miércoles, 18 de octubre de 2023

DE LOS SALMOS DE IMPRECACIÓN

Durante la ocupación alemana de los Países Bajos en la Guerra Mundial, aprovechando que las autoridades de ocupación permitieron cantar los salmos en las escuelas, los profesores alentaban a los alumnos cantar los 150 salmos (en ese entonces, la oración era parte habitual de las clases, y algunas escuelas en su plan de estudio incluían en su currículo que se debían recitar de corazón las estrofas iniciales de los salmos, y de memoria algunos), incluyendo los salmos de imprecación.
   
Se conoce particularmente como Salmos de imprecación los salmos 2, 37, 58, 69, 79, 82, 109, 139 y 143 porque contienen maldiciones (hay que entender que David, Asaf, Jeremías y tantos otros, al tiempo de lamentarse de los males que sufren, anuncian en nombre de Dios el castigo que le espera a los malvados), sin que ello signifique que hay otros que no las contengan.
  
Ahora, en la Liturgia de las Horas de los modernistas (que no tienen Breviario), estos salmos no aparecen en ninguna parte; tampoco en el Novus Ordo Missæ. En el primero, dice su Institución General:
Institución General de la Liturgia de las Horas, cap. III, sección IV, n.º 131 (2 de Diciembre de 1971): «Tres vero psalmi 57 (58), 82 (83) et 108 (109), in quíbus præpónderat índoles imprecatória, omittúntur in Psaltério currénte. Item áliqui versus nonnullórum psalmórum prætermíssi sunt, ut indicátur initio singulórum. Quórum téxtuum omíssio fit ob quándam difficultátem psychológicam, etsi psalmi ipsi imprecatórii in pietáte Novi Testaménti occúrrunt, exémpli grátia Ap. 6, 10, nullóque modo inténdunt ad maledicéndum indúcere» [En el curso del Salterio se omiten los salmos 57 (58), 82 (83) y 108 (109), en los que predomina el carácter imprecatorio. Asimismo se han pasado por alto algunos versos de ciertos salmos, como se indica al comienzo de cada uno de ellos. La omisión de estos textos se debe a cierta dificultad psicológica, a pesar de que los mismos salmos imprecatorios afloran en la espiritualidad neotestamentaria (por ejemplo, Ap. 6, 10), sin que en modo alguno induzcan a maldecir].
  
¿Cómo se llegó a esto? Bueno, el mismo Aníbal Bugnini en su libro La Reforma Litúrgica: 1948-1975 relata que el 1 de Octubre de 1964, mientras se discutía el tema del Breviario, el cardenal Ernesto Ruffini Gentilini y el arzobispo (futuro cardenal) Sebastiano Baggio (que según el periodista Mino Peccorelli pertenecía a la logia masónica vaticana “Cristo Re in Paradiso”) propusieron suprimir estos salmos aduciendo que «suponen dificultad (psicológica)». Dificultad que se basaba en los siguientes puntos:
(a) Las expresiones de ira y venganza causan malestar espiritual, aunque exegéticamente puedan ser legítimamente explicadas. Además, la falta de conocimiento del lenguaje bíblico en la mayoría de los fieles.
(b.) Quienes más dificultad encontrarían con ellos es la generación más joven.
(c) Juan XXIII Roncalli ya solicitó una selección de salmos más bellos y significativos del Salterio bíblico para la oración litúrgica, bajo el criterio de manifestar el progreso de la revelación cristiana.
(d) Emplear recursos como los paréntesis o la cursiva para su omisión, no aparecen como suficiente porque dan impresión que se mantienen dichos versos por puro formalismo, no por necesidad.
 
La propuesta no fue aprobada, pues el Salterio se dejó íntegro. Sin embargo, entre 1965 y 1966 se evaluaron varias modelos protestantes (los ortodoxos se negaron a participar):
  • Los anglicanos suprimen el salmo 58, y en el salmo 109 ponen entre corchetes los versos 5 a 19.
  • Los calvinistas omiten algunos totalmente y abrevian otros.
  • La ecumenista comunidad de Taizé excluía totalmente los salmos 58, 79, 83, 128 y 132; y abreviaba el salmo 109 quedando 22ss y el salmo 137,1-6 [luego los suprimieron del todo].
Montini había propuesto ante el informe que le presentó la Comisión que «Parece oportuno preferir la selección de Salmos más adaptados a la oración cristiana, omitiendo los imprecatorios y los históricos [Salmos 79, 106, 107, 136 y 137] (exceptuando para los segundos la oportunidad de usarlos en ciertas ocasiones particulares», decisión que se adoptaría posteriormente, pero para ello hubo un largo camino:
  • El 10 de Noviembre de 1966, se presenta a Pablo VI Montini un proyecto que contenía dos partes: el salterio se divide en cuatro semanas, y los salmos imprecatorios se reservan para las horas del clero (maitines, tercia, sexta y nona), pudiéndose omitir en las celebraciones con pueblo.
  • Antes del Sínodo de 1967, se había presentado un esquema experimental del Salterio en una semana. En cuanto a los salmos imprecatorios, estos fueron aceptados, con la modalidad siguiente: «Psalmi “imprecatórii” retineántur, facta tamen facultáte iis quíbus id plácuerit, eos substituéndi per álios psalmos síngulis locis indicátos» [Reténganse los salmos “imprecatorios”, aunque se dé facultad a los que quieran sustituirlos por otros salmos en su lugar indicados].
  • A comienzos de 1968, Montini responde que se omitan totalmente los salmos imprecatorios, y los salmos históricos se empleen en un tiempo congruo. En Mayo, acogió la propuesta de distinguir los textos tipográficamente para facilitar su omisión.
  • En 1969, se presenta la estructura definitiva de la Liturgia de las Horas. En el punto IV se aborda el tema de los salmos imprecatorios, y a punto seguido (es decir, el punto V) se describe el elemento de los “géneros literarios”.
  • Finalmente, tenemos en 1970 la introducción de la Liturgia de las Horas, promulgada por la constitución Litúrgia Horárum y la Institútio Generális Litúrgiæ Horárum citada arriba. Ya aquí no hay tales salmos.
      
Esa eliminación de Salmos, versos y oraciones (equivalente a la “Cultura de la Cancelación” en el mundo seglar) resultó en la espiritualidad afeminada y lánguida de muchos elementos de la Iglesia moderna (clérigos y laicos).
  
Ahora, si iban a por eso, ¿por qué no suprimieron del Nuevo Testamento Luc. 11, 37-52; Gál 1, 8 ss.; Apoc. 6, 10; 18, 20; 19, 1-6?

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