miércoles, 13 de septiembre de 2023

MES DE LA DIVINA PASTORA – DÍA DECIMOTERCERO

Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
 
DÍA DECIMOTERCERO
«Sicut visítat Pastor gregem suum, in die quándo fúerit in medio óvium suárum: sic visitábo oves meas, et liberábo eas de ómnibus locis: in die nubis et calíginis» Ezeq., cap. 34, v. 12. Al modo que el pastor visita su rebaño en el día en que se halla en medio de sus ovejas, así cuidaré yo las ovejas mías, y las recogeré de todos los lugares por donde fueron dispersadas en el día del nublado y de las tinieblas.
  
En este día se nos hace ver la utilidad que resulta a las ovejas de María, de tener por Pastora a esta Madre de Dios, sobre lo cual,
1º Considera lo primero, que siendo nuestra Madre Pastora Reina y Emperatriz de todo el Universo, y habiendo recibido de mano del Omnipotente el honor, la gloria, la potestad y el imperio sobre todo lo criado, en el hecho mismo de declararla Pastora de la grey del Pastor universal, tuvo, por consiguiente, en toda su perfección la virtud característica de la dignidad Real, que es la liberalidad, por la que los Reyes se asemejan a la divinidad (Demóstenes). Así fue, que elevada a una dignidad tan eminente y destruidas con su imperio las potestades infernales que nos oprimían, no blasonó de sus trofeos por sola la exaltación de su nombre; sino porque así quedaba expedita su autoridad para atender a procurarnos nuestra eterna salud. Sabe muy bien esta Señora, mejor que Ester, que su elevación a ser Madre del buen Pastor Jesucristo, no fue solo para gloria suya; sino para que ampliando su protección cerca de su Hijo, en beneficio de las ovejas redimidas con su sangre, las colme de toda bendición: bendiciones del alto cielo, y bendiciones de manantiales fecundos de toda felicidad en la tierra, que sobrepujan a las que (hasta tener por Pastora a María) había dispensado Dios a los hombres (Gén. c. 49, v. 25, 26). Pondera, alma mía, que esta Pastora debe de ser amada por su liberalidad, más que temida por su dignidad Real; porque semejante a Dios, más que ninguna otra criatura, distribuye generosamente a toda su grey todo género de felicidad. La promesa hecha por Dios al legislador de los Hebreos cuando le dijo: «Yo te mostraré todo bien» (Éxod., 33, v. 19), parece tuvo su complemento cuando nos confió a la custodia de esta Divina Pastora, pues por su medio se nos comunican tan copiosas y abundantes gracias, que podemos justamente decir: que con ella nos ha venido todo bien, y que por su mano hemos recibido innumerables riquezas de honestidad (Sap., cap. 7, v. 11). Estando ciertos del poder de sus ruegos para con Dios, lo estamos también de que nada se le niega de cuanto pide en beneficio de su rebaño: siendo cierta su liberalidad, lo es también que sus ovejas pueden prometerse todo lo que el Omnipotente les puede conceder: siendo cierta su ternura pastoral, lo es también que sus ovejas pueden descansar a la sombra de su protección.
  
AFECTOS
Siendo yo oveja de tu rebaño, ¡oh Pastora amable!, descansa ya mi alma tranquila en medio de la borrascosa agitación del mundo. Esta dependencia, tan ventajosa para mí, me asegura contra la multitud de precipicios que en él me exponen a mi perdición eterna, y no es el menor el error y la mentira con que me aluciné cuando me separé de tu grey; pero ya el mundo tiende inútilmente sus redes alrededor de mí, porque los documentos con que gobernáis tu rebaño, enseñan a mi alma el modo de librarse de ellas. ¡Oh suerte feliz la mía!, protegido en tu redil santo, descubro desde él los lazos que el León rugiente me tenia armados, me burlo de todos ellos, y dejo frustrados sus malignos intentos. Antes, cual débil y tímida oveja, me rendía al menor asalto de la tentación. ¡Ah, triste efecto de mi debilidad e ignorancia, que me hacía esclavo de mis pasiones, y víctima de mi error! Pero siendo tú mi refugio y mi socorro, se ha disipado en mi alma el amor de los falsos bienes que la cautivaban, y ha desaparecido el temor de los males que la afligían.

Si vosotras, cuantas ovejas participáis de la Sangre del Cordero, queréis tener parte en esta suerte feliz, corred, daros prisa a poneros bajo la protección de esta buena Pastora: estando en su redil, abrid los senos de vuestro corazón, dilatad los términos de vuestros deseos, pedidla cuanto necesitéis, no solo con entera confianza, sino ciertos y seguros de no hallar repulsa en su piadoso Corazón: confírmese vuestra esperanza con el seguro conocimiento de que, ni la ambicion insaciable de los mundanos, ni la avaricia abrasadora del opulento, ni la concupiscencia más ardorosa, ni los deseos y pasiones todas de los hombres, pueden apetecer ni aun imaginar tantos beneficios, tanta felicidad, ni tanta dicha como la que esta Pastora proporciona a sus fieles ovejas. ¡Tantos son los bienes que conseguimos en su rebaño! Mientras que permanezcamos en él, no nos deben causar temor ni la multitud, ni la fuerza de nuestros enemigos: aunque todo el infierno se rebele contra nosotros, y los males de la vida se reúnan para afligirnos, no se turbará nuestra esperanza, sabiendo que esta Pastora nos protege en su rebaño, y no se aparta de nosotros para consolarnos, y sostenernos en la pelea. ¡Lobos infernales, huid a la vista de una Pastora que tiene en su mano la omnipotencia divina para defender a sus ovejas!
   
2º Considera lo segundo, que supuesta la suprema potestad que María tiene sobre su rebaño, la participación de la liberalidad divina, y su ánimo pronto para distribuir en beneficio nuestro los tesoros inagotables de la omnipotencia de su Hijo, de que es depositaria, pueden muy bien prometerse sus ovejas el conseguir de su liberal mano, cuanto necesiten en el orden de la naturaleza y de la gracia: bienes de fortuna, socorros en las necesidades y aflicciones del cuerpo, y abundancia de todo lo necesario para el bien de nuestra alma: todo nos lo podemos prometer de esta Divina Pastora, que no se aparta ni un momento de sus ovejas, ni las entrega para que sean presa de los Lobos; antes bien quedan estas fieras sujetas a ellas, pues les alcanza tanta gracia, que burlando sus astucias, vuelven a la vida después de muertas, y resucitan aunque estén despedazadas (San Pedro Crisólogo, Sermón 40). Sí, alma mía: esta Señora, cual vigilante Pastora, no afloja ni un momento en sus cuidados sobre sus ovejas: deseándolas siempre su mayor bien, busca de continuo todos los medios de proporcionarlas cuanto necesitan, presentando sus ruegos ante el trono del Altísimo, si necesario es, para que mejor alcancen con su mediación los favores de aquel Dios, que todo lo concede cuando su Madre es la que pide. A este intento, dice de sí misma esta Señora: Yo ando en los caminos de la justicia para enriquecer a los que me aman (Prov., cap. 8, v. 20). Por manera que, al parecer, solo por nuestro provecho y utilidad, ha depositado el Omnipotente en nuestra Pastora todas sus riquezas, a fin de que en su rebaño hallen entero y universal socorro los miserables hijos de Adán (Abad, Sobre el cap. 24 del Eclesiástico). Todos los bienes que conseguimos, quiso el Señor que se nos concediesen por María en clase de Pastora: ella busca la oveja perdida, y en sus propios brazos trae á su rebaño a la que se extravió: ella cura y fortifica a la enferma y achacosa, y guarda cuidadosamente á la fuerte y robusta: por su medio visita el Supremo Pastor á sus ovejas, las reúne, y las conduce a tierra propia, para que pasten y se alimenten de las yerbas verdes y frondosas de su gracia. Así se realizó, por medio de nuestra Pastora María, lo que el Señor prometió a su rebaño por boca de Jeremías. Yo reuniré, dice, a mis ovejas, trayéndolas de las tierras donde las echó la tribulación, y las volveré a su propio país: crecerán y se multiplicarán: no tendrán ya miedo a nadie, y no faltará ninguna de ellas de mi redil (Jer., cap. 33, v. 34).
  
AFECTOS
¡Oh Pastora Santísima! Sois el medio de nuestra reconciliación con vuestro Hijo y nuestro Dios: por lo tanto, sois la esperanza de los que desesperan: la abogada de los que se hallan destituidos de todo auxilio: el puerto seguro de los que naufragan: el consuelo del mundo perdido por Adán: la libertadora irresistible de los oprimidos: sois el amparo de los huérfanos, la redención de los cautivos, y la salud de los enfermos: Vos la firmeza de los penitentes, la gloria de las Vírgenes, su gozo y su corona. Dios os bendiga, ¡oh fuente de gracia y consolación!, dulce amparo de los convertidos, Reina y protectora del género humano. Dios te salve, pues bajo vuestro amparo se mitigan nuestros dolores, se remedia nuestra tristeza, y desaparece toda adversidad y desgracia (San Efrén, De las alabanzas de la Virgen). Con un tesoro tan precioso, con una guía tan segura, con una Pastora tan poderosa, no hay ya bienes en la tierra que yo no desprecie, ni escollos que no evite, ni enemigos que no supere: mi protección es mi Pastora, y con ella tengo seguros todos los bienes.
   
Lejos de mí la turbada desconfianza de las almas pusilánimes. Yo esperaré siempre conseguir los bienes que me proporciona la protección de mi Madre Pastora. Sé también que mis fuerzas no son bastantes, por sí solas, para salir victorioso en la continua lucha a que me precisan unos enemigos tan formidables y temibles, como son los que de día y de noche me rodean: conozco mi debilidad, y supuesto este conocimiento, yo sería un temerario si presumiese de mi fortaleza y mi virtud. No: esta Pastora que me protege, y que sé cuanto me ama, es toda mi seguridad. Desde el redil en que custodia mi alma, acometeré intrépido a todos mis enemigos, con más confianza que si me custodiasen ejércitos de hombres armados. Si mi Madre Pastora vela de continuo por mi bien, ¿quién será capaz de dañarme? Si la misma que venció al Dragon infernal está de mi parte, ¿quién podrá hacerme temer? Nadie.
         
ORACIÓN
¡Oh Pastora divina, llena de amor y de clemencia para con vuestras ovejas! Estoy cierto de que el mayor agravio que puedo haceros, es el dudar de vuestra voluntad pronta para socorrernos en nuestras necesidades; y así, lejos de incurrir yo en este crimen, os confieso por mi Madre y Abogada, y que por esta razón no sois capaz de olvidaros, ni un instante, de las necesidades de vuestro rebaño en la presente vida. Cabalmente soy la oveja mas necesitada de vuestra protección y amparo, y en quien por lo mismo puede resplandecer más el poder que se os dio para regir vuestra grey. Concededme, que caminando por las sendas de la ley santa de mi Dios, evite los escollos del mundo, y llegue sin tropiezo a la mansión feliz de la gloria. Amén.
   
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.

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