martes, 19 de septiembre de 2023

EXHORTACIONES A LOS ENFERMOS CUANDO SE LES VISITA, PARTICULARMENTE CUANDO ESTÁN AGONIZANDO

   
PRÁCTICA PRIMERA: Jaculatorias у actos de devoción con que el ministro de Dios podrá alentar al enfermo a que espere en la misericordia del Señor, principalmente cuando ya está agonizando.
Hijo mío, si deseas sanar de las llagas de tus culpas, pon los ojos de la consideración (como dica San Agustín) en esa lastimosa figura de Cristo Señor nuestro pendiente en la cruz: Fratres, ut a peccáto sanémur, Christum crucifíxum intueámur [San Agustín, Tratado sobre el Evangelio de San Juan].
  
Mira y considera a dónde llegó su caridad, pues por tus pecados y por el amor que te tiene está cual le ves, tendido en esta mesa de la cruz, y como cordero desollado, con azotes desangrado, y muerto a poder de tormentos. Sicut ovis ad occisiónem ducétur [Isai. LIII, 7].

Mírale, cómo por el edcesivo amor que nos tiene está con los brazos abiertos en la cruz para abrazar a todos sus amigos y enemigos, y para abrazarte a ti, si a Él te vuelves de todo corazón arrepentido. Y repara cómo tiene inclinada su santísima cabeza para darte (como a otro hijo pródigo) nuevos besos de paz; y cómo tiene su florido costado abierto para amarte y esconderte en él. Vide caput inclinátum ad osculándum, bráchia exténsa ad amplecténdum, manus perforátas ad largiéndum, latus apérium ad diligéndum [San Bernardo, sermón. 4.º in Parásceve].
   
Repara, hijo, cómo desde la cátedra de la cruz te está llamando este benignísimo Señor con tantas voces cuantas son las llagas y heridas que tiene en todo su santísimo cuerpo, y le está diciendo a ti y a nosotros, venid a mí todos los que trabajáis en las ansias y agonías de la muerte, y estáis con el peso cargados de la multitud de vuestros pecados, y os refrigeraré con el perdón y mi gracia: Veníte ad me, omnes, qui laborátis, et oneráti estis, et ego reféctam vos [Matth. XI, 28].

Lleva con paciencia estas fatigas y agonías que padeces, y oye lo que el Señor nos dice: tomad mi yugo sobre vosotros, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es suave y mi carga ligera: Jugum meum suáve est, et onus meum leve [Matth. XI, 50].

Llega pues confiado al silbo de Jesucristo, santísimo Pastor, que (aunque tú eres aquel hijo pródigo que ha despreciado y desperdiciado la sustancia y hacienda paternal de tantas gracias y beneficios recibidos), desea llevarte sobre sus hombros, como a oveja perdida, al rebañode su gracia. Y para mayor certeza de esta verdad, repara en que tiene sus santísimos pies y manos clavadas para asegurarte que no huirá de ti, por grande y abominable pecador que seas. Quia perieras, et invénit te [Luc. XV, 32].

Duélete porque pecaste y ofendiste a tan buen Señor, y dile de todo corazón: Confieso, Padre mío, que no soy digno de llamarme hijo vuestro, porque pequé gravemente contra el cielo ea presencia vuestra; pésame, Señor, mil y mil veces de mis culpas, solo por ser ofensas contra Vos, y quisiera que fuera tan grande mi dolor, que con él se me partiera el corazón: Pater, peccávi in cœlum, et coram te, jam non sum dignus vocári fílius tuus [Luc. XV, 21].

Ea, piadosísimo Señor, no mireis a quien yo soy, que será poco aniquilarme en pena de mis pecados, por los cuales merezco eternos tormentos; mas mirad a quien sois y a vuestra infinita piedad, para que tengáis misericordia de mí. Réspice in me, et miserére mei [Ps. XXIV, 26].

Volved, Señor, a mí esos vuestros piadosísimos ojos, que con sola una ojeada que deis sobre mí, alegraréis mi alma y mis oídos, y cobrarán vida mis huesos humillados. Audítui meo dabis gáudium, et lætítiam, et exsultábunt ossa humiliáta [Ps. L, 10].

Apartad, Señor, vuestro rostro de mis pecados según la muchedumbre de vuestras misericordias borrad todas mis maldades. Ea, Dios mío, no me desechéis de vuestra presencia, ni os portéis conmigo según mis delitos merecen, sinó como dicta vuestra gran misericordia. Advérte fáciem tuam a peccátis meis, et omnes iniquitátes meas dele [Ps. L, 11].

Ayudadme, poderosísimo Señor y Salvador mío, por la gloria de vuestro santo nombre libradme de las asechanzas de mis enemigos: usad, Dios mío, de esta gran benignidad con este vuestro humilde esclavo, para que more en vuestra casa todos los días de mi vida, y os alabe eternamente en compañía de todos los bienaventurados. Ádjuva nos, Deus salutáris noster, et propter glóriam nóminis tui, Dómine, líbera nos [Ps. LXXVIII, 9].

Extended, clementísimo Señor, vuestros amantísimos brazos sobre mí, que soy obra de vuestras manos, a quien hicisteis del polvo de la tierra, y me compusisteis de huesos y carne, y me dísteis la vida que tengo me redimísteis con vuestra preciosa Sangre: experimente ahora, Señor, vuestra clemencia quien experimentó vuestra omnipotencia, para que mi pobre y afligida ánima no tema y desespere. Expánde, quǽso Dómine, amantíssima bráchia tua super me opus mánuum tuarum: ut non métuat, nec despéret inops ét dolens ánima mea.

¿Por ventura no sois Vos, amantísimo Jesús mío, el que tomásteis sobre Vos todas nuestras enfermedades y dolencias para darnos la verdadera salud? Pues ahora, Señor, es tiempo de hacer alarde de vuestra piedad, usándola conmigo, que soy el más indigno pecador, dándome la salud del alma para entrar en vuestra presencia, aunque no lo merezco yo. Vere languóres nostros ipse tulit, et dolóres nostros ipse portávit [Isai. LIII, 4].

Oh Padre Eterno, Padre de misericórdias, usadias conmigo, que aunque malo y miserable pecador, hijo vuestro soy, no me aparte yo sin ellas de vuestra presencia, de donde tantos salieron perdonados, pues más honra ganaréis en salvarme que en condenarme.

Pésame de todo corazón de haberos ofendido, dulce Pastor mío, pues siendo yo oveja vuestra me he apartado de vuestro rebaño, y repastádome en pastos vedados que mataban mi alma.

Pequé contra Vos, benignísimo Hacedor mío; pues ya el yerro está hecho, ¿qué hare sino arrojar en vuestras preciosas llagas todas mis maldades, que por grandes que hayan sido se abrasarán en el fuego de vuestro amor divino?

No temo en este último trance el infierno que por mis maldades he merecido, por ser muy cierto que solamente está apercibido para los obstinados que no os quieren pedir perdón; mas yo, asido a las puertas de vuestras misericordias, doliéndome de mis pecados, os pido clemencia y perdón.

Perdonadme, clementísimo Señor, y tened misericordia de mí, así como perdonásteis a un Mateo, que de usurero y logrero le hicísteis apóstol y evangelista vuestro.

Perdonadme, piadosísimo Señor, y tened misericordia de mí, como perdonásteis a un Pedro, que negándoos una y muchas veces, le mirásteis con ojos de misericórdia, haciéndole cabeza de vuestra Iglesia y pastor universal de vuestro rebaño.

Perdonadme, suavísimo Señor, y tened misericordia de mí, como perdonásteis a un Pablo, que persiguiéndoos, le hicisteis vaso escogido para que llevase vuestro santísimo Nombre, y diese noticia de él a todo el mundo.

Perdonadme, benignísimo Señor, y tened misericórdia de mí, como perdonásteis a otros muchos, que de grandes pecadores los hicísteis muy grandes santos; y así espero y confío de vuestra infinita piedad y misericordia (pues sois ahora tan misericordioso como antes) de que tengo de alcanzar el perdón de mis pecados, como estos santos le alcanzaron, y que me daréis la gloria, así como se la disteis a los obreros del santo Evangelio, aunque tarde fueron a trabajar a vuestra santa viña.
 
PADRE BALTASAR BOSCH DE CENTELLAS Y CARDONA, Prácticas de visitar los enfermos y ayudar a bien morir, Libro IV. Valladolid, imprenta de Juan de la Cuesta, 1866, págs. 210-214.

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