sábado, 17 de junio de 2023

MES EUCARÍSTICO DE SAN JOSÉ – DÍA DECIMOSÉPTIMO

Tomado del Mes de San José, el primero y más perfecto de los Adoradores, Santiago de Chile, Pequeña biblioteca eucarística, 1911. Imprimátur por Mons. Manuel Antonio Román Madariaga, Vicario general del Arzobispado de Santiago de Chile.

DÍA DECIMOSÉPTIMO – ABNEGACIÓN DE SAN JOSÉ

Cuando la Sagrada Escritura dice de San José, que era justo, ciñe con una corona todas sus virtudes; mas, sin embargo, alaba de una manera especial su fidelidad: San José fue fiel en el cumplimiento de toda la ley. Del mismo modo que Nuestro Señor la cumplió hasta el último detalle, asimismo San José no descuidó ningún punto de ella: cumplió con fidelidad hasta los más mínimos deberes, respecto a Dios y a los hombres. 

San José tuvo además esa virtud que caracteriza a los buenos servidores: la abnegación. Él fue abnegado; no buscándose a sí mismo en nada y consagrando todos los momentos de su vida al servíicio de Nuestro Señor. En interés de Él sacrificaba su reposo, su tranquilidad, su trabajo, sin quejarse jamás, ni ocuparse en pensar en las consecuencias que esto le acarrearla. Casi diría que su abnegación era infinita, es decir, que jamás dijo: ¡Basta! sino que se entregó sin reserva. La abnegación es la medida del amor, está al mismo diapasón con la energía de nuestro amor; y cuando amamos a alguien más que a nosotros mismos, entonces la abnegación no tiene límites. San José se inmoló durante toda su vida, y se hubiera considerado por demás feliz, de morir por atestiguar su amor a Nuestro Señor. Y para que su abnegación fuese verdaderamente desinteresada, no fué coronado ni recompensado aquí abajo. 

El servicio de la divina Eucaristía requiere que, como San José, seamos también abnegados hasta la muerte, si fuera preciso. Jamás podremos corresponder a los sacrificios de Jesús por nosotros; por más que viviéramos millares de años, siempre le seríamos deudores. Nos es menester la abnegación desinteresada de San José, que no busca ninguna recompensa aquí abajo. No es posible remunerar en la tierra el servicio de Nuestro Señor; tampoco tenemos derecho a ello, ¿acaso el honor de servirle no es ya por sí solo una hermosa recompensa? ¿Pretendería jamás un Ángel recibir remuneración por sus servicios cerca del Altísimo? La felicidad, el honor de servir a la adorable Persona de Jesucristo: no puede haber para nosotros mayor recompensa que ésta sobre la tierra.

Aspiración. — San José, modelo de abnegación al servicio de Jesús y de María, ruega por nosotros.

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