Novena dispuesta por el Padre Maestro Fray Bernardo Calderón de la Barca y San Martín O.Ss.T., y publicada en Burgos a expensas del Dr. Ramón Larrinaga y Arteaga por Atanasio Figueroa en 1736, con las debidas licencias.
ADVERTENCIAS.
Gusta Dios franquearnos la preciosidad de sus tesoros, y quiere que nos valgamos de sus escogidos los Santos, como de nuestros mejores medianeros. Desea quien tanto se señala en la devoción a Santa Casilda, quien a sus expensas da a luz su Vida y Novena, que busquen los fieles a tan Gloriosa Santa por su especial Protectora. Este es el fin con que sale esta Novena a luz: extender la devoción de Santa Casilda: desear que imploremos su patrocinio, para que Dios atienda misericordioso a nuestros ruegos. A cada día de la Novena precede como introducción un suceso de la Vida de la Santa, ya para que todos tengan alguna noticia de tanto asombro de virtud, ya para que sirva a los que hicieren la Novena de lección espiritual. El que tuviese el tiempo ocupado en negocios graves, podrá omitir las introducciones: el que no, las podrá leer, para que aquel suceso que se refiere allí sirva de estímulo a su devoción.
El tiempo más oportuno para empezar esta Novena, me parece el día nueve de Abril, ya por ser este el día (según graves y muchos Autores) que murió tan gloriosa Santa, ya porque en este día mismo reza de Santa Casilda el Arzobispado de Burgos. Generalmente hablando, será el mejor tiempo cuando lo pidiere la necesidad espiritual o temporal de cada uno. Será bueno (aunque no es preciso) hacer la Novena ante alguna efigie o imagen de Santa Casilda. Y porque entonces oye Dios mejor nuestras súplicas cuando están mejor dispuestas nuestras conciencias, será bien confesar el primer día, pidiendo a Dios por medio de Santa Casilda nos dé luz para que le acertemos a pedir lo que más nos convenga para nuestra salvación: y será muy del agrado de la Trinidad Beatísima confesarse el último día, en acción de gracias de que nos ha permitido concluir la Novena.
Los que fueren a visitar el Santuario donde se venera el Cuerpo de Santa Casilda, podrán, habiendo confesado y comulgado, hacer esta Novena ante el Sepulcro de la Santa en nueve horas; distribuyendo en cada una de ellas las oraciones que sirven para cada uno de los días: así asegurarán el mejor empleo de aquel día: así gastarán el tiempo en obsequio de su Protectora: así se podrán, con más confianza, prometer de su eficacísimo patrocinio, el logro (si les conviene) de sus deseos. Podrán esperar los que hicieren allí esta Novena, por nueve horas, ser especialísimamente atendidos de Santa Casilda; y que les franquee tantos beneficios como universalmente están cada día experimentando los que van, devotos, a visitar tan Sagrado Sepulcro.
No le agradan a Dios las oraciones en los labios y las pasiones desordenadas en los afectos: por ello en el tiempo de la Novena se deberán mortificar los sentidos, absteniéndose, por aquellos nueve días, de aquellas diversiones y entretenimientos que en lo restante del año nos dan más gusto. En la soledad habla Dios al alma al corazón, por eso fuera muy útil vivir los nueve días de la Novena retirados del bullicio de las gentes, con el deseo de lograr, con más facilidad, los divinos favores.
Y para que, sino de agradecidos, a lo menos de interesados, solicitemos con más fervor, por medio de esta Novena, la protección de Santa Casilda, El Illmo. Señor D. Manuel de Samaniego y Jaca, Arzobispo de Burgos, concede ochenta días de Indulgencia en cada día de esta Novena, a los que la hagan.
VIDA Y NOVENA DE LA GLORIOSA VIRGEN SANTA CASILDA, NATURAL DE LA CIUDAD DE TOLEDO, ESPECIALÍSIMA ABOGADA CONTRA TODO FLUJO DE SANGRE, ESTERILIDAD DE MUJERES, CAÍDAS, PRECIPICIOS Y OTRAS ENFERMEDADES
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Crucificado por mi amor, que habéis prometido por boca de vuestros Profetas poner en olvido las mayores iniquidades en el momento en que el pecador se convirtiere de veras a Vos, y las detestase con amargura de su corazón: postrado ante vuestra Soberanía y penetrado del más vivo dolor a vista de las muchas culpas que contra Ti he cometido, digo con todo mi corazón me pesa de veras haber ofendido a tal bondad, solo por ser quien sois, tan digno de ser amado. Misericordia, amable Salvador mío; recibid, Padre dulcísimo, a este hijo ingrato y rebelde, que lleno de confianza se arroja en el seno de tu misericordia y clemencia, dadme vuestra gracia para amarte y servirte, con una perseverancia constante, hasta el fin de mi vida. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Gloriosa Santa Casilda; postrado a vuestros pies, os pido, que así como dirigíais vuestras súplicas a la mayor gloria de la Majestad Divina, así me alcancéis de la Santísima Trinidad la luz que he menester para encaminar a la mayor honra de Dios las que os hago por medio de esta Novena; por la que no pido más que aquello que me conviene para salvarme, y desde ahora protesto (Santa mía) que el especial favor que os pido, no le deseo conseguir si me ha de servir de estorbo para acompañaros en el Cielo, a donde mediante vuestra intercesión y la divina gracia, deseo alabaros.
DÍA PRIMERO – 31 DE MARZO
INTRODUCCIÓN
La gloria y honor de las Ciudades no se debe medir por la suntuosidad de los edificios; se debe nivelar por las heroicidades de los Ciudadanos: por eso se hizo célebre Milán con Estacio; Cartago con Terencio; Atenas con Sócrates; Escitia con Anacarsis; Tagaste con San Agustín; con San Julián, Burgos; y Madrid, con San Isidro: así añadió la Imperial Ciudad de Toledo más esplendor a su nobleza, sirviendo de felicísima cuna a la gloriosa Virgen SANTA CASILDA. Logró Toledo ser firme columna de la Militante Iglesia; Madre de tantos hijos, que han rubricado la Fe en tan varios teatros como inventó tirana la persecución; logró ser dichosísimo Pavimento, afortunado suelo, favorecido de las sagradas plantas de María Santísima cuando descendió del Empíreo a abrazar a su devotísima Imagen del Sagrario, a vestir el Pontifical a su finísimo Capellán San Ildefonso: mereció ser Cátedra para tantos Sagrados Concilios, como en honra de Dios y de su Santísima Madre se han celebrado, sirviendo a nuestra España de lustre; mereció dar a Casilda los primeros vitales alientos, por los años de mil y veinte y cinco. Animó en su nacimiento los espíritus de sus venas regia esclarecida sangre; fue hija de Aldemón, Rey de Toledo. Los Historiadores no hacen mención de su madre: puede ser el motivo, por lo que dijo nuestro Emperador Fernando: que del varón bueno, ni de la mujer fuerte, no se ha de inquirir con curiosidad el origen. Lloraba aquella insigne Ciudad, como la mayor parte de nuestra España, la bárbara opresión de las africanas Lunas; y nace entre las nieblas de la pérfida mahometana secta, la que había de ser después claro resplandeciente Sol en la Religión Cristiana. La hermosura siempre es uno de los principales bienes naturales; en Casilda fue particular don de Dios; fue figura de su interior bondad: realzaba a la hermosura la modestia: diferénciase tan peregrina gracia de las demás virtudes en que estas más sobresalen cuando más se esconden; la modestia, cuanto más se ve, mejor parece, así estaba a la vista de todos la modestia de Casilda: causaba a los que la miraban no afectos de impureza, sí rendimientos de una veneración respetuosa: añadía con el agrado más majestad al señorío; y dejándose ver con gravedad, afable, era señora de todos los corazones. Los años de la puericia no los gastó en aquellos pasatiempos, juegos y diversiones, que siendo las más veces ensayos de adultas, perversas costumbres, son en la ultima hora el mayor fiscal de los padres; pretextan esparcimientos de la mocedad y permiten, cuando no causen, muchas ofensas de Dios. Ni en los jocosos divertimientos de los tiernos años, quiso Plutarco se permitiesen juegos, que no fuesen del todo honestos: lo cierto es, que mal acostumbrados los hijos, llevando siempre adelante el permiso de la pueril dirección, con dificultad podrán en la adolescencia retroceder. Aunque hija de padres que vivían en los errores del paganismo, no se crió como suelen criarse muchas hijas de padres cristianos, en las que se tiene la modestia por encogimiento; por ridiculez el recato; el retiro por simplezas; la labor por codicia; y solo se celebra la desenvoltura por agrado; la deshonestidad por adorno; la vanidad por decencia; y la torpeza por chanza. Crióse, pues, Casilda, aunque con la ostentación correspondiente a su soberanía, con la compostura propia de una Doncella; los vestidos, si por hija de Rey, eran en la medida costosos, por ajustados a la modestia de Casilda, eran en el corte honestos. En el vestir, decía el filósofo Isócrates, se debe observar la decencia que corresponde a los Príncipes: semejante documento dio la Princesa Pulqueria a su hermano el Emperador Teodosio: amonestábale no expusiese al público lo real de su persona sin el ornato debido a su magnificencia: contribuía para vestirse, Casilda, con el primor de su laboriosa tarea: hilaba, bordaba y tejía mucha parte de sus vestidos: siguió el ejemplo de las Reinas de Macedonia, de la mujer de Augusto César, y de las las hijas de Alejandro Magno. No se disminuye la nobleza por divertirse en el bastidor y la almohadilla. Noble era Ana la esposa del viejo Tobías, y con lo que ganaba à tejer le sustentaba en su esclavitud; noble era también la doncella Demetríades, y la aconsejaba San Jerónimo que hilase: noble era la otra Ana madre de Samuel, y cosía los vestidos de su hijo, sin valerse para este fin de algún extraño: así Casilda empleada en la labor del huso, del bastidor y de la almohadilla, por su delicadez y sutileza daba mayor aprecio a sus galas. Las horas desocupadas (por su aborrecimiento al ocio, las tenía todas bien repartidas) iba, no al paseo ni al teatro, sí a las cárceles y calabozos; no a perder en impertinentes visitas el tiempo; sí a emplearle, aliviando su pena a los Cristianos cautivos: trataba Aldemón con más rigor a estos que Tarquino a sus esclavos: fue Tarquino el inventor de las prisiones de hierro; por fu crueldad, dice Paccato, le apellidaron en Roma con el renombre de Soberbio; siguió sus pasos Aldemón; señalóse en ser con los Cristianos cruel: no así Casilda, que en el socorro de los cautivos tenía librado todo su gusto; su conversación, la más frecuente, la tenía con sus damas en palacio; la de mayor consuelo, en las mazmorras con los cautivos, a quienes al paso que la crueldad de Aldemón los afligía, la piedad de Casilda los consolaba: Aldemón los estrechaba en oscuros calabozos; Casilda se compadecía de sus trabajos: Aldemón los cargaba de prisiones; Casilda sentía sus penalidades: Aldemón los hacía trabajar más de lo que podían sus fuerzas; Casilda los buscaba ocasión para el descanso de sus fatigas: los mortificaba en fin Aldemón con los rigores de la hambre y de la sed; y se quitaba los regalos de la boca Casilda, porque no padecieran necesidad. No pasemos a ponderar la compasión de tan gran Princesa, pasando de largo el ejemplo que da a los padres de familias, para que destierren el ocio de sus casas. ¿Quién ignora las malicias que la ociosidad enseña? ¿Quién no sabe que Cristo Nuestro Redentor y Maestro, ofrece regalar a los que se aplican solícitos al trabajo? ¿Quién no teme el justo severo Tribunal de Dios, por solo el fomento de la ociosidad? La labor quita la ocasión de las malas obras, e impide las malas palabras, y haciéndose con cuidado, estorba los malos pensamientos: con el trabajo vive la virtud; sin él, es difícil la perfección. San Pablo Apóstol se gloría de el trabajo de sus manos. El gran Padre de pobres San Julián Obispo de Cuenca, vivía de las cestillas de mimbres que trabajaba: miremos nosotros cómo gastamos el tiempo que decimos que nos sobra, pues Dios le ha de recibir par tomarnos de él estrecha cuenta: gástese pues el tiempo en precisos honestos trabajos, huyendo de la ociosidad, origen de tantos vicios: no malogremos el ejemplo que nos da en sus primeros años Casilda; procuremos animosos seguir sus huellas.
ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO
Amantísimo Jesús, que tanto os desagradáis de los que huyendo del trabajo, se entregan a las flojedades del ocio: no permitáis que ahora que sin méritos algunos míos, por sola vuestra piedad, me concedéis el tiempo, deje yo de emplearme con todo vigor en vuestro santo servicio. Avivad mis potencias, para que siguiendo el ejemplo de la gloriosa Virgen Santa Casilda, quien aun sin saber las obligaciones de los que profesan vuestra Santa Ley, no supo comer el pan ociosa, no desdeñó, aun siendo tan gran Princesa, acompañar a sus criadas en las humildes labores de la casa: así yo, trabajando siempre, según las obligaciones de mi estado, en obsequio vuestro y en utilidad de mi prójimo, logre por los méritos de vuestra sierva, huir la ociosidad, y ser llamado de vuestra voz para gozar en el Cielo los eternos descansos, con que convida vuestro amor a los que por él trabajan en el mundo. Amén.
Aquí se rezará tres veces el Gloria Patri, en honra y gloria de la Santísima Trinidad, y después se dirá la siguiente.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Santísima Trinidad, en cuya bondad divina deseáis que contemplen los fieles, para que tengan el perpetuo descanso en sus corazones: Por aquel tan heroico modo con que vuestra amantísima y Protectora mía Santa Casilda se dio a la vida contemplativa, dejando todo comercio humano para unirse con vuestro ser divino; por lo mucho que la favorecisteis, haced que de tal fuerte nos fastidien las mundanas aparentes honras, que solo nos lleve la atención vuestra divina grandeza; que de tal suerte nos dé en rostro el mundo, que solo busquemos, contemplando en vuestra soberanía, el Cielo, para que, por medio de este don, logremos todo lo que pedimos en esta Novena, si es para honra, y gloria vuestra. Amén.
Aquí, levantando el corazón a Dios, pedirá, por la intercesión de Santa Casilda, lo que más le convenga para la salud de su alma, y el especial favor que desea. Y después dirá la oración que se sigue:
Gloriosa Santa Casilda, escogida de la Beatísima Trinidad para el socorro de los pobres necesitados y para el consuelo de los Cristianos cautivos, sacada de las delicias de Palacio, y conducida a las austeridades del yermo para ejemplar de señoras y dechado de eremitas, favorecida especialísimamente de María Santísima, ya consolándote en tus aflicciones, ya aliviando tus penalidades; alcánzanos de la Santísima Trinidad el remedio de nuestras espirituales y temporales miserias, el perdón de nuestras culpas, el auxilio que necesitamos, para hacer una verdadera penitencia, un eficacísimo deseo de querer antes morir que ofender a tu amantísimo Esposo Jesucristo Señor nuestro, para que así logremos acompañarte en la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
GOZOS DE LA NOVENA DE SANTA CASILDA
Pues que a la Luna menguante
Sofocaste, Sol hermoso,
Despreciando el decoroso,
Coronado Real Turbante:
Siendo tu aliento bizarro,
Columna de luz flamante:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
Empezaron con tu edad
Milagrosos los favores,
Convirtiendo el pan en flores,
Tu ferviente caridad:
Y pues socorre afligidos
Ese corazón amante:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
Con milagro grande oíste
De tu Esposo el llamamiento,
Y no con menor portento
Su divina luz seguiste:
Y pues con Jesús logró
Tu fina Fe desposarte:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
No atajaron a tu vuelo,
De un padre sollozos finos,
Y así emprendiste caminos
Muy seguros para el Cielo:
Y pues que truenos y rayos
Con tu virtud serenaste
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
Cual cisterna de Belén,
Una estrella refulgente,
Los lagos de San Vicente
Te mostró para tu bien:
Y pues de la sangre lluvia
En ellos salud cobraste:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
Despreciando la grandeza
Que te acompañó ostentosa,
Quedaste, Casilda hermosa,
Sola y pobre en la aspereza:
Y pues que entre tantas piedras,
Fue tu corazón diamante:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
No el Templo de Salomón,
Sí una ermita de los Cielos,
Fabricaron tus desvelos,
Por retiro de oración:
Y pues Ángeles vinieron
En su edificación a ayudarte:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
Como otro Elías, si al Cielo
Tus méritos te llevaron;
En tu Cuerpo nos dejaron,
Nuevo espíritu de consuelo:
Y pues que ya en ese Reino
Más feliz te coronaste:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
Nadie ha llegado afligido
A quien no hayas consolado,
Nadie tu amparo ha implorado,
Que no le haya conseguido:
De sangre lluvia en los Lagos
El remedio nos dejaste:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
¿Cuántos Reyes y Señores,
Pobres y Ricos lograron
La sucesión, que impetraron
A expensas de tus favores?
Y pues tantos desahuciados
A la salud recobraste:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
Ceres hermosa y ufana
Sois que aumentáis las cosechas,
Y en las tormentas deshechas.
La Mecenas Burchana:
Y pues que tu nombre solo
Serena el Cielo al instante:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
La devoción más profunda
En la Novena desea,
Que con prodigios se vea
La razón con que la funda:
Y pues es el mejor modo
Santa mía, de empeñarte:
Ruega, Casilda, por quien
Devoto llega a implorarte.
Antífona: Ven, esposa de Cristo, recibe la corona que el Señor te preparó por toda la eternidad.
℣. Con tu belleza y adorno.
℟. Levántate, avanza triunfante y reina.
ORACIÓN
Omnipotente y sempiterno Dios, que en la abundancia de tu piedad no excluyes a nadie de ninguna condición de tu reino; humildemente te rogamos que, por la intercesión de Santa Casilda, disipes por el poder de tu diestra a la secta mahometana, y que todos conozcan la luz de tu verdad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO – 1 DE ABRIL
Por la Señal…
Acto de contrición, y Oración para todos los días.
INTRODUCCIÓN
Unas facultades se adquieren con la experiencia: otras parecen mayores con la fantasía: a muchas las supera el trabajo: y a muchísimas las hace mayores el ingenio. A la conmiseración de Casilda no se sabe qué la hizo más plausible: si los continuos socorros que hacía a las cárceles, o los ingeniosos ardides de que se valía para socorrer a los pobres. Como si hubiera leído las epístolas de San Pablo, tenía en la solicitud de sustentar a los esclavos de su padre todo su ingenio: eran singulares las trazas que usaba su compasión para aliviarlos en tan penosa esclavitud: ya bajaba a los jardines, pretextando el cuidado de las labores: ya visitaba las mazmorras con el motivo de ver si estaban bien aseguradas las cadenas y todo era piadoso ingenio para hablar de Dios con los cautivos: todo era deseo de oír los prodigios de la Fe. Leemos de otros que desde su infancia recibía la conmiseración su incremento; podemos decir (como en otra ocasión San Juan Crisóstomo) de Casilda que la virtud de la misericordia es propiedad de su misma naturaleza. La del antiguo Patriarca José (dice el mismo Santo) movió a Dios para favorecerle con tanto exceso: mucho se pareció la piedad de Casilda a la de José. Este, siendo Virrey de Egipto, cuidaba de la Real familia, de las urgencias de la Corte, y de los pobres de la cárcel; pero sin que pudiera averiguar el más critico con quién se esmeraba más su piedad y su agrado; si con la Real familia, si con todo el Pueblo, o con los que lloraban tristes en obscuros y lóbregos calabozos: así Casilda cuidaba tanto de estos, ya consolándolos en sus aflicciones, ya aliviándolos en sus fatigas, ya condoliéndose en sus penas, que parecía menor, con ser tan grande el cuidado de lo que la fiaba, como a hija la más querida, su Padre, que la solicitud que mostraba en las cárceles con los pobres. No pudo ya sufrir el demonio lo que se compadecía Casilda de los cautivos: procuró impedir su piedad; valióse de un áulico de Aldemón: dio este a su Rey noticia de lo que visitaba a los cautivos la Princesa: Quedó el ánimo del Rey suspenso: no sabía a donde determinar su juicio; si a sospechar en Casilda dolosidades a su secta, o a creer en su criado chismosa y perjudicial calumnia: acechaba curioso, rondaba solícito, espiaba vigilante, era Argos de las acciones de su hija de día y de noche. Encontróla en una ocasión de las muchas que bajaba con el fin de socorrer a los pobres a las obscuras mazmorras, y la halló acompañada de las damas más confidentes suyas, llevaban todas a los pobres regalada vianda: Casilda en el regazo o falda de su ropa, y en pulidos canastillos sus asistentas: reparó en todo Aldemón, porque a todo estaba su vigilante curiosidad; hablóla con agrado que servía de disfraz en halagüeño disimulo: creyó ya ser la relación del criado verdadera: lleno de sobresalto, preguntó a su hija qué llevaba. Grande fue la aflicción de Casilda, veíase expuesta a una inhumanidad tirana: mas con gran serenidad y sin turbarse, respondió risueña que llevaba flores: no quedó Aldemón satisfecho (que a un incrédulo le sirve de poco el oído) valióse para el examen de los ojos, y viendo rosas, ya en la ropa de su hija, ya en los azafates de sus criadas, se persuadió que le había informado el criado con engaño; a que vivía Casilda sin motivo alguno para el recelo: Quiso castigar el atrevimiento; la piedad de Casilda le templó el enojo. Dejóla su Padre con las flores, y comenzó ella a dar gracias a Dios por maravilla tan grande. Bien podemos decir que de este milagro de la transformación del pan, empezó en Casilda su maravillosa transformación; de aquí se la aumentó la compasión con el necesitado: de aquí el deseo de despreciar el mundo: de aquí las ansias de recibir el bautismo: de aquí el aprecio a la virginal pureza: de aquí el ánimo de ofrecérsela con voto a la Majestad Divina: de aquí la presteza para resistir las tentaciones del demonio: de aquí la grata correspondencia a los favores de la infinita piedad; y de aquí la fervorosa solicitud para vivir en el santo temor de Dios. ¡Oh, si los que leemos estas maravillas, que obró Dios en Casilda, por la compasión que tenía con los pobres, nos aprovecháramos de su ejemplo para el reparo de nuestras costumbres! Si en honra y gloria de Santa Casilda visitáramos las cárceles; asistiéramos a los hospitales; vistiéramos al desnudo, y diéramos alguna limosna para redimir al Cristiano cautivo, cómo nos libráramos de las tenebrosas cárceles de la culpa; como en lugar de pegársenos las enfermedades que aprehendemos contagiosas, fuera con mejor sanidad nuestra vida; como fuera la limosna nuestro más expresivo memorial y nuestra más eficaz deprecación. No hay que cobrar miedo de que por la limosna se disminuyan los caudales; queda en poder de Dios lo que se da a los pobres: Vivamos sí con la confianza de que para la remisión de nuestras culpas, es uno de los medios más poderosos la limosna: imitemos en esta virtud a Santa Casilda.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO
Misericordiosísimo Jesús, que nos alentáis a la virtud de la misericordia y caridad con los pobres, para que por ella nos asimilemos a vuestro Eterno Padre, que condoliéndose de vernos en las cadenas en que nos tenía el demonio, os envió al mundo a que nos quitáseis tan pesados grillos, haced que de tal suerte me compadezca yo de la miseria ajena, como se compadeció vuestra amantísima Esposa Santa Casilda, la que aun antes de profesar vuestra Fe, ejercía con los cautivos Cristianos su conmiseración, quitándose de la boca el sustento para socorrer a aquellos pobres necesitados, obrando vuestro poder el maravilloso prodigio de convertir el pan en rosas, en señal de lo que os agradaba la conmiseración de vuestra sierva: haced que lastimándome yo de mis hermanos los pobres; los socorra según la posibilidad de mis bienes, les asista en todas sus penalidades, condoliéndome de sus trabajos como de los míos propios, para que así como el agua apaga el fuego, así por los copiosos raudales de la limosna, se vea mi alma limpia de toda culpa, y logre la apreciable prenda de vuestra gracia. Amén.
Tres Glorias a la Santísima Trinidad. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
DÍA TERCERO – 2 DE ABRIL
Por la Señal…
Acto de contrición, y Oración para todos los días.
INTRODUCCIÓN
No es bien el que no se difunde: no goza gajes de gusto el que no se reparte: con la luz comparó un discreto al bien: una de las grandes prerrogativas de la luz es la universalidad de su resplandor: no apreciara sus lucimientos sino la sirvieran para comunicarlos. Por eso, contenta (como se deja entender) Casilda, absorta de tan portentoso milagro, fue a referírsele a sus amados cautivos: fue a comunicarlos su gozo: fue a regalarlos con el maravilloso transformado sustento. Nunca mejor se pudo decir que llevó Casilda un pan como unas flores, que cuando se vieron en su regazo olorosas flores que sirvieron para el sustento de los cautivos de sazonados panes. En dulces y tiernos coloquios estuvo Casilda con los cautivos, tan gustosa como quien tenía en aquella conversación su mayor delicia; tan suspensa como quien esperaba de los aciertos de su dirección emprender con seguridad el camino de la virtud: tan atenta como quien oía para aprender; y tan solícita como quien deseaba saber los misterios de la Fe para confesarlos, y tener noticia de los preceptos Divinos para obedecerlos. Para que el que oye (decía Teofilacto) aproveche, ha de acompañar al oído un corazón humilde. La virtud (decía Plinio el joven) pide una continua acción para adquirirla, y un continuo ejercicio para conservarla. Alentaban a Casilda los cautivos, a que agradeciese la maravilla, a que no recibiese en vano aquella gracia, pues la había atendido Dios en su congoja, y la había favorecido con sobrenatural providencia: esforzábanla a que no desistiese de su propósito, a que continuase en sus liberales socorros, pues tan aprisa vela con tanta superabundancia el premio: animábanla a que se encomendase tan humilde como devota a la Reina de los Ángeles, Madre de Dios y Abogada de pecadores, María Santísima, a que fiase de su poder el breve, y favorable éxito de su memorial; pues es su protección y su amparo, donde deposita Dios su tesoro. No despreció Casilda tan útiles como saludables consejos; entendió que dependía su felicidad de abrazarlos. Son los Discípulos (decía San Basilio) espirituales hijos de sus Maestros: las propiedades de los Maestros (decía San Ambrosio) se traslucen en la faz de los los discípulos. Respondió a los cautivos con tal ternura, que ni pudo hablarlos sin lagrimas, ni ellos la pudieron oír sin verterlas. Amados hijos míos, los decía, no sé como agradecer lo mucho que debo a vuestra piedad. Yo, es verdad, que he intentado no os falte el sustento del cuerpo; mas vosotros cuidáis de alimentar mi espíritu: he deseado, ya que estáis sin libertad, que os mantengáis con vida: vosotros solicitáis redimirme de esclavitud más penosa, y que resucite a nueva vida mi alma: yo me compadezco de vuestros grillos; a vosotros os hacen llorar mis yerros: yo juzgaba a esta prisión casa de la oscuridad, y la hallo por vosotros habitación de la luz: Bajaba a esta cárcel ciega; y es mucho ya lo que veo con la claridad de vuestra doctrina. ¡Oh, cómo se conoce que habla en vosotros Dios! Siento no sé que pulsación, en lo interior de mi espíritu, que me inclina a pedir el Sacramento del Bautismo. Lo que con fervorosas ansias se quiere (decía San Jerónimo) no se puede encubrir; sale luego a los ojos, sin que se pueda disimular. Tienen los afectos (escribe San Bernardo) su lengua: declaran con vocales acentos su idioma. Es vuestra primera, principal máxima, que deteste los errores de Mahoma: desde ahora renuncio tan abominable secta: desde ahora pido a Dios me dé luz, para el logro de tan santo fin: no dudo que mis culpas retardan Sus misericordias: por eso me valgo de vuestras fervorosas instancias: pedídselo hijos, que espero supla por mi indignidad vuestra tolerancia en los trabajos: Yo vivo confiada que si le representáis vuestras prisiones, acelerará sus piedades: pedídselo por medio de su Madre Santísima, pues me aseguráis, que es su intercesión tan poderosa: y ahora quedad en paz, hasta que tenga ocasión de que nos volvamos a ver. Grande enseñanza nos deja en este suceso Santa Casilda: nos estimula con su ejemplo a corresponder a los divinos auxilios. Vio el milagro, reparó el beneficio, experimentó el consuelo, oye los consejos, reflexiona las direcciones, aprecia los avisos, y creyéndolo todo divina ilustración, detesta pronta las falsedades de su Ley; y nosotros viendo más milagros tantas muertes repentinas, tantos infaustos sucesos, tantos castigos, no queremos oír lo que estos sucesos nos dicen: no creemos que son divinas inspiraciones: no podemos negar que de una inspiración puede depender nuestra salud: una inspiración, un aviso, una palabra, un desengaño, si se recibe en el corazón, si fs aprovecha, prorrumpe después en una buena obra y en una resolución heroica: con que pasando de unas a otras virtudes, se ve el alma hecha un Paraíso de perfecciones. Cuidemos pues de responder a los llamamientos de Dios: Arrepintámonos de haberle tenido a la puerta, sin haberle dado entrada hasta aquí.
ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO
Humildísimo Jesús, que no cesáis de llamar a las puertas de nuestros corazones, dando voces a nuestras almas, para que respondamos a vuestras inspiraciones divinas; haced, que así como os respondió vuestra amantísima Esposa Santa Casilda, tomando los saludables consejos de los Cristianos cautivos, detestando los falsos errores, y abrazando vuestras católicas verdades; así yo responda a vuestros divinos llamamientos, aborreciendo eficacísimamente los vicios, no impidiendo vuestra inspiración con mi dureza; antes bien contemplándola rayo celestial que esparce la luz dentro de mi corazón, se abrase este en encendidos deseos de ejecutar siempre lo fuere más de vuestro agrado, queriendo antes morir que dejar de corresponder a vuestra divina inspiración. Amén.
Tres Glorias a la Santísima Trinidad. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
DÍA CUARTO – 3 DE ABRIL
Por la Señal…
Acto de contrición, y Oración para todos los días.
INTRODUCCIÓN
Son la voluntad y entendimiento las dos nobilísimas alas del espíritu; con ellas se remonta el alma hasta la inaccesible esfera; sobre sí se levanta cuando discurre: de sí sale cuando ama. Una y otra potencia ayudaron a Casilda a navegar en el alto mar de la esperanza: La voluntad aprestaba la nave al deseo; el entendimiento le servía de piloto; la voluntad huía la borrasca de los errores de Mahoma; el entendimiento enderezaba la proa a la playa de la Católica Iglesia; la voluntad navegaba agarrada al mástil de la Fe; el entendimiento levantaba las velas de la razón, registrando al sentido del oído por fanal: ignoraba, empero, el rumbo para llegar al puerto de su destino: permite Dios que la enfermedad de sangre lluvia que padece, sea en este tiempo cuando más la mortifique: son las enfermedades (dice el docto Novarino) avisos para la eternidad, oficina del mérito y prueba de la virtud. Da Dios a Casilda una voz que se deja con toda claridad oír; la predice la salud del cuerpo y alma si va a los Reinos de Castilla, si se baña en los lagos de San Vicente de Boezo, cerca de la Villa de Bribiesca: oye Casilda la voz sin que el regocijo del gusto disminuya recelos al sobresalto; causábala grande gozo; recelaba la fantástica ilusión del sueño; deseaba la verdadera; temía la imaginaria; en fin, no se resolvió con ligereza a creer; paróse con reflexión a dudar; inquirió solícita, examinó diligente, investigó con prudencia, preguntó cuidadosa si habían sentido algún ruido sus criadas, y halló haber oído la misma voz la más confidente suya; deseaba no padecer engaño y elige por medio ir a consultar con los cautivos; aprueban estos su cordura; ven señales de ser la voz inspiración Divina; pues todos juntos, lamentándose de su esclavitud, oyeron semejante voz; bien, que los advirtió, persuadiesen eficaces a su Señora, pusiese en ejecución lo que el Cielo la ordenaba. Ni con presurosos pasos, ni con robustas corporales fuerzas, se perfeccionan las grandes hazañas: el consejo (escribe Cicerón) y ciencia de los prudentes ancianos, son los que firman los mayores intentos. Ahora, ya creyó Casilda, que el tiempo que tardaba en responder a aquella vocación era tiempo sin tiempo, era tiempo lastimosamente perdido, era tiempo digno de ser llorado. Resuélvese animosa a dar cuenta a su padre de lo que la había sucedido aquella noche; manifiéstale solo la vaticinada libertad de su accidente; pídele humilde el permiso para ir a los lagos de San Vicente de Boezo, distantes pocas leguas de Burgos: no dudaba que el paternal cariño sería poderosa rémora para detenerla en Palacio; pero se persuadía a que sería mayor el gusto de su Padre al verla con salud que el dolor de darla licencia para caminar; por eso le ruega con ternura condescienda amoroso a su súplica; le representa lastimada las molestias de enfermedad tan penosa; le reconviene discreta con el poco efecto que ha experimentado de la medicina y le alienta con generosidad de espíritu, a que fíe su salud de la providencia del Cielo. Pasmóse Aldemón del caso; oyó a su hija suspenso; no sabía qué responderla pronto; batallaba su corazón en contrarios afectos: la salud de su hija le era de grande gusto; su ausencia de gran pesar; aquella aceleraba la jornada; esta retardaba la licencia; aquella la deseaba como padre; esta la rehusaba, como quien quería a su hija con exceso: mas anteponiendo las conveniencias de hija a las utilidades de padre, determinó condescender, como a buen padre, a la necesidad urgente de su hija. Despachó embajador al Rey Don Fernando el Primero, que como Rey entonces de Castilla, tenía su Corte en Burgos: este le ofreció su familia, su Palacio, su persona, y todo lo demás, con que corteja España a sujetos de tan grande soberanía. Agradece Aldemón la respuesta; dispone con toda ostentación la jornada, ofrece la libertad a los Cristianos cautivos, y los manda compongan para el tránsito de su hija los caminos, en cuyo mandato no pudo andar Aldemón más discreto, pues era bien allanase ahora los caminos, quien para la resolución de Casilda, había quitado antes los estorbos. De todo se goza Casilda, se alegra del beneplácito de su padre, se complace de considerar a los cautivos libres, se regocija con la esperanza de ver los lagos de San Vicente; mas era sobre todo su gozo, saber que se llegaba la hora de recibir el Bautismo. Bajó rebosando alegría a abrir las puertas de las oscuras mazmorras, a quitar a los cautivos las cadenas, a darles parte de las disposiciones de la partida. Fueron en esta ocasión más vivas las exhortaciones de los cautivos, alentándola a la firmeza de su propósito, a que le mantuviese en él, sin que las penalidades del camino la resfriasen, ni los intereses del mundo la venciesen: dábanla el parabién, de que se iban ya poniendo las piedras en su alma para el gran templo de la Majestad Divina; de que presto sería hija de Dios por la gracia; de que presto entraría a la parte de los demás herederos de su gloria. Oyólos Casilda muy gustosa, mas la fue preciso apartarse de su compañía para disponer la jornada. Así dispusiéramos nosotros la nuestra. Estamos en esta vida huéspedes, somos para la eterna caminantes: todos queremos que sea el fin de nuestra peregrinación la perpetua felicidad: todos deseamos ir a la Celestial Patria, pero muchos no lo quieren de veras, porque no lo muestran las obras. El mercader que quiere ser rico, no se contenta con desear serlo: desvelos, ansias, fatigas, peligros, riesgos, zozobras, todo lo tiene en poco, porque de veras solicita ser rico: así, pues, si queremos de veras salvarnos, pongamos de veras los medios; que querer solo sin poner los medios, es veleidad ociosa, no es voluntad verdadera.
ORACIÓN PARA EL DÍA CUARTO
Liberalísimo Jesús, que con el deseo que manifestáis de que nadie perezca, y de que todos nos nos salvemos, queréis que todas nuestras obras se enderecen al fin de la bienaventuranza: otorgadme, que así como vuestra fidelísima Esposa Santa Casilda, no meditaba otra cosa en su entendimiento, no deseaba otra en su corazón, no pretendía otra con sus obras que salvar su alma, dejando su casa, su padre y sus conveniencias por recibir el Sacramento del Bautismo y emplearse en la observancia de los Divinos preceptos, todo a fin de vivir en vuestra gracia, y alabaros eternamente en la gloria: así yo viva siempre solícito de guardar los Mandamientos de vuestra Santa Ley, temeroso del día de vuestro furor, trabajando siempre más y más, porque mis pensamientos, palabras y obras sean tales, que sirvan de medio para que mi alma se vea con aquella vida que vinisteis a darla con tanta abundancia, con aquella vida que es la vida de los Bienaventurados, que es la vida de la gloria. Amén.
Tres Glorias a la Santísima Trinidad. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
DÍA QUINTO – 4 DE ABRIL
Por la Señal…
Acto de contrición, y Oración para todos los días.
INTRODUCCIÓN
No se ciñe en la faz el laurel, fin que preceda en la guerra el valor; por las sombras de la noche oscura pasa a ser claridades el día: así dijo un Discreto, queriendo significar que nunca cuesta poco, que debe estimarse mucho. Por eso se vio en el camino coronada Casilda de laureles, triunfando victoriosa de las furias infernales. Por eso se admiró clara y brillante luz después de una deshecha tempestad. Salió de Toledo acompañada de la mayor nobleza, obsequiada de la más bizarra hermosura, servida de muy lucida familia, y no era la menor ostentación de tan vistosa pompa tanto numero de Cristianos redimidos de esclavitud tan tirana. Da de mano a las riquezas de Toledo, desprecia las delicias de Palacio, resiste a los cariños de su padre, abandona la comunicación de sus parientes, deja (a ejemplo del grande Patriarca Abrahán) todo, por ir al lugar que Dios la había señalado. El mayor gozo (escribe San Bernardo) es despreciar con todas sus vanidades al mundo: no hay en esta vida gloria más superior que poner al mundo debajo de los pies. Rencoroso el demonio de ver tan firme a Casilda en su intento, procura impedirla el paso, quiere extraviarla del camino; válese de la aparición de un animal horrible, toma la figura de una bestia disforme; hace rostro a Casilda, acomete a los que la acompañan, espanta los caballos aterra los jinetes, alborótanse aquellos, se turban estos, no se sujetan los unos, no pueden gobernar la rienda los otros; todo era miedo, todo turbación y todo espanto: solo valerosa Casilda imploró la Divina misericordia, valióse de la Madre de la Clemencia, saludóla con el dulcísimo nombre de María, pídela humilde no la desampare; ruégala con fervor la mire como Madre de piedad, suplícala rendida no desdeñe verla en tantas culpas, para librarla de la horribilidad de la fiera. Ve María Santísima su aflicción; se compadece de la necesidad, intercede con su amantísimo Hijo: baja un Celestial espíritu, facilita a Casilda el paso y vence a aquel formidable monstruo. ¡Quién viera a Casilda dar gracias a Dios y a su Santísima Madre! ¡Quien oyera sus gratas y reverentes expresiones! Mejor que la mayor elocuencia exornada con figuras y tropos, diría la fervorosa retórica de su afecto: bien se echa de ver (Dulcísima María) que sois Madre de pecadores, pues obráis en mi favor una maravilla tan grande: bien se conoce la eficacia poderosa de vuestra súplica, en el modo tan extraordinario con que me libraste de la fiera. ¿Qué no haré yo (Señora) en vuestro obsequio, viéndome por vuestra piedad sin peligro? Los Ángeles (Reina Soberana) os bendigan, como pueden. No tengo yo voces para agradecer como debo vuestras piedades. Oh Eterno Dios, ¡cómo dais a entender vuestra infinita Bondad! Hacéis tan singular fineza, con quien es hija de la indignación y de la ira; ¿qué no ejecutará vuestra misericordia con quien lograse la filiación de vuestra gracia? Conozco el don; mas quisiera ser tan feliz, que nunca le olvidara mi gratitud. Con estas, o semejantes expresiones de confusión, de reverencia y agradecimiento, prosiguió Casilda sus tránsitos, hasta llegar a la ciudad de Burgos. Cada paso de Casilda se encamina a nuestra enseñanza: siguiéndola desde Toledo a Burgos, dejaremos la ingratitud a un lado, y daremos a pocos pasos con la obligación del agradecimiento. San Bernardo llama a la ingratitud cierzo desecativo de la Divina Piedad. El Concilio segundo Hispalense no quiere al ingrato libre, le intima pena de servidumbre. El fuero de Castilla le quiere desposeído de lo que el bienhechor le ha dado; sobre todo, de diez leprosos que sanó Crifto Nuestro Bien, solo el agradecido logró su amorosa bendición. Trabajemos nosotros por merecerla, agradezcamos el bien que recibimos de la Majestad Divina; mire cada uno lo que debe a Dios; procure mostrar su gratitud; considere que fin méritos algunos suyos le ha sacado de la nada, le ha redimido de la culpa, le ha hecho capaz de la gracia, le convida con los bienes eternos de su gloria y descendiendo a los beneficios particulares, reflexione cómo ha empleado el talento de su salud; si ha sido en servicio de Dios como el de la nobleza y calidad; si ha sido en utilidades del común, como el de la sabiduría, si ha sido en aplauso de la soberbia, como el de la hacienda; si se le ha llevado el aire de la vanidad, si le ha consumido la gula, o si se ha puesto a ganancias en el firmísimo asiento de la limosna. Aprovechemos los talentos bien, que así agradeceremos los beneficios de Dios.
ORACIÓN PARA EL DÍA QUINTO
Dulcísimo Jesús, que tanto os pagáis de la virtud del agradecimiento, como enseñada por Vos en tantas veces como en este mundo disteis gracias a vuestro Eterno Padre, que tanto apreciáis, que los hombres vivamos agradecidos a tantos beneficios, como nos habéis hecho: concededme, que así como la gloriosa Virgen Santa Casilda, supo agradecer vuestras piedades, permaneciendo firme en sus buenos intentos, por corresponder grata a vuestros beneficios sin que fuesen bastantes a retraerla de su propósito, las fantásticas ilusiones del demonio, antes bien la victoria, que por vuestro favor consiguió, de monstruo tan horrible, la sirvió de estímulo para agradecer más y más vuestras infinitas liberalidades: así yo considere lo mucho que os debo, los peligros de que me habéis librado, las veces que olvidándome ingrato de vos, por mi culpa, me franqueasteis vuestra misericordia: así yo viva con el pesar de lo mal que he obrado hasta aquí; correspondiendo siempre agradecido a tanto favor, de suerte que confesando vuestras piedades en esta vida, logre alabaros por toda en la otra. Amén.
Tres Glorias a la Santísima Trinidad. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
DÍA SEXTO – 5 DE ABRIL
Por la Señal…
Acto de contrición, y Oración para todos los días.
INTRODUCCIÓN
Célebre fue entre los Romanos el ostentoso aparato de sus triunfos: en el de Pompeyo, servían de vistosas colgaduras sutiles y estampados lienzos, en que mostraba la destreza del dibujo las Provincias rendidas a su valeroso brazo: en el de Octaviano Augusto se vieron en magníficos triunfales Arcos los trofeos de la guerra y de la paz: se admiraron Marte y Minerva en tan nunca vista amorosa unión: en el de César, la victoria que cantó de Escipión en África era en el salón de su Palacio el objeto de armoniosas óperas. No fue de menor lucimiento la entrada de Casilda en Burgos: el Pueblo, la Nobleza y el Rey, según su esfera, calidad y soberanía, se esmeraron en el recibimiento de tan gran Princesa: el Rey, saliéndola a recibir, aposentándola en su Palacio, con magnifica ostentación: los Nobles, ejercitando su destreza en el circo, dando muestras de su valor en el Anfiteatro: el Pueblo con aquella joco-seriedad de invenciones extraordinarias que siendo conceptos de una idea festiva, son partos de una diversión honesta: todo se debía a una hija de un Rey: todo parecía poco a tan gran Ciudad, en nada faltó Casilda al agradecimiento; todo la dio grande gusto: era con afabilidad, discreta; con que sin faltar a la circunspección de su soberanía, supo mostrar agrado a los obsequios tributados a su persona; y pudo estimar los esmeros de una Majestad tan cortesana pero no pudo el fervor de su deseo detenerla mucho tiempo en Burgos: aceleró sus tránsitos por llegar cuanto antes à los lagos: despidióse del Rey; la salió acompañando la Ciudad; continuó su jornada hasta la antiquísima Villa de Bribiesca: cercanos a esta población, sabía se hallaban los lagos, donde había de recibir una y otra salud; ignoraba el sitio donde estaban las aguas, no hallaba noticia en alguno de los vecinos de Bribiesca; preguntaba a unos, daba señas a otros; todos la dejaban en la duda; nadie la daba puntual respuesta. Dos años (dicen sus Historiadores) tardó Casilda en hallar dos lagos de San Vicente: en otro espíritu decayera el ánimo; tal era la tempestad de sus desconsuelos: buscaba el alivio, halló mayor el ahogo: estando en estas congojas, se quiere despedir su familia; siempre es perseguida la virtud; no la había de faltar a Casilda la contradicción; entre la familia se tenía ya la revelación, por sospechosa trataban a su ama como a ilusa, como si el Cielo, manifestando el sitio, hubiera revelado el tiempo; la voz la atribuían a la pesadez del sueño; calificaban el viaje de inconsiderado. Juzgó hallar proporcionados vasos el demonio, que llenos de mortal cicuta, brindasen con la desesperación a Casilda, desconfiando de la celestial promesa: quedó burlada la infernal serpiente; se mantuvo el bajel de Casilda, afianzado en la ancora de la esperanza firme: recurre à Dios en su desamparo; pide para el mismo fin las oraciones de los Cautivos: oye Dios su súplica, y en señal de que condesciende a sus ruegos su piedad amorosa, dispone que a la mitad del día se vea en el Cielo una estrella: era de tanta magnitud, que toda la comitiva la pudo ver: de tanta claridad, que competía su luz con la del Sol. No paró aquí el prodigio, pasó adelante el asombro: al ver la estrella, se aseguró Casilda la serviría de Norte: oyó una voz que la dijo Sígueme: por lo que alborozada de lo que había oído; absortos todos de lo que estaban viendo, dio gracias a Dios en compañía de los cautivos Casilda; determinó acompañarla a los lagos su familia, hasta entonces desconfiada; siguieron todos el norte de tan buena estrella. En la que guió a los Magos (dice San Juan Crisóstomo) se disfrazó un Celestial Paraninfo: ¿qué sabemos si sería un ángel, quien guió a Casilda a los lagos de San Vicente? San Ambrosio dice que aquella grande luz les desvaneció los errores de la Gentilidad: a Santa Casilda, es cierto que la estrella la excitó a la verdadera Fe. Prueba Dios en el fuego de la tribulación a sus siervos, y los quiere en la paciencia, como el buen Platero quiere en el crisol al oro: permite al enemigo común fragüe una horrorosa tempestad: en ella lo denso de las nubes oscurecía los más luminosos resplandores: la fogosidad de los rayos suplía por la mayor luz; su continua repetición causaba espanto: su velocidad dejaba a los caminantes sin aliento: a la tenacidad del viento, se desencajaban las peñas; a la furia del granizo, se veían en triste aridez las plantas: lo recio de la lluvia inundaba el valle, el ruido de los truenos estremecía el monte: se vio una tempestad que causaba con su oscuridad tanto miedo, como representada a este fin en la aparente sofística escena del demonio para remover a Casilda de su propósito: trabajaba en vano su malicioso ardid; invocó Casilda el Dulcísimo Nombre de Jesús; se miró desvanecida la tempestad, quedaron los caminantes sin pavor; viose el Sol claro, el Cielo sereno: los montes enjutos y los valles floridos: por lo que viéndose libre Casilda de la que aprehendió verdadera tormenta, dio a Dios repetidas gracias: siguió la estrella que la servía de norte: llegó, como deseaba, a los lagos de San Vicente. ¡Oh, lo que nos enseña en este viaje Casilda! Nos alienta a la tolerancia en los trabajos; a la permanencia en los buenos propósitos: a la confianza en la Divina misericordia, y a la devoción y reverencia a los Dulcísimos Nombres de Jesús y de María. El de Jesús (nos predica el Apóstol de las gentes) es sobre todo nombre. El de María después es el más fuerte escudo para resistir a las tentaciones del demonio: no apartemos de nuestro corazón y nuestros labios la dulzura de nombres tan melifluos: así tendremos animosidad en las tribulaciones; por cuyo medio nos ofrece Dios las eternas felicidades: estas nos las podemos prometer, perseverando firmes en el buen obrar.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEXTO
Pacientísimo Jesús, que vinisteis al mundo a enseñarnos el camino de los trabajos, y a esforzarnos a la tolerancia en ellos; no permitáis que yo deje de seguir vuestras huellas, antes me sirva de aliento el ejemplo de la valerosa Virgen Santa Casilda, quien sufrió tanto género de adversidades como la sucedieron cuando se determinó a recibir el Bautismo, ya tardando en hallar las aguas que la habían de dar una y otra salud, ya mirándose ofendida de los que la venían acompañando, ya viéndose atemorizada del común enemigo, tolerando tantas penalidades, confiada en la divina gracia, invocando devota, los Dulcísimos Nombres de Jesús y de María: así tolere yo los trabajos que fuereis servido de enviarme, permaneciendo siempre firme, valiéndome de las poderosas armas de vuestro Soberano Nombre y del de vuestra amantísima Madre, para que no apartando del corazón y de la boca los Dulcísimos Nombres de Jesús y de María, pueda sufrir por vuestro amor cualesquiera trabajos, sirviéndome la tolerancia de medio, para alcanzar los premios eternos. Amén.
Tres Glorias a la Santísima Trinidad. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
DÍA SÉPTIMO – 6 DE ABRIL
Por la Señal…
Acto de contrición, y Oración para todos los días.
INTRODUCCIÓN
Grande es el gozo del labrador al ver ya en la era la mies: grande el regocijo de quien halla en el campo un tesoro: grande la alegría del piloto, cuando después de la borrasca entra con felicidad en el Puerto: no menos fue el júbilo de Casilda al mirarse ya en las aguas, en las que superando el escollo de la culpa, había de ancorar en el puerto seguro de la gracia: no menor el placer al hallar en los lagos el tesoro de su salud, después de tan diuturna enfermedad: no menor el contento al ver tan fértil abundante fruto teniendo por él en poco la fatiga, penalidad y trabajo. Varían los historiadores en el tiempo, día y sitio en que recibió el Santo Sacramento del Bautismo: si fue antes de verse libre de la molestia de flujo de sangre: si en los quince días inmediatos después de la Pascua, señalados en la primitiva Iglesia para bautizar a los que se convertían: si en alguno de los tres días de Pentecostés: si en los mismos lagos: si en la Ermita de San Vicente: si en el Monasterio de Boezo: si en la Parroquial de la Villa de Rojas: o en San Martín de Bribiesca. No extrañemos la variedad en los escritores, siendo cierto el dicho de Simónides, que los que escriben sucesos antiguos, batallan con el tiempo: este confunde las noticias y borra las escrituras. No nos detengamos en menudencias, más propias para la prolijidad de la historia que para el fin con que se escribe esta vida. Bástenos saber que si en los referidos lagos logró Casilda la salud del cuerpo, en ellos mismos, o en sus cercanías logró la más principal, que es la de la alma. Recibió el Sacramento del Bautismo, como quien tanto le había deseado, con aquella fervorosa ansia que la había sacado de su tierra, y la había granjeado tantos favores de la Majestad Divina: como quien sabía de la instrucción de los cautivos, que Cristo nos quiere tan limpios en aquella Sagrada fuente como vino su Majestad al purísimo Claustro de la Virgen: como quien estaba cierta de que se deja en aquella agua bendita lo que se debía a las eternas llamas: como quien no ignoraba que en tan alto Sacramento nos unimos a ser un mismo Cuerpo con Cristo, y de nuevo nos forma Dios de su mano. Daba gracias a Dios de verse ya hermoseada con la señal de la Cruz; de haber abjurado la reprobada secta de Mahoma, y de ser uno de los miembros de la Iglesia Católica Romana. No sería mucho que dijese: ¿qué viste en mí, Dios mío, que así me aseguraste en el Bautismo, cuando a tantos dejaste sin él, tan justamente condenados? ¿Qué viste en mi, para escogerme a esta delicia? ¿Con qué podré yo corresponder a esta gracia? Ayudadme, Dulcísimo Jesús, para que mude de vida, ya que he mudado de Religión para que llore mis pasadas culpas, para que no caiga en otras nuevas: volviendo a su lucida y numerosa familia, deseaba, que quien la había acompañado en el error, la siguiese en el aprecio de la verdad: alentábala a que abrazase la Fe: poníala a la vista los riesgos de que se había librado; traíala a la memoria los favores recibidos; y sobre todo la persuadía a que el Bautismo es el mayor de los beneficios de Dios, el que todos los junta, que sin él no hay redención, no hay vida, no hay amistad de Dios, no hay gloria. Cayendo en buena tierra, hizo mucho fruto el grano del Evangelio; esparcido junto al camino, al pisarle grosera huella, sofocándole, le quitó la vida: así la exhortación de Casilda hizo fruto en dos damas las más confidentes suyas: eran las que la ayudaban en Toledo a repartir la limosna: tenían mucho andado para la redención de su culpa: prendió también el místico grano de sus consejos en muchos de sus criados: a otros se le arrancó el demonio del corazón: logró su malicioso ardid que apeteciesen más las tinieblas que la luz: pudo conseguir su astucia que dejando la fuente de aguas vivas, bebiesen las aguas de inmundas y asquerosas cisternas. No va en el que planta ni en el que riega, la cosecha del fruto depende de Dios, que da cuando quiere el incremento: por eso llevó Casilda con igualdad de ánimo la reducción de los unos, y la tenacidad de los otros: a todo atendía su solicitud; a que los reducidos se instruyesen en la Fe, y los tercos se volviesen a servir a Aldemón: por eso fiaba de los párrocos de aquellas vecindades el aprovechamiento de los unos en las catequéticas instrucciones: por esto disponía que los otros se restituyesen con toda comodidad a Toledo: de todos cuidaba, aunque no todos lo merecían: con todos repartió sus preseas, a todos sirvieron sus galas, a todos enriqueció su plata, todos se valieron de su pedrería, y todos se aprovecharon de sus joyas; solo Casilda se quedó pobre. Buscó en Cristo las verdaderas riquezas, tuvo por falaces las mundanas: imitó con generoso espíritu a una Inés, esposa de el Emperador Enrique Tercero, dejando honras y riquezas, por vivir pobre en un retiro: a una Clotilde, mujer del Rey Clodoveo de Francia, dejándolo todo por el amor a la pobreza: a una Eliburga, hija del Rey de Inglaterra Eduardo el Mozo, despreciando honras por un penitente saco. Así Casilda quiso ser pobre: era verdaderamente humilde; dio muestras de su humildad en la carta que escribió a su padre Aldemón: dábale en ella noticia de que profesaba la Religión Cristiana: de que había logrado una y otra salud; de los favores que había recibido de la Divina Piedad: manifestaba el deseo de que la siguiese en la detestación de sus falsedades, y le ofrecía encomendarle a Dios en sus oraciones. Toda ponderación es ociosa al referir el enojo que le causó a su padre la carta: era su mayor empeño no tanto la dilatación de sus dominios, cuanto la rencorosa persecución a los Cristianos. Lo que hemos menester reparar, es el fervor de Casilda, el gozo con que entró por la puerta de la Iglesia, la disposición con que recibió el Sacramento del Bautismo, y la doctrina que dio a sus familiares y domésticos: así detestaremos el pesado vicio de la pereza, que es uno de los que más daño hacen a nuestra alma: la caridad tiene por objeto a Dios como bien Divino: la pereza es tristeza del mismo bien Divino, que se juzga para su asecución muy dificultoso: declárase enemiga de la caridad, que es diligentísima en su operación: tiene por contrarias a la esperanza, a la paciencia y a la fortaleza: vive siempre desconfiada de salir bien de sus obras: tiene anexa a la pusilanimidad con que no se atreve a emprender el camino de la virtud, y no se le aparta la impaciencia del descontento para sufrir el trabajo. Vicio verdaderamente horrible, aunque mirado con apacible aspecto de los hombres. Bien se conoce no leemos las vidas de los Santos para imitarlas, sino solo por la curiosidad de leerlas: temamos no suceda a nosotros lo que dice el Espíritu Santo, y es que al perezoso los deseos le quitan la vida sin comenzar a emprender alguna obra buena: el labrador que no empieza a sembrar no tiene en el Agosto qué hacer; determinémonos con diligencia a seguir el ejemplo de Santa Casilda: sea su fervoroso celo puntual despertador al letargo en que vivimos, si es que vivimos cuando soñamos.
ORACIÓN PARA EL DÍA SÉPTIMO
Rectísimo Jesús, que tanto os indignáis contra quien, negligente y perezoso, rehúsa emplearse en vuestro santo servicio: no permitáis que en la observancia de vuestra Santa Ley sea tal mi tibieza y flojedad, que por ella venga sobre mí vuestra severa maldición: por tanto os ruego, por los merecimientos de vuestra amantísima Esposa Santa Casilda; que así como esta gloriosísima Virgen os buscó con tanta diligencia, que enamorado Vos de su solicitud, la franqueasteis las puertas de la Fe, correspondiéndoos fervorosa en poner todo su esfuerzo en que su familia recibiese el Sacramento del Bautismo, en trabajar cuanto pudo por librar tantas almas de la esclavitud del demonio y traerlas al verdadero conocimiento de vuestros Divinos Misterios: así yo coopere en que el fuego de vuestro amor, que vinisteis a encender en la tierra, prenda de tal suerte, no solo en mi alma, sino en la de mis prójimos, que prorrumpan todas con la mayor eficacia en obras de vuestro mayor obsequio, para que tratando a la pereza como a nuestro mayor enemigo, podamos aplacar vuestro enojo, y sirviéndoos con toda diligencia, logremos vuestro divino agrado. Amén.
Tres Glorias a la Santísima Trinidad. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
DÍA OCTAVO – 7 DE ABRIL
Por la Señal…
Acto de contrición, y Oración para todos los días.
INTRODUCCIÓN
El que ama la seguridad en la opugnación de una plaza, procura guarnecerse en la fortaleza: el que quiere correr la palestra literaria, deja las conveniencias en su casa, y busca el afán en la de la sabiduría. Es la soledad fuerte castillo de la virtud, es el yermo aula sabia de la perfección: por eso se retira a la soledad Casilda, para defenderse de las hostilidades del demonio, para adelantarse en la sabiduría del Cielo. En un yermo, no sé, si cercano a las aguas que la dieron nuevo espíritu, o contiguo a la deliciosa amenidad del Paraíso, siguió Casilda los pasos del primer Anacoreta Pablo, y del grande Eremita Antonio: era su vestido un austero penitente saco: pedía de limosna la comida; servíanla de lecho desnudas tablas; para almohada se valía de las piedras: sus delicadas carnes las traía traspasadas de aceradas puntas: los ayunos eran frecuentes y rigurosos; el sueño no le podía llamar descanso; era un paréntesis breve a sus prolongadas mortificaciones: era larga la vigilia con que era por la noche la oración continua: el día le empleaba en espirituales y fervorosos ejercicios, y en corporales y penosísimos trabajos; sin reparar en la debilidad de sus femeniles fuerzas, labró para su habitación una casa, para gloria de Dios y de su Santísima Madre una ermita. De Simeón hijo de Onías, ya celebra el Eclesiástico haber echado las medidas para la edificación de un Templo: admiraba ver a Casilda, criada en las delicias de palacio, vivir vida tan penitente en el yermo; trocar la gala por el saco: la púrpura por el sayal; las joyas por los cilicios; la delicadez de los manjares por la amargura de silvestres raíces: el acento sonoro de la música por el ronco bramido de las fieras; el aderezo de los estrados por la fragosidad de los riscos; la ostentación de familiares y domésticos por la compañía de indomables brutos: admiraba verla, hija de sangre Real, trabajando como un peón de albañil; cavando con el azadón la tierra, profundizando con la barra el cimiento, labrando la piedra con el pico. ¿Qué sería ver a Casilda en el afán de sacar el agua; o en la fatiga de recoger la broza? ¿Cómo estaría entre el yeso, entre la cal y la arena? Estaba edificando al mundo, estaba regocijando al Cielo. Son del agrado de Dios las obras buenas, le gustan más las más perfectas; se complacía de ver a Casilda trabajar; quería otro sitio para la labor: los Ángeles derribaban de noche cuanto fabricaba de día tan oficiosa artífice: ignoraba Casilda quién era quien la demolía su obra: deseaba saber cuál era más del Divino agrado; si proseguir, o parar en su edificio; recurre a la oración; estréchase con su amantísimo Dueño: logra un favor como suyo: por medio de una voz que la dijo Arriba está lo edificado, la manifestó Dios dónde quería la fábrica de la ermita; dónde estaban los materiales para ella: recibió, con la voz, grande gozo; se la aumentaba en honra de Dios el trabajo; subió a trabajar, fatigóla la sed, estaba lejos el agua, se la aumentó la congoja, hallaba difícil el remedio de su pena; pero Dios, que en otro desierto hizo salir raudales de agua de un peñasco, hizo que la brotasen en este los riscos; Dios, que en otra ocasión hizo manar a los pozos tanta agua que parecían mar, y no pozos, a quien los veía; aquí mitigó la sed a Casilda; no permitió que faltase agua para la obra: prosigue trabajando alegre; tiene más ocasión de ejercitarse en rendimientos humildes; vio que la ayudaban los Espíritus Angélicos; confúndese su Angelical espíritu: atendió que antes para labrar su paciencia, la derribaban su fábrica, y ahora para premiar su constancia, sirven de oficiales para la obra. Del Arcángel San Miguel, ya (dice Surio) que ayudó a la fábrica de un Templo; con tanto adjutorio logró con brevedad Casilda la edificación de su Santuario: dedicóle a María Santísima; procuró corresponder agradecida a los favores con que se hallaba obligada. Dionos este suceso motivo a que digamos con David: del Señor es la planta, del Señor es la obra, todo es admirable a nuestra vista; pudo ella misma decir a Dios con Moisés: todo es obra de vuestras manos; no puede ser más firme el edificio. En este pequeño gabinete del honor Divino estaba Casilda, como en su centro; estaba con su Amado en amorosos coloquios; si salía, era a pedir limosna para la decencia de la ermita, para la escasa manutención de su persona. Ofrecióla el Rey Don Alonso crecidas anuales rentas, con que poder mantenerse: rehusólas todas, por vivir voluntariamente pobre: de lugar en lugar, de puerta en puerta pedía con humildad la limosna: unos se la daban caritativos y liberales, otros se la negaban avaros y murmuradores: unos admiraban su abatimiento, a otros edificaba su trato: unos alababan su celo, otros se lastimaban de la palidez de su rostro; si bien (pero ¿qué mal?); otros la molestaban de avarienta, la calumniaban de hipócrita, tenían su virtud por embeleso; su piedad por engaño; sus ayunos por voluntariosos; y por ocio su penitente retiro. Era la humildad la primera entre sus virtudes, por eso ponía a las alabanzas mal semblante; hacía buen rostro a los baldones; toleraba los improperios; sufría los oprobrios. Tal era el deseo que tenía de padecer por Dios; tal la caridad con el prójimo: no se quedaron en los labios los convicios; pasaron las injurias a las manos. Vio Casilda a una mujer maltratada de un hombre con inhumano rigor; vertieron lágrimas sus ojos al ver la desatención de tan grosero espectáculo: mortificáronse sus oídos al escuchar tan descorteses razonamientos: escandalízase al considerar que una boca cristiana, con obligación de pronunciar alabanzas Divinas, prorrumpía sin piedad en votos, juramentos y blasfemias: no se pudo contener, oyendo ultrajado el Santo Nombre de Dios; amonesta al hombre con agrado a que deponga el enojo: inclínale con discreción a la concordia y quietud: corrígele una y otra vez con mansedumbre; ni aun así logra la enmienda de los referidos desórdenes; gran dolor suyo, mira convertida la triaca en veneno: siendo tan puro el trigo de la sementera, advierte llena la la heredad de cizaña: la eran debidos agradecimientos humildes: oye palabras descorteses; experimenta bárbaras acciones; se ve ofendida de aquel bárbaro tropel de palabras, que tiran a quitar la honra y suelen sofocar la vida: se ve padeciendo mil ultrajes, recibe en su cuerpo muchos golpes; llegó la abilantez a tanto, que agarrando a Casilda de los cabellos, la arrastró por entre aquellos riscos: movía a compasión ver bañado su rostro de sangre, edificaba mirarla con serenidad alegre: dejóla, o ya el cansancio, o ya la rabia de no tener en qué cebarse el enojo: tan débil estaba su maltratado cuerpo: pero ¿qué importa, si estaba fuerte y con animosidad su espíritu? Se retiró a la ermita, olvidó, princesa, el agravio; perdonó, cristiana, al enemigo; dio gracias a Dios porque la había permitido ocasión de padecer; porque había tenido motivo de conocer su flaqueza, y había podido admirar el poder inmenso de la gracia. Estos eran los sólidos cimientos sobre, que afianzaba Casilda fu espiritual edificio, el amor de Dios, y la caridad con el prójimo: muchos la tenían por Santa: ella se juzgaba por la mayor pecadora; tal era el concepto que tenía hecho de la perfección con que debe vivir el Cristiano. Muy distinto le forma quien vive sin caridad y sin paciencia. Quien muestra gran sentimiento a las injurias que le hacen, y poco dolor de las culpas que comete; quien tiene odio al ayuno; aversión al retiro, y juzga la oración por insoportable trabajo: para quien vive así, el más pronto y mejor remedio es la oración: aunque esté perdido en sus brutales pasiones o relajado en sus inhumanos procederes; trate de oración mental, y verá en un todo mudadas sus costumbres; con la oración mental se han labrado los mas insignes Santos de la Iglesia: con la oración mental, se libran los hombres de sus culpas; procuremos, en la oración mental, acompañar nosotros a Santa Casilda.
ORACIÓN PARA EL DÍA OCTAVO
Benignísimo Jesús, que condolido de las enfermedades que, con nuestras culpas, causamos en nuestras almas, nos dejasteis en la oración el remedio de todas nuestras dolencias: haced, que así como la gloriosa Santa Casilda cuidó tanto de cumplir con el precepto de la oración, que para observarle con más rectitud, se retiró a la soledad y vivió muchos años en el desierto, empleando el tiempo en amorosos coloquios con Vos, amantísimo Esposo suyo, mortificando su cuerpo con ayunos rigurosos y penitentes ejercicios: así yo, considerando que sin la oración fácilmente perderá mi alma la vida de la gracia, me entregue tan del todo a este ejercicio, que apartado de las malas compañías, que me sirven de estorbo, sea todo mi empleo tratar, y hablar con Vos; para que así enmiende mis relajadas costumbres, y aceptando Vos mi oración, logre por este medio vuestra infinita piedad. Amén.
Tres Glorias a la Santísima Trinidad. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
DÍA NOVENO – 8 DE ABRIL
Por la Señal…
Acto de contrición, y Oración para todos los días.
INTRODUCCIÓN
Si la vida un blando morir perenne, es sutil, falso y alegre velo de la miseria, y goza entre engaños de Patria realidades de destierro: es la muerte la puerta de las felicidades y el inmediato camino de la inmortalidad: el Templo, donde se cuelgan los milagros de la respiración: pues salga ya Casilda de este destierro: camine a la eternidad del Paraíso. Cien años (dice su historia) vivió en este valle de lágrimas: en tan avanzada edad vivía en un continuo ejercicio de virtud, como la anciana Judit: ejercitaba la paciencia, como en su vejez la ejemplificaba Job: una y otro (consta del Sagrado libro) vivieron más de cien años, y siempre crecían sus merecimientos: no están las virtudes sujetas a las edades: no se opone el juicio de los ancianos a la delicadez de los niños; ni la inocencia de los niños está reñida con la prolongada edad de los ancianos. Decía el griego Meteodoro que no hacen bienaventurados los muchos años que se han vivido, sino el haber vivido bien muchos años. Cien años no sirvieron a Casilda de óbice para vivir una vida celeste: para no ofender, ni aun levemente a su Criador, después que se libró de la culpa original: quiso Dios remunerar sus virtudes; envíala un Ángel que la anuncie la hora de su muerte; es esta horror para el descuidado y delicia para el prevenido, con que fue para Casilda día de grande gusto, en el que supo la hora de su tránsito: con alegría (dice Cicerón) debe mirar el día de su último fin el que, en su laudable vida, no ha tenido motivos de temer. Desde aquella misma hora comenzó a multiplicar las penitencias, a estrechar más los cilicios, a asperizar con más rigor el ayuno, con mayor escasez del sueño, a renovar con más fervor los actos de Fe, Esperanza y Caridad: disposiciones todas previas para recibir la gracia de los Santos Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía; recibiólos con piadosa devoción, con singular ternura, con abundante profusión de lágrimas, con intensísimo dolor de sus culpas, con gran deseo de recrear su espíritu con aquel Pan de vida que bajó del Cielo, con afectuosas expresiones de gratitud a las excesivas finezas de su Redentor; con el amor y temor con que los recibió siempre en vida, que fue como quien se disponía para la última hora. Después de la acción de gracias, fue su petición rogar a su amantísimo Esposo Jesús sanase de cualquiera enfermedad, quien se encomendase a ella con devoción: que fuesen atendidos principalmente los que adoleciesen de flujo de sangre, y las mujeres que llorasen la infelicidad de estériles: otorgóla Dios su caritativa súplica. Son innumerables las personas que han ido con varias dolencias a visitar su Santo Cuerpo, y han vuelto sin accidente alguno: las que habiéndose precipitado, despeñadas de encumbrados riscos, se han hallado sin lesión alguna, implorando el favor de Santa Casilda: las mujeres, que bañándose, o ellas, o sus ropas en las aguas que dieron salud a Casilda, se han visto libres de la penalidad de sangre lluvia : las que se han hallado fecundas, y han dado a luz muchos hijos, habiéndose visto sin sucesión en muchos años de matrimonio. Púsose a esperar la última hora, hincada de rodillas ante el Altar de la ermita: allí eran fervorosísimos sus ruegos a la Reina de los Ángeles: allí imploraba fu asistencia en extremo tan terrible: allí pedía su patrocinio, para resistir a las últimas tentaciones del demonio, las que juzgaba, con verdad, dos veces peligrosas, por tentaciones, y por últimas. Sabía que en esta hora ladra el demonio con más rabiosa solicitud, porque nunca le importa más salir vencedor; allí clamaba a María Madre de misericordia, para que la ayudase a vencer a su contrario en la última batalla: allí la suplicaba la mirase con ojos de piedad, para que acabando esta vida bien, entrase en la que no tiene fin, a gozar perpetuamente de Dios: allí, después de desahogar su afecto en dulces coloquios con nuestro Redentor Jesucristo; allí, después de querer, con viva Fe, entrarse en la llaga de su Santísimo Costado: allí, después de pedirle con firme esperanza su amorosa bendición, deseando los estrechos abrazos de su Cruz; allí, después de ser las ansias de su caridad ardiente, lograr el ósculo suavísimo de su Crucificado amante; allí hincada de rodillas, juntas al pecho las manos, levantados los ojos al Cielo, resignando su voluntad en la de su eterno Espofo, le entregó con apacible serenidad su espíritu; salió de la rigurosa cárcel del cuerpo su alma, entró a vivir para siempre con Dios en la Gloria de San Pablo primer ermitaño, escribe lo mismo San Jerónimo. Murió Casilda, más a eficacia del amor Divino, que a violencias de accidentes humanos. Murió en la soledad, abstraída de la comunicación de los hombres: por eso toman a su cargo publicar su fallecimiento los Espíritus Celestiales. Tócanse, sin humano impulso, las campanas de aquellas cercanías: oyen los pueblos la seña; reparan que no son ecos de clamores lúgubres; advierten sonoro ruido de festivas demostraciones: todos extrañaron el prodigio; todos discurrían: tocaban las campanas a milagro; ¿qué será esto?, decían unos; ¿sí habrá muerto la Santa? (así llamaban a Casilda), decían otros: esta fue la voz que tomó más cuerpo: esta la que alentó más espíritu: esta la que trajo mucha gente al Santuario. Lo mucho que puede para la autoridad la voz y fama pública, dice Tulio, es un venerable oráculo para la humana infalibilidad, a quien no se debe contradecir: no parecía ya aquel desierto Tebaida; parecía sí una ciudad populosa: tanta era la gente que concurría; creció más y más con su dichosa muerte la fama de su santidad, y sus virtudes señal (como en otra ocasión dijo Ovidio) que fueron en todo grandes. Fueron entrando en la ermita; hallaron a Casilda sin señales de difunta, hincada de rodillas, como cuando oraba: los ojos abiertos hacia el Cielo, como si estuviera viva; su rostro sin apariencia de cadáver; salían de él resplandecientes luces; el rostro de Santa Margarita, hija de Bela Rey de Hungría, ya arrojó claridades de Sol después de difunta: el cadáver de la Santa Virgen Hunegunda despidió luces por muchos continuados días: crecía la admiración como se iba aumentando la novedad: quisieron salir de la duda de si estaba Casilda muerta o viva: pasaron al examen, prácticos, tocaron con él, el desengaño: vieron que había fallecido Casilda; fuentes copiosas de lágrimas eran ya los ojos de todos: unos las vertían de sentimiento; otros lloraban de espiritual regocijo: unos sentían haber perdido el consuelo en sus aflicciones; otros se regocijaban de tener en la gloria el remedio de sus necesidades; unos se entristecían de que faltase del mundo quien le dio tanto ejemplo: otros se alegraban de que estuviese ya en el Cielo quien vivió con tanto trabajo: unos se daban recíprocos los parabienes; otros recibían, doloridos, los pésames; y todos acordaron uniformes sepultar con la mayor reverencia tan sagrado cadáver. Concurrieron a tan debidas exequias la piedad de muchos Venerables Sacerdotes y la devoción de todo género de gentes: no embarazaba la mucha edad, no impedía la corta salud, no retraía la distancia de los lugares, no estorbaban las muchas ocupaciones: nada sirvió de embarazo para que se celebrase el sepulcral oficio con extraordinario, lucido y numeroso concurso: con santas emulaciones procuraban excederse en los obsequios, acusándose unos a otros de omisos. Digno, y aun debido honor (como dijo Cicerón) por muchos títulos, cuando acumula los méritos lo virtuoso. Comenzaron el oficio los Sacerdotes del contorno: los acompañaron acordes músicas del Cielo: en métrica consonancia resonaron angélicas melodías: en vez de endechas tristes, se oyeron epinicios alegres: estaba pasmado el concurso: tenían los sentidos entre absorto y suspensos: la vista miraba pompa funeral, el oído escuchaba gloriosa Canonización: el olfato fe recreaba con la suavidad de celestes y aromáticas confecciones: el tacto tocaba dócil y flexible el cadáver: en fin, se concluyó el oficio, y se depositó, con la mayor reverencia el Sacrosanto Cuerpo: trasladóle después honoríficamente el Cabildo de la Santa Metropolitana Iglesia de Burgos, y hasta el día de hoy obra el Señor, por él, innumerables milagros. Demos a Dios las debidas gracias, que en vida y en muerte honró con tanta liberalidad a su sierva: procuremos, solícitos, la amistad de quien puede tanto con Dios: seamos verdaderamente devotos de Santa Casilda: pidámosla su protección para lo que más nos importa: para despreciar el mundo; para trabajar por los bienes del Cielo; para vivir en paz; para morir en el ósculo suavísimo de Jesús; para que no aguardemos a emprender la Penitencia en la última hora; para que tengamos un verdadero dolor de nuestras culpas para que acertemos a hacer una verdadera confesión; para que siempre nos confesemos como si supiéramos que en acabando de confesar, nos habíamos de morir. La Santísima Trinidad nos conceda que sigamos el ejemplar de la vida de Santa Casilda, que que acabemos esta vida en su amistad y en su gracia.
ORACIÓN PARA EL DÍA NOVENO
Clementísimo Jesús, que viendo nuestro descuido en lo que más nos importa, que es en disponernos para la última hora de nuestra vida, nos mandáis que estemos siempre prevenidos, para que no nos coja la hora de la muerte en desgracia vuestra; haced, que así como se dispuso para morir vuestra amantísima Esposa Santa Casilda, aumentando las penitencias, preparándose para recibir los Santos Sacramentos, recibiéndolos con la mayor disposición; así yo emplee todos los instantes de mi vida en disponerme para el último de ella, no apartando de mi imaginación el pensamiento de que me tengo de morir, para que así, frecuentando los Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía con la mayor devoción que pueda, y ejercitándome en obras de piedad, consiga yo lo que tanto deseo, que es acabar esta vida en vuestra gracia, y alabaros eternamente en la gloria. Amén.
Tres Glorias a la Santísima Trinidad. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
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