Los últimos tiempos, como se echa de ver y lo asegura San Pablo, serán muy peligrosos; y Jesucristo dice que será entonces la mayor de las persecuciones. Antes, en efecto, tenían que luchar los fieles con una sola bestia, y contaban con el consuelo y ayuda de muchos que los animaban y esforzaban al martirio. Mas entonces tendrán que luchar con dos bestias, peor la segunda que la primera, y en lugar de hallar quien los consuele y anime, no hallarán más que seductores que los arrastrarán al mal. ¡Dichoso el que no se deje seducir con palabras, ni vencer con amenazas, que si persevera hasta el fin, este se salvará! (Matth. XXIV, 13).
Dice San Juan que esta segunda bestia
«hará que todos los hombres pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos tengan una marca o sello en su mano derecha o en sus frentes, y que ninguno pueda comprar, o vender, sino aquel que tiene la marca, o nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí está el saber. Quien tiene, pues, inteligencia, calcule el número de la bestia, porque su número es el que forman las letras del nombre de un hombre: y el número de la bestia es seiscientos sesenta y seis (666)» (Apocal. XIII, 16, 17 et 18).
Mucho han trabajado los expositores para explicar este nombre, y hé aquí cómo discurren: Los números de que usan los griegos (en cuyo idioma escribió San Juan el Apocalipsis) no son otros que sus mismas letras. Estas letras numerales, juntas y combinadas entre sí, deben formar alguna palabra, pues son letras. Luego la palabra que, compuesta de letras griegas, da el número 666, debe a su vez expresar un nombre, y ese será precisamente el nombre, o el carácter, o el distintivo propio de la bestia, o sea, del Anticristo. Una de estas combinaciones da puntualmente la palabra griega Arnoume o Arnouma (Αρνούμαι), que corresponde y equivale a la latina Abrenúntio, y a la española Reniego.
Así pues, del propio modo que para pasar del poder de Satanás al de Jesucristo y ser su hijo, dice el cristiano en el Bautismo: Abrenúntio Sátanæ; así para apostatar, para pasarse al partido de la emancipacion, de la independencia, del Anticristo, proferirá en sentido contrario ese mismo Abrenúntio, diciendo esas horribles palabras: Reniego del Criador del cielo y de la tierra, y de su ley; reniego de Jesucristo, de su doctrina y de sus Sacramentos... En esta apostasía formal de la religión católica que antes se profesaba, consiste precisamente el solvére Jesum de que en otra parte habla San Juan. Dice el sagrado Texto que los apóstatas llevarán en su frente o en sus manos el nombre o carácter de la bestia, para denotar la publicidad y descaro con que profesarán el Anticristianismo. Las manos y la frente son lo que hay de más visible y público en el hombre, y al propio tiempo son dos símbolos los más expresivos del modo de obrar el primero, y del modo de pensar el segundo. Rotos, pues, los lazos de la fe, de la esperanza y de la caridad; desatadas de Jesús, de la verdad y sabiduría eterna, las manos y la frente, no hay duda que los pensamientos y las operaciones quedarán en una suma y escandalosa libertad, impropia e indigna de hijos de Dios y aun de racionales, y únicamente digna y propia de brutos insensatos y bestias feroces: Homo cum in honóre esset non intelléxit; comparátus est juméntis insipiéntibus, et símilis factus est illis (Psalm. XLVIII, 13).
SAN ANTONIO MARÍA CLARET, La Época presente considerada como probablemente la última del mundo: según los datos que sobre esta nos suministran las Santas Escrituras, los Santos Padres y expositores de aquellas. Barcelona, Librería Religiosa, 1857, págs. 70-73.
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