viernes, 5 de febrero de 2021

MES DE LA SANTA FAZ - DÍA QUINTO

Tomado del devocionario El mes de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, escrito por el padre Jean-Baptiste Fourault, sacerdote del Oratorio de la Santa Faz y publicado en Tours en 1891; y traducido al Español por la Archicofradía de la Santa Faz y Defensores del santo Nombre de Dios de León (Nicaragua) en 2019.
   
MEDITACIÓN QUINTO DÍA: LA FAZ DE JESÚS EN EL ESTABLO
Oh, Faz adorable, adorada con profundo respeto por María y José cuando os vieron por primera vez, ten misericordia de nosotros.   
   
¿Cómo seré capaz de meditar, Dios mío, este día sobre este misterio, tan conmovedor, de la primera manifestación de la Palabra encarnada sobre la tierra? Oh, María, oh José, ángeles del cielo, dadme vuestros corazones para amar, para alabar y bendecir al Enmanuel lleno de gracia y misericordia.
         
1º PUNTO – LA ADORACIÓN OFRECIDA POR MARÍA Y JOSÉ.
«¿Cuál fue, se preguntó un sabio y piadoso obispo (Charles Louis Gay, Obispo auxiliar de Poitiers), el día más feliz de las vidas de María y José?». Responde: «ciertamente fue aquel en que por vez primera fueron capaces de contemplar la radiante y sonriente Faz del Niño Dios». Imaginemos una escena, si es
posible, un espectáculo que no tiene igual en la tierra: ¡Es medianoche y la hora solemne del cumplimiento de las promesas hechas por el cielo a la tierra! Se escucha resonar un grito de júbilo por el aire: «Gloria a Dios en las alturas, paz en la tierra a los hombres de buena voluntad» (Glória in altíssimis Deo, et in terra pax, homínibus bonæ voluntátis. Luc. II, 14).
   
Al mismo tiempo, como el destello de un relámpago, que ilumina el horizonte, como los rayos del sol disipando una nube, Jesús, el divino Sol de misericordia, aparece en los brazos de su madre, le sonríe y le arroja miradas de amor. José también es testigo de este espectáculo admirable. Ambos se postran al piso del establo, y le adoran en profundo silencio. Entonces llenos de fe, reverencia y amor, se arriesgan a alzar sus ojos para contemplar con sus ojos los rasgos, que con gozo, cautivan a los ángeles; sonríen a este divino infante, quien a su vez les sonríe a ellos, de gratitud y la más viva ternura.
   
Oh, Jesús, permitidme unirme en humildad y confianza a los sentimientos y al testimonio de amor y respeto que entretuvieron a María y José; repita yo miles de veces en mi corazón, junto a los santos ángeles: «Gloria a Dios en las alturas, paz en la tierra a los hombres de buena voluntad».
   
2º PUNTO – EN UNION CON MARÍA, CON JOSÉ Y CON LOS SANTOS ÁNGELES
Nada en la tierra es comparable al amor de María, de José y de los santos ángeles para con Jesús en el pesebre. Es un amor siempre creciente, siempre nuevo, es un amor cuya llama se enciende en la misma fuente del amor divino. Es un amor imitativo, porque estos augustos adoradores conocieron que el designio del Dios Infante, al bajar a la tierra, era ofrecerse a sí mismo por completo al Padre celestial para restaurar el mundo caído, para dar al hombre un modelo perfecto de virtudes, y entregárseles a ellos por puro amor.
   
Siguiendo este ejemplo, desearán de la misma manera procurar la gloria de Dios. María y José representantes de la humanidad, ofrecieron a Jesús todos los corazones de la humanidad, clamando para ellos la gracia, por el compromiso de unirse ellos mismos mediante sus humillaciones e imitando sus virtudes. En el establo, fue contraída para mi esta deuda de honor. ¿Acaso no seré fiel? ¿Acaso no tendré el valor, toda mi vida, de inmolarme y ofrecerme a Dios en unión con Jesús, imitando toda mi vida sus virtudes de abnegación, de paciencia, de caridad?
    
Ramillete Espiritual: Benígnitas et humánitas appáruit Salvatóri nostri Dei. Se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con nosotros. (Tito III, 4.).
       
EL ORATORIO DE LA SANTA FAZ EN SAN PEDRO, ROMA.
Al presente día la reliquia de la Santa Faz se guarda en un nicho u oratorio, situado en el interior de uno de los cuatro pilares que soportan el gran domo de San Pedro, el pilar en asunto es el situado del lado del altar papal donde se leen las epístolas.
   
El oratorio está exteriormente decorado con un bajo relieve que representa la Santa Faz. Debajo de el está colocada la colosal imagen de Santa Verónica. Una puerta, dispuesta a los pies de esta estatua, que da acceso a dos corredores, uno de los cuales conduce a las grutas Vaticanas, donde reposan los restos de San Pedro, el otro asciende al nicho donde se conserva la Santa Faz. Este nicho tiene tres cerraduras fijadas a el, y las llaves se confiaron a los canónigos de San Pedro, quienes han sido encomendados como custodios de este precioso tesoro.
  
La Santa Faz está colocada en un relicario formado de una capa magnífica de cristal y placas de plata dorada. Cristo dejó en este velo de Verónica, la impresión de su Rostro majestuoso y venerable en el estado lamentable al que fue reducido cuando ascendió al Calvario. Es imposible mirarlo sin experimentar una conmoción profunda, que penetra el corazón y despierta sentimientos de reverencia y compasión.
   
Piazza nos brinda la siguiente descripción de la Santa Faz:
«La cabeza del Salvador está atravesada de espinas, la frente sangrante, los ojos inflamados y ensangrentados, la cara lívida y pálida. Sobre la mejía derecha el bofetón dado con un guante de hierro de un soldado, que atrae dolorosamente nuestras miradas, así mismo los escupitajos de los judíos y los sucios trazos en el lado izquierdo de la mejilla.
  
La nariz está ligeramente achatada y sangrante, la boca abierta y derramando sangre. Los dientes están rotos, la barba arrancada en varias partes, al igual que el cabello de un mismo lado».
Esta descripción de la sagrada imagen fue escrita aproximadamente hace doscientos años. Desde entonces, el tiempo y la atmósfera han hecho sus estragos sobre la augusta reliquia, sin embargo, alguno de los detalles antes mencionados todavía se puede reconocer. La copia de la cual estamos felices de tener y que vino de Roma, tiene todos los trazos de autenticidad descritos por Piazza.
    
INVOCACIÓN
Postrados humildemente ante la Santa Faz, digamos con el salmista: «He implorado tu Rostro (Faz) con todo mi corazón, ten piedad de mí conforme a tu promesa (Salmo 118, 58). Brille sobre mí la luz de tu Rostro, y sálvame en tu misericordia (Salmo 30, 17)». Repitamos también con el santo varón de Tours la oración de San Edme: «Expire yo abrasado por una ardiente sed de ver la deseable Faz de Nuestro Señor Jesucristo».

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