domingo, 29 de octubre de 2023

NO SE DEBE HABLAR DE “TRADICIÓN JUDEO-CRISTIANA”

«Desde el punto de vista filosófico, la expresión “tradición judeo-cristiana” revela una tentativa de olvidar la diferencia absoluta entre el judaísmo y el cristianismo. Esta expresión fue inventada en los Estados Unidos en 1964 durante una reunión de 120 rabinos. Fue un deseo deliberado dar la impresión de que el judaísmo y el cristianismo son religiones hermanad, que adoran al mismo Dios y comparten los mismos textos sagrados y los mismos patrones éticos. Esta expresión fue acuñada para crear un consenso religioso, basado en la idea ilusoria de que el reconocimiento del judaísmo ayudaría a repeler el antisemitismo.
   
Sería más justo enfatizar la relación entre el judaísmo y el islam, en vez de su alegada proximidad con el cristianismo. Una invención política, el término “judeo-cristiano” esconde el hecho de que no existe un principio compatible común al judaísmo y al cristianismo. Estas dos religiones defienden, de hecho, valores éticos totalmente opuestos, bien como concepciones de Dios y de los seres humanos en oposición violenta. A la verdad, toda la historia occidental podría ser vista desde la perspectiva del eterno conflicto entre estas dos religiones» [Ariella Atzmon, israelí, doctora en filosofía, profesora en las facultades de Educación y de Derecho de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Artículo “Detachment and Alienation: From freedom of choice to the promise of being chosen”/Desapego y Alienación: De la libre elección a la promesa de ser elegidos (17 de Septiembre de 2005)].
En 1965, el texo Nostra Ætate implantado en el Vaticano II con total influencia de la B'naï Brith, vino a rubricar este mito secular a los ojos de todo el mundo para imponer la inmunda ideología ecuménica, o fraternidad universal, tan deseada por la Sinagoga de Satanás que consiste en hacer creer que los judíos (y los musulmaness) son descendientes espirituales de Abrahán, y que así la salvación es ofrecida a todos.
    
La consecuencia política de este texto será el reconocimiento del Estado de Israel (y, por ende, el apoyo a la causa sionista) a través de la creación de una embajada israelí en la propia Ciudad del Vaticano a partir de Enero de 1994.
    
Una lástima.
    
El que habla de “tradición judeo-cristiana”, o es ignorante o mal intencionado.

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