viernes, 15 de junio de 2012

ACTO DE DESAGRAVIO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, COMPLETO Y OFICIAL

Esta oración de desagravio al Sagrado Corazón de Jesús fue escrita por el Papa Pío XI en 1928 junto con la Encíclica "Miserentíssimus Redémptor", y ordenó que esta consagración se rezase especialmente en la Misa del Sagrado Corazón de Jesús (que él elevó a Doble de 1ª Clase con Octava). Traemos el original en Latín (como fuera publicada en las Actas de la Sede Apostólica en 1928), y su traducción, porque como Católicos Sedevacantistas que somos, hemos de asumir la Verdad totalmente y difundirla, como efectivamente hemos resuelto hacer.
   
ACTUS REPARATIÓNIS AD SACRATÍSSIMI CORDIS JESU
  
Jesu dulcíssime, cujus effúsa in hómines cáritas, tanta oblivióne, negligéntia, contemptióne, ingratíssime repénditur, en nos, ante altária tua (Extra ecclesiam vel oratorium, dicatur: ante conspéctum tuum) provolúti, tam nefáriam hóminum socórdiam injuriásque, quibus úndique amantíssimum Cor tuum affícitur, peculiári honóre resarcíre conténdimus.
  
Attamen, mémores tantæ nos quoque indignitátis non expértes aliquándo fuísse, índeque vehementíssimo dolóre commóti, tuam in primis misericórdiam nobis implorámus, paráti voluntária expiatióne compensáre flagítia non modo quæ ipsi patrávimus, sed etiam illórum, qui, longe a salútis via aberrántes, vel te pastórem ducémque sectári detréctant, in sua infidelitáte obstináti, vel, baptísmatis promíssa conculcántes, suavíssimum tuæ legis jugum excussérunt.
 
Quæ deploránda crímina, cum univérsa expiáre conténdimus, tum nobis síngula resarciénda propónimus: vitæ cultúsque immodéstiam atque turpitúdines, tot corruptélæ pédicas innocéntium ánimis instrúctas, dies festos violátos, exsecránda in te tuósque Sanctos jactáta maledícta atque in tuum Vicárium ordinémque sacerdotálem convícia irrogáta, ipsum dénique amóris divíni Sacraméntum vel negléctum vel horréndis sacrilégiis profanátum, pública postrémo natiónum delícta, quæ Ecclésiæ a te institútæ júribus magisterióque reluctántur.
  
Quæ útinam crímina sánguine ipsi nostro elúere possémus! Intérea ad violátum divínum honórem resarciéndum, quam Tu olim Patri in Cruce satisfactiónem obtulísti quamque cotídie in altáribus renováre pergis, hanc eándem nos tibi præstámus, cum Vírginis Matris, óminium Sanctórum, piórum quoque fidélium expiatiónibus conjúnctam, ex ánimo spondéntes, cum prætérita nostra aliorúmque peccáta ac tanti amóris incúriam firma fide, cándidis vitæ móribus, perfécta legis evangélicæ, caritátis potíssimum, observántia, quantum in nobis erit. grátia tua favénte, nos esse compensatúros, tum injúrias tibi inferéndas pro víribus prohibitúros, et quam plúrimos potuérimus ad tui sequélam convocatúros.
 
Excípias, quǽsumus, benigníssime Jesu, beáta Vírgine María Reparatríce intercedénte, voluntárium hujus expiatiónis obséquium nosque in offício tuique servítio fidíssimos ad mortem usque velis, magno illo perseverántiæ múnere, continére, ut ad illam tandem pátriam perveniámus omnes, ubi Tu cum Patre et Spíritu Sancto vivis et regnas in sǽcula sæculórum. Amen.
  
ACTO DE REPARACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
   
Dulcísimo Jesús, cuya caridad derramada sobre los hombres se paga tan ingratamente con el olvido, el desdén y el desprecio, míranos aquí postrados ante tu altar (Fuera de la iglesia o el oratorio, decir: ante tu Presencia). Queremos reparar con especiales manifestaciones de honor tan indigna frialdad y las injurias con las que en todas partes es herido por los hombres tu amoroso Corazón.
  
Recordando, sin embargo, que también nosotros nos hemos manchado tantas veces con el mal, y sintiendo ahora vivísimo dolor, imploramos ante todo tu misericordia para nosotros, dispuestos a reparar con voluntaria expiación no sólo los pecados que cometimos nosotros mismos, sino también los de aquellos que, perdidos y alejados del camino de la salud, rehúsan seguirte como pastor y guía, obstinándose en su infidelidad, y han sacudido el yugo suavísimo de tu ley, pisoteando las promesas del bautismo.
  
A1 mismo tiempo que queremos expiar todo el cúmulo de tan deplorables crímenes, nos proponemos reparar cada uno de ellos en particular: la inmodestia y las torpezas de la vida y del vestido, las insidias que la corrupción tiende a las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las miserables injurias dirigidas contra ti y contra tus santos, los insultos lanzados contra tu Vicario y el orden sacerdotal, las negligencias y los horribles sacrilegios con que se profana el mismo Sacramento del amor divino y, en fin, las culpas públicas de las naciones que menosprecian los derechos y el magisterio de la Iglesia por ti fundada.
  
¡Ojalá que podamos nosotros lavar con nuestra sangre estos crímenes! Entre tanto, como reparación del honor divino conculcado, te presentamos, acompañándola con las expiaciones de tu Madre la Virgen, de todos los santos y de los fieles piadosos, aquella satisfacción que tú mismo ofrecisté un día en la cruz al Padre, y que renuevas todos los días en los altares. Te prometemos con todo el corazón compensar en cuanto esté de nuestra parte, y con el auxilio de tu gracia, los pecados cometidos por nosotros y por los demás: la indiferencia a tan grande amor con la firmeza de la fe, la inocencia de la vida, la observancia perfecta de la ley evangélica, especialmente de la caridad, e impedir además con todas nuestras fuerzas las injurias contra ti, y atraer a cuantos podamos a tu seguimiento.
  
Acepta, te rogamos, benignísimo Jesús, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María Reparadora, el voluntario ofrecimiento de expiación; y con el gran don de la perseverancia, consérvanos fidelísimos hasta la muerte en el culto y servicio a ti, para que lleguemos todos un día a la patria donde tú con el Padre y con el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

El Papa Pío XI, en Audiencia concedida al Cardenal de la Sagrada Penitenciaría Apostólica el 1 de Junio de 1928, concedió 5 años de Indulgencia a cuantos rezaren devotamente esta oración. Indulgencia plenaria al mes, con las condiciones de rigor, cuando se rece durante un mes. También se obtiene la Indulgencia plenaria el día del Sagrado Corazón de Jesús, el Viernes después de la Octava de Corpus.

jueves, 7 de junio de 2012

¡MUCHOS PROFETAS Y UNGIDOS DE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS SERÁN DESPRESTIGIADOS Y PUESTOS EN EL PATÍBULO!

En estos Últimos Tiempos (Jesús y María nos lo revela constantemente), los que estamos levantados como siervos de Dios seremos perseguidos y hasta martirizados. Confirmamos trayendo este Apelo Urgente de María, Nuestra Señora de Todas las Naciones a un alma que es llamada Enoc, dado a las 13:20 de Mayo 31 de 2012.


¡MUCHOS PROFETAS Y UNGIDOS DE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS SERÁN DESPRESTIGIADOS Y PUESTOS EN EL PATÍBULO!
 
LLAMADO URGENTE DE MARÍA SEÑORA DE TODAS LAS NACIONES A LOS HIJOS DE DIOS

Hijitos de mi corazón, que la paz de Dios esté con vosotros.

Hijitos, las fuerzas del mal han empezado a desplegarse por toda la tierra y su ataque a los hijos de Dios ya comenzó. Muchos profetas y ungidos de estos últimos tiempos serán desprestigiados y puestos en el patíbulo público. Sed muy cautelosos y astutos mis niños, porque los lobos andan camuflados y vestidos de ovejas para engañar al rebaño de mi Hijo. Ya están dentro del rebaño dividiendo las ovejas, creando cizaña, trayendo confusión, para luego dispersarlas y así hacerlas perder. Probad los espíritus, pedid mucho discernimiento al Santo Espíritu, porque no todo el que diga vengo de parte del Señor es del rebaño de mi Hijo.

Acordaos que los lobos son astutos, dividen el rebaño primero y luego lo separan para devorarlo y hacerlo caer en el despeñadero. La antigua serpiente volverá a engañar a muchos, acordaos mis hijitos de lo que dice la Santa Palabra de Dios: Un poco de levadura basta para fermentar toda la masa. (1 Corintios 5. 6) Guardaos de la levadura de los fariseos. (Marcos 8. 15).

La lengua venenosa de la serpiente difamará a los profetas y ungidos de Dios de estos últimos tiempos, así como lo hizo Jezabel con el profeta Elías (1 Reyes 19 1 al 4). Les hará la guerra difamándolos y persiguiéndolos para que las ovejas no los escuchen y así poderlas desviar del camino. ¿Cuántos se perderán por prestar atención a espíritus engañadores y falsas doctrinas?. Por eso hijitos míos os pido que confirméis los mensajes del cielo con la Santa Palabra de Dios, para que no seáis engañados y así no perdáis vuestra alma.

Os recuerdo mis niños, que todos los acontecimientos que están por suceder ya fueron escritos en la Santa Palabra de Dios a través de los profetas de la antigüedad y confirmados por mi Hijo en su Santo Evangelio. Mi Padre os los está recordando y confirmando a través de sus profetas y ungidos de estos últimos tiempos para que prestéis atención, recapacitéis y volváis a retomar el camino que lleva a la gloria de Dios. No caigáis pues hijitos en las trampas de mi adversario, pedid la luz y sabiduría del Santo Espíritu de Dios y confirmarlo todo con su santa palabra, porque mensaje que venga del cielo no difama, ni divide, antes por el contrario, invita a la conversión, al perdón, al arrepentimiento, al amor, a la esperanza y confianza en Dios. Os alerto pues mis hijitos, porque mi adversario ha comenzado una campaña de desprestigio a los profetas y ungidos de Dios; no os dejéis confundir; lee la palabra de Dios que es alimento para el espíritu y pedid mucho discernimiento a su Santo Espíritu para que podáis permanecer en la verdad; cubrid todo con la Sangre de mi Hijo, para que podáis distinguir y discernir el bien del mal y vuestra alma no se pierda por falta de conocimiento. Que la luz y la sabiduría de Dios os conduzcan a la verdad y mi protección maternal os asista siempre. Vuestra Madre María, Señora de todas las naciones.

Es urgente que deis a conocer este mensaje a todos mis hijitos.

El señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién podré temer? (Salmo 27.1).

SERMÓN DEL JUEVES DE CORPUS CHRISTI, POR EL PADRE BASILIO MÉRAMO

 
Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Este jueves de Corpus Christi junto con el Jueves Santo y el Jueves de la Ascensión son los días más solemnes de la liturgia católica.

La fiesta del Corpus Christi está íntimamente ligada con el Jueves Santo, con la Santa Misa y con el sacerdocio; eso hace que sea como el centro, el corazón de la Iglesia expresado a través de la liturgia de este jueves de Corpus. Y la relación que hay entre el Jueves Santo y el de Corpus, consiste en que el Jueves Santo nuestro Señor instituyó el sacerdocio y la Santa Misa. Mandó a sus apóstoles efectuar en conmemoración de Él, de ese testamento, de esa alianza pactada con su sangre por el rescate que Él pagó, redimiéndonos del pecado y del poder de Satanás, la institución de esa conmemoración ocurrida en la Cena del jueves Santo; fue una anticipación del Sacrificio cruento de nuestro Señor en la Cruz. La Santa Misa es, pues, la renovación incruenta de ese Sacrificio del Calvario; la única diferencia está en el modo de ofrecerlo y éste consiste en la Santa Misa, en hacerlo incruentamente bajo las especies del pan y del vino; esa doble consagración prefigura la separación del alma de nuestro Señor, es decir, la muerte y por eso, ese mismo día, nuestro Señor instituyó el sacerdocio en sus apóstoles.

La Iglesia, entonces, al celebrar la fiesta del Corpus Christi lo hace con la solemnidad y alegría debidas, que no se puede hacer el Jueves Santo por la tristeza y el dolor de la Pasión de nuestro Señor que conmemora toda la Semana Santa; así lo celebra hoy con alegría, con esa profusión de fe y esperanza, pero que desafortunadamente en estos tiempos modernos queda eclipsada pasando como un día laboral más, por lo que se va perdiendo su memoria y su importancia. Pero no debemos olvidar que la fiesta del Corpus Christi, del cuerpo de nuestro Señor sacramentado, lo tenemos por el Santo Sacrificio de la Misa. Es la Fiesta del Santo Sacrificio de la Misa; sin este Sacrificio no habría Jesús Sacramentado, no habría comunión, no habría synaxis, si es que queremos usar esa palabra tan utilizada hoy; ni aun en el buen sentido habría comunión, porque, ¿qué comulgaríamos si no hubiese la Misa que es esencialmente el Sacrificio de nuestro Señor bajo las especies del pan y del vino, realizada por el sacerdote en persona Christi, como alter Christi, otro Cristo que es sacramentalmente instituido por el sacramento del orden?

Todas estas cosas pasan desapercibidas, cuando no negadas por la nueva teología que quita (desacraliza) el carácter de sagrado a lo más sagrado que tiene la Iglesia católica, lo más sagrado del testamento de nuestro Señor, y de ahí la gravedad, desfigurando al sacerdote, no hecho ya para el sacrificio que da lo sagrado, sacra dans, dar las cosas sagradas. ¿Qué más sagrado que realizar en la misma persona de nuestro Señor el mismo Sacrificio de la Cruz renovado, actualizado, sobre el altar de un modo incruento? Esa es la misión del sacerdote. Hoy viene a ser, comparado mundanamente a un hombre más y cuando se celebra la Santa Misa, considerardo como un presidente que dirige a sus hermanos, realizando una synaxis, o un ágape; pero no es un sacrificio, sino una mera conmemoración, recuerdo de lo que aconteció y muchas veces no ya de lo que aconteció en el Calvario sino del misterio Pascual, como hoy tanto se habla.

Y no del misterio Pascual católico, sino del misterio Pascual a la manera judía, esa es la síntesis que hacen los mismos teólogos de la nueva teología, de la definición de la cena eucarística, no como Misa ni Sacrificio, sino conmemoración o memorial de una Pascua al estilo judío. La prueba está en que las oraciones del ofertorio están calcadas de ese ritual de la Pascua judía, con lo cual se puede concluir basados en ese trabajo que se hizo hace poco y que la Fraternidad Sacerdotal (San Pío X) presentó a Roma para mostrar la gravedad; y la síntesis que se puede hacer de ese trabajo, es que: la nueva misa por la voluntad de aquellos que la confeccionaron, no es más ni menos que el memorial de la Pascua judía.

Hasta allá se llegó y aunque algunos pretendan que sea el memorial de la Pascua católica, eso sería falso, no es el memorial de la Pascua de la Resurrección, sino de la muerte de nuestro Señor Jesucristo inmolado en la Cruz; no cambiemos los términos, en la teología del dogma cada palabra, cada concepto, tiene su peso específico y no es que no se pueda cambiar ni una palabra, es que hasta ni siquiera una coma y ni una tilde en las cosas que son de Dios y que es Dios quien nos las lega y encomienda para que la Iglesia católica, apostólica y romana las guarde santamente y fielmente las trasmita.

Esto es lo que hace la Tradición. Por eso no puede la Iglesia católica sin Tradición católica custodiar santamente y trasmitir fielmente. Esa es su misión y para ello está investida de infalibilidad, no para proclamar nuevos dogmas ni nuevas verdades ni nuevas cosas, sino para proclamar aquello que en sustancia Dios reveló y que la Iglesia custodia y transmite a través de las generaciones hasta el fin del mundo, para que los hombres adhiriéndonos a la fe de la Iglesia, nos salvemos. Esa es la misión de la Iglesia y no otra; de ahí la importancia, sobre todo hoy cuando la misa romana es atacada y perseguida, esa misa que el Santo papa Pío V, quien fue también inquisidor, canonizó, excluyendo toda posible equivocación o error; por eso es una misa canonizada, por eso es una misa a perpetuidad, por eso la podemos decir nosotros con toda tranquilidad y por eso es un crimen perseguirla, porque sería perseguir a la Iglesia, apuñalar el corazón de la Iglesia, traicionar a nuestro Señor, falsificar su testamento, no sería cumplir su voluntad, no seríamos sus herederos; esa es su importancia.

Y por todo lo anterior monseñor Lefebvre, ese santo obispo de benemérita memoria, prefirió ser insultado, ultrajado, escupido, por defender ese testamento, ese legado, esa herencia de la Iglesia católica; por eso nosotros debemos estar dispuestos incluso a dar nuestras vidas, porque sin eso no hay Iglesia católica, no hay herederos de nuestro Señor, no hay salvación. Pero el mundo de hoy no está solamente imbuido de un nuevo paganismo, sino de la incredulidad y de la impiedad y no respeta nada ni a nadie, no respeta a Dios ni a su Iglesia, solamente se “respeta a sí mismo” proclamándose dios con su “dignidad, libertad y derechos humanos”; esa es la civilización que hoy se entroniza en contra de Dios y de la Iglesia católica, apostólica y romana. Esa es la crisis, dolor y pasión de la Iglesia; no lo olvidemos.

La Santa Misa no es el memorial ni de la Pascua de nuestro Señor ni mucho menos de la Pascua judía del Antiguo Testamento, que era una figura de la Pascua de nuestro Señor, sino que es el Santo Sacrificio del Calvario renovado incruentamente bajo las especies de pan y vino sobre el altar y por eso en la epístola de hoy no se habla de la Pascua, sino de la muerte de nuestro Señor; no dejemos adulterar nuestra religión, no dejemos que nos la cambien, no dejemos que la Iglesia se judaíce. La Historia del mundo gira sobre dos polos, o se cristianiza o se judaíza, a la larga o a la corta, no hay término medio y el mal se acrecentará en la medida en que nos judaicemos en todos los órdenes y niveles. Esa judaización de la Iglesia la estamos viendo; por eso debemos guardar esa fidelidad a nuestro Señor, a su alianza, a su Iglesia, y la mejor manera de servir a la Iglesia, de ser fieles, es conservando la liturgia sacrosanta de la Santa Misa, de la Iglesia católica en toda su pureza, tal cual como lo definió San Pío V.

Por eso, sin pretender ser mejores que nadie, monseñor Lefebvre, con la Fraternidad que él fundó, es la expresión más fidedigna de esa fidelidad a la Iglesia y a nuestro Señor, a la religión católica, fidelidad al Corpus Christi, al cuerpo y la sangre de nuestro Señor que se da como pan del cielo para que, en comunión con Él, dándonos no un banquete, sino su propia carne, integrarnos y asimilarnos en su cuerpo Místico que es la Iglesia, divinizándonos, participándonos de su divinidad; de ahí la necesidad de recibir a nuestro Señor con un corazón puro, es decir, teniendo conciencia de no tener pecado mortal, para no beberlo y comerlo indignamente, para que sea fructuosa esa comunión y como pan del cielo nos lleve en la última hora, en la hora de la muerte como viático al cielo; todas estas cosas significa la fiesta y la liturgia de hoy que pasa desapercibida.

Pidamos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, Ella, que ofreció a su Hijo no como nosotros los sacerdotes de un modo sacramental e incruento sino que lo ofreció en sí mismo en la Cruz, donando, dando al Padre Eterno uniéndose a nuestro Señor en la hora de su muerte; de eso no nos damos cuenta, pero Nuestra Señora hizo ese gesto que le desgarró, que le partió en su ser, ofreciendo a su Hijo amado y por eso Ella está al pie de la Cruz y por eso nosotros tenemos que estar con Ella y quien no está con Ella no está con nuestro Señor. Por lo mismo, no se puede tener a Dios por Padre si no se tiene a María por Madre; por eso Ella es la Madre de la Iglesia, es Madre nuestra. Confiémonos a Ella para que nos fortalezca con esa fuerza que Ella demostró ante la cruz y con esa capacidad de sacrificio y de oblación para que así nos configuremos más a nuestro Señor Jesucristo. 

+ Padre Basilio Méramo
Santa Fé de Bogotá, Junio 14 de 2001