcelados,
Miembros y bienes perdidos
Recobran mozos y ancianos.
℣. Gloria al Padre, gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo.
℞. El mar sosiega su ira,
Redímense encarcelados,
Miembros y bienes perdidos
Recobran mozos y ancianos.
℣. Ruega a Cristo por nosotros, Antonio divino y santo.
℞. Para que dignos así de sus promesas seamos. Amén.
ORACIÓN
Haced, oh Señor, que la intercesión de vuestro Confesor San Antonio llene de alegría a vuestra Iglesia, para que siempre sea protegida con los auxilios espirituales y merezca alcanzar los eternos gozos. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
(Cien días de indulgencia por cada vez y Plenaria rezándola un mes seguido, 25 de Enero de 1866).
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
SEGUNDO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Muerte…».
Decreto irrevocable del Supremo Legislador es que todos los hombres hayan de morir; y y si bien es cierto que nuestro divino Redentor, Cristo Jesús, no estaba sujeto a esta inexorable ley, se sometió voluntariamente a ella para que con su santísima muerte nos diese la verdadera vida. Vida que nosotros podemos hallar muriendo. Devotos de San Antonio, ¿os parece esto una paradoja? Pues recordad lo que vuestro Protector hizo en el siglo XIII. Aquel noble, que descendía por línea paterna de Godofredo de Bullón, y por la materna del rey D. Fruela, muere al mundo renunciando sus bienes y grandezas, y a los quince años viste el sagrado hábito de San Agustín en su Convento de San Vicente de Lisboa. Muere a la carne, sujetándola al espíritu con una rigurosa penitencia, y renunciando a sus placeres vive a semejanza de los Ángeles, ofreciendo a Dios su cuerpo en holocausto con el voto de perpetua virginidad. Muere a la soberbia, siendo a todos dechado de la más profunda humildad. ¡Oh monte de Palao!, tú recogiste el fruto de las humillaciones, que en el capítulo de Asís practicara el maestro de los legos, a quienes si bien superaba por el carácter sacerdotal, se abajaba a ellos en las obras más humillantes. ¿Y qué hacemos nosotros, preciándonos de amor y devoción al Santo Taumaturgo? Si como dice San Pablo nuestra vida fue como escondida en Cristo, ¿dónde están las señales de aquella sepultura que se abrió en el santo Bautismo? ¿Cuál es nuestra fidelidad a las promesas que hicimos de morir a nuestros enemigos, mundo, demonio y carne, para revestirnos del espíritu de Cristo? ¿No queremos aceptar la muerte voluntaria? Pues no entraremos en la sempiterna vida; porque al descargar su golpe la terrible guadaña, es preciso que, muertas nuestras malas pasiones por medio de la mortificación cristiana, la renuncia voluntaria de las cosas del tiempo contrarias a la ley de Dios nos franquee las puertas eternales de la inmortal vida.
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, espejo de penitentes y mortificados: alcánzanos de Cristo Jesús, que cada uno según nuestro estado emprendamos una vida de mortificación y penitencia, necesaria a los pecadores para no perecer jamás; y utilísima a los justos para crecer en las virtudes que más les asemejen al Hijo Unigénito del Eterno Padre, cabeza y corona de los predestinados al Cielo. Amén.
FRUTO: «El que desde la ribera de esta inmortal vida quiere pasar al puerto de la inmmortalidad, es necesario que se embarque en la nave de la penitencia» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Por vuestra preciosísima muerte, dadme, dulce Jesús mío, la verdadera vida».
EJEMPLO: Recobra un moribundo la salud por intercesión de San Antonio.
Sorprendente es el caso que se nos refiere de un caballero portugués, a quien estando agonizando asistían cuatro religiosos Franciscanos. El moribundo de improviso salió como fuera de sí, viendo a San Francisco y a San Antonio, quienes le preguntaban si le conocía. Animado un poco con tal visita, respondió: «Sí, sois dos de aquellos frailes que me asisten». «No, le dijo San Francisco: somos Francisco y Antonio, que venimos del Cielo a visitarte». «Pues, Santo Padre, replicó el enfermo, sedme propicio, y dignaos bendecir vuestro hábito religioso, que tengo ahí preparado en señal de afecto a vuestra religión para mortaja después de mi fallecimiento». Lo bendijo el Santo Patriarca, y mirando San Antonio al caballero, quedó en aquel momento sano, y los Santos desaparecieron. Sobrevivió después doce años, sin fiar jamás a ningún dependiente de su casa la llave bajo la cual custodiaba aquel hábito. Ni puede dudarse que mientras vivió le fueron propicios estos grandes Santos, así como en la hora que realmente murió.
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
TERCER MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Errores desterrados…».
Los triunfos obtenidos por San Antonio de Padua contra los herejes machacados con su contundente lógica y celestial sabiduría, confirman aquella sentencia del gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín: Dios no consentiría males en el mundo si de ellos no sacase mayores bienes. ¿Y qué bienes pueden surgir del veneno de la herejía? Gran bien es sin duda ostentarse la Omnipotencia divina humillando tiranos, como el soberbio Ezelino, ante el tosco sayal del Franciscano Antonio. No lo es menor, brillar la sabiduría del Hijo de Dios en la seráfica lengua de su enamorado Antonio, quien confunde al hereje Guyaldo en Tolosa, al mandar a los brutos que doblen su rodilla ante la presencia de Jesús Sacramentado. Y finalmente hemos de admirar la Providencia divina, salvando la preciosa vida ofrecida generosamente a Dios por el Mártir de deseo en Marruecos. Vida que si entonces no sucumbió al golpe de la cuchilla mahometana, tampoco ahora será cortada por la pérfida herejía; porque en Antonio se cumplen las promesas evangélicas, y el veneno propinado por los herejes nunca llegó a dañar al que con seráfico celo defendía intrépidamente ante éstos la fe de Jesucristo. ¡Oh celo del Apóstol Paduano! ¡Cómo confundes la frialdad de muchos cristianos que dan pábulo al grande error de nuestros días, el astuto liberalismo! ¿Por qué se adhieren los hombres a doctrinas contrarias a la pureza del Evangelio? ¿Por qué dan los mismos derechos a Belial que a Cristo? ¿Por qué se muestran tan solícitos en cortar cuanto antes la peste y enfermedades contagiosas del cuerpo, y dejan correr libremente las que envenenan el alma?
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, martillo de los herejes, a quienes con tanto denuedo y firmeza combatiste: alcánzanos del poder de Dios que nunca la herejía y el cisma se aclimaten en la católica España, que te están devota. Brille siempre pura y limpia de todo error la fe de Cristo que ilumine a tus devotos en la tierra, hasta que desaparezca ante el lumen glóriæ con que cara a cara veamos a Dios en el Cielo. Amén.
FRUTO: «La palabra de Dios no hiere sino que embriaga el corazón; es dulce, conforta al pecador y lo llena de santa esperanza; es como agua fresca para el sediento; es un mensajero que nos trae noticias de una tierra lejana» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Protégeme, Señor, de las reuniones de los malvados donde fraguan sus ardides de iniquidad» (Psalm).
EJEMPLO: Un padre socorrido temporal y espiritualmente.
Un valeroso militar llevado del respeto humano, había perdido la fe católica, en que había sido educado por su cristiana madre, llegando a dar su nombre a una logia francmasónica. Mas Dios le deparó una buena esposa, quien por la intercesión de San Antonio restituyó al extraviado la rica joya con que se adquiere el reino de los Cielos. Una angelical niña, fruto de este matrimonio, iniciada por su piadosa madre en la devoción al Santo Taumaturgo, dirigía todos los días ante su imagen esta ferviente súplica: «Gran Santo, haced que mi padre encuentre lo que ha perdido». Jaculatoria que repetida muchas veces por madre e hija, llegó a ser oída por el despreocupado padre, quien dirigiéndose a su esposa el 12 de Junio, le dice:
Hace ocho días que este pensamiento me asedia. Tú haces rezar todos los días a nuestra hija con este objeto: pero harías mejor con decírmelo, porque así sabría si eso vale la pena de fatigar a la niña.
La esposa se levantó mirando con calma a su marido y le dijo: ¿Te conformarías de separarte de mí para siempre?
¡Ah!, eso no, y si para eso rezas y vas a la iglesia bien puedes abstenerte de ello.
Pues mira, replicó la esposa: sino encuentras lo que has perdido, será necesario que nos separemos y para siempre.
Palabras que brotaron de un corazón conmovido; y cuyos ojos humedecían tiernas lágrimas. Lo cual hizo que el esposo le interrogase: ¿Pero qué cosa es? ¿Qué es lo que he perdido?
La fe, respondió, la fe de tu madre, y yo no quiero separarme de ti; no; no lo quiero, es necesario que vuelvas a encontrar tu fe. La pobre mujer lloraba, mientras que él sin decir nada salió de la habitación. La fe decía, la fe de mi madre... de mi mujer, de mi hija... y durante toda la noche la piadosa mujer que oraba, lo oyó pasear por la habitación agitado y repitiendo: La fe de mi madre... la fe de mi madre..
Al día siguiente por la mañana entró sin decir nada en el cuarto de su mujer: después como despertado por una idea repentina dijo: ¿Celebráis hoy alguna fiesta? Sí, esposo mío, la fiesta de San Antonio de Padua. ¡Ah!, ¿del Santito de la chimenea? Pues bien, gracias San Antonio. Y como su mujer le miraba ansiosa: Sí, sí, esposa mía, exclamó tendiendo los brazos, es cosa hecha; he hallado al fin lo que he perdido.
Algunos momentos más tarde el Hermano Lego portero del convento próximo de Franciscanos, llamaba a uno de nuestros Padres para confesar al Oficial que había encontrado su fe. (Del Eco Franciscano).
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
CUARTO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Miseria…».
¡Cuánta verdad encierran aquellas palabras del inspirado Job! La breve vida del hombre va acompañada de muchas miserias. Miserias en el alma, que ve entenebrecido su entendimiento por la ignorancia, y reprimida su voluntad por las tiránicas pasiones. Miserias en el cuerpo, que cual casa ruinosa, de todos los elementos se ve perseguido para la pronta destrucción de su dueño. El cansancio le agobia, la sed le devora, el hambre le atormenta, las enfermedades le debilitan y el tiempo ante él se desliza cual ladrón doméstico que le va robando los pocos años de vida. El infortunio le acosa, la calumnia le denigra, el trabajo le abruma, la muerte, por fin, con más velocidad que el correo de posta, llama a su puerta para decirle: Insensato, que tanto te afanas por las cosas de la tierra! En este momento has de comparecer a dar cuenta de tus dones ante el Tribunal de aquel recto y sapientísimo Juez, que el fraude no le engaña, la pasión no le ciega, el dinero no le compra. ¿Los bienes que atesoras para quién serán? ¡Oh vida engañosa y miserable! ¡Con qué cataratas cubres los ojos de los mortales, los que por su lamentable ceguera no alcanzan a ver los inamisibles bienes de la vida! Devotos verdaderos de San Antonio, siguiendo las huellas de vuestro Protector, llevad en paciencia todas las calamidades, dispuestas para vuestro mayor bien por la Providencia divina. Nuestra patria es el Cielo. Allí es donde debemos tener fijas nuestras miradas: y tened presente que este destierro es para nosotros lugar de lucha, donde, combatiendo por el Señor, merecemos el premio que esperaba el Apóstol cuando decía: He librado certera batalla: concluido he la militar carrera, y fielmente he observado las ordenanzas divinas. Ya sólo me resta la corona de justicia, que Dios tiene reservada para los que le aman.
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, que cual hábil piloto surcaste el borrascoso mar de este mundo, arribando sin naufragio a los celestiales puertos de la gloria: mira la débil navecilla de mi alma por tan contrarios vientos combatida, con tu protección poderosa camine a velas desplegadas por las sendas de la virtud, agitada por el suave céfiro del amor divino. Cuando la tempestad arrecie, amárrese con el áncora de la fe, fija en el fondo de la conformidad, con la voluntad divina, que le asegure la posesión de los Cielos. Amén.
FRUTO: «La abundancia de las cosas de este mundo y la salud corporal, son como una caña plantada en el lodo; dentro está vacía y por fuera parece tan hermosa. Si el hombre se apoya en esta caña, se rompe en el artículo de la muerte, y al romperse hiere al alma, y ésta cae herida en el infierno» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Tened misericordia de este miserable, Dios mío! Sáname con saludable penitencia y confórtame con tu gracia» (Psalm. VI).
EJEMPLO: Un padre socorrido temporal y espiritualmente.
De una carta dirigida a la Voz de San Antonio, trasladamos el siguiente prodigio:
«Entre Jas familias que a consecuencia de la revolución del 95 en Armenia quedaron arruinadas completamente, conozco una con siete hijos que de un estado bien acomodado cayó en la miseria más desesperada. El padre, inepto para el trabajo material y, por otra parte, no encontrando empleo que le proporcionara sustento, veíase en la precisión de mendigar un pedazo de pan para mantener sus hijos. Su mujer excelente católica y gran sierva de Dios, más de una vez advirtió a su marido (armenio cismático) que aquello era un patente castigo del Señor, por no profesar obediencia al Vicario de Cristo. Empero él siempre incrédulo, fanático y contumaz en su error, respondía que sólo se haría católico cuando la iglesia romana le diese de comer».«Mira, volvió a decir su mujer, hazte católico y ten fe que Dios todo lo puede remediar; ven conmigo a la iglesia de los franciscanos, roguemos juntos al Santo de la cuerda blanca, y no temas, el socorrerá nuestra familia mejor de lo que nosotros esperamos».«Eso no lo haré jamás: no puedo contribuir a la superstición que entre vosotros existe, de que un muerto puede obrar milagros anfavor de los vivos». «Al menos dame palabra de que abrazarás mi fe y serás devoto de San Antonio, si consigo por su intercesión los bienes para nosotros y nuestros hijos».«Sí, te la doy pero a condición de que ese Santo muestre hoy mismo su patrocinio».«Era mucho pedir, pero, sin embargo, la mujer siempre fervorosa, esperaba que el Paduano no dejaría pasar una ocasión en que su marido estaba también dispuesto para abrazar la fe de la Iglesia Romana. Parte corriendo y llena de esperanza q la iglesia franciscana, y cuando aún derramabasus lágrimas ante el altar del Taumaturgo pidiendo la conversión de su esposo, allí un delegado del jefe de la administración de tabacos de la ciudad, presentaba a aquél un billete en que se le proporcionaba empleo con ciento veinticinco reales de sueldo al mes. Quedó nuestro hombre asombrado ante el prodigio, y volviendo en sí, adjuró al punto sus errores, siendo hoy uno de los más fervorosos católicos que tiene en aquella población la Iglesia Latina».«Animado con el ejemplo anterior; puesto días después ante el altar de San Antonio prometió darle un franco si aumentaba el salario que ya tenía, y a las pocas semanas vióse favorecido con una paga de trece duros mensuales que disfruta hoy con gran regocijo de su familia...». Es cuanto se ofrece por ahora a este su afectísimo S. S. y H.U. DE N.
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
QUINTO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Demonio huido…».
Devotos de San Antonio, permitidme en este día que con el apóstol San Pedro os exhorte a la vigilancia y oración; porque frente a vosotros tenéis el demonio, que cual león rugiente no se da tregua ni descanso, buscando su presa entre los elegidos del Señor. Si se atrevió a poner asechanzas a nuestra Cabeza y Capitán Cristo Jesús, ¿cómo no ha de tender lazos para sorprender a sus miembros? Armólos contra Antonio y sus amados discípulos en el desierto de Lemosín, pero con el retiro, la oración y el ayuno quedó el tentador vencido y corrido. Mas ¡ay!, a los que habitamos en medio del mundo, Satanás, cual general estratégico, descansando en sus reales da la batalla por sus satélites y servidores. ¿Veis ese mundo que os fascina con sus modas, fomenta el fuego de la concupiscencia el teatro y el baile, exalta la imaginación con la novela y el folleto, enardece el corazón con la descarada pintura, y forja en la mente un ideal que roba el amor de Dios, rompe los lazos de la familia y apaga todo sentimiento de piedad? Pues es el soldado que con sus armas y bagajes lucha en favor de su capitán Luzbel. ¿Y qué caudillo tomará entonces el cristiano para derribar por tierra al hábil general con su ejército batallador? Mire, con su protector Antonio, al dulcísimo Jesús, que pendiente en el madero santo de la Cruz esgrime las certeras armas con que se ha de herir y matar al común enemigo. Sus pies santísimos taladrados con los clavos enseñan al cristiano a contener los malos pasos, cortando la ocasión que conduce al pecado. Las llagas abiertas en sus purísimas manos, impiden que las manos del avaro se alarguen a cosas prohibidas por la ley de Dios. Sus sienes, de espinas coronadas, disipan los aires de soberbia y vanidad que entumecen la mente del orgulloso, olvidado de su nada y miseria. Alma tentada por el amor de la pasión deshonesta, habita cual silenciosa ave en el nido del amantísimo Costado de Jesús, y cortarás todo fuego impuro, el cual si en los últimos instantes de esta vida no se halla extinguido, ¡ay!... te servirá de combustible para arder perpetuamente en la lóbrega mansión de los condenados.
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, que en las grutas de Brive tantos triunfos obtuviste del enemigo que rudamente te combatía; alcánzanos de Jesús, divino Triunfador, gracias copiosísimas con las que venciendo al mundo, demonio y carne, entremos coronados en el reino de los cielos con la diadema de los elegidos del Señor. Amén.
FRUTO: «Las llagas de Cristo son otras tantas lenguas que hablan de nosotros al Padre eterno, pidiéndole, no venganza, sino misericordia» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Haced, Jesús mío, que los soldados de la tierra que veneramos vuestra lanza y vuestros clavos, cantemos el glorioso triunfa en los Cielos. Amén» (Divino Oficio).
EJEMPLO: Por intercesión de San Antonio, vencen sus devotos las tentaciones del enemigo.
Cuán grande fuera el poder de San Antonio contra el enemigo común, nos lo demuestra el Abate Manuel Acevedo, que, narrando las tentaciones experimentadas en Brive por el Santo Taumaturgo y sus discípulos, nos dice: «Un día, después de completas, estando los frailes en oración, les parecía ver en el campo de cierto bienhechor de la Comunidad que algunos hombres talaban las tierras. Disgustados extremadamente los religiosos, corrieron a contar al Santo lo que habían visto y les respondió: Volved a la oración, que es una astucia del demonio, el cual intenta privaros del recogimiento. En efecto, al día siguiente vieron ilesas aquellas campiñas; y aprendieron a conocer las malas artes del demonio». El mismo autor escribe: «Pasando un día el Santo por la Abadía de Silvianiaco, le salió al encuentro un monje que le confió una molestísima tentación contra la santa pureza, y le suplicó que quisiese trocar con él la túnica por algún tiempo. El amoroso Santo se compadeció de él con cordialísima caridad, y generosamente permutó el Santo hábito. Apenas se vistió el monje con la túnica del Santo, quedó libre de aquella molestia y lo estuvo toda su vida». De lo cual puede inferirse cuál era la virginidad y pureza del enamorado, del que se apacienta entre los lirios.
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
SEXTO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Leprosos y enfermos sanos».
Si las enfermedades que padece nuestro cuerpo y la lepra que apareciendo en la piel corroe la salud, nos entristecen y apenan, cuánto más debemos temer la horripilante lepra del pecado, que afecta a la substancia más noble del hombre que es el alma! Patética es la pintura que de tan horrendo mal nos hacen los libros santos, y sus pasajes bien considerados engendrarán en el ánimo del creyente un saludable temor, y firme resolución de no cometerle. Oigamos a Jeremías en el capítulo segundo, que de buen grado trasladaríamos íntegro aquí, por las saludables enseñanzas que encierra. Nos dice: «Reconoce, pues, oh pueblo ingrato, y advierte ahora cuán mala y amarga cosa es el haber abandonado al Señor Dios tuyo y el no haber temido a Mí, dice el Señor de los ejércitos». Como el mundo privado del sol yace sepultado en tinieblas, el hombre privado de la gracia por el pecado, yace en las tinieblas de su ignorancia, que le impiden conocerse a sí mismo y a Dios su criador. Por eso dice el Señor por Malaquías: «¡Pasmaos, Cielos, de esta horrenda maldad! El Hijo honra a su Padre, y el siervo a su Señor. Si yo soy vuestro Padre, ¿dónde está el honor que me debéis tributar? ¡Crié los hijos, enselalcélos a grande honor; mas ellos se atrevieron a despreciarm a Mí! Si yo soy vuestro Señor, ¿dónde está el temor que me debéis?»; y por Isaías se queja nuestro buen Dios: «Conoció el buey a su dueño y el asno el pesebre de su Señor; mas Israel está tan ciego que no me reconoce y siendo mi pueblo, no entiende mi voz». ¡Oh noche tenebrosa producida por la negra mancha del pecado! Pecado que ciertamente se debe huir por los los terribles efectos que causa en alma prevaricadora. ¿No ves lo que sucede al sarmiento separado de la vid? Árido permanece sin dar fruto, y de leña sirve para el fuego. ¿Paseaste, por ventura, el ameno campo, en cuyos simétricos surcos germinaban doradas mieses, y de cuyos frondosos árboles pendían sabrosos frutos? ¿Por qué te contristas ahora viéndole arrasado? ¿Qué afilada guadaña y qué mano violenta arrebató al laborioso labrador sus riquezas? Una tempestuosa nube, que descargó sobre su cultivada heredad. ¿Y no priva de mayores tesoros al pecador la culpa mortal advertidamente perpetrada? Así nos lo asegura Ezequiel: «Si el justo se apartare de su justicia y obrare la iniquidad… no habrá más memoria de las justicias que hizo y merecimientos que granjeó; mas en las prevaricaciones con que él prevaricó y en el pecado con que pecó, en estos morirá».
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, que tanto trabajaste en la tierra por la conversión de los pecadores: alcánzanos de ese dulcísimo Jesús que murió por darnos la vida en la Cruz, que ninguno de tus devotos permanezca en el estado miserable de la culpa, sino que arrepentido de veras, confeso y contrito, al exhalar el último suspiro, tenga la dicha de morir en la gracia y amistad de su Criador, con quien perpetuamente se unan en el Cielo. Amén.
FRUTO: «Si tu prójimo está ciego por la soberbia, ilumínalo con el ejemplo de la humildad; si está cojo por la hipocresía, enderézalo con el ejemplo de obras verdaderamente buenas; si leproso con la lujuria, limpíalo con palabras y ejemplos de honestidad; si sordo con la avaricia, propónle el ejemplo de la pobreza del Señor; si muerto con la gula y embriaguez, resucítalo con la virtud de la abstinencia» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Señor, no me arguyas en tu furor, ni me castigues con tu ira. Tened misericordia de mí, porque estoy enfermo. Sanadme, Señor, que mis huesos se han extremecido y está mi alma perturbada» (Psalm).
EJEMPLO: Efectos que causaba en los oyentes la predicación de San Antonio.
Para alentar la confianza del pecador con la intervención de San Antonio de Padua, esforzándose aquél en salir cuanto antes del miserable estado de la culpa, referiremos lo que nos dicen los autores de la vida del Santo acerca de los efectos de su predicación:
- Efectos generales: «En auditorios numerosos parecía que el Santo Taumaturgo, por espíritu de profecía, o por disposición de Dios, adivinaba las necesidades en que se hallaban cada uno de los que la oían: de aquí nacía que ya uno, ya otro entendía dirigirse a él aquel determinado aviso, en que oía tocarse las más individuales circunstancias, que a él sólo le parecía saber; por lo que alguno prorrumpiendo en doloroso llanto, publicaba como dichas a él las palabras proféticas del Santo».
- Efectos particulares: «Eran muchos los que, vivo aún el varón de Dios, venían a los frailes y afirmaban con verdad que se les había aparecido cuando estaban en la cama y les había dicho: levántate, Martín, levántate, Inés, y ve a tal o cual sujeto a confesarte de aquel pecado, que en tal lugar, en tal tiempo y en tales circunstancias cometiste, y esto en circunstancias que sólo Dios lo sabía». (Acevedo, vida de S. Antonio).
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
SÉPTIMO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «El mar sosiega su ira».
Leyendo detenidamente la vida del manso y humilde San Antonio de Padua, nos convenceremos de su admirable poder sobre las olas del embravecido mar. Fiado en la providencia de aquel Soberano Señor, a quien los vientos y los mares obedecen, con aprobación de los Superiores de Coímbra, y acompañado del lego Felipe, dióse a la vela para Marruecos, el que hacía poco más de un año trocó el nombre de Fernando por el del gran Padre del desierto Antonio. Y si el Señor no coronó sus sienes con la diadema del mártir en tierra de moros, aceptó el lento y continuo martirio de aquel cuerpo que con el espíritu se ofrecía a Dios en el holocausto de rudas y ásperas penitencias. Ardientes calenturas obligaron al joven misionero a dejar la arriesgada empresa de rendir moros a la fe de Cristo; y al regresar a su patria, una borrasca es el instrumento de la Providencia divina para conducirle a Italia, donde ha de servir de modelo al iracundo, para aquietar tempestades de más terribles estragos que las del revoltoso Océano. Por grande que sea la altura a que las salinas aguas son elevadas por los huracanados vientos, es muy inferior a la elevación donde es arrastrado el hombre por la impetuosa ira. Hirviendo su pecho en deseos de injusta venganza, por entre la espuma de sus labios se desbordan palabras que de su Dios blasfeman, al prójimo injurian y rebajan al cristiano al ínfimo lugar de los condenados, pues tal parece su lenguaje soez. ¿Y qué motivo tiene el iracundo para de este modo haberse de conducir? ¿Ignora por ventura que los sucesos, tanto prósperos como adversos, vienen justamente ordenados por la infinita sabiduría del Supremo Gobernador del Universo? No se acuerda de aquellas palabras del insigne Doctor de la Iglesia San Agustín: «Que Dios conserva la vida de los malos en este mundo, o para convertirse al divino servicio, o para que los buenos con su paciencia en sufrirles adquieran un tesoro de méritos en la tierra y aumentos de gloria en el Cielo»? Así nos lo enseña prácticamente el glorioso Taumaturgo con su dulzura en conversar con los pecadores, y su mansedumbre en tratar con los herejes.
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, que dominaste a las agitadas aguas del Océano y sosegaste las revueltas tempestades del siglo: alcánzanos del amantísimo Jesús que sigan cuanto antes días de bonanza a las revoluciones en que se agitan los pueblos; y véanse libres las naciones de la tiranía de satanás, y del furor de las pasiones humanas para caminar viento en popa la nave de la Iglesia, conduciendo a sus hijos con santa libertad por las tranquilas aguas de la doctrina divina, que lleva a las playas del Cielo. Amén.
FRUTO: «Para la pureza del alma son necesarias seis cosas: limpieza de corazón, castidad del cuerpo, paciencia en las adversidades, constancia en las prosperidades, humildad y pobreza» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Libradme, Jesús mío, de la ira y ponme junto a Ti; y entonces que la mano del más fuerte se levante contra mí» (Psalm).
EJEMPLO: Antonio salva de un naufragio a sus devotos.
Navegaba desde Calabria a Nápoles un navío cargado de seda. Al pasar por Sicilia se levantó una tempestad tan grande, que no bastaban el arte y fuerza de los marineros a gobernarlo; por lo que sin velas ni gobierno iba todo a discreción de las olas. Perdida toda esperanza, se daban todos por muertos. A este tiempo dijo uno de los tripulantes confiado vivamente en San Antonio: Tomad vos, oh Santo, el cuidado del navío, que os le confiamos todos. Los compañeros repitieron con él lo mismo y rezaron su responsorio. Luego se dejó ver el Santo en la popa y con semblante alegre les dijo: Dejad andar la nave por sí misma, que va bien, y desapareció. Cesó la tempestad, y con viento favorable, guió él mismo la nave al deseado puerto.
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
OCTAVO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Redímense encarcelados…».
Prodigios estupendos obrados en vida por San Antonio en favor de los detenidos en las cárceles alientan la esperanza de sus devotos para invocar de corazón su patrocinio. Mas como esta calamidad no a todos los cristianos acosa, pediremos al Santo Taumaturgo que rompa las cadenas que aprisionan pies y manos de los que llama Cristo nuestro Señor a cumplir la voluntad de su Padre que está en los Cielos. Fuerte cadena es una pasión desordenada, porque si en un principio no se corta, conduce las almas a su perdición y ruina. Por eso los padres de familia recogen los amargos frutos de no haber dado a sus hijos una educación cristiana, modelando su tierno corazón conforme a la ley de Cristo; pues escrito está por la Suma Verdad: «El joven llegará hasta su ancianidad con las costumbres que adquirió en sus primeros años». ¡También los respetos humanos cuántas trabas no ponen a los hombres en los ejercicios de piedad, privándoles de la rica corona esmaltada con los méritos de tantas buenas obras, como frecuentemente pudieran hacer, si respondieran al llamamiento divino!, mas por un maldito qué dirán los hombres mundanos, se avergüenzan de confesar al amantísimo Jesús ante la sociedad. ¡Cobardes, que en vida teméis practicar el bien, oíd lo que sucederá en el universal juicio! El que se avergonzó de Cristo y su doctrina entre sus conciudadanos los hombres, el Hijo del hombre le avergonzará delante de su Eterno Padre y los ángeles. Devotos de San Antonio, seguid con fortaleza el ejemplo del hijo de Martín de Bullón y de Teresa Tavera, quien desde que alboreaba en su mente la luz de la razón, consagró sus pensamientos a Dios, teniendo especial complacencia en practicar públicamente en la iglesia de Santa María de Lisboa las obras de piedad. «Parecía que las virtudes se habían prevenido a la razón en el inocente niño, y desde entonces dio a todos indicios de una eminente santidad, y a sus buenos padres gran consuelo verle tan dócil, de amables costumbres, inclinación de ir a las Iglesias, compasión de los pobres socorriéndoles gustosísimo en cuanto podía, su solicitud en oír sermones, y no dejar de oír Misa todos los días». (Acevedo, pág. 16).
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, inflamado Serafín, que desde los albores de tu niñez ardías en deseo de promover la mayor gloria de Dios y bien de las almas: alcánzanos del sapientísimo niño Jesús, que se eduque la niñez cristiana en el santo temor de Dios; y que los mayores, libres de la tiranía de las costumbres paganas, confiesen con sus obras al divino Juez, para que de todos se muestre benigno destinándoles al lugar de su diestra, que es la eterna felicidad. Amén.
FRUTO: «Así como el agua tibia provoca a vómito, así la tibieza y negligencia arrojan del seno de la divina misericordia al tibio y al perezoso» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Rompe, Señor, y desata las cadenas que forjen mis pecados, que yo te ofreceré hostia de perpetua alabanza y santificaré tu santo nombre» (Psalm CXV).
EJEMPLO: Libra San Antonio a su padre de la cárcel.
Predicando San Antonio en Padua, fuéle revelado por el Señor que su padre se hallaba detenido en la cárcel de Lisboa por un crimen falso e injustamente imputado. En la casa inmediata a la de D. Martín Bullón, fue asesinado un joven, y su cadáver fuenarrojado al huerto del padre de San Antonio (el citado caballero). Cuando fue denunciado a la justicia, hallado con el cuerpo del delito en su propia casa, fue detenido en lóbrego calabozo, amenazándole de muerte. Sabida por el Santo la triste situación del padre, pidió licencia a sus superiores para partir a Lisboa con el objeto de alcanzarle la suspirada libertad. Una vez concedida aquella, asistido el hijo del poder del Altísimo, se presentó ante el tribunal, alegando las convincentes y fuertes razones que su vigorosa lógica y patética elocuencia pudieran presentar, y cuando vio que los jueces aferrados en su sentencia no absolvían de la pena al padre decorándole inocente, apeló francamente con un milagro a la deposición del muerto. Llenos de asombro de tal confianza, caminaron al lugar de la sepultura; y aquel creció cuando San Antonio en nombre de Dios omnipotente manda al cadáver que saliendo de la sepultura, diga si Martín de Bullón había sido el que lehabía muerto. A cuya voz obedeció el muerto, confesando que Martín Bullón no había sido su asesino; y proclamando: ¡Milagro! ¡Milagro! El muerto permaneció en su sepultura y el presunto reo puesto en libertad.
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
NOVENO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Miembros y bienes perdidos…».
A semejanza de nuestro divino Salvador, podemos decir del Apostólico varón San Antonio, que en, los nueve años de su vida evangélica la pasó haciendo bien y sanando a todos. El hijo díscolo que recobró el pie perdido, por haber injuriado a su madre; sordos que oyeron a causa de aquella potente voz: que resonaba clara y distintamente en auditorios que excedían de treinta mil almas; ciegos que lamentándose, largos años, de la oscuridad en que yacían, llegaron a ver; mudos, cuya mengua soltándose para dar gracias por los prodigios obrados por su siervo Antonio, seguían hablando con libertad las cosas necesarias al trato social; muertos, que resucitan a nueva vida; bienes recuperados por los ricos, a quienes súbitamente les despojó el revés de la fortuna o una mano violenta o avara; y finalmente, el remedio de las –múltiples– necesidades de la condolida humanidad, que acudían al Santo Paduano, dieron a éste el justo nombre de Taumaturgo, e hicieron que San Buenaventura con su seráfica lengua cantara: «Miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos». Ciertamente que todas estas gracias son de una estimación suma; mas al considerar la parálisis de la glacial indiferencia que a la sociedad actual impide practicar muchas obras merecedoras de una corona sempiterna en la gloria, ¿os parecerá, devotos de San Antonio, que será inoportuno suplicar del Promovedor de la gloria de Dios y salvación de las almas en el siglo XIII, que interpongan su poderoso valimiento ante el Dios tres veces Santo, para que salgan de la inacción tantos tullidos que en el actual siglo XX encontramos en los caminos de la vida? ¡Oh!, cuán diligentes vemos trabajar al labrador para hacer producir su campo, al letrado para alcanzar su empleo, al político para hacer triunfar su idea, al artesano porque le eleven el salario, al comerciante para acrecentar los intereses en su negocio; ¿y al cristiano?... Olvidado está del cumplimiento de los mandatos divinos y del negocio de los negocios, que es buscar el reino de Dios y de su justicia.
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, ya que tu ánimo se recreaba cantando tu lengua las alabanzas divinas, haz con Jesús, María y José que se renueve en las casas cristianas la piadosa costumbre de la oración en familia; y puesto que decías con David: El dolor se apoderó de mí porque los pecadores quebrantaron tu ley santa, ¡Oh Dios mío!, consigúenos que se respeten los días consagrados al Señor; y bien ves que, en esta nación de ti tan predilecta, la voluntad santísima de Dios ha sido pospuesta a la tiránica del mundo, y por lo mismo no podemos menos de decir tus devotos: Venga a nos el reinado de Cristo en las leyes, venga a nos el reinado de Cristo en la familia, venga a nos el reinado de Cristo en el individuo, para que reinando con Cristo en la tierra, cantemos el triunfo de Cristo en el Cielo. Amén.
FRUTO: «Así como en una pared se sobreponen unas piedras á otras, y se unen mediante el cemento, así en el alma al pecado de la vista sigue el del oído, al del oído el del gusto, y así de los demás, y se unen unos a otros tenazmente, medente el cemento de la mala costumbre» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Mi celo, Señor, me ha hecho consumir de dolor porque mis enemigos se han olvidado de tus palabras» (Psalm LXVIII).
EJEMPLO: Por intercesión de San Antonio, un manco sana en la mano destinada a ser cortada.
De una carta dirigida al Eco Franciscano desde Nazaret, con fecha 4 de Enero del año 1895, extractamos el siguiente prodigio: Un pobre turco, que con el sudor de su rostro ganaba su pan, el de su mujer e hijos, sufrió en la mano con que trabajaba una quemadura tan fuerte, que cayéndosele la carne a pedazos, los médicos que le visitaban, por evitar que la gangrena se corriese a los demás miembros del cuerpo, estaban resueltos a cortársela. El incipiente manco se presentó ante el cuadro de San Antonio, pintado en el altar mayor de San Salvador de Jerusalén, y rogaba con todas las veras de su alma al médico del Cielo, que restituyese la salud perdida a su mano, prometiéndole una mano de plata del tamaño y tan linda como aquella con que el Santo abrazaba al hermoso niño Jesús. Su fervorosa plegaria fue favorablemente despachada; pues cuando al día siguiente los médicos se presentaron para hacerle la amputación de la mano dolorida, se quedaron admirados de verla tan buena y sana; y preguntando al enfermo, y quién fuera el autor de semejante prodigio, les respondió: «Un médico tienen los frailes de la cuerda que sabe hacer estos prodigios, médico y fraile que ustedes conocen y es conocido en el mundo con el nombre de San Antonio de Padua, el abogado de las cosas perdidas, él es quien me sanó la mano».
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
DÉCIMO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «El peligro se retira».
Que la vida física del cuerpo y la espiritual del alma están continuamente asediadas de graves peligros en esta peregrinación, nos lo acredita la experiencia diaria. Peligra el hombre asociado a una mala compañía según testifica el libro sagrado: Con los Santos te santificarás, y con los perversos te pervertirás. Peligra la inteligencia con la lectura de un mal libro que, a manera de lima corrosiva, va cortando la ligadura que unía al hombre con la verdad. Peligra la pureza entre las conversaciones libres, las pinturas indecorosas y los espectáculos profanos; pues si un David cayó por una mirada, ¿qué seguridad podrá tener el que no ha hecho pacto con sus ojos, como Job, para no ofender a Dios con sus impúdicas miradas? Tales peligros previó en Lisboa el insigne Paduano, y por eso respondiendo al llamamiento divino en la primavera de la vida, se acogió a una orden religiosa como a nave más segura, con la que pudiera arribar ileso al puerto de salvación. ¿Y los que estamos en el siglo por eso habremos de naufragar? A esto responde el apóstol San Pablo en su epístola 1.ª a los de Corinto: «Permanezca cada uno cumpliendo la voluntad de Dios en el estado a que ha sido llamado; y los que viven en el siglo no se dejen dominar del espíritu del mundo; pues cual débil sombra pasan las grandezas de este mundo». Vivamos en él con la confianza en Dios y el temor de nosotros mismos. Cuando nos veamos asaltados de los enemigos de nuestra salvación, mirando a Dios, anímese nuestra debilidad con las palabras de David: «El Señor es mi fortaleza, mi ayuda y protector. Esperaré en Él. Le invocaré en medio de los peligros y quedaré libre de todos mis enemigos». Por otra parte, midiendo nuestras déhiles fuerzas, temiendo y desengañados de nuestra fragilidad experimentada por dos combates pasados, vivamos con vigilancia y oración, poniendo en práctica algunos medios que, cual armas poderosas, nos sirvan de defensa. La presencia de Dios sirvió a José de fuerte escudo para librarse de la mujer tentadora diciéndole: «¿Cómo puedo yo cometer tal maldad en presencial de mi Dios?». Y si al sonar el clarín al combate, da vigor a los soldados la mirada que dirigen al general que les arenga al comenzar la batalla, ¿no nos ha de inspirar la fortaleza en las luchas de la vida la presencia del Ángelnde la guarda que nos acompaña; y sobre todo la de aquella esforzada Judit, MARÍA, que derribará con su auxilio poderoso a cien Holofernes, que contra el alma se levanten? Y si el Profeta Elías con el pan cocido al rescoldo halló fortaleza contra sus enemigos, ¿no ha de ser mayor la que tendrán los cristianos con el pan de los fuertes, recibido en la Sagrada Eucaristía? No lo dudemos que así será, si a esto acompaña la meditación de los novísimos para no pecar jamás.
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, tú que desde el puerto de la seguridad ves los peligros que rodean la vida humana en la tierra: alcánzanos del esforzado León de Judá Cristo Jesús, que la juventud no se deje vencer de las ilusiones que a su inexperta edad separan de los caminos del Señor; que la edad viril no se deje aprisionar por las redes de la avaricia, ni se envuelva en los lazos de la soberbia, y que jamás el mal hábito forme la segunda naturaleza conduciendo a los hombres a su ruina; sino que llevados todos de los dulces lazos del amor de Dios y del prójimo, nos estrechemos con la unión indisoluble de la común gloria. Amén.
FRUTO: «Así como el áncora sostiene a la nave para que no se estrelle contra las peñas, así la memoria de la muerte sostiene nuestra alma para que no caiga en los pecados» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Señor, que nos ves rodeados de tantos peligros; expuestos a perecer por nuestra fragilidad, por María, os suplicamos, que sacados a flote de las olas de la vida, lleguemos al puerto de la gloria» (Divino Oficio).
EJEMPLO: Por intercesión de San Antonio, líbrase una madre con su hijo de una muerte segura.
Vivía en Ferrara una señora unida en matrimonio con un hombre celoso, a quien de tal manera había cegado la funesta pasión, que sospechando no ser hijo legítimo un niño que fruto de su enlace les había nacido, estaba dispuesto a quitar la vida a la madre y al hijo. Conocidos sus diabólicos intentos por la afligida esposa, se presentó a San Antonio en ocasión que misionaba en aquella ciudad El Santo le exhortó a la confianza en Dios asegurándole que el justísimo y supremo Juez velaría por aquellas vidas protegidas por la inocencia. Cumpliéronse al pie de la letra los pronósticos del Santo Misionero, pues reuniéndose providencialmente en público el padre celoso acompañado de varios amigos, el Santo y la nodriza que en brazos llevaba al tierno infantino, dirigiéndose a éste le pregunta San Antonio: «Dime, bello Angelito, ¿quién de estos señores es tu padre?». Y el niño, de pocos meses, con lengua expedita, contesta: «Este es mi padre». Contestación que sorprendió a todos, y palabras que sirvieron de válido argumento para condenar las infundadas sospechas de su legítimo padre y decirle el Santo: «Tomad en brazos a vuestro hijo y sosegad el corazón no pudiendo dudar que sea vuestro, habiendo dado él mismo por su boca claro testimonio». Disipóse la nube en aquella cristiana casa y afirmóse la paz y amor en aquel cristiano matrimonio.
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
UNDÉCIMO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Los pobres van remediados».
Inspirado estuvo en verdad el Doctor Seráfico, cuando refiriendo rítmicamente los prodigios del Santo Taumaturgo, a continuación de «El peligro se retira», prosigue cantando: «Los pobres son remediados». Propio es del corazón generoso, que ha recibido un beneficio, manifestarse agradecido a su bienhechor con alguna retribución. Por eso decía David: «¿Qué devolveré a mi Señor por tantos beneficios como me ha dispensado?». Ahora bien, ¿quién ha librado de los peligros al devoto de San Antonio? Como primera causa Dios: como instrumento el Santo Taumaturgo: como medio la oración. Y al Señor de todo lo criado, ¿puede devolverle algo que no sea suyo, una pobre y miserable criatura cual es el hombre? Evidentemente que no. Más se puede hacer con aquellos seres, del mundo orgulloso despreciados, y muy apreciables a los ojos de un Dios que nos dice: «Lo que hicisteis con uno de estos seres abyectos ante el mundo, conmigo lo hicisteis». Representantes de Jesucristo en la tierra son los pobres, cuyo socorro tanto estima, que por un poco de tierra alargada por la mano generosa del rico llevado del amor de Dios, le devuelve el justísimo Juez el Reino de los cielos. Reino que si no se puede conquistar por un alma en el estado miserable del pecado, la limosna le obtiene gracias especiales para salir de él, según nos testifica Daniel: «Redime tus pecados con la limosna y pide perdón de tus iniquidades con las misericordias dispensadas al pobre». Y el mismo divino Salvador hablando del premio reservado al rico que por amor de Dios alarga la mano al menesteroso, dice: «Venid, benditos de mi Padre, a poseer el Reino de los cielos, preparado PARA EL LIMOSNERO desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; sed, y me disteis de beber; estuve enfermo, y me visitasteis, desnudo y cubristeis mi desnudez». «¿Cuándo hemos hecho todo esto?». «En verdad, os aseguro que lo que hicisteis con uno de estos mis hernianos, los más despreciables del mundo, conmigo mismo lo hicisteis». Tal es la doctrina católica acerca de la limosna, que compendia el angélico Doctor definiéndola: «Limosna es una buena obra por la que el hombre compadecido de la necesidad de su prójimo se mueve a socorrerla por amor de Dios». Ved aquí el móvil de la limosna meritoria. Móvil echado en olvido y despreciado por la sociedad actual, que se sirve del sarao, del espectáculo público; y gozando, no compadeciéndose del necesitado, arroja a éste las migajas del pan, que se llevó la compañía y los gastos del espectáculo. Costumbre pagana más bien que inspirada en el Evangelio de Cristo, y que providencialmente viene a ser condenada y abolida por la caritativa institución Pan de San Antonio, que propagada por el Orbe de una manera prodigiosa, conforme a los datos que recogemos de París, Tolón, Burdeos y otros pueblos de Italia, Francia y España, dice a los filántropos modernos:
«Los pobres, que he socorridoY en el mundo remediado,Son por Cristo redimidos,Y del rico sus hermanos».
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, tú que habitas en aquella región donde la caridad es consumada y perfecta, pide al Dios, que es Caridad, infunda sentimientos de compasión en los corazones de los ricos para que, viendo retratada la imagen de Cristo en los pobres, con mano poderosa, socorran sus necesidades; y por esta meritoria obra veamos todos a Él que se hizo por nosotros pobre en la tierra, radiante de gloria en el Cielo. Amén.
FRUTO: «La limosna se llama saco, porque lo que en ella se deposita se encuentra después en la vida eterna. ¡Hombre peregrino en la tierra!, lleva en tu viaje este saco para que cuando llegues tarde a la posada tengas con qué alimentarte» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Jesús mío, que os hicisteis pobre por mí en la tierra, para que yo me enriqueciese con los tesoros del Cielo, haced que los ricos partan su pan con el hambriento y necesitado» (Ezech.).
EJEMPLO: Origen del pan de San Antonio según le da a conocer el «Eco Franciscano».
«Una piadosa señora de Tolón, como fuese cierta mañana a abrir su almacén, y no lo pudiese conseguir por hallar rota la cerradura, llamó a un oficial que por espacio de una hora trabajó también inútilmente en abrir la puerta. Impaciente el artista ya de tanto esfuerzo sin ningún resultado, dijo a la señora: «Voy a buscar los instrumentos necesarios para forzar la puerta, pues de otro modo es imposible abrirla». En tanto que el oficial iba por los dichos instrumentos, dijo para sí misma la piadosa mujer: Si prometes un poco de pan a San Antonio para sus pobres, quizá no será menester romper la puerta para entrar en el almacén». En este momento llegaba el oficial con su compañero. «Señores, les dijo la señora: acabo de prometer una cantidad de pan a San Antonio de Padua para sus pobres; probad otra vez a abrir la puerta antes de forzarla, porque espero en este bendito Santo que lo consiguiremos al instante. Vinieron en ello los oficiales, y la primera llave que introdujeron en la cerradura rota, abrió sin la menor dificultad la puerta como si hubiera sido la propia llave. Júzguese la admiración y alegría que causaría a todos este tan feliz y pronto resultado. Basta decir que la buena señora con todas comenzaron desde aquel día a comunicar sus penas al glorioso Taumaturgo con la promesa del pan para los pobres, y las gracias obtenidas por este medio son para admiradas más bien que para contadas.
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
DUODÉCIMO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Gloria al Padre».
Los devotos de San Antonio, recordando los singulares dones con que Dios nuestro Señor enriqueció a su siervo el glorioso Taumaturgo, tributan alabanza, honor y gloria a la Santísima Trinidad. Porque en verdad, el Eterno Padre le concedió tal Poder sobre la naturaleza, que algunos autores han asegurado que en el tiempo transcurrido de su nacimiento en Lisboa hasta su edificante tránsito en Arcella, obró tantos prodigios, que distribuidos en los días de su peregrinación en la tierra, salen a siete por día. El Hijo divino le comunicó tal Sabiduría, que con razón se ha llamado a San Antonio Arca del Testamento; y el Espíritu Santo le enriqueció de tales carismas y gracias que se le compara a San Juan Evangelista por su virginal pureza, a San Pedro por su ferviente amor a Jesús, a San Pablo por su predicación Evangélica, y a Santiago por sus deseos en las primicias del martirio en la Orden Seráfica y finalmente a los demás apóstoles por el don de lenguas, que a semejanza de éstos recibió San Antonio. Considerando tales prerrogativas, San Buenaventura exhorta a los devotos del Paduano para que digan: «Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo». Repitamos esta glorificación, devotos del Santo de los Milagros; mas al mismo tiempo evitemos que la Santísima Trinidad nos tenga que increpar: «Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está muy lejos de mí». ¿Y cómo nos acercaremos a la Trinidad Beatísima? El inspirado cantor David nos lo manifiesta en su Salmo 33: «Acercaos al Señor,y participareis de los resplandores de su luz, y vuestros rostros no se llenarán de confusión. Apartaos del mal y obrad el bien, buscad de corazón la paz y esforzaos para haberla de conseguir». Fruto principal que debemos sacar de estos ejercicios; y por eso imploremos por intercesión de San Antonio el auxilio del Eterno Padre, para que nos libre de caer en la mayor miseria que es el pecado. Procuremos apartarnos de toda ocasión que a este terrible mal conduzca. Lejos sea del devoto de San Antonio toda lectura que pervierta su inteligencia; y haga el propósito de no contribuir ni directa ni indirectamente al fomento de la mala prensa. Fuera toda curiosidad y el vano pretexto que se alega: «yo no leo los artículos de fondo: tomo el periódico liberal porque adelanta las noticias». «Gloria sea al divino Hijo». Sí, devoto cristiano, ruega al Divino Redentor, a Jesús Sabiduría increada, que pasó su vida haciendo bien, te conceda lo que decía el real Profeta: «Que a semejanza de Antonio seas árbol plantado junto a las fuentes de las aguas que saltan hasta la vida eterna», y te distingas por las obras, que den gloria a Dios, provecho y ayuda al prójimo, y con el aumento de las virtudes santifiquen su alma. «Gloria al Espíritu Santo». Suplica al divino Paráclito que envíe la paz a tu corazón, libre ya de las malas pasiones e inclinaciones, purificado por la penitencia y dispuesto por la mortificación y gozar de la paz que el justo tiene en la tierra; y a formar coro con los Angeles que vio Isaías cantar: «Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria y majestad. Gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo».
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, gracias sean dadas a la Trinidad Beatísima por las prerrogativas singulares con que te ha enriquecido, y puesto que éstas ceden en favor de tus devotos, yo te ruego que nos alcances del Eterno Padre, que ilustre nuestra inteligencia para conocer en todo su divina voluntad; fuerzas del divino Hijo, para practicarla en los actos de nuestra vida; y amor del Espíritu Santo con que suavice y endulce las penas que hemos de sufrir en este destierro hasta veros con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, en el Trono de la Beatísima Trinidad. Amén.
FRUTO: «Los pensamientos y afectos del alma deben purgarse y vigorizarse con la pureza limpia de la castidad y humildad. Cuando a la pureza del corazón corresponden santas obras, se produce en el alma una suave y celestial armonía» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «¡Oh Dios mío!, yo os bendeciré en todos los instantes de mi vida; y haced que mis obras respondan a la alabanza» (Psalm.).
EJEMPLO: San Antonio sirve de cartero a una devota suya.
El glorioso San Antonio, a quien los Ángeles del cielo le sirvieron de carteros en vida según se deduce de la carta que llegó a Campo Santo, portadora de la licencia del reverendo P. Provincial para partir el Santo s Padua, ha concedido esta gracia a sus devotos. A principio del siglo pasado vivía en Oviedo una piadosa señora (Doña Francisca), que apenada por no tener noticias de su esposo, que hacía años había marchado a las Américas, acudió a San Antonio para que la sacara de situación tan angustiosa. Al efecto, escribió una carta a su esposo, y tuvo la feliz ocurrencia de ponerla en manos de una imagen del Santo, que en la iglesia conventual de San Francisco veneraban los fieles de la ciudad asturiana. Tanto agradó al Señor la sencillez de la devota mujer y la confianza depositada en la protección del Taumaturgo, que por mano de su estatua, devolvió a la afligida señora la ansiada contestación. Habiendo visto esto los Religiosos franciscanos, trataron de extraerla de la mano del Santo, mas todos sus esfuerzos fueron inútiles, porque la carta sólo pudo ser cogida por propia mano de la piadosa señora. Y ¡cuál no sería la sorpresa de todos viendo caer al mismo tiempo trescientas monedas de oro! La carta fue abierta a presencia de los concurrentes, y al pie de la letra decía: «Mi querida esposa: Tiempo hacía que me encontraba en Lima muy preocupado por no recibir noticias vuestras, cuando vuestra carta ha venido a traerme la tranquilidad y alegría: es un padre de la Orden de San Francisco quien me la ha entregado. Os quejáis de que dejo vuestras cartas sin respuesta, cuando es así que os puedo asegurar que no he recibido desde que estoy aquí ninguna vuestra; tanto es así, que ya os daba por muerta; por lo que al recibir esta última, mi alegría ha sido inmensa. Os contesto por el mismo Religioso que me la ha traído, y por él os envío estos trescientos duros en oro, que os bastarán hasta mi próxima llegada para vuestro mantenimiento. En la esperanza, pues, de verme pronto a vuestro lado, pido al Señor os sea favorable, encomendándome mucho a mi Santo y querido Patrón, y deseando ardientemente sigáis escribiéndome con frecuencia. Vuestro entrañable esposo, ANTONIO DANTE». (Núm. 139 del Mensajero Seráfico).
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
DECIMOTERCIO MARTES
Por la señal…
Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: «Ruega a Cristo…».
Termínase el responsorio de San Antonio con estas palabras: «Ruega a Cristo por nosotros, Antonio divino y Santo…». Bella conclusión de esta plegaria, y con ella admirable terminación de los ejercicios de los Trece Martes. Con esta terminación cierra nuestra Madre la Iglesia sus oraciones, tanto las que se recitan en el Oficio divino, como las que se pronuncian en el más augusto de los misterios de nuestra Católica Religión, el Santo Sacrificio de la Misa. Porque a la verdad, Cristo Jesús fue la expectación de todos los pueblos de la ley antigua y en la fe del Mesías que había de venir, el género humano se salvaba. Y en la ley de gracia, bajo el Cielo, no se ha dado otro nombre con el que los hombres se salven más que el regaladísimo de JESÚS. Nombre santísimo que nos augura ser oídas nuestras oraciones ante el trono del Eterno Padre. Así decía el divino Maestro, antes de partir de este mundo, a sus discípulos: «Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre, pedid y recibiréis, y vuestro gozo será cumplido». En el nombre de Jesús recobró la agilidad de sus miembros el cojo de la puerta Especiosa de Jerusalén, cuando San Pedro y San Juan subían al Templo en la hora nona. En el nombre de Jesús predicaban los apóstoles y los muertos resucitaban a la vida del tiempo y de la eternidad. En el nombre de Jesús encontraba grandes delicias el Príncipe de los Apóstoles, y por eso lo repite tantas veces en sus canónicas cartas; en el nombre de Jesús, triunfaba con su arrobadora elocuencia el Apóstol de las Gentes. Y este nombre de Jesús le reconoce tal poder, que manda a toda criatura del cielo y de la tierra, y hasta del infierno, que ante este soberano nombre doble su rodilla y confiese que por este nombre de Jesús ha de entrar a gozar de la gloria con el Eterno Padre. Sólo recreaban a San Agustín, aún antes de su conversión, los escritos que llevaban tan dulcísima palabra. En el nombre de Jesús los hijos de San Francisco y Santo Domingo obtienen en la Edad media gloriosos triunfos contra la herejía y el cisma; y en el nombre de Jesús, en el siglo de las luces, esperamos conseguirlos de los errores que oscurecen las humanas inteligencias. Y por eso, confiados en el poder de este nombre Santísimo, decimos al seráfico Taumaturgo que con Jesús tenía regaladísimas visiones: «Ruega a Cristo por nosotros, Antonio divino y Santo, para que dignos asi, de sus promesas seamos». Mas escuchemos la voz del Santo que desde el Cielo nos dice con el apóstol San Pablo: «En esta región feliz no puede entrar ninguno, sin que antes en la tierra haya conformado su vida a la que con su humildad, mansedumbre, paciencia, caridad y demás virtudes, les trazara el sapientísimo Maestro Cristo Jesús».
Sea así, amantes de San Antonio, que los que hemos tenido la devoción de practicar los Trece Martes en la tierra, seamos agregados al escogido número de los doce Apóstoles que con su Maestro Jesús reinan en el Cielo. Amén.
Medítese y pídase por intercesión del Santo la gracia que cada uno desea conseguir.
DEPRECACIÓN
¡Oh glorioso San Antonio!, fiel amante del dulcísimo Jesús, y con quien mientras viviste en la tierra tuviste tan fina correspondencia: consigúenos del que está sentado a la diestra de Dios Padre, que su nombre benditísimo sea luz que ilumine y dirija los pasos de nuestra vida en conformidad a la suya, alimento que nos conforte en las luchas de esta vida, procurando confesarle con las obras; y bálsamo que suavice nuestras penas sufridas por su amor hasta verle en la gloria que tú gozas. Amén.
FRUTO: «Cuando nuestra carne duerme en el deleite, se apaga en nuestra alma la fe práctica de Cristo. Cuando somos tentados por el enemigo digamos con mucha devoción: En el nombre de Jesús Nazareno, que mandó a los vientos y al mar, te mando, satanás, que te apartes de mí» (Obras de San Antonio).
JACULATORIA: «Haced, Jesús mío, que los devotos de tu santísimo nombre lo honremos con tales obras en la tierra, que nos merezcan verte glorioso en los Cielos. Amén» (Divino Oficio).
EJEMPLO: San Antonio tiene inefables delicias recreándose visiblemente con el niño Jesús.
Entre las apariciones milagrosas que del dulcísimo Jesús tuvo San Antonio, es muy notable la que ocurrió en Padua, según nos refieren los escritores de su vida. Aún no habían edificado los religiosos de San Francisco su convento de Santa María de Padua, cuando tuvo lugar la visión en casa del piadoso conde de Tiso, que se gozaba en dar hospitalidad al infatigable Misionero, quien por la distancia de Arcella no era conveniente regresara todos los días, puesto el sol, a la residencia de los Padres. Teniendo el Sr. Conde gran veneración y concepto de la brillante santidad de San Antonio, observaba con cuidado lo que el huésped practicaba en su cuarto a la hora de la oración, habiendo notado un día que fuera de aquel cuarto se proyectaba algunos rayos de extraordinaria luz: movido de la curiosidad, corrió a ver de donde salían, y entonces vio al Santo abrazado a un preciosísimo niño que dulcemente acariciaba. Quedó Tirso sorprendido de admiración cuando advirtió los tiernos y purísimos besos que por el encantador niño eran impresos en el rostro del Santo. San Antonio, con tan divinos requiebros, queda absorto y extasiado. Mientras que se recreaba estático el Borgere (es decir, cabeza de Barrio) admirando el dulce espectáculo, desapareció el Niño. Vuelto Antonio del éxtasis, salió de su cuarto y se fue al amigo, dándole a entender que sabía bien había observado la aparición, y le suplicó con grande instancia que callase. Así cumplió el mandato el señor Conde, mientras duró la vida del Santo; mas después de su muerte la publicó en honor de su amigo; y siempre que se le preguntaba, la refería con tales lágrimas, que mostraban bien el efecto que en él había causado tal visita.
Rezar ahora la Oración conclusiva, tres Gloria Patri, el responso y la Oración.
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