Él fue hijo de San Canuto, rey de Dinamarca, y de Alicia de Flandes, quien, después de la muerte de su padre, lo llevó, entonces infante, a Flandes, en 1086. Su primo-hermano Balduino VII, conde de Flandes, murió sin descendencia en 1119, dejándole como su heredero por testamento, por cuenta de su extraordinario valor y mérito. El joven conde fue un modelo perfecto de todas las virtudes, especialmente la devoción, caridad y humildad. Entre sus amigos y cortesanos, amaba a los que lo amonestaban libremente por sus faltas.
Frecuentemente agotó su tesoro en los pobres, y a menudo daba la ropa que se quitaba para ser vendida por su socorro. Los servía con sus propias manos, y les distribuía ropa y pan en todos los lugares donde llegaba. Se observó que en Ipres dio, en un día, no menos que siete mil ochocientos panes. Él se preocupaba por ellos para mantener siempre bajos los precios del trigo y de las provisiones, e hizo leyes wholesome para protegerlos de las opresiones de los grandes. Esto exasperó a Bertulfo, que usurpó tiránicamente el prebostazgo de San Donaciano en Brujas, a cuya dignidad estaba aneja la cancillería de Flandes, y sus malvados parientes, los grandes opresores de su país. En esta horrible conspiración fueron apoyados por Erembaldo, castellano o magistrado principal del territorio de Brujas, con su cinco hijos, provocados contra su soberano porque él había reprimido sus injustas violencias contra la noble familia De Straten.
El conde santo iba cada mañana descalzo a realizar sus devociones ante el altar de la Santísima Virgen en la iglesia de San Donaciano. Dando limosnas un día, fue informado de una conspiración; pero respondió: “Estamos siempre rodeados de peligros, pero pertenecemos a Dios. Si es su voluntad, ¿podemos morir en una mejor causa que la de la justicia y la verdad?”. Mientras recitaba los salmos penitenciales ante el altar, antes de la Misa del Miércoles de Ceniza, los conspiradores atacaron, y su cabeza fue rota por Fromoldo Borchardo, sobrino de Bertulfo, en 1127.
Él fue enterrado en la iglesia de San Cristóbal en Brujas, no en la de San Donaciano, como lo prueba Pantoppida. Borchardo fue destrozado vivo en la rueda, y Bertulfo fue colgado en un potro en Ipres, y expuesto en él para ser tirado por perros furiosos, y entre tanto fue apedreado hasta la muerte por los mendigos mientras permanecía en tal.
El relicario del beato Carlos fue ubicado por una orden de Carlos Felipe Rodoan, cuarto obispo de Brujas, en 1606, en la capilla de la Santísima Virgen en la catedral de San Donaciano, y desde el año 1610, una misa mayor en honor de la Trinidad era cantada en su fiesta, hasta que la iglesia fue destruida por la Revolución Francesa. Sin embargo, el relicario fue respetado, y el 2 de marzo de 1827 fueron elevadas y trasladadas a la iglesia de San Salvador, consagrada como catedral, lo cual se considera su oficial beatificación, que confirmó León XIII en 1883.
Ver la vida de este buen conde escrita por Gualterio, arcediano de Terouenne, y más completamente por Gualberto, síndico de Brujas, y por Ælnoth, un monje de Canterbury y monje danés en ese tiempo. Ver también a Molanus y Miræus en sus martirologios; Henschenius, pág. 158. Robertus de Monte en Append. ad Chronicon Sigeberti ad an. 1127. Jac. Maierus, Annal. Flandriæ, l. 4, p. 45, 46. Así también a Érico Pantoppida en su Gesta Danorum extra Daniam. Hafniæ, 1740, t. 2. sec. 1. c. 5. sec. 32. p. 398.
ORACIÓN
Omnipotente y misericordioso Dios, que al bienaventurado príncipe Carlos, inflamado de celo de proteger la justicia, quisiste ilustrar con glorioso martirio: danos por su patrocinio y ejemplo, que así hagamos justicia con todos, para conseguir la vida eterna. Por J. C. N. S. Amén.
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