Tomado del Mes de San José, el primero y más perfecto de los Adoradores, Santiago de Chile, Pequeña biblioteca eucarística, 1911. Imprimátur por Mons. Manuel Antonio Román Madariaga, Vicario general del Arzobispado de Santiago de Chile.
DÍA NOVENO – SAN JOSÉ, BUENO Y LEAL SERVIDOR
El servicio de la adorable Persona del Verbo hecho carne, Jesucristo, fue el único fin de la vida de San José.
La nobleza de su nacimiento, la gloria de sus antepasados, y las gracias y dones con que fué dotado tan magníficamente, todo le habla sido dado para el servicio de Jesucristo. San José lo comprendió y cumplió todos sus deberes como bueno y fiel servidor de la casa de Dios.
Ningún pensamiento, ninguna palabra, ni acción ninguna de San José, dejaron de ser jamás un digno homenaje de amor a la mayor gloria del Verbo encarnado.
Tal debe ser también mi vida, si quiero ser siervo verdadero de Jesús en el Santísimo Sacramento. Mas ¡ay!, ¡cuán lejos me hallo de asemejarme a mi modelo, San José! ¡Cuántos pensamientos extraños a mi fin! ¡Cuántas afecciones impuras o por lo menos demasiado terrenales, ocupan mi corazón; cuántas acciones hechas sin intención sobrenatural y maleadas quizá por la vanidad y el amor propio! Y, sin embargo, me he consagrado enteramente a Jesús en su divino Sacramento. Me he entregado para siempre y sin reserva a su real servicio. He prometido consagrarme con todo cuanto soy y tengo, para procurar la extensión del gran reino de Jesús-Eucaristía y su mejor servicio. Así pues, todo lo que no se relaciona con el servicio de la divina Eucaristía debe serme indiferente, y debo considerar como soberano mal cuanto pudiera perjudicarlo.
¡Dios mío!, de lo íntimo de mi corazón renuevo mi entrega a Vos, me consagro sin condición y sin reserva a vuestro divino y noble servicio: mas, sed Vos mismo mi gracia y mi vida.
Aspiración. — San José, modelo perfecto del servicio de la adorable Persona de Jesucristo, ruega por nosotros.
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