jueves, 21 de noviembre de 2024

DE LA INFALIBILIDAD DEL PAPA

Demostrado que Cristo fundó en su Iglesia un Magisterio auténtico e infalible, preservado del error por la asistencia especialísima del Espíritu Santo, hemos visto que Pedro independientemente del Colegio Apostólico como fundamento de la Iglesia, como Pastor supremo del rebaño de Cristo, como cabeza visible de la Iglesia, recibió entre sus prerrogativas y poderes, el don de la infalibilidad didáctica en el ejercicio de su Supremo Magisterio.
 
Hicimos hincapié en que evidentemente esa prerrogativa no le fue dada a Pedro en beneficio propio, sino para el bien de la Iglesia. El fin mismo de la Iglesia exige que los sucesores de Pedro, en el Magisterio Jerárquico, estén preservados contra todos los errores doctrinales. O ¿vamos a pensar que Cristo dio solamente a los primeros cristianos un Magisterio infalible, dejando a las generaciones posteriores al cuidado de un magisterio meramente humano y falible? ¿Cómo entender entonces las promesas del Divino Fundador de una asistencia divina hasta la consumación del mundo? Creer en la infalibilidad del Magisterio de la Iglesia, creer en la infalibilidad de los sucesores de Pedro no es otra cosa que creer en el cumplimiento de las promesas de Jesucristo; creer en la “INERRANCIA” de la Iglesia, es creer en su origen divino.
   
El supremo Magisterio de Pedro, que tiene por fin conservar la verdad y la unidad de la doctrina de la Iglesia, sería ineficaz, si no gozase de la asistencia especial del Espíritu Santo, mediante la cual custodiase incontaminada la revelación, el Depósito de la Fe, predicada por los Apóstoles, enseñada por Cristo y fielmente la expusiese; es de ir, si no fuese infalible. Porque, en la Iglesia, la fe ha de ser una y tan cierta, que sin ninguna clase de duda o temor prudente, pronta y seguramente podamos conocer todo lo que nos es necesario para salvarnos, según las palabras de Cristo: “El que creyere será salvo; el que no creyere, se condenará”…
   
Es, pues, necesaria esta prerrogativa del Romano Pontífice. Si Cristo se la concedió a San Pedro, no pudo negarla a sus sucesores. Cristo no hizo la Iglesia para un siglo, sino hasta la consumación del mundo. La unidad y la estabilidad de la Iglesia exigen esta prerrogativa en aquel que es su fundamento y el Pastor Supremo del rebaño de Cristo. Si se quita la infalibilidad didáctica del Papa, los miembros de la Iglesia andarán como los protestantes, desorientados y como ovejas sin pastor, expuestas siempre a caer en las garras del lobo.

P. Dr. JOAQUÍN SÁENZ Y ARRIAGA, Sede vacante, págs. 61-63.

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