sábado, 30 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA TRIGÉSIMO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA TRIGÉSIMO
«Veni de Líbano Sponsa mea: veni coronáberis de cápite Ámana, de vértice Sanir et Hermon, de cubílibus Leónum et montum Pardórum» Cánt., cap. 4, v. 8. Ven del Líbano, Esposa mía: ven, y serás coronada de la cima de Amaná, de la cumbre de Sanir y de Hermón, de las cuevas de los Leones, y de los montes de los Leopardos.

En este día se nos manifiesta la exaltación de la Divina Pastora al Cielo Empíreo, y la corona especial con que fue remunerada su solicitud pastoral, sobre lo cual,

1º Considera lo primero, que aunque la Madre de Dios resplandeció en la tierra con todo el poder y autoridad de Pastora, y aunque sus ovejas notaron en ella las señales claras de su oficio pastoral, quedando con ellas en el mundo después de la Ascensión de su Divino Hijo a los cielos, se manifestaron estas más claramente en el día solemne de su coronación, en que el verdadero Salomón la hizo subir a su trono y la presentó a todo su rebaño, para que por él fuese reconocida por verdadera Reina y Señora. La sabia ordenación de su Santísimo Hijo tuvo muchos y graves motivos para que esta Divina Pastora tuviese como suspensa esta coronación, y conversase por algún tiempo con la grey de la primitiva Iglesia antes de ser asunta a su trono real; pero llegado que fue el tiempo prefijado desde la eternidad, quiso el Omnipotente manifestar que María no solo era elegida por Pastora; sino también coronada por Emperatriz universal de cuanto creó su poder, para que de este modo las ovejas redimidas con la Sangre del Pastor Divino, conociesen la razón que hay para que ellas se rindan gustosas a su imperio, pues el honor que recibe la Pastora en su coronación y las gloriosas insignias de su imperio, ceden en gloria y honor de las ovejas que están sujetas a él. Pondera que no hay pensamiento que pueda dignamente comprender cuánta fue la honra que el Pastor Divino dispensó a su Madre y Esposa la Pastora, en este día de su coronación, porque tampoco hay comprensión humana que entienda, ni la extensión de la generosidad de Dios, ni los actos heroicos con que nuestra Pastora se hizo digna de tanta gloria. Así como en la tierra, dice San Bernardo (Sermóm de la Asunción), no hubo para el Verbo Eterno un templo más digno que el vientre purísimo de María, en que lo recibió como Hijo; así tampoco en los cielos hay lugar más noble que el solio real a que la sublimó este su Divino Hijo. Por esto es llamada por su Esposo desde el Líbano, Amaná, Hermón y Sanir, para que dejando estos montes llenos de cuevas y madrigueras de las bestias feroces, que representan a este valle de lágrimas (Cornelio Alápide, Sobre el verso 8 del cap. 4 de los Cánticos), se trasladase a los altos cielos, para ser coronada con las tres aureolas de virginidad, de magisterio y de martirio (Íbid.): y además con las doce estrellas con que la vio el Profeta del Apocalipsis, diciéndola su Esposo que salga de las cuevas de los Leones y deje los montes de los Leopardos. Y entendiendo por esto los reinos y los imperios del mundo (Íbid.), hace el Esposo de todos ellos la corona de esta Soberana Emperatriz, la constituye sobre todas las obras de su omnipotencia, y la da un legítimo derecho sobre las coronas de todos los Reyes y Emperadores del Universo; por cuya razón los palacios de estos se consagran con su presencia, y se tienen por honrados cuando en ellos habita nuestra Pastora.
  
AFECTOS
La exaltación a los cielos de mi Madre Pastora es para mí el mayor consuelo, porque si subió tanto, fue para prepararme el asiento de mi felicidad eterna. Esta fe tan consolante, y esta esperanza tan dulce, me sostienen en mi destierro, porque siendo yo fiel a mi Pastora, veré pronto el día en que libre de la esclavitud de la carne, marcharé a su presencia y ante el Tabernáculo mismo de la Divinidad se abismará mi alma en el océano de sus perfecciones infinitas, brillaré con los rayos de luz y de gloria en el santuario de la Trinidad Santísima, donde vive y reina mi Madre Pastora. ¡Ah!, ¿Quién podrá comprender las caricias que yo recibiré entonces de su amor, ni las dulzuras de que se inundará mi alma? Entonces se acabaron ya mis penas, tendrán fin mis sufrimientos, se disiparán mis temores, y colocada mi alma entre las ovejas gloriosas que rodearán su trono, coronará sus dones coronando mis méritos, y me ocuparé en darla honor y gloria eterna, sin temor del León rugiente. Siendo justo que el cuerpo de pecado descienda a la noche pasajera del sepulcro para reducirse al polvo de que fue formado, llegará también día en que se reanimen mis cenizas esparcidas por la tierra, para ser participante en cuerpo y alma, de la gloria que me reserva mi Santísima Pastora.
    
En el momento en que realizada esta mi esperanza, entre yo glorioso y triunfante en la celestial Jerusalén, veré postrados y rendidos a todos los enemigos que han intentado mi perdición, y me hallaré seguro en una felicidad eterna. Entonces será cuando yo conozca claramente la infinita bondad de mi Dios, en darnos por Pastora cuidadosa de nuestras almas, a la misma que escogió para Madre suya. ¡Ah, cuándo veré yo este día feliz! ¡Mi alma suspira por entrar en el gozo de mi Dios, en la casa misma que Él ha destinado para su gloria, mansión santa y habitación de los escogidos, cuya luz es el mismo Dios, y cuya felicidad es su Divinidad misma! ¡Qué gozo tan inefable ver en mi Pastora glorificada, el prodigio de la omnipotencia y del amor de Dios para con el género humano! Si esta esperanza te sostiene, ¡oh alma mía!, ¿por qué te desconsuelan y afligen los males presentes, cuyo sufrimiento ha de facilitarte la consecución de tanto bien?
   
2º Considera lo segundo, que para formar una cabal y entera idea de la magnificencia y decoro con que nuestra Pastora fue recibida en el solio de gloria que correspondía a su mérito, ni hay entre los hombres agudeza bastante de ingenio, ni inteligencia en los Ángeles. Este Tabernáculo en que descansó la sabiduría eterna, fabricado por lo mismo con mayor esmero que los cielos, debió ser colocado con todo el honor, la gloria, y la majestad que convenía a la dignidad de su mismo Divino Hijo; y según esto, la infinita y generosa liberalidad del Omnipotente, que miraba en María la condición de Madre, y la dignidad de Corredentora, no omitió recurso alguno de su infinito poder para recompensar dignamente a una y otra. La vistió de inmortalidad, la exaltó sobre los Ángeles, la comunicó los privilegios de su omnipotencia, y la dio las insignias de su majestad real. Pondera que para hacer más glorioso este triunfo de nuestra Pastora, quiso este Señor que se ejecutase después del suyo, yendo delante a los cielos para preparar el trono de su Madre, y para que viéndola toda la corte celestial subir rodeada de los Ángeles, y esperada a las puertas del Cielo por la Santísima Trinidad, tuviese mayores motivos para admirarse de este triunfo. Si esta Reina hubiera subido en compañía de su Hijo, la corte del Cielo hubiera estado indecisa con diversos afectos de júbilo y de admiración, dudando si se convertiría a honrar al triunfador, o más bien a la Madre, a quien el mismo Hijo honraba con tanta preferencia. Advierte, alma mía, como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, dispusieron todas las cosas, a nuestro modo de entender, para celebrar la entrada de nuestra Pastora en los cielos. Los Ángeles se distribuyeron por orden, llevando en sus manos las insignias de gozo, alegría y victoria: el pasmo y el asombro, no les dejó comprender cabalmente los preparativos de gloria y de magnificencia, que notaban en aquellos palacios eternos y en sus moradores; y quedaron atónitos cuando vieron a una pura criatura pasar por medio de todos ellos, sostenida por el brazo de su amado, hasta llegar al trono donde ningún nacido de Adán podrá llegar jamás. Toda aquella celestial corte, suspensa con tal maravilla, olvidó sus cánticos de gloria, y nada sabían ya sino preguntarse mutuamente: «¿Quién es ésta, que sube a tanto honor, recostada sobre su amado (Cántic., cap. 5, v. 5)? Nosotros conocemos la inmensidad del Padre, la divinidad del Hijo, y la santidad del Espíritu, que de ambos procede; ¿pero quién es ésta, que se apoya en el Hijo de Dios, y sube hasta colocarse junto a Él, como si fuera su semejante?». Esta es María, la Pastora de los hombres, que con el Pastor Divino cooperó a la redención de todos ellos; por esto se la da el ornamento del sumo imperio, entrando en los palacios eternos a reinar, sobre lo que creó la virtud de Dios: por esto se la da asiento en el trono real, y colocada sobre los coros de los Ángeles, es reputada tanto más excelsa cuanto es más digno que todos el nombre que adquirió de Madre de Dios: por esto fue puesta en su cabeza la diadema de inmortalidad, a la que en dicho de San Bernardo, nadie puede poner precio: y por esto se la vistió el manto real, con que asistirá eternamente a la diestra de su Hijo, adornada con variedad de hermosura.
  
AFECTOS
Corred pueblos de la tierra: venid, y contemplad a la Madre del verdadero Salomón sublimada hasta el trono augusto de su Divino Hijo, desde donde dará eternamente a la Trinidad Santísima más gloria y honor que todo lo restante de aquella celestial corte. Desde la altura de su trono, se hace también para vosotros vuestra mediadora, vuestra abogada y vuestra madre. ¡Oh prodigio inefable!, todo el fruto de la redención infinita de un Hombre Dios, está ya en su mano para distribuirlo a su rebaño. Desde el trono de tanta gloria, no olvidará que somos su pueblo y su herencia, y desde allí distribuirá los pastos saludables para sustentar nuestras almas. ¡Ovejas queridas, embriagadas con el torrente de dulzura, que abundantemente sale de su celestial trono, sabed, que vosotras hacéis las delicias de su amante Corazón! Si sois fieles a escuchar y practicar cuanto ella os ordena, esperad seguramente reinar en su compañía, y participar de su felicidad eterna. El nombre de Pastora os asegura esta verdad, él está lleno de ternura para los corazones rectos, dóciles a sus mandatos e imitadores de sus virtudes. Ella, en fin, si subió a los cielos es para que desciendan a la tierra los rayos de su misericordia, nos abrasen en el amor de nuestro Dios, y nos hagamos dignos de la recompensa eterna que allá nos reserva.
     
Entretanto yo me alimentaré de día y de noche con el pan de mis lágrimas y con el vino de la compunción, al verme aún en un mundo tan miserable como engañoso, rodeado de una multitud de impíos, de libertinos e incrédulos, siempre dispuestos a insultar mi fe y a burlarse de mi esperanza. Ellos se acercan a mí con escarnio, y se ríen de mi indiferencia por los bienes y los placeres de la presente vida, en que ellos fundan su única felicidad. Ellos se me burlan cuando me ven insensible o por los males que ellos temen, o por los bienes que apetecen. Yo no puedo hablar para convencerlos de que la verdadera felicidad deben esperarla fuera de este mundo en la patria de los escogidos, sin hacerme objeto de su burla y su ironía. ¡Ah, Señor!, si ellos conociesen el bien por que yo suspiro, ellos se avergonzarían de su ceguedad, y más religiosos que los importunos consoladores de Job, no se burlarían de la esperanza que me sostiene, de que volviendo a tomar mi propia carne, veré con mis ojos a mi Redentor, que vive y reina en los cielos; pero ciegos como son, me preguntan al modo que aquellos: «¿Dónde está ese tu Dios en quien esperas? ¿Dónde su justicia, y sus promesas? ¿Dónde su amor, su bondad, y las consolaciones que aguardas? Él te entrega a una vida triste y miserable, mientras que nosotros gustamos la dulzura de una vida tranquila»; pero Vos, Señor, que sois omnipotente en los cielos y en la tierra, animad mi confianza, y volviendo vuestros ojos sobre estos soberbios, confundidlos con las cosas mismas en que cifran su bienaventuranza.
            
ORACIÓN
¡Oh, Santísima Pastora!, gozo y contento de todos los Bienaventurados, y aun de la Trinidad Santísima, que os elevó a lo más excelso haceros parte de su gloria: subiendo Vos hasta su mismo trono, nos estáis manifestando el lugar que tenéis preparado a las ovejas, que os siguen fieles en este mundo: haced que no nos extraviemos del camino que debe conducirnos al real Palacio en que reináis, en donde tomando posesión del asiento, que se nos señale según nuestros méritos, vivamos eterna y felizmente en vuestra amable compañía. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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